viernes, 29 de abril de 2016

CAPITULO 20




La ducha es enorme y hay un montón de espacio para dos personas. En algún lugar no muy lejos en el fondo de mi mente tengo la esperanza de que Alfonso se una a mí, pero no espero que lo haga. Él estará ejercitándose durante un tiempo. Nadie tiene un cuerpo como ése sin pasar un montón de tiempo en el gimnasio.


El agua caliente se siente gloriosa... Estoy un poco adolorida hoy. Debido a mi habitual régimen de entrenamiento, es difícil ponerme en muchas posiciones que estiren mis músculos, así que mis respetos a Alfonso por lograrlo.


Cuando termino en la ducha, me quedo un poco más. Por si acaso. Cuando él no entra en la ducha conmigo, estoy un poco decepcionada, pero no me mortifico por eso. Tenemos hasta que se vaya a casa de sus padres mañana.


Me alisto y me visto casualmente ya que creo que hoy nos vamos a quedar en el viñedo. Supongo que debería haber preguntado, pero no lo hice, así que elijo pantalones cortos de mezclilla desteñidos y una camiseta color marfil. Tal vez sea un poco exagerado, pero termino el conjunto con mis botas vaqueras marrones.


Estoy trenzándome el cabello cuando él entra en el baño y ambos sonreímos cuando nuestros ojos se encuentran en el espejo. Él está sin camisa y reluciente de sudor. Maldita sea, si no me hubiese acabado de duchar.


—Alguien tuvo un entrenamiento productivo.


Se para con las manos en las caderas, una toalla arrojada sobre un hombro.


—Lo hice, gracias a ti. No podía dejar de pensar en ayer y anoche, así que se me pasó el tiempo.


—No te ves muy feliz por eso.


—Eso es porque quería alcanzarte todavía en la ducha.


—Me quedé dentro un largo tiempo porque estaba esperando que lo hicieras, pero no lo hiciste, así que me di por vencida.


Camina hacia mí y sostengo una mano en alto para detenerlo.


—Nop. Ahora es demasiado tarde, hombre de las cavernas.


—Está bien. Más tarde, entonces. —Él sonríe y deja caer al suelo sus pantalones sudados antes de patearlos hacia un cesto y se mete en la ducha. El vapor sale inmediatamente en nubes al espacio—. Tengo algunas vides que necesito revisar hoy. ¿Quieres salir conmigo para ver cómo están progresando?


—Me encantaría. No hay problema, ¿verdad?


—Espero que no, pero por eso es que voy a comprobarlas


Se siente como un sauna aquí y tengo que salir. ¿Cómo puede soportar el agua tan caliente después de un entrenamiento?


—Está bien. Te esperaré en la sala de estar.


Estoy viendo una especie de especial de Navidad australiano cuando él se deja caer en el sofá junto a mí. Está usando pantalones cargo color caqui y una ajustada camiseta cuello V color azul marino. Puedo ver algunos escasos vellos asomarse en el punto de la V, pero sé que hay más por debajo y pienso en cómo pasé las manos por encima de ellos anoche.


Oh Dios. Él es un hermoso ejemplar de hombre. Muy hermoso de hecho.


Coloca su mano en mi pierna y la masajea.


—¿Lista?


—Siempre que tú lo estés.


Se detiene en el refrigerador cuando pasamos por ahí y agarra un par de botellas de agua.


—Va a ser un día caliente y podríamos estar fuera por un tiempo. Probablemente no sea una mala idea llevar una bebida fría.


Agarra su sombrero de Indiana Jones del gancho cuando estamos de camino a la puerta. Niego con la cabeza porque no puedo creer que el trajeado bien parecido también pueda ser ásperamente erótico. Ningún hombre debería ser así de
deseable.


Lo sigo al garaje del todoterreno, y él le pone combustible antes de que nos dirijamos a lo que debe ser el borde de la propiedad. Estaciona y se acerca a una vid, levantándola para su inspección. Levanta la mano y me hace señas.


—Ven aquí, Chiara. Quiero mostrarte esto.


Me acerco, y él apunta a una sección en la vid.


—Vine a este viñedo por una razón muy específica. La acidez del suelo y este tipo particular de uva ya no son compatibles. La calidad de las uvas se está deteriorando. Eso significa que la calidad del vino también lo hace, así que estoy injertando una variedad diferente en el rizoma existente. Si no rechaza el cambio, habrá una uva más compatible creciendo en estas vides dentro de dos años.


El proceso suena similar a un injerto de piel.


—¿Está funcionando?


—Todavía es demasiado pronto para decirlo, pero hasta ahora le está yendo bien.


Suelta la vid y caminamos de regreso al todoterreno.


—En realidad nunca he pensado en todo lo que tiene que ver con hacer vino. Parece que se trata de un negocio muy complicado y exigente.


—Puede serlo.


—Veo por qué tu jefe te paga bien. Eres muy bueno en lo que haces. ¿Aprendiste todo esto en la universidad a donde asiste Benja?


—No. Aprendí por crecer alrededor de esto y luego fui a otra universidad para aprender lo que necesitaba saber acerca de la parte del negocio de la industria, pero eso ha sido hace muchas lunas.


—Suena como si pensaras que eres mucho mayor que yo.


Me estudia como si estuviese buscando algo en mis ojos.


—Soy ocho años mayor.


Pongo los ojos en blanco.


—Son siete, pero lo que sea. No me importa. Tengo problemas paternales, ¿recuerdas?


Él se inclina y me besa en la boca.


—Sí. ¿Cómo podría olvidar eso, mi dulce jovencita?


Hacemos varias paradas a lo largo de la vid para que Alfonso pueda inspeccionar más injertos. Parece satisfecho con todo lo que ve, de modo que sé que será capaz de irse del viñedo sin preocupaciones para las festividades.


—¿A qué hora te vas mañana?


—Mi mamá quiere que esté en la casa a las cinco, así que supongo que te llevaré de regreso antes del almuerzo. ¿Cuáles son tus planes?


—Aldana me ha invitado a la casa de Zac con ella y Benjamin, pero no voy a ir.


—¿Tus amigos te van a dejar sola en Navidad? Eso es una mierda.


No tiene idea de lo mucho que concuerdo.


—Estaré bien. Prefiero estar sola que con una casa llena de extraños.


No me gusta la compasión en sus ojos. Es algo que me pasé toda mi infancia viendo y me pone más incómoda de adulta, por lo que cambio el tema y espero que no vuelva a mencionarlo.


Regresamos a la casa para almorzar y luego volvemos a salir al viñedo. No creo que Alfonso tuviera la intención de trabajar todo el día, pero ve cuan contenta estoy de estar al aire libre, así que paseamos en el todoterreno hasta la noche.


Cuando el sol comienza a caer del cielo, entramos para una cena temprana.


Ambos estamos bastante tranquilos mientras comemos, pero compartimos un montón de sonrisas y gestos de complicidad porque estamos ansiosos por lo que esta noche traerá.


Estamos limpiando juntos la cocina cuando Alfonso hace su movimiento característico y se me acerca por detrás. ¿Por qué le encanta tanto hacer eso?


Agarra mis caderas y atrae mi trasero contra él. Se mueve contra mí y puedo sentir lo duro que está.


—Ve a prepararte. Terminaré la cocina y te veré en el dormitorio en cinco minutos.


Besa mi cuello y me deja ir. Tengo que darme prisa porque no me está dando tanto tiempo, así que se me muevo rápidamente hacia el baño con mi bolso.



Estoy emocionada por esto y él mientras me refresco rápidamente antes de deslizarme en mi pequeña lencería traviesa con temática de Santa. Creo que han pasado un poco más de cinco minutos cuando lo escucho gritar desde el dormitorio.


—Se acabó el tiempo, Srta. Beckett. Estoy esperando.


Grito desde el interior del baño.


—Siéntate en la cama y cierra los ojos. No mires a escondidas. Sabré si lo haces.


Abro la puerta y lo veo sentado en la cama, con los ojos cerrados.


—¿Y cómo sabrás si miro a escondidas?


—Porque siempre sé cuándo te has portado mal.


Salgo a la habitación en la lencería roja con el borde de peluche blanco y las medias hasta el muslo con bastones de dulce a rayas. Con las manos en las caderas, digo:
—Ya puedes abrir los ojos.


Hace lo que le digo y cuando me ve, sonríe ampliamente. Es todo por mí y nadie más.


—Tengo un regalo para ti si has sido un buen chico.


—¿Y si me he portado mal?


Me acerco a él.


—Todavía tendrás un regalo.


Nos alcanzamos el uno al otro al mismo tiempo y él baja su boca con fuerza sobre la mía. Es casi doloroso, pero me regocijo en el interior, porque así es como lo quiero esta noche. Rudo y puro.


Rápidamente nos voltea y me empuja hacia atrás sobre la cama. Se saca la camiseta por la cabeza y disfruto del espectáculo desde donde estoy acostada en la cama.


—Ponte boca abajo.


Me doy la vuelta y escucho el sonido de su cremallera, y luego el del cajón abriéndose. Buu. Me estoy perdiendo esa parte de nuevo.


Siento la cama hundirse y él se arrastra sobre mí desde atrás. Piel caliente es todo lo que siento en mi espalda. Está desnudo. Y deseoso, algo obvio por la dureza presionada contra mi muslo.


He llegado a esperar de él que aparte el cabello de mis hombros, y lo hace. Coloca sus labios sobre la piel de mi cuello y luego lentamente se mueve hacia el hombro. Roza sus dientes sobre el mismo mientras sus manos están sobre mí por todas partes a la vez. Me retuerzo debajo de él, con escalofríos brotando por todo mi cuerpo. Él continúa viajando hacia abajo hasta que su boca llega al elástico de mis bragas. Engancha sus dedos y hala. Levanto un poco mis caderas de la cama para que pueda bajarlas.


Cuando mis bragas están fuera y arrojadas a un lado, me desabrocha el sujetador.


Estira la palma de su mano contra la parte baja de mi espalda y la acaricia antes de dejar caer su mano a mis nalgas. Tengo miedo porque no sé lo que va a hacer.


Nunca antes he hecho esto, y no creo que quiera.


Estoy boca abajo, pero siento su mano arrastrarse alrededor de mi estómago y luego hacia abajo entre mis piernas hasta que él me está acariciando en ese encantador lugar. Me olvido temporalmente de mi miedo porque todo lo que siento es anhelo por más de lo que está haciendo. Debo tenerlo. 


Voy a explotar con o sin él, pero por dos razones completamente diferentes.


Lo siento empujándome desde atrás, buscando a tientas su camino dentro de mí, y vuelvo a pensar en su intención. Decido que no importa. Él puede hacerme cualquier cosa, siempre y cuando sus dedos no dejen lo que están haciendo en este momento.


Separa mis rodillas con las suyas y luego se desliza en el lugar conocido. Admito que estoy aliviada, pero no tengo tiempo para pensarlo por mucho tiempo antes de que me esté dando indicaciones.


—Siéntate e inclínate hacia atrás contra mí.


Me empujo hacia arriba y luego me muevo hacia atrás hasta que estoy sentada sobre él con las rodillas separadas. Él agarra mis caderas y empieza a guiarme hacia arriba y abajo. Esta es una posición nueva para mí. Mierda, nunca me he sentido tan llena.


Sus dedos regresan a mi placerlandia mientras me llena desde atrás. Es absurdo lo bien que me hace sentir.


Cuando ve que ya no tiene que guiar mis movimientos, utiliza su mano libre para palmear uno de mis pechos. Son demasiadas sensaciones para soportar a la vez.


Estoy en la cornisa, a punto de caer. O saltar. No estoy segura de cual, y luego oigo sus posesivas palabras con los dientes apretados y eso me lleva al límite.


—Nadie más te toca. Sólo yo. ¿Entiendes?


El temblor comienza en mi núcleo y no le respondo porque no puedo encontrar mi voz. Estoy demasiado enredada en el éxtasis que me inunda para hablar. Lo cabalgo con más fuerza cuando comienzan las ondas de placer porque moriré si no lo hago. Me aprieta el pezón con fuerza y la sensación se irradia hacia abajo entre mis piernas para acabar conmigo.


—Dime que lo entiendes.


Mis manos agarran la parte superior de sus muslos y aprieto duro. Mi respuesta sale como un grito.


—¡Sí! ¡Lo entiendo!


Caigo hacia delante sobre mi vientre con cansancio y él se derrumba conmigo encima de mi espalda. Su peso me empuja contra el colchón y él está respirando pesadamente contra mi oído.


—No voy a compartirte con nadie.


Sus palabras me recuerdan mis pensamientos iniciales sobre él. El mundo de Alfonso Henry es un lugar oscuro y no sé nada al respecto. Creo que eso me asusta, pero es demasiado tarde. Ya soy parte de él, sin importar lo que es.




CAPITULO 19




Cuando despierto a la mañana siguiente, me siento muy descansado y sé que es por el sexo genial. Para mí esto siempre es como una pastilla para dormir.


Chiara está durmiendo sobre su estómago, la sabana arrugada debajo de su perfecto trasero. No puedo evitarlo pero estudio el arco de su espalda. A algunos hombres les encantan los traseros. A algunos, las tetas. Yo amo la curvatura de la espalda una mujer, especialmente la parte baja de la cintura donde ésta se hunde.


Y el hundimiento de Chiara es hermoso. Es tan profundo que podría beber de él.


Tal vez lo haré algún día.


Alejo la sábana de modo que pueda ver mejor la inclinación de su espalda. Estoy aliviado cuando no encuentro ningún tatuaje en mi lugar favorito porque me arruina la belleza de esto. No creo que tenga ningún tatuaje, y la única perforación que he encontrado aparte de sus orejas es el pendiente enjoyado de su ombligo. Ese no me importa en absoluto.


No puedo resistirme a poner las puntas de mis dedos contra la parte superior de su espalda y seguir lentamente su columna vertebral hacia abajo. Su piel es tan suave y lisa. 


Tan perfecta. Y no puedo esperar a tenerla desde atrás.


Ella se agita un poco así que levanto las puntas de mis dedos porque no quiero despertarla. Coloco un beso mariposa contra su piel en su parte baja de su espalda y entonces la dejo dormir.


Agarro el periódico y me tomo mi primera taza de café en la barra de la cocina.


Nada de mucho interés en los titulares: en su mayoría gangas navideñas de última hora.


La Navidad es en dos días. Sonrío cuando pienso en la entrega que Chiara recibirá de mi parte mientras estoy en casa de mis padres en Sydney. Me entristece un poco que no esté con ella cuando lo abra. Me encantaría ver su expresión.


Estoy en mi segunda taza de café cuando Chiara se escabulle detrás de mí. Roba mi modo de actuar cuando sus brazos serpentean alrededor de mi cintura y besa un lado de mi cuello. Sus labios son cálidos y húmedos contra mi piel.


—Buenos días.


Volteo mi rostro hacia ella y beso la esquina de su boca.


—Y buenos días a ti. ¿Quieres un poco de café?


Ella inspecciona mi taza.


—Hmm… creo que no. Sólo bebo café saborizado con un montón de crema y edulcorante. Termina siendo un postre para el momento en que puedo agregarle todo lo que me gusta. Tomaré un poco de jugo si tienes alguno.


—Tengo zumo de naranja.


Camina alrededor de la barra y va hacia el gabinete por encima del lavavajillas.


—¿Vasos?


Casi adivina correctamente.


—El de la derecha.


—¿Has desayunado?


—No, quería esperarte para que pudiéramos comer juntos.


Ella se mueve despreocupadamente hacia la nevera y hace inventario. Está usando la camisa caqui que me quité y arrojé al piso anoche. Le llega a lo alto de sus muslos y cuando ella se inclina para ver qué hay en la repisa inferior de la nevera, veo el encaje negro de sus bragas sobresaliendo justo por debajo del dobladillo.


Me encanta tener a una mujer en mi vida de nuevo.


—La Sra. Porcelli abasteció bien el refrigerador antes de irse. ¿Quieres que cocine algo?


No quiero que crea que la traje aquí para ser mi cocinera o mi ama de llaves.


—No me importa comer pan o cereales.


—No soy chef gourmet como tu hermana. —Se endereza con la puerta abierta, buscando por otro minuto mientras se toma un sorbo de su jugo—. ¿Y qué hay de un sándwich de huevo y tocino?


—Un sándwich para el desayuno suena bien.


—Un sándwich para el desayuno —repite ella (con su acento sureño que encuentro encantador) mientras saca el tocino y los huevos y se pone a trabajar.


No le toma mucho tiempo preparar nuestro desayuno y hasta ahora, todo va bien.


Estamos terminando cuando oigo mi teléfono sonando en la sala de estar. Me apresuro a tomarlo antes de que deje de sonar.


Es mi mamá. No respondería salvo que sé que ella seguiría llamando hasta que me consiga. No hemos hablado en varios días, así que estoy seguro de que está llamando para ultimar los planes para la Víspera de Navidad.


—Hola, mamá.


—Buenos días, Pedro. ¿Cómo está todo en Avalon?


—Las cosas no podrían estar mejor.


—Eso es bueno, ¿eh?


Camino dentro de la cocina y Chiara está limpiando los platos de nuestro desayuno. Me acerco a ella y le susurro:
—No. Yo lo hare. Tú cocinaste.


—¿A quién le estás hablando? —Maldita sea. Mi mamá tiene oídos supersónicos.


Es por eso que nunca me salía con la mía cuando niño.


—Tengo un invitado.


—¿Una invitada femenina?


Ella va a amar esto.


—Sí, mama. Es una mujer.


—Ella debe haber pasado la noche si se encuentra en tu casa a esta hora de la mañana. No puedo creer que tengas una novia y no me lo has dicho. ¿Vas a traerla a casa contigo para Navidad?


—No.


—Quiero conocerla, hijo


Por supuesto que quiere.


—No es este tipo de relación.


La oigo resoplar. ¿En serio? Mi mamá me resopló.


—Y nunca lo será si dices eso en frente de ella.


—Ella entiende. —Eres tú quien no entiende.


—Créeme. No lo hace.


Intento encaminarla en una dirección diferente.


—Pensaba que estabas llamándome para ponerte en contacto conmigo acerca de tus planes para las vacaciones.


—Es cierto. Todos estarán aquí alrededor de las cinco, y comeremos a las seis.


No tiene que decírmelo. Es lo mismo cada año.


—Está bien, mamá. Te veré entonces.


—Por favor, considera traerla. Me haría muy feliz. —Error. Lo que ella y yo estamos haciendo no te haría feliz en absoluto.


—No.


—Rompes mi corazón, pero sigo amándote, hijo. Ten cuidado al conducir.


—Lo haré. También te amo.


Cuando cuelgo, siento que tengo la necesidad de disculparme con Chiara por hablar acerca de ella mientras está justo frente a mí.


—Lo siento por eso.


Se encoge de hombros.


—No hay nada de qué disculparse.


La doña piensa que es una tragedia tener casi treinta y estar soltero y sin ningún partido. Ella quiere casarme con una esposa que comenzaría a producir bebés antes de nuestro primer aniversario, como hizo la esposa de mi hermano.


No. Va. A. Suceder. El infierno se congelará primero.


Ayudo a terminar de limpiar los platos y luego somos libres.


—Voy a hacer ejercicio. ¿Quieres unirte a mí?


Ella frunce el ceño y encoge los hombros.


—No traje el tipo correcto de zapatos o ropa para hacer ejercicio. Además, no tienes el tipo de equipos para lo que hago, así que creo que tomaré una ducha y me alistaré.


—Bien, pero voy a hacer que instalen un tubo en el gimnasio. —O tal vez el dormitorio. No lo he decidido.


Ella sonríe y descarta mi declaración agitando su mano mientras camina hacia el dormitorio.


—Sí, sí. Lo que sea.


Cree que estoy bromeando, pero verá que no es así.


El tiempo pasa rápidamente mientras me ejercito; no puedo dejar de reproducir las últimas veinte horas en mi cabeza. Chiara es tan diferente de las demás, pero en las maneras más espectaculares.