martes, 26 de abril de 2016
CAPITULO 9
Ya veo que Chiara Beckett no va a hacer esto fácil para mí.
Las otras nunca me hicieron esperar por una respuesta. Esto es algo nuevo, pero me gusta la emoción de no saberlo. No necesito oírla decir sí esta noche porque trabajar para convencerla va a ser mucho más divertido.
—¿Y tú eres Alfonso, qué?
Todos me conocían como Pedro, pero mi madre me ha llamado Pedro Henry toda mi vida, así que voy con algo que se siente familiar.
—Alfonso Henry.
Nunca he usado un nombre tan similar al real. Pero sé el porqué ésta es una primera vez. Ser tímido conmigo mismo es inútil; no quiero oírla gritar el nombre de otro hombre cuando la haga correrse. Quiero oírla decir mi nombre, o por lo menos algún indicio de éste.
Sonrío mientras pienso sobre las cosas que haré para oírla gritar mi nombre.
—¿Y cuántos años tienes, Srta. Beckett?
—Diecisiete.
—¡Qué! —No hay manera de que tenga diecisiete. Examino su cara, estudiándola atentamente, pero no sé lo que espero encontrar. Líneas de expresión, ¿tal vez?
Ella observa mi cara.
—¿Mi edad es un problema para ti?
—Demonios, sí, diecisiete es un problema. —Lanzo mi servilleta en la mesa. Todo esto ha sido un desperdicio—. Olvídalo todo. Toda esta cosa se acabó.
—No me comporto como de diecisiete. Soy muy madura para mi edad.
—Ni pensarlo. No eres siquiera lo suficientemente mayor para estar bebiendo ese vino. —Me inclino y susurro para que nadie escuche por causalidad—. Tengo casi el doble de tu edad.
—No me importa. Tengo problemas con papi. —Rompe en una gran sonrisa y oigo una risita femenina. Ahí es cuando me doy cuenta que está jodiendo conmigo y tiene la habilidad para mentir con una cara seria. Tendré que recordar eso para futuras referencias.
No me divierte.
—Veo que tengo una comediante en mis manos.
Todavía está sonriendo, pareciendo satisfecha por mi reacción afilada.
—No lo soy realmente, pero caíste directo en esa y no me pude resistir. Relájate, tengo veintidós, por lo menos hasta que la marmota salga en busca de su sombra. ¿Cuántos años tienes?
Ninguna de las mujeres con las que he estado ha sido juguetona como lo es ella.
Ya que siempre escojo a mujeres mayores, es un poco más joven a lo que estoy acostumbrado. Por lo menos quince años. Tal vez veinte. ¿Se preguntará si soy muy mayor para ella de la misma forma que yo me estoy preguntando que es muy joven para mí?
—Tendré treinta el mes que viene. ¿Es un problema para ti?
—Nop. Espero tener treinta en unos ocho años.
Está bien,Pedro. Podrás tener tus manos llenas con ésta.
¿Estás listo para ella y lo que podría traer?
—¿Estás en la escuela o tienes una profesión?
—Soy músico.
Oh, eso explica la razón por la que canta y toca la guitarra tan bien.
—Te escuché en el club la otra noche.
—No supe si estuviste allí cuando canté.
Declino decirle que yo era el tipo sentado en el rincón siendo un asqueroso acechador.
—Eres muy buena. Nunca he escuchado “Crash Into Me” sonar así antes. No lo olvidaré en un futuro cercano.
Ella se ruboriza como si no estuviera acostumbrada a escuchar cumplidos.
—Gracias. Fue una coincidencia muy grande que terminamos en la misma cena vintage después de encontrarnos en el club.
¿Debería decirle que había ideado todo para así volver a verla? Oh, ¿por qué no?
—No creo que pueda ser llamada una coincidencia, ya que sabía que ibas a estar ahí. Le pagué a mi mesera para averiguar si estarías acompañando al hermano de tu amiga.
Me mira boquiabierta.
—Así que, ¿esa es la razón por la que la mesera fue tan ruidosa?
Sonrío con orgullo.
—Sí, y arreglé lo del vino de tu amigo para que estuviera temporalmente perdido, entonces podría tentarlo a alejarse de ti. ¿Te das cuenta que está bastante enamorado?
—Eres el maestro de la manipulación.
Noto la manera que escoge no reconocer mi comentario sobre la atracción de su compañero de habitación y me pregunto si ella es experta en el juego de la manipulación también.
—Prefiero llamarlo determinación.
Voy a las medidas extremas para hacerlo a mi manera, pero creo que guardaré eso para mí mismo.
—Dentro de lo razonable.
—Ya no estoy segura si quiero oír sobre esas tácticas que utilizas para conseguir lo que quieres. —Esa es probablemente una elección inteligente.
Decido dejarla escoger nuestro nuevo tema de conversación.
—Entonces, ¿sobre qué quieres oír?
Mueve su atención hacia la copa de vino en su mano.
—Dime más sobre lo que haces en la industria del vino.
Ésta es una fácil. Puedo recitar esto en mi sueño.
—Mi patrón tiene una amplia mayoría de las vinerías en toda Australia y Nueva Zelanda. Puedes llamarme su mano derecha. Viajo de viñedo a viñedo para supervisar todo, desde los libros hasta la cosecha.
Asiente.
—Ya veo. ¿Tienes familia?
—Sí. —Espera por más de una respuesta, pero no cedo.
—¿No los ves a menudo?
—Visito cuando estoy entre los viñedos.
Me da una mirada perpleja.
—Esto es como sacar un diente contigo. Sólo quiero entenderte mejor. No estoy pidiendo que me digas algo que te identifique.
Ninguna de las otras mujeres estaba interesada en saber sobre mi familia, así que no estoy bien preparado en cómo responder.
—Mis viejos viven a las afueras de Sidney. Tengo un hermano menor. Está casado y tiene dos pequeñas niñas. También tengo una hermana menor todavía viviendo en casa. Es un año más joven que yo y estudia en un instituto culinario. —Es todo lo que está consiguiendo de mí—. ¿Qué hay de tus familiares?
—Solo somos mamá y yo.
¿No tiene un padre?
—¿Qué hay de tu viejo?
—Esa es una larga historia.
Tal vez no es justo de mi parte preguntar ya que no estoy dispuesto a compartir mucho de mi familia, pero quiero saber su historia.
—No necesito estar en ninguna parte.
Parece que se está acomodando para una larga explicación.
—Mi mamá era un músico en ascenso cuando quedó embarazada de mí. Mi donador de esperma era una estrella de la música country. Ellos se conocieron cuando mi mamá firmó con su sello discográfico. —Se encoge de hombros—.
Estaba casado, así que comenzaron a tener una aventura. Su esposa no tomó muy bien enterarse de la amante embarazada de su esposo, especialmente ya que ella también estaba embarazada. Tengo un medio hermano que nunca he conocido y casi es de mi misma edad. ¿No es eso encantador?
Levanta su copa de vino a su boca.
—Entonces, como puedes ver, no estaba bromeando cuando dije que tenía problemas con papi.
—Esa es la razón por la que inmediatamente me preguntaste si era casado.
Está empujando comida alrededor de su plato.
—Es solo una de las razones.
—No comes mucho. Pensé que no estabas asustada de comer en una cita.
Se encoge de hombros otra vez.
—Estómago nervioso, se podría decir.
—Si ya has terminado, ¿quieres salir de aquí?
—Seguro.
Nos vamos por las mismas puertas giratorias que utilizamos la noche anterior, pero bajo muy diferentes circunstancias. Nos paramos en la acera enfrente del restaurante y Daniel se estaciona al borde de la acera cruzando la calle, donde ha estado esperando. Sale para abrir la puerta, pero no tengo idea de adónde lo tendría llevándonos, ya que no estoy familiarizado con WaggaWagga.
—Es una hermosa noche. ¿Te apetece ir a caminar?
—Seguro.
Le digo a Daniel.
—Te llamaré cuando estemos listos para que nos recojas.
Él cierra la puerta.
—Por supuesto, señor.
—¿Por cuál camino? Es elección de la dama.
Echa un vistazo en ambas direcciones y se encoge de hombros mientras señala hacia su derecha.
—Siempre ve a la derecha y nunca te equivocarás.
Comenzamos a caminar y recuerdo los zapatos que está usando. Se ve genial en ellos, pero no hay forma de que sean cómodos para caminar.
—Esos tacones son sexis como el infierno, ¿pero no te lastiman?
Se echa a reír.
—Estoy acostumbrada a usar tacones altos. Estaré bien. Pero es muy considerado de tu parte pensar en mis pies.
No estoy seguro de que esté siendo honesta.
—No quisiera que estés incómoda, así que por favor dime si te duelen y llamaré a Daniel para que nos recoja.
—Lo haré. —Me sorprende cuando enreda su brazo en el mío—. Gracias por las hermosas flores y el desayuno que enviaste. Aldana y yo estábamos casi borrachas para las diez de la mañana. Fue genial.
Las flores y el desayuno no eran nada comparado con las cosas que le daría si ella aceptaba estar conmigo.
—De nada. Me alegra que disfrutaras del champagne. ¿Qué hay sobre Australia? ¿Lo estás disfrutando?
—Me gusta mucho. Pero aún no puedo acostumbrarme a la idea de navidad en verano.
Había olvidado que diciembre en los Estados Unidos es en invierno.
—Nunca había pensado en ello siendo de cualquier otra forma.
—¿Pasarás la navidad con tu familia fuera de Sidney?
Sus preguntas no son identificadoras, pero aún me ponen incómodo.
—Sí. Todos nos reunimos en la casa de mis padres para navidad. Se vuelve interesante con los niños de mi hermano esperando que llegue Santa, porque el mayor tiene tres años ahora.
—Oh, eso suena divertido.
Puedo asegurar que es hija única.
—Lo es por unos dos minutos, y luego todos están hartos de todos.
Ella se detiene en seco y pone sus palmas contra el vidrio de la ventana de una tienda.
—Mira eso. Creo que es una Martín D.45
Inspecciono la guitarra en la ventana y no veo nada especial sobre ella. Sólo se ve como una guitarra cualquiera para mí.
—¿Supongo que es buena?
Creo que puede estar sorprendida por mi pregunta cuando veo su sonrisa
—Sí, es buena, muy buena. He soñado con una desde siempre.
—¿Por qué nunca la has comprado?
Ella mira a través de la ventana y parece un niño deseando un juguete en navidad.
—Porque una D.45 cuesta casi veinte mil.
—¿No deberías tener una si vas a ser un músico exitosa?
—Por supuesto, la necesito, pero eso no significa que pueda costearla. Tengo la guitarra de mi mamá para arreglármelas hasta que pueda comprarla. Es más vieja que yo, pero está bien. —Sus manos aún están contra el vidrio de la tienda—.
Nunca me lo dijo, pero creo que se la dio el donante de esperma. Algunas veces la encuentro tocándola y se ve como si hubiera estado llorando.
Ella no bromeaba sobre sus problemas con papi.
—Tendré una Martín algún día. —Ella suspira mientras se aleja de la tienda.
Seguimos caminando hasta que llegamos a la calle siguiente y veo el cartel de la calle Stout.
—El club de blues no debería estar lejos. ¿Quieres ir y ver que está sucediendo?
—Claro. ¿Para qué lado crees que está?
—Sólo hay una forma de averiguarlo. —Saco mi teléfono y uso una aplicación para encontrarlo algunas cuadras hacia el norte.
—Seis cuadras hacia allá
Ella levanta su pie de sus zapatos y lo inspecciona.
—No creo que pueda caminar seis cuadras. Mis pies comienzan a doler.
—Dijiste que me avisarías si dolían. No quiero que sufras. Llamaré a Daniel.
Ella levanta el otro pie y lo inspecciona.
—¿Creerías que soy débil si te dejo?
—No creo ni por un segundo que haya algo débil acerca tuyo. —Veo un banco en la acera—. Esperaremos por él aquí.
Mientras lo esperamos, nos sentamos en el banco y tomo su pie.
—Déjame ver que tenemos aquí.
Ella se resiste mientras trato de poner sus pies en mi falda.
—¿Qué haces?
—¿Qué te parece que estoy haciendo? Masajearé tus pies mientras esperamos a Daniel.
—No tienes que hacerlo.
—Sé que no tengo que hacerlo. Quiero hacerlo.
Ella se rinde y se mueve en el banco para poner sus pies en mi falda. Quito sus zapatos y comienzo a masajear el primer pie.
—Si dices que sí, te consentiré cada día como una princesa.
Ella ríe, claramente ignorante de lo serio que hablo.
—Eso definitivamente endulza la oferta y la hace más tentadora.
Deslizo mi mano del pie hacia su tobillo.
—No quiero que mi oferta sea tentadora. Quiero que sea irresistible, así que dime qué tendría que hacer para que digas que sí.
Ella me estudia y sonríe.
—Necesito tiempo, y necesito conocerte más.
Siempre es cuidadosa, pero estoy impaciente, así que el tiempo que necesita para conocerme es lo único que no quiero darle. ¿No entiende que podemos hacer eso luego de que acepte? En un fino ejemplo de la impecablemente inconveniencia de los tiempos de Daniel, el estaciona justo cuando estoy tratando de convencer a Patricia de la idea de nosotros. Le pongo los zapatos de nuevo. Cuando se para, la levanto en mis brazos y la llevo al auto donde Daniel está esperando con la puerta abierta. Sus brazos están en mi cuello y me mira con desaprobación.
—Creo que esto es un poco demasiado.
—Tiendo a ser de este modo, y harías bien en recordar que hablaba en serio cuando dije que no quería que pasaras dolor y que te consentiría como una princesa.
Ella ríe de nuevo como una chica de diecisiete años que pretendía ser antes.
—Creo que podría haber manejado esos pocos pasos que me separaban del auto.
Nos deslizamos al asiento trasero.
—Este soy yo tratando de persuadirte para que digas que sí, Patricia.
—Te agradezco, pero es bastante innecesario. Y espero que no pienses en cargarme del auto al club porque eso no sucederá.
—Veremos.
Daniel se detiene en la calle enfrente del Club de Blues.
—No bajaré a menos que sea por mis propios pies. Nada de engañarme para cargarme. ¿Entendiste, Pedro?
Me giro antes de salir del auto. Me ha llamado Pedro por segunda vez.
—Sí, señora.
Salgo del auto y ofrezco mi mano.
—Gracias.
Ella está frente a mí y no puedo resistir preguntar.
—¿Por qué me llamas Pedro?
—No sé. Es algo que mi madre siempre ha dicho, así que yo lo digo también. Como cuando te pregunté si querías bailar cuando intentábamos esquivarnos.
—Oh.
Entramos al bar y nos sentamos en una mesa cercana al escenario. Hay una banda y reconozco “Every Breath you Take” de ThePolice.
Chiara golpea sus dedos contra la mesa siguiendo el ritmo y una mesera llega a nuestra mesa. Estamos sentados junto a los parlantes, así que grita sobre la música.
—¿Qué les puedo ofrecer?
Chiara me sonríe y me guiña el ojo cuando toma su orden.
—Tomaré un orgasmo gritado, por favor. —Demonios, sí. Tendrá varios de esos en los próximos meses si tengo que ver con ello.
—¿Y para usted?
Interesante elección. Tan interesante que creo que tendré que probar uno. Miro a Chiara y digo mi orden.
—Tomaré un orgasmo gritado también.
Salgo de mi chaqueta y la tiro en la silla vacía junto a mí.
—¿Siempre usas traje?
—Lo hago cuando tengo reuniones de trabajo.
—No sabía que tenías una reunión esta noche.
—Fue una breve. —Ella me mira mientras suelto el nudo de mi corbata y desprendo el botón superior de mi camisa. Desprendo los de mis muñecas y me arremango hasta el codo—. ¿No te gusta el traje?
—Me gusta mucho, pero me da curiosidad saber qué más usas.
—Entonces supongo que tendrás que verme de nuevo para averiguarlo.
Nuestra mesera vuelve con las bebidas y le paso mi tarjeta para empezar a pagar.
—Estaré sin traje por los próximos días. ¿Te gustaría venir al estado donde me estoy quedando a visitarme mañana? Me encantaría hacerte un Tour por el viñedo.
Ella toma un poco y me mira sobre su bebida.
—De acuerdo.
Otro sí. No es el que quiero, pero es un comienzo y podría guiar al que estoy desesperado por conseguir.
—Perfecto. Te recogeré cerca de las tres, eso nos dará tiempo de volver para almorzar. ¿Funciona para ti?
Tiempo a solas es lo que necesito para persuadirla, así que mañana será el día en que consiga el sí que tanto deseo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)