viernes, 6 de mayo de 2016
CAPITULO 43
Paula no sabe que hoy es mi cumpleaños o que mi único deseo es estar en casa con ella. Pero no puedo. Tengo que asistir a la fiesta anual de cumpleaños junto a toda mi familia en casa de mis padres. Qué gran día será hoy.
Ella ha estado viviendo conmigo por unas semanas y me sorprende la manera en que me siento al estar lejos, dejándola sola en casa. Quiero volver junto a ella.
Considero la idea de dar vuelta en U en el Sunset, pero me acuerdo de las reglas que tengo y por qué estar con mi familia no puede romperse.
Por casi tres semanas no he visto a mi familia, desde que mi madre me envió de vuelta a Avalon para estar cono Paula en Navidad. Gracias, mamá. Fue el mejor regalo que podrías haberme regalado.
Mi mamá ha dejado en claro que debo hablar con ella semanalmente sobre mi relación con mi “novia” y ya no deseo aparecerme sin ella nuevamente. Margarita Alfonso se pondrá muy furiosa conmigo por la ausencia de Paula. No debí decirle que la traería para mi cena de cumpleaños, pero no tuve una excusa razonable cuando lo hablamos.
Cuando atravieso la puerta, mamá corre al recibidor. Está sonriendo y sus ojos brillan con anticipación, pero luego veo el que la decepción se posiciona en sus ojos cuando nota que no hay nadie detrás de mí. Honestamente, me siento una mierda de hijo.
—¿Dónde está ella?
—Perdón, mamá. Paula no se sentía bien. Pensamos que tiene una gripe estomacal. Me dijo que te informe que lo siente de no haber venido.
Me lanza una mirada de desaprobación y sé que hice todo mal.
—¿Y la dejaste sola mientras ella está enferma?
Mierda. No pensé en ello.
—Le estoy pagando a la Sra. Porcelli para que la cuide.
Ahora, ella me está dando su desaprobación.
—¿Qué mensaje enseña eso si la dejas en casa cuando está enferma, Pedro?
Me siento como una rata a pesar de que no tengo la culpa de nada. Casi.
—No pensé en ello.
—Ustedes, los chicos, nunca lo hacen; pero no es por mi falta de tratar.
Mamá retrocede y vuelve a la cocina. Está enojada y quiero que sepa que sus lecciones no fueron en vano. Estaría orgullosa en como tengo en cuenta que estoy con Paula pero no puedo decirle, en cambio estoy forzado a sobrevivir con su desaprobación.
Voy a la sala de estar donde mi padre y hermano yacen, con la esperanza de estar en paz con ellos. No tengo duda que mamá está en la cocina contándoles a Chloe y Emma que hice. Pronto, tendré a toda la población femenina de la familia atacándome. Tendré suerte si mis sobrinas, Celia y Mila, no están en la alianza.
Ernesto está sentado en el suelo con sus hijos y, cuando me desplomo en el sillón, se ríe de mí.
—Escuché a mamá quejándose de ti todo el camino hacia aquí. ¿Qué hiciste?
—¿Quejándose? ¿Ese es tu vocabulario ahora?
Apuntando a su hija de tres años, responde:
—Orejas delicadas, Pedro, y pequeñas bocas repitiendo palabras interesantes. Un día entenderás a lo que me refiero.
Sí, cuando el infierno se congele.
—Mamá está enojada porque dejé a Paula en casa mientras está enferma.
Mi papá ya está sacudiendo su cabeza. Es mi error, pero él es el único que tendrá que oírlo cuando me vaya.
—Lo siento, papá.
Suspira.
—Pedro, no sabes cuánto tu mamá ha estado deseando conocer a la mujer con la que sales. Es todo lo que he oído desde navidad y ahora lo que voy a escuchar es a ella preocupándose por ti arruinándolo todo.
—Papá, no puedo hacer nada ahora.
—Puedes hacerlo si le dices a tu mamá que la traerás de visita.
No puedo mentirle una vez más a mamá.
—Sabes cómo las cosas funcionan en esta época del año. Puede que no sea capaz de alejarme de la viña.
—No olvides lo bien que conozco el negocio, hijo. Tú estás a cargo y tienes un muy eficiente equipo. Puedes alejarte por un par de días para traer a aquella aquí para conocer a tu mamá.
¡Maldita sea!
—Bien, le diré.
Desde la sala de estar, escuchamos un portazo en la vitrina.
—Dile ahora, Pedro.
¡Mierda! No quiero a mi familia interviniendo en mi vida. Me paro del sofá y entro al territorio enemigo. Dos nuevos pares de ojos reprochadores, los de mi hermana y mi cuñada, me retuercen en apoyo a las quejas de mi mamá. Mi hermana me envía su clásico gesto con su mano en “L” mientras gestiona perdedor.
—Mamá, lo siento. ¿Me perdonarías si traigo de visita a Paula? ¿Tal vez alguna vez el próximo mes, dependiendo como van las cosas en Avalon?
Detiene su abuso psicológico con las pobres papas.
—Lo haré, pero intenta traerla lo más pronto que puedas.
—Por supuesto que lo haré, mamá.
Sin saber nada, sonríe porque ha sido engañada de nuevo, soy un saco de mierda lleno de mentiras. Mi falsa promesa es una solución temporal a esta situación.
Pronto tendré que engañarla otra vez, y deseo no hacerlo.
La conversación en la cena es agradable, más de lo que hubiera sido si no hacía el bien con mamá así que en cierta parte, estoy agradecido por ello. Mi papá está especialmente interesado en escuchar el progreso que estoy haciendo con mi trabajo. Al resto no les importa una mierda pero alivian a papá pretendiendo escuchar.
Después de la cena, estoy sentado observando a Mila sostener la mesa del café de soporte y después valientemente quitar su mano. Trata de decidir si dar un paso y pienso que seré testigo de su valiente intento de caminar.
—Hermano, creo tu hija dará su primer paso.
Ernesto está de pie en la puerta y su cabeza está enterrada en su celular, como siempre.
—¿Me escuchaste, Ernesto? Mila parece querer dar su primer paso.
Levanta su cabeza por un vistazo rápido a su hija y no luce impresionado.
—Se burla de nosotros así todo el tiempo. Actúa como si fuera a hacerlo, pero después vuelve a agarrarse de lo que sea que esté frente a ella.
No lo sé. Para mí, pareciera que va en serio, pero veo que Ernesto no está interesado. Me pregunto si debo llamar a Emma para verlo; estoy seguro que a ella le gustaría ver los primeros pasos de su hija.
—¿Qué has estado haciendo exactamente en Avalon, Pedro? —pregunta Ernesto.
En la cena, hablé por diez minutos acerca del trabajo y él no escuchó ni una maldita cosa de lo que dije. Y ahora me pregunta que hago. A la mierda.
—No explicaré todo nuevamente. Debiste escuchar en la cena si estabas tan interesado.
—No, hermano. No es eso a lo que me refiero. —Sostiene
mi celular provocando que haga clic en mi mente al saber de lo que habla. Pasa por todas mis fotos de Paula, las por poco desnudas.
Me levanto rápidamente del sofá para alcanzar mi celular, pero lo quita de mi alcance.
—¿Por qué demonios estás viendo las fotos de mi celular?
Se está alejando de mi así no puedo alcanzarlo, pero pese a ello sigue viendo fotos de Paula.
—Tenemos el mismo. Creí que era el mío cuando lo tomé. Quería mostrarle fotos de las chicas a mamá. Menos mal no la llamé para que viera éstas.
—Dame mi celular. ¡Ahora! —siseo entre dientes.
Da vuelta el celular para ver una foto desde un ángulo diferente.
—Demonios, Pedro. ¿La estás follando en esta foto?
—¡No! —No lo sé. Tal vez. Depende cuál foto habla.
Lo quito de sus manos y tiene ese destello en sus ojos. Creo que es admiración pero no estoy seguro.
—Bastardo suertudo. Emma nunca me dejaría sacarle fotos como éstas. Ni siquiera antes de tener a las niñas. Y de ninguna manera me dejaría tomarle una foto echándonos un polvo. ¿Cómo la convenciste para dejarte hacer eso?
Estoy cabreado con mi hermano por invadir mi privacidad, y la de Paula, pero lo dejo pasar para evitar una pelea.
—Suerte, supongo.
No quiero hablar de Paula de esta manera con él. Ella es mi secreto, uno que no quiero compartir y mi familia está mostrando mucho interés en ella.
—¿Vas en serio con esta chica?
¿Mi hermano ha perdido la razón? Mientras me río, le doy mi mirada de “¿Estás jodidamente bromeando?”.
—La he conocido un mes. ¿Qué crees?
La pequeña mierda se ríe de mí, y dice:
—Creo que no te gusta el hecho que haya visto fotos desnudas de tu chica.
Eso no puedo negarlo. Me enferma que haya visto lo que suponía era sólo privilegio para mis ojos.
—Ella no está desnuda.
—Mentiras.
Emma entra a la sala y nos mira alternativamente a cada uno.
—¿Por qué están peleando?
—Oh cariño, mi hermano mayor solo estaba mostrándome algunas fotos de su novia americana. Adelante, Pedro. Enséñale tu novia a Emma.
¿El maldito traidor quiere joderme? Le pegaré en su trasero de manera que no tendrá ni una sola cosa pervertida por todo un mes. Busco por todas las fotos hasta que una que nos capta como una pareja cariñosa y la sostengo hacia Emma.
—Ernesto me dijo que gran pedazo de culo tenía y que lo haría con ella. No puedo creer que haya dicho eso de mi novia.
Ernesto: 0 Pedro: 30.
Al igual que el número que mi hermano tendrá su polla acumulada. ¡Ja! ¡Toma eso, puto traidor!
Emma lo mira.
—Em, no dije eso.
—Pedro tiene 30 años. ¿Supongo que tengo que creer que lo inventó todo porque no tenía nada mejor que hacer?
—Sí, él hace ese tipo de mierda para meterme en problemas. Él no tiene una esposa y cree que es divertido jugar con la mía.
Sus ojos disparan dagas en dirección de mi hermano.
—No discutiré esto contigo ahora, Ernesto.
Eso está bien, hermanito. Mientras no estás follando con tu esposa, puedes pasar el otro mes con tu mano alrededor de tu polla pensando en no jugar conmigo.
Emma agarra mi celular para tomar un mejor vistazo de Paula.
—Es hermosa, Pedro. ¿Puedo enseñársela a Margarita?
Probablemente es mejor seguro que yo sostenga el teléfono así ya no habrán más show de vistazos a mis fotos.
—Le mostraré cuando haya terminado en la cocina.
Emma no me dejará ir sin mostrarle fotos de Paula a mamá, así que compruebo las imágenes para ver donde comienzan las sexies. Las primeras doce son todas perfectas, pero le mostraré las primeras diez para estar seguro.
Mamá entra a la sala de estar cuando termina en la cocina y Emma lo deja caer:
—Margarita, Pedro tiene algunas fotos de su novia en su celular.
Mi mamá se queda estática.
—Un segundo, necesito mis ojos —dice, escapándose nuevamente a la cocina y regresa con lentes de lectura. Toma el celular de mi mano y lo sostiene donde puede verlo mejor—. Oh, Pedro Henry. Es una chica hermosa. Tendría unos hermosos bebés.
Oh, demonios. Aquí vamos.
Pasa a la segunda foto donde Paula sale con su guitarra Martin. La tercera es ella tocando el piano en Avalon.
—Y es músico. Le enseñaría a tus hijos a tocar instrumentos y cantar.
Creo que puedo oír las campanas de boda en la cabeza de mi mamá.
Las siguientes variedades de fotos son unos aleatorios inocentes que Paula no sabe que le tomé. Algunas sonriendo, algunas serias, pero siempre hermosa.
CAPITULO 42
Veo la mirada en los ojos de Alfonso y sé lo que está pensando: Mi madre es deplorable e infame. Y ha habido momentos en los que lo ha sido; ella no es perfecta. A decir verdad, ha sido una madre de mierda, pero es el único progenitor que tengo. Al menos ella ha estado allí... eso es más de lo que puedo decir del donante de esperma.
Tal vez debería lamentar el decirle este secreto que he mantenido durante quince años, pero no lo hago. Siento que se levanta una carga de mi corazón y mi alma.
Sólo una palabra describe lo que estoy experimentando: Paz.
Alfonso está agachado frente a mí, con las manos en las rodillas. Me deslizo hasta el borde de mi asiento y él envuelve sus brazos alrededor de mí. Es en este momento que me doy cuenta de algo: le puedo decir cualquier cosa a Alfonso. No hay ninguna pretensión de perfección entre nosotros. No necesito que él crea que lo tengo todo bajo control cuando no lo hago.
—Eso se sintió tan condenadamente bien.
—¿Qué cosa?
Estoy casi mareada por mi epifanía.
—Decirte lo que pasó con mi mamá y finalmente admitir el trabajo de mierda que ella hizo como madre antes de que se rehabilitara. No tenía idea de lo genial que se siente por fin decirle a alguien.
—Creo que por eso la terapia es tan altamente recomendable.
Ahí va él de nuevo con el consejo médico.
—Sí, Dr. Henry. Creo que podría estar en lo cierto respecto a eso.
—Siempre estoy en lo cierto respecto a todo.
Volvemos a la piscina después de terminar de comer y puedo decir que Alfonso está nervioso. Le aseguro que estoy bien, pero no quiere aventurarse más allá de las escalinatas, y nos sentamos escalonados en el agua conmigo entre sus piernas.
La presa que contiene todos mis secretos está rota y le digo cosas que pensé me llevaría a la tumba.
Alfonso escucha y habla poco. No estoy segura de si es porque no sabe cómo responder o si está demasiado preocupado por lo que está escuchando. No importa porque la reacción no es lo que necesito. Escuchar sí, y es una de las cosas que él hace muy bien.
En el momento en que termino de contarle a Alfonso mis historias de la infancia, el agua nos ha arrugado como pequeños ancianos. Sostengo en alto mi mano para examinarla.
—Creo que esto es una señal de que se nos pasó el tiempo para salir.
—Creo que tienes razón.
Una vez que nos secamos, envuelvo la toalla alrededor de mi cintura. Cuando estoy ajustándola, veo a Alfonso examinarme.
—¿Qué?
Deja caer la cabeza para mirarme por encima de sus gafas de sol.
—Espero que no hayas tomado mucho sol hoy. Estás un poco roja.
Miro mi hombro y halo a un lado el tirante de mi bikini. Oigo a Alfonso inhalar a través de sus dientes.
—Maldita sea, Paula. Me temo que eso te va a arder esta noche.
Alfonso no está rosado en lo más mínimo, así que muevo hacia abajo la parte superior de mi bikini para una inspección. No duele ni me parece quemado, pero no voy a ser capaz de decir nada hasta que estemos fuera del sol.
Nos detenemos en la cocina para dejar nuestros platos de comida y los ojos de la Sra. Porcelli se vuelven enormes cuando me ve.
—Oh, Paula querida. Hay una loción de aloe vera para después de tomar el sol en el botiquín cuando estés lista para eso. Tiene lidocaína en ella y eso debería ayudar con el dolor.
Oh, mierda. ¿Qué he hecho?
Vamos juntos al baño y me quito la toalla. Las cosas no están tan mal cuando me quito el bikini. Seguro, hay un claro contraste entre mi piel recién bañada por el sol y las líneas blancas de mi traje de baño, pero no es terrible.
Él está de pie detrás de mí inspeccionando los daños.
—Lo siento mucho. Debería haberme dado cuenta cuando comenzaste a quemarte.
—No te preocupes. No me quedo rosada por mucho tiempo. —No parece del todo convencido mientras evalúa mis hombros—. En serio, Alfonso. Ya lo verás. Esto estará de camino a volverse marrón por la mañana.
—Mientras tanto, ¿por qué no tomas una ducha fría? Eso debería ayudar, y te daré un masaje con la loción cuando salgas.
¿Un masaje por Alfonso? Estar quemada por el sol está sonando cada vez mejor.
—Eso suena perfecto.
Él tiene razón. La ducha fría se siente muy bien. Me doy cuenta de que mis hombros están un poco sensibles al agua que cae rápidamente sobre ellos, pero no es nada demasiado incómodo.
Cuando termino la ducha, me seco la piel con toques ligeros y salgo para encontrar a Alfonso esperándome con un frasco de loción de aloe vera. Él lo sostiene en alto y lo sacude mientras sonríe.
—¿Quieres que lo haga contigo aquí de pie, o prefieres que lo haga contigo acostada en la cama?
Hmm, suena pervertido.
—No sé. Ambas opciones suenan atractivas.
—Yo voto por la cama.
—Entonces, la cama será.
—Toma. La Sra. Porcelli envió esto para ti. —Me tiende dos pastillas en la palma de su mano—. No es más que ibuprofeno para ayudar con el malestar.
—Pero no me duele.
—Lo hará, así que por favor toma el medicamento. No quiero que tengas dolor.
Tomo las pastillas y el vaso de agua que ofrece. Soy terrible para tragar pastillas ya que he hecho un hábito el evitarlas. Estas no son grandes, así que me las arreglo para tragarlas, pero no sin algún gorgoteo poco atractivo. Cuando termino, le paso el vaso de nuevo a él.
—¿Feliz ahora, Dr. Henry?
—Mucho.
Retuerzo la toalla alrededor de mi cabello antes de subirme a la cama para acostarme boca abajo para mi cuidado posterior a la exposición al sol. Apoyo los brazos sobre mi cabeza y siento la cama hundirse cuando Alfonso se sube.
—Esto puede estar un poco fresco, pero va a sentirse bien.
Él echa un chorro directamente en mi espalda y me arqueo.
—¡Mierda, eso está frío! —chillo.
—En realidad no. Se siente así porque tu piel está febril.
Frota la fresca loción en mi piel y es muy relajante. Todo mi cuerpo se queda laxo mientras disfruto lo que se siente más como un masaje que como una aplicación de loción luego de una quemadura de sol.
Estoy tan relajada, que estoy casi dormida cuando escucho “Jolene” sonando en mi teléfono. Mis ojos se abren de golpe y siento a Alfonso dejar mi espalda.
—Lo traeré para ti.
Me pasa mi teléfono.
—Hola, mamá.
—Pau, he estado llamándote durante horas. ¿No has revisado tu teléfono?
Ella parece aterrada, lo que me aterra a mí, y lo primero que pienso es que algo le ha sucedido a la abuela o al abuelo. Me incorporo en el medio de la cama, preparándome para oír lo peor.
—¿Qué ha pasado, mamá?
—No puedo creer que no te hayas enterado. Ha estado en todas las noticias.
Bueno, no les ha pasado nada a mis abuelos así que cambio a mi modo de exasperación.
—Mamá, ¿qué está pasando?
—Javier Beckett murió hoy en un accidente de esquí.
Debería haber sabido que esto de alguna manera implicaba al donante de esperma.
—¿Y por qué esta es una noticia de emergencia para mí?
—Porque era tu hermano, Pau.
—A quien nunca he conocido.
—Él era el hijo de tu padre.
—De nuevo, a quien nunca he conocido. —¿Soy la única oyendo el denominador común en esta lista?
—Tienes que volver a casa.
Por el amor de Dios.
—Esta no es una razón para que vuelva a casa.
—Tienes que presentar tus condolencias, Pau. —Oh, demonios. Esto es acerca de involucrarme con el donante de esperma. ¿Qué cree que va a pasar? ¿Él repentinamente me va a querer en su vida ahora que ha perdido a su único hijo?
Me doy cuenta de que estoy completamente desnuda y hablando con mi mamá acerca de la muerte del hijo de mi donante de esperma cuando Alfonso me ofrece una de sus camisetas. Articulo un gracias hacia él y deslizo la camisa sobre mi cabeza mientras mi mamá parlotea sin sentido acerca de la necesidad de estar con la familia en momentos como éste.
—Compartimos el ADN, pero no soy parte de su familia. No me reconocerían si nos cruzáramos en la calle.
—Tu padre va a querer conocerte.
Dejé de fantasear acerca de él queriendo conocerme hace mucho tiempo, pero ella nunca lo ha hecho. Tengo casi veinte y tres años y ella todavía está esperando algo... no sé qué. Tal vez piensa que él querrá conocer a su hija y que eso lo conducirá de nuevo hacia ella.
—Lo siento, mamá. No voy a volver a casa por esto.
—Creo que estás cometiendo un error.
—Si lo estoy, entonces seré la que tenga que vivir con ello.
—De todos modos, yo siempre había sido la que tenía que vivir con los errores de ambas, así que estaba acostumbrada.
Ella no está feliz conmigo cuando finalizo nuestra llamada y eso me hace sentir inquieta, aunque sé que estoy tomando una decisión lógica. Entre nosotras dos, alguien tiene que ser racional y no puedo depender de que sea ella. No es bien conocida por tomar las mejores decisiones cuando se trata de mi padre.
—Asumo que hay problemas en la casa.
Sí, pero sólo los que mi mamá está haciendo para mí.
—El hijo de mi padre murió en un accidente de esquí de nieve.
—Lo siento.
—Es un medio hermano que nunca he conocido y mi mamá está actuando como si yo debiera estar de luto. Demonios, cuando dijo su nombre, me tomó un minuto para darme cuenta de quién estaba hablando. Es un extraño para mí. Lo siento por la pérdida de su familia, pero yo no siento nada más. ¿Eso es malo?
—No, Paula. No estás equivocada por la forma en que te sientes. Por favor, no dejes que tu mamá te haga sentir culpable.
Estoy segura de que él piensa que es una madre terrible después de todo lo que ha aprendido hoy sobre ella.
—Ahora debes pensar incluso peor de mi mamá.
—Hoy no está en la lista de los diez mejores de mis favoritas. Tú, sin embargo, tienes la posición número uno. —Me acerca para besar la parte superior de mi cabeza. Me encanta la forma en que hace que mis preocupaciones desaparezcan.
¿Cómo puede ser esto? Este hombre, casi un desconocido, me reconforta y hace que sea fácil para mí desnudarle mi alma. Mientras me pregunto cómo es posible, sé la respuesta. No tengo que proteger mi corazón con Alfonso.
Estoy a salvo con él. Y eso es agradable.
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