sábado, 25 de junio de 2016

CAPITULO 204





Puedo escuchar una voz pero no puedo descifrar de quién se trata o lo que está diciendo mientras lucho por abandonar el sueño. Siento a alguien sacudiendo mi hombro y me
pongo más alerta de mi entorno.


—Despierta.


—¿Hmm? —gruño.


—Tengo que ir al hospital.


Mi corazón despega como un helicóptero a la vez que me siento disparado de la cama.


—¿Qué sucede?


—Nada pasa conmigo. Aldana está en labor de parto.


Ruedo y miro el reloj y veo que son las dos de la mañana.


—Se acaban de casar… como hace ocho horas.


—Al bebé no le importa hace cuánto tiempo se casaron porque está llegando.


—¡Ugh! —Gimo a la vez que me siento y me giro para poner los pies en el suelo—. Me levantaré y te llevaré.


—Puedo conducir. Además, esto podría tomar un tiempo.


De ninguna manera voy a dejar que mi esposa embarazada salga sola a las dos de la mañana.


—Lo siento. No va a pasar.


Corre a rodearme con sus brazos y me besa entre mis omóplatos.


—Gracias, mi dulce, cariñoso marido.


—Puedes agradecerme apropiadamente después.


Me aprieta.


—Calenturiento.


—Tienes razón, nena.



CAPITULO 203





P se está revolviendo y girando en la cama, casi constantemente. No sé si es porque está incómoda o si está pensando en nuestra discusión sin preguntas . Si es lo último, no quiero que se vea afectada de esta manera porque no es bueno para el bebé.


Me está dando la espalda así que me acerco detrás de ella y rodeo su estómago con mis brazos.


—Estás inquieta, amor. ¿Qué sucede?


—Sabes lo que sucede.


Tenía miedo de que dijera eso.


—¿Qué puedo hacer para tranquilizarte?


—Dime que no vas a hacer alguna locura.


—No voy a hacer ninguna locura.


Rueda para que estamos cara a cara ahora.


—¿Lo estás diciendo porque es lo que quiero escuchar?


—No. —Quizás. No estoy muy seguro.


—Tenemos un bebé en camino y no puedo permitirme perderte porque estás buscando saldar una deuda con Fernando. Sí, me atacó y merece ser castigado por eso, pero no a expensas de perder a mi marido porque te hiciste cargo del asunto con tus propias manos.


No creo que sea posible hacerla entender la manera en que me siento.


—Soy tu marido. Tu seguridad recae en mis hombros y no te protegí de él, así que tengo esta intensa necesidad en mi interior de hacerlo lamentar por lo que te hizo.


—También quiero que sea castigado, pero yo soy quien sufrirá si rompes la ley y eres atrapado.


Eso no va a suceder.


—No voy meterme en ningún tipo de problemas.


—Júramelo.


—Lo juro. —Quiero que deje de pensar en esto—. Por favor, intenta dormir. Mañana va a ser un día ajetreado para ti. ¿A qué hora tienes que estar en el ensayo?


—A las seis.


Debería traer a colación el tema de mañana por la noche.


—¿No vas a llevar a Aldana afuera a la ciudad en su última noche como una mujer sin ataduras?


—Creo que ese niño rebotando en su vientre es considerado una atadura, pero ¿qué harían dos mujeres embarazadas en Wagga? No podemos beber, fumar, o tener sexo al azar, así
que, ¿cuál es el punto?


Claro que ella no puede hacer ninguna de esas cosas, salvo una excepción.


—Puedo proveerte una de esas tres cosas: alguna forma de sexo al azar, aquí, mañana a la noche. La mesa de la cocina, el mostrador del baño, quizás en el brazo del sofá. ¿Qué
piensas?


—Eh, si nada surge, puedes anotarme. —Esa es mi chica.


CAPITULO 202




Qué alivio. Paula finalmente está en un punto en donde puedo hacerla venirse nuevamente. Recibir sin dar es un problema para mí. Me siento inadecuado cuando ella no se viene —es por eso que normalmente hago que se venga primero— poniendo su orgasmo por encima del mío. Así es cómo funcionamos, así que estar impedidos de nuestro ritual ha sido inquietante.


Mi jornada laboral ya casi está completa y estoy listo para ir a casa con mi esposa. No puedo esperar a hacerla venirse de nuevo. ¿Quién sabe? Creo que ni siquiera podría esperar hasta llegar a la cama. Podría encontrarla en la cocina y levantarla en la encimera y lamerla. Espero que esté usando un vestido. Eso siempre hace que las cosas sean más fáciles.


Miro la hora y veo que la Sra. Porcelli se ha retirado por el día. Por suerte. La pequeña fantasía en mi cabeza me ha puesto duro como una roca. Creo que iré a casa y lo haré una realidad.


Entro a la cocina pero Paula no se encuentra allí. La llamo.


—Aquí estoy.


Su voz suena como si proviniera de la sala de estar por lo que mi fantasía cambia inmediatamente de curso. La tiraré sobre el sofá y la inclinaré sobre el brazo y la lameré por detrás. Nunca antes lo he hecho así.


Entro a la sala de estar, preparado y listo para darle a P un orgasmo sorpresa, y veo la mirada en su rostro. Algo sucede.


—¿Qué pasa, nena?


—Hablé con Grayson Drake esta mañana. —Oh, mierda—. Dice que Fernando tenía programado ir a juicio el mes pasado pero los cargos fueron retirados porque le dijiste que no íbamos a ir a testificar.


Podría estar en problemas.


—Te llamó hace un par de meses mientras estabas en el hospital. Acababas de volver a cirugía.


—No me lo dijiste.


—Te encontrabas en un estado frágil. La vida de nuestro bebé estaba pendiendo en el limbo y tenía miedo que al decirte podrías inclinarte en la dirección equivocada. No te lo estaba ocultando, sólo posponiendo hasta que nuestro bebé estuviera fuera de peligro, pero el momento adecuado nunca se presentó. Era más fácil no abordarlo a que fuese a arruinar todo una vez que nuestras vidas estaban regresando a algo parecido a la normalidad. —Me está mirando fijamente, sin moverse—. No quise molestarte.


—Bueno, ahora estoy muy molesta. —Me está mirando en lo que creo que es incredulidad, como si quizás sintiera que la he traicionado—. Me golpeó y luego empujó sus dedos en mi
interior antes de desgarrarme las bragas. —No sabía que el maldito metió su mano dentro de ella. Nunca me lo había dicho antes—. Tuvo toda la intención de violarme y hubiera tenido éxito si no hubieses entrado cuando lo hiciste.


Tengo una sensación enfermiza en el fondo de mi estómago.


No me rendí sin intentarlo.


—Le pregunté sobre el aplazamiento del juicio hasta que tu condición te permitiera ir y me dijo que Fernando tenía derecho a un juicio rápido y no podía ser pospuesto más tiempo que un par de semanas. Le sugerí un video de circuito cerrado para nuestro testimonio pero básicamente desechó la idea, diciendo que el juez no lo permitiría.


—¿Cómo es posible que salga impune después de lo que me hizo?


Necesita saber que no voy a dejar pasar esto.


—No va a quedar impune. Tengo a alguien en ello.


—¿Qué quieres decir?


Sabía que querría detalles y esa es la razón por la que no le he dicho lo que estoy haciendo.


—No entraré en detalles porque no quiero involucrarte. No permitiré que estés manchada con nada que pueda pasar.


—¿Debería tener miedo por lo que estás haciendo?


—Tengo que preguntarte algo. Espero que sea un pedido que tenga que hacer sólo una vez. —Veo la confusión en su rostro—. A veces saber la verdad no es lo mejor para ti, y esta es una de esas veces, así que necesito que no hagas preguntas .


—¿Qué?


—Sin preguntas . Es un compromiso entre dos personas cuando uno acuerda ir junto al otro y no pedir explicaciones o detalles

.
Está enfadada.


—Este no es el equivalente a que me pidas un cambio de ropa interior porque estabas borracho y te measte en una fiesta de fraternidad. —Se cubre la boca con la mano y luego
la quita—. Estás haciendo esto para que no pueda estar implicada en algo.


Está leyendo demasiado en esto.


—Hemos terminado de hablar al respecto.


—¿Qué estás planeando?


Me echo a reír porque puedo ver que va a seguir haciendo preguntas.


—Claramente no entiendes la esencia de no hagas preguntas .


—No es gracioso.


—Tienes toda la razón. No hay una maldita cosa graciosa respecto a Fernando escapándose impunemente con lo que le hizo a mi esposa, y esa es la razón por la que voy a rectificar la situación. —He dicho más de lo que pretendía así que cambio de tema porque no voy a seguir discutiendo—. ¿Qué hay para comer?


Me mira, con incredulidad, antes de finalmente responder:


—Pollo a la parmesana sobre linguini.


—Perfecto. No he comido un buen pollo a la parmesana en años.


Voy a la bodega a escoger a un vino para la cena y me quedo allí porque necesito un minuto apartado de ella para enderezar mis pensamientos. Probablemente piensa que voy a hacer algo terrible. La verdad es que no tengo un plan todavía. Jim ha descubierto algunas cosas terribles sobre Fernando y no estoy seguro de lo que planeo hacer con esta
información.


Quiero matarlo. Mi respuesta innata como marido de P es protegerla y vengar cualquier daño contra ella, pero la ley no lo ve de esa manera. La justicia estadounidense hace que
sea muy sencillo para personas como Fernando salir libres por cosas terribles por lo que lo podrían volver a hacer de nuevo, lo que parece ser un patrón para él. P no es la primera mujer a quien él ha atacado; sólo es la primera en denunciarlo.


P ha puesto en platos nuestra comida y se encuentra sentada en la mesa, sus manos apoyadas en su regazo, esperando a que me una a ella. Abro el vino y vierto una copa generosa antes de sentarme en mi lugar de siempre. 


Le doy un gran trago a la vez que ella empuja la pasta de un lado a otro en su plato.


Está molesta conmigo, quizás incluso temerosa de lo que voy a hacer, pero no quiero que esto arruine nuestra noche. Hago el intento de tener una conversación normal, algo que
pueda hacerla sonreír.


—¿Me dirás los nombres que estás pensando para el bebé?


—¿En serio? ¿Vas a traer el tema de los nombres del bebé después de la conversación que acabamos de tener?


No vamos a seguir discutiendo sobre Fernando Phillips.


—Me gusta James.


Suspira y no responde, pero después de un momento muerde el anzuelo. Sabía que no podría resistirse a la charla sobre el nombre del bebé.


—Pensé que estabas convencido de que era una niña.


—Lo estoy, pero realmente creo que me gusta James para mi niña. ¿Qué piensas?


—No lo sé. Tengo que pensar en ese ya que no lo tenía en cuenta para nada.


No estoy seguro de que le guste.


—¿Cuáles tenías en cuenta?


—He estado considerando Maggie, diminutivo de Magarita.


Me sorprende.


—¿Quieres nombrar a nuestra hija como mi madre?


—Sí. Adoro a Margarita y sería un honor para nuestra hija ser nombrada como una mujer tan fuerte y amorosa.


—¿Qué tal Maggie James? —Hmm… suena como un nombre yanqui sureño. Me encanta.


Me mira y sonríe, una señal de que podría haber olvidado nuestra pelea anterior.


—Maggie James Alfonso. —Lo dice en voz alta, probándolo en su propia lengua—. Creo que me gusta, pero quiero usarlo como un nombre compuesto. No sólo Maggie o sólo James.


¿Así de simple? ¿Optamos por el primer nombre que discutimos? Pensé que habría más debate que eso.


—Me parece bien.


—La llamarás MJ, ¿verdad?


—Mis chicas, P y MJ… sí, probablemente lo haré. ¿Qué hay del nombre de chico por el que has perdido tu tiempo pensando?


—Quiero que tenga a Henry en él, por obvias razones, pero ahora me has hecho pensar en James Henry. ¿Qué piensas?


—No importa porque vamos a tener una niñita y su nombre es Maggie James.