miércoles, 4 de mayo de 2016
CAPITULO 33
Estamos acostados en la cama. Paula es tan hermosa, no puedo resistirme.
—¿Qué estás haciendo, Alfonso?
Ella sabe exactamente lo que estoy haciendo porque me hizo exactamente lo mismo más temprano ese día. Salvo que quizás yo llevaba más ropa encima.
—Te estoy tomando fotos para poder ver tu hermoso rostro cada vez que me llames.
—No estoy segura de que estés tomando fotos de mi rostro. Tiene que ser algo presentable si va a aparecer cuando llame.
—Nena, estás muy presentable en este momento. Además, necesitaré visuales para sobrevivir cuando esté fuera de la ciudad la próxima semana.
Ella bloquea su rostro con las manos.
—De ninguna manera. Estoy desnuda en tu cama con el cabello desordenado por el sexo. Eso no es presentable para los estándares de nadie.
Tomo sus muñecas con una de mis manos y las retengo cautivas por encima de su cabeza.
—Es muy presentable para mis estándares y resulta ser perfecto para que lo mire mientras estoy lejos de ti. —Desciendo y la beso en la boca—. Cálmate, nena.Nadie va a ver estas maravillas salvo yo, así que sonríe.
Pongo el teléfono en la cama para tener una mano libre para tirar de la sábana.
—Tenemos que dejar caer esto para poder ver un poco más.
—¡Alfonso! —Ella sonríe mientras finge estar horrorizada por lo que estoy haciendo.
Sigo sosteniéndole las muñecas mientras le beso el cuello y susurro en su oído.
—Vamos, Paula. Por favor, déjame.
—¿Qué sucedió con eso de quedarte en Wagga Wagga por tres meses?
—Soy responsable de otros viñedos y no puedo descuidarlos. Seguiré estando aquí la mayor parte del tiempo, hasta mediados de marzo.
Puedo sentir que ella lo está considerando, así que bajo rozando con mi nariz su cuello y planto un beso para convencerla.
—Por favor, nena.
Ella suspira profundamente.
—¿Cuánto tiempo te irás?
—No te tendré por al menos tres días. Será una tortura.
Ella pone los ojos en blanco.
—Puedes tomar algunas, pero ninguna completamente desnuda.
Tomo mi teléfono, pero ella me detiene con la mano.
—Al menos déjame peinarme primero.
—Tú mandas.
Ella se levanta y camina desnuda hacia el baño.
—Sí, no estoy muy segura de eso.
Siento la tentación de tomar una foto de su hermoso trasero, pero sé que me matará si lo hago. Me recuerdo lo que ella dijo. Ninguna completamente desnuda.
Unos minutos después sale del baño con el cabello recién peinado, ahora cayendo en cascada por su espalda. Viste medias con ligas de encaje. Vaya, vaya… ¿a esto se refiere con nada completamente desnuda?
Se sube a la cama y se pone de rodillas.
—¿Qué quieres que haga?
Escuchar eso proveniente de ella es como una fantasía hecha realidad. Levanto el teléfono para tomar una foto y ella le pone una mano encima.
—Lo dije en serio. Nada de fotos desnuda.
—Muy bien. Primero acuéstate.
Ella se recuesta, tira de la sábana debajo de sus brazos para cubrir sus pechos desnudos, y espera mis instrucciones.
—Recógete el cabello y déjalo caer sobre la almohada. —Ella lo hace y éste cae en todos los lugares correctos. Mis ojos recorren su suave y cremosa piel contra mis sábanas negras y ella es tan hermosa, es casi doloroso.
Tomo muchas fotos de ella así… más de las que ella pensaba, estoy seguro.
Cuando termino con ella en esa pose, se sienta.
—¿Qué sigue?
Está sentada con las rodillas hacia arriba, tobillos cruzados.
Me estiro para tomar la sábana y empiezo a quitarla.
—No se puede ver nada. Lo prometo.
Ella sonríe y pone los ojos en blanco.
—Eres tan mentiroso, pero no importa. Voy a inspeccionar esas fotos cuando hayas acabado y cualquier foto de teta, culo, o vagina será borrada.
—Veremos.
—Ummm, sí, ciertamente veremos.
—Recuéstate sobre el estómago.
—Eso suena muy parecido a una orden —se queja, pero de todas maneras lo hace.
Bajo más la sábana hasta sus caderas y acaricio la parte baja de su espalda.
—Me encanta esta parte de tu cuerpo.
—¿Te encanta mi espalda? ¿Por qué?
—No sé la razón. Simplemente me gusta. —Tomo foto tras foto de su silueta acostada sobre su estómago, de lado, y sentada. Cuando puedo, a escondidas bajo la sábana un poco cada vez hasta que ella me descubre y la vuelve a subir más arriba.
—¿Terminaste? Seguro que usaste toda la memoria del teléfono.
—No. Tengo una pose más que quiero que hagas, pero no lo haré si no te sientes cómoda con ello.
Ella levanta una ceja hacia mí.
—Eso suena sospechoso.
—¿Puedo ubicarte?
—Puedes, pero eso no quiere decir que estaré de acuerdo.
—¿Pero lo intentarás?
Ella pone sus ojos en blanco nuevamente.
—Sí, lo intentaré.
—Recuéstate. —Hace como le digo y espera mi indicación, pero ésta no será una orden verbal. Nunca lo hará si me oye decirlo.
Pongo las manos en sus rodillas y se las separo. Junto la sábana entre sus piernas y la retuerzo para que sólo una franja delgada de material la cubra. La amontono entre sus pechos y luego tomo una de sus manos y la pongo sobre ambos senos.
Ella sigue cubierta, así que no está realmente desnuda, pero maldición… está demasiado sexy.
Antes de tomar la foto, le pregunto.
—¿Puedo? —Ella traga saliva y luego levanta la cabeza para ver qué está cubierto—. No te muevas. Arruinarás tu cabello. Déjame tomarla y si no te gusta, la borraré. —Ella está indecisa—. Prometo que todo está cubierto. Sin tetas, culo o vagina.
—Está bien. —Apoya la cabeza en la almohada y tomo foto tras foto.
Eventualmente se relaja y separa más las rodillas y relaja el brazo cubriendo sus pechos.
Cuando termino, le pregunto por el placer de hacerlo.
—¿Una sola desnuda?
—¡No!
Puedo ver que he empujado mi suerte mucho más lejos de lo que debería, así que pongo el teléfono en la cama y me agacho para besarla.
—Gracias.
—No me agradezcas todavía. Puede que no te permita conservar ninguna.
—No voy a borrarlas.
—Tengo que aprobarlas. Ése es el trato.
Comienzo a pasar a través de ellas rápidamente antes de que ella consiga poner sus manos en el teléfono.
—En ninguna estás desnuda, así que las guardaré todas.
Ella extiende la mano.
—Dame. —Le paso el teléfono como un adolescente en problemas con su madre por una Playboy. Juro que volveré a tomarlas mientras ella duerme si borra las mejores fotos.
Me siento. Observo. Espero. Ella sonríe y ríe mientras pasa a través de las primeras y luego casi escucho sus frenos detenerse de pronto.
—De ninguna manera, amigo. Ésa muestra mis pezones. —Revisa unas cuantas más y luego se lleva el teléfono más cerca de la cara—. Dijiste que no se podía ver nada cuando estaba sentada así, mentiroso. Puedes ver mi vagina en éstas.
¡Maldición! Está borrando todas las mejores.
Me devuelve el teléfono y me fijo lo que ha dejado. No está tan mal. Solo borró un puñado. Me sorprende que logre quedarme con todas las fotos casi desnudas con las piernas abiertas. De hecho, me sorprende completamente. Me pregunto si pasó esas por alto, pero elijo no mencionarlo, sólo por si acaso.
Ella recoge el teléfono que le di de la mesita de noche y luego se acuesta a mi lado en la cama. Lo sostiene a un brazo de distancia para tomarnos una foto juntos.
—Sonríe.
Sonrío porque ella me lo pide, sabiendo que no debería permitirle tomar esa clase de foto de nosotros juntos en la cama. Lo permito solamente porque ella no sabe la cantidad de dinero que puede ganar vendiendo estas fotografías a los medios.
No tiene idea de que soy Pedro Alfonso. Incluso si supiera mi nombre, seguiría sin saber que soy uno de los solteros más ricos y más codiciados de Australia. De alguna manera creo que a ella no le importaría, incluso si lo supiera. Ella es la hija de una superestrella y la fama de él no parece acobardarla.
Oh, al diablo con todo. ¿Qué dolor provocarán un par de fotos? Tomo el teléfono de su mano y lo sostengo para sacar una de mí besándola en el rostro. Luego en la boca. Luego en el cuello.
Después que mi boca llega a su pecho, dejo caer el teléfono en la cama porque nuestra sesión de fotos queda olvidada.
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