miércoles, 18 de mayo de 2016
CAPITULO 83
Me paro frente al espejo y me miro. Me veo como el infierno.
Me pongo corrector bajo mis ojos para disimular las ojeras, pero no oculta la miseria.
Ninguna cantidad de maquillaje va a camuflar eso. Inútilmente me pongo un poco de rubor en mis mejillas, pero sólo hace que mi cara parezca más hundida y mis ojos más grandes. No tengo que subir a la báscula para saber que he perdido peso. Si la cara no lo demuestra, la ropa suelta lo hace.
Mi situación alimentaria es casi inexistente, pero no puedo hacerme ir de compras. No importa de todos modos. No puedo comer. La pizza que pedí hace dos noches sigue casi sin tocar en la nevera. Unas pocas mordidas, es todo lo que pude forzar antes de enviarme corriendo al baño. Eso es a lo que estoy reducida.
Lo extraño mucho, la miseria de estar lejos de él me pone enferma.
Sé que no puedo seguir así. Todavía estoy esperando a que mejore. Vamos, tiene que mejorar en algún momento, ¿verdad?
He sobrevivido casi dos semanas sin Pedro Henry. Es el día doce que he estado sin su toque, sin escuchar su voz, sin sentirlo a mi lado en la cama por la noche. No ha sido fácil.
Si digo la verdad, ha sido el peor infierno que he visto en mi vida, mucho más allá de cualquier dolor que he sentido antes.
Mi madre me ha rogado durante toda la semana ir a verla, y a mi padre. Está tan feliz por reencontrarse con su casado idiota. Aunque no me enseñaron que estar con un hombre casado es malo, todavía sé que no está bien. La única buena parte de su obsesión es que ella ha estado demasiado envuelta en él para venir a ver cómo estaba.
Suspiro cuando terminé mi maquillaje y evalúo la situación.
Es pobre, me temo.
Luzco miserable y estoy segura de que Fernando va a creer que es todo por él. Me enferma pensar en verlo hoy, pero no puedo ocultarme en este apartamento por el resto de mi vida. Tengo una carrera que requiere atención. Mi manager, David, fue muy claro cuando me dijo que ponga en orden mi trasero e intente salvar lo que queda de mi carrera en la productora. Es hacer lo que dice, o me deja. No puedo permitir que eso suceda.
Recuerdo sus palabras y me dan ganas de vomitar.
Paula, bésale el culo a Fernando o lo que sea necesario para hacer esto bien.
Nada va a hacer esto bien. Me enferma, además, que mi futuro y mi carrera dependan de Fernando Phillips. Tiene el poder de arruinarme si le dice a la gente de la industria que salí con él durante la grabación. Nadie se preocupa por las circunstancias que me condujeron a lo que hice.
Hago el camino hacia el estudio y me siento en mi auto durante unos minutos reuniendo mis pensamientos —y fuerza— antes de salir. No es sobre Fernando que estoy nerviosa. Es la idea de volver a entrar en mi antigua vida, mi vida antes de Pedro Henry. Estoy abrumada por la idea de entrar en ese edificio porque se siente como que estoy yendo hacia atrás. Lo odio.
Miro su foto en mi teléfono, acariciando con mi dedo sobre la sombra de su barba y recuerdo cómo se sentía su rostro sin afeitar al final del día, sobre todo en el momento en que llegaba a la cama. Oh, cómo extraño su aspereza contra mi cara.
Mi estómago. La parte interna de mis muslos. Mi...
Tengo que parar esto. Por mucho que me gustaría, no puedo sentarme en mi auto fuera del estudio y follar a Pedro Henry en mi mente, durante todo el día.
Tomo una respiración profunda y enderezo los hombros antes de que entrar al edificio que me lleva a mi pasado.
Estoy esperando el ascensor cuando siento una presencia detrás de mí. Sé que es él, Fernando. No tengo que mirar para saberlo, pero finjo que no me doy cuenta que alguien está ahí. No dice ni una palabra y me pregunto si es porque no sabía que iba a venir y está sorprendido de verme.
Espero que siga sin hablar, porque se avergüenza de lo que él me hizo.
Cuando la puerta se abre, entro y me sigue. Estamos solos en el pequeño espacio.
Gracias a Dios que es sólo durante el breve trayecto hasta el piso doce, porque la tensión es sofocante.
Mis ojos están fijos al frente y no digo nada. Lo veo en mi visión periférica, descaradamente mirándome, pero yo no lo reconozco. Pretendo que es invisible, porque eso es lo que es para mí.
—Paula —dice alcanzando mi brazo. Doy un paso atrás por lo que no lo hace—. No seas así. Te he echado de menos.
Escapo a través de las puertas, que se abren, sin pronunciar palabra. Hablaremos pronto cuando me vea obligada a hablar con él acerca de nuestro contrato de grabación —y voy a hablar de negocios— pero me niego a tratar cosas personales o nuestro pasado. En lo que a mí respecta, no hay nada que discutir.
David está esperando en el estudio, y cruza la distancia entre nosotros. A pesar de su ira, me abraza.
—Paula, estoy muy contento de que hayas venido. No estaba seguro de que vendrías, pero me alegro de ver que estás aquí.
Es bueno ver a David. Ha estado presente en mi vida desde hace mucho tiempo y le he fallado. Él no sabe nada acerca de las cosas que ocurrieron entre Fernando y yo, y esa es la forma en que planeo mantenerlo. No quiero que se decepcione de mí por poner en peligro mi carrera por involucrarme con mi productor, casado o no.
El rumor sobre mi regreso viaja rápido y la gente está dentro y fuera del estudio para ver si es cierto. Estoy siendo recibida por aquellos que una vez vi en una base diaria, pero luego todo se vuelve más tranquilo y hay que hablar de negocios.
Cuento con David para manejar los detalles por mí, y lo hace como la bestia de gerente que es. En menos de una hora, hay un acuerdo alcanzado. Las cosas salieron bien —mejor de lo que podía haber imaginado— y mañana vamos a volver a grabar el álbum, del cual me alejé hace cuatro meses.
Quizá Fernando lleva algo de culpa por lo que me hizo y es por eso que estaba tan dispuesto a negociar con nosotros.
Aunque tengo que admitir que no tenía que hacer eso, yo era la que está en incumplimiento de nuestro contrato.
Mientras estoy a la espera para bajar, me siento una mierda por haberme sacrificado a mí y todo lo que creo que por el bien de hacer mis sueños realidad.
Pero es la crueldad de la industria. A veces tenemos que hacer cosas que no queremos hacer para salir adelante.
Sólo tengo que pasar a través de esta grabación y espero no tener que ver el culo de Fernando Phillips de nuevo.
Entro en el pequeño espacio que me llevará a la planta baja.
Fernando me sigue otra vez, y no hay nada que pueda hacer, sino ir con él. Estamos solos, pero no espero que este allí y no diga nada mientras me mira. Se deslizó aquí por una razón.
—Me alegro de tenerte de nuevo.
Oh, maldición, no.
—Vamos a estar muy claros en una cosa. Tú no me tienes a mí de nuevo. No así.
—Sólo quiero decir que estoy feliz de que estés en casa, en Nashville, donde perteneces, en vez de al otro lado del mundo donde quiera que fuera.
¿Quién se cree que es para saber lo que me corresponde?
—Estaba a nueve mil kilómetros de distancia y todavía no estaba lo suficientemente lejos de que me conviene.
Desliza su dedo por mi brazo. Me encantaba cuando hacía eso, pero ahora me pone enferma.
—Pau, no seas así. Me extrañaste. Yo lo sé y tú lo sabes.
Lo miro a los ojos por primera vez.
—Te equivocas.
Sonríe y quiero golpearle la garganta.
—Pensaste que irte me sacaría de tu mente, pero eso no ocurrió, ¿verdad?
Empiezo a reír porque no hay manera posible de evitar encontrar a este idiota ridículo.
—Estuve solo en Australia durante seis horas antes de conocer a un hombre de verdad. Pasé tres meses con él y te aseguro que no estabas en mi mente mientras me follaba duro y me hacía venir una y otra vez. Veo la lujuria en sus ojos mientras se acerca a mí. Me obliga ir hacia la esquina y presiona su cuerpo contra el mío.
—Bueno, va a ser imposible para él joderte duro y hacer que te vengas en donde quiera que esté, por lo que parece que vas a necesitar a otro hombre para ese trabajo.
¿Está sugiriendo en serio que sería él hombre para hacer eso?
—¿Hay alguien al que te gustaría recomendar? Porque de seguro que nunca me follaste duro y ni me hiciste venir ni una vez.
Llegamos a la planta baja y fue forzado a liberarme antes de que pueda responder o tomar represalias. Las puertas se abrieron un segundo demasiado pronto y rápidamente me apresuré a salir. No tuve que mirar para saber que estaba pisándome los talones. Su presencia detrás de mí es como un mal presentimiento que no me puedo quitar.
Abro mi auto con el mando a distancia, sin llave, pero me alcanza antes de que pueda entrar. Me agarra por detrás y me tira contra él, al igual que haría Pedro Henry, excepto que mucho más duro. Puedo sentir que está duro por mí, y es repugnante. Miro a mí alrededor en el estacionamiento, con la esperanza de que alguien pueda ver lo que está haciendo.
—¿Estás loco, Fernando? Cualquiera podía ver que haces esto. Hay cámaras por todas partes.
Su boca está en mi oído y siento su aliento en mi piel. Me pone los pelos de punta, en la parte trasera de mi cuello, mi cuero cabelludo hormiguea.
—No me importa si alguien nos ve, Pau. Te he echado mucho de menos y tomé una decisión mientras estábamos separados. Estoy listo para dejar a Beth para que podamos estar juntos.
Al demonio.
—No, no lo harás.
—Sí lo voy a hacer. Lo juro.
—No, Fernando. No entiendes. Yo no he dicho eso porque no te crea. Lo dije porque no te quiero.
Me aprieta fuertemente y besa mi cuello.
—Te quiero, Pau —declara él—. No sabía cuánto hasta que no te tuve en mi vida. Por favor, no cometas la equivocación de terminar con lo nuestro antes de que hayamos tenido la oportunidad de ser felices juntos.
—Esto es una locura. Estás hablando de mí como si nos separamos por una simple indiscreción. Tienes una esposa y ella no era la transgresión, yo lo era. Por no hablar de que toda nuestra relación se basó en una mentira.
—Nena, tengo defectos. No soy perfecto.
—No me llames nena. —Pedro Henry es el único que quiero que me llama así —. Y ningún esposo y padre debe nunca referirse a su esposa e hijos como defectos.
Él me da la vuelta para mirarlo.
—Todo esto es sobre él, ese hijo de puta australiano con el que hablé por teléfono. Es la razón por la que me estás dejando, porque todavía lo quieres.
—Siempre lo querré.
El rostro de Fernando cambia y ya no es suave o excitado.
Está enojado.
—¿Lo quieres más de lo que quieres tu carrera?
Creo que me está amenazando, pero quiero oírselo decir.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Exactamente lo que crees que significa, sabes cuán fácil puedo acabar contigo, así que tienes dos opciones: o bien vuelves a mí o tu carrera ha terminado. Tan simple como eso.
Lo miro, asombrada. No puedo creer que sea capaz de una amenaza tan despiadada. Dice que me da dos opciones, pero eso es una mierda, y los dos lo sabemos. Él está tratando de intimidarme para que vuelva a su cama. Me enfurece tanto que reacciono con un tirón de mi rodilla hacia arriba, en sus bolas, lo más fuerte que puedo, y él inmediatamente queda boca abajo en el asfalto del estacionamiento.
Salto a mi auto y cierro con mi mano hacia abajo el bloqueo, porque no sé dónde tiene la cabeza. Mis manos temblaban tanto, busco a tientas para conseguir la llave en el encendido. Mi viejo Honda ruge a la vida y siento una racha de algo, tal vez fuerza y decido que no he terminado con Fernando todavía.
Quiero pasarle por encima, pero decido que probablemente no es la mejor idea, así que bajo mi ventana en su lugar.
—Puedes tomar mis canciones que secuestraste junto con el contrato, y metértelos por el culo. Y cuando logres sacarte las pelotas de tu tripa, demándame por incumplimiento de contrato, así puedo decirle al mundo lo tramposo, y mentiroso que eres. Y cuán terrible eres en la cama. ¡Porque lo eres!
Dejo la mitad de la goma de los neumáticos detrás mientras salgo, e inmediatamente empiezo a entrar en pánico.
¿Qué acabo de hacer?
¿A quién estoy engañando? No hay duda, acabo de matar mi carrera.
CAPITULO 82
Suena el timbre de la puerta y abro los ojos, maldiciendo la luz del sol que se burla de mí a través de la ventana. Muevo mi mano como lo he hecho todas las mañanas, durante la última semana, para encontrar el lugar junto a mí vacío.
Incluso después de una semana, todavía no estoy acostumbrado a encontrar su espacio vacío.
Mi cabeza pesa kilos después de todo lo que estalló ayer por la noche, y el sonido del timbre entusiasta no está ayudando a las cosas. Quiero gritarle a la persona y decirle que se vaya, pero sé que elevar mi voz sólo empeorará las cosas.
El reloj despertador se ilumina con la hora 07:18. Por supuesto, estaría durmiendo ahora, pero ¿quién demonios estaría en mi casa tan temprano en un sábado por la mañana? Nadie sabe que estoy en Sydney excepto Ernesto, por lo que sólo puede significar una cosa. Él le dijo a mamá, y ahora ella está aquí porque él todavía piensa que es gracioso como el infierno meterme en problemas con ella.
Eso es lo que me pasa por llamar a ese pequeño hijo de puta.
Abro la puerta y la tormenta Margarita Alfonso pasa a un lado de mí. ¡Oh, mierda! Esto no va a ir bien.
―Por favor entra, mamá.
―No me vengas con tu astucia. He estado tratando de comunicarme contigo durante toda la semana y has evitado mis llamadas. Es una pena que tenga que perseguirte para descubrir lo que pasó.
―Es tiempo de cosecha. No tengo que decirte lo ocupado que las cosas pueden ser.
―Han pasado días desde que Paula tenía programado irse y no he sabido nada de ti. Estuve a punto de perder la cabeza queriendo saber lo que ha pasado, pero desde que me has estado evitando, estoy bastante segura de que puedo adivinar. Los arruinaste con ella, ¿verdad?
Y aquí vamos.
―Sí. Metí la pata.
Pone sus manos en las caderas y levanta la vista hacia el techo mientras suspira en voz alta.
―¿Ella te dijo que te amaba?
¿Cómo iba a saberlo? ¿Es adivina?
―Sí.
―¿Y qué le dijiste tú? ―Me está dando esa mirada de que me va a estrangular si no le doy la respuesta que ella quiere.
Espero que mi cuello esté preparado para el ahorcamiento que está punto de recibir.
―No le dije nada. ―Y luego me la follé.
Parece sorprendida por mi falta de respuesta a la confesión de amor de Paula.
―Oh. Entonces parece que le debo una disculpa. Fui a verla hace unas semanas en Avalon. Ella me dijo que te amaba, y yo pensé que sentías lo mismo, así que la animé a decírtelo.
No lo hubiera hecho si hubiera sabido que no tenías sentimientos por ella.
―Pero los tengo, mamá. Amo a Paula, mucho.
Veo la confusión en su rostro.
―Entonces no lo entiendo. ¿Por qué no le dijiste y pediste que se quedara? Hubiera sido la oportunidad perfecta.
Dudo que ella vaya a tomar esto muy bien.
―No salgo con mujeres que dicen ese tipo de cosas, así que estaba atrapado con la guardia baja. Pensé en ello día y noche durante una semana y finalmente fui capaz de admitirme a mí mismo como me sentía. Estaba a punto de decirle acerca de mis sentimientos, de preguntarle si se quedaba, cuando descubrí que se había ido sin despedirse. Mamá, ella se fue sin saber que la amo.
Su expresión me dice que no está contenta.
―No lo entiendo. Ha sido una semana. ¿Por qué no va tras ella? ¿O al menos le has llamado para declararle tu amor?
Eso es todo. No puedo mentir como lo hago para salir de lo que pasó con Paula. Más importante aún, no lo quiero hacer nunca más. Detesto la mentira y la pretensión, ellas me costaron la mujer que amo.
Joder, mamá va a estar enojada.
―Tengo que decirte algo y no vas a estar feliz conmigo al respecto.
Ella me está mirando.
―Ya estoy bastante cabreada contigo, hijo.
―Lo sé, y está a punto de empeorar. ―Me siento como un niño otra vez, confesándome por algo juvenil. Sólo que esto no es algo juvenil. Es adulto y muy grave―. Cuando Paula y yo empezamos a salir no teníamos expectativas de llegar a ser algo más que una relación temporal. Ambos sabíamos que estaba en Australia durante tres meses por lo que accedimos a salir y divertirnos juntos durante ese tiempo. Sin condiciones.
Ella se ve molesta.
―Ya me habías dicho eso.
Me preparo para lo peor.
―Lo hice, pero eso no es todo. Yo no le dije mi nombre real cuando nos conocimos. No quería que lo supiera, porque no quería ningún tipo de contacto con ella después de que nuestra relación terminara. Usar un alias era la única manera que podía asegurarme para que no me rastreara después.
Ella estaba muy enojada cuando por primera vez le dije lo que quería, pero finalmente estuvo de acuerdo. Ya que ella no sabía mi nombre real, optó por no decirme el suyo.
―¿Paula no es su nombre? ―pregunta, con expresión perpleja.
―Paula es su nombre de pila. Lo descubrí accidentalmente cuando se le escapó a su amiga, pero su apellido, Beckett, es un alias. Nunca me dijo su apellido.
Casi puedo ver el cerebro de mi madre en acción mientras coloca las piezas juntas.
―Pero la trajiste a casa para reunirse con nosotros y ella te llamó Pedro Henry.
―No había como esconder mi identidad cuando vinimos a ver a papá en el hospital, así que le dije la verdad sobre mí mismo más tarde esa noche ―le explico―. A partir de ese momento, ella sabía todo sobre mí.
―¿Pero nunca pensaste que era lo suficientemente importante como para pedirle su apellido? ―Me levanta la voz―. ¿Incluso después de que ella sabía quién eras?
No me atrevo a responder porque no le va a gustar mi respuesta.
―Su apellido no me importaba porque no tenía la intención de cambiar nuestros planes simplemente porque ella sabía quién era yo. Yo no la amaba entonces.
―¡Eso es pura mierda! ―me grita ella―. Estabas enamorado de esa chica cuando la trajiste a mi casa. Lo supe al momento en que los vi juntos. Y ella estaba tan obviamente enamorada de ti. No podría habértelo dicho todavía, tenías que ser un estúpido para no verlo.
No puedo discutir con su evaluación porque ciertamente he sido un estúpido.
Cruzo mis brazos en la encimera de granito frío y me recargo en ellos, cerrando los ojos. Me gustaría poner mi cabeza contra el frío para ver si puedo encontrar algo de alivio porque me duele como un hijo de puta.
―Opté por no verlo porque no quería estar enamorado ella.
―Pero lo hiciste de todos modos.
―Sí, lo hice, y ella se fue sin decir adiós, antes de que pudiera decirle.
―¡No puedo creerlo, Pedro Henry! ―Mamá recoge su bolso para golpearme varias acertadas ocasiones. Fuerte. Ella es la única madre que conozco que haría uso de su bolso de mano para golpear a su hijo de treinta años.
―Ella vivió contigo y compartió tu cama, ¿y nunca le preguntaste su apellido? ―Retrocede y me golpea de nuevo. ¡Mierda! Ella está realmente furiosa.
No desvío la bolsa volando hacia mí porque es la manera de liberar su ira.
Realmente es algo cómico, pero nunca cometería el error de reírme de Margarita Alfonso cuando está en uno de sus ataques.
―Esa pobre chica debe de estar tan herida. No puedo decir que la culpo por escabullirse sin un adiós. Yo probablemente habría hecho lo mismo si le hubiera dicho a un hombre que lo amaba y él sólo se haya quedado mirándome fijamente.
―No me quedé mirándola fijamente.
―Entonces, ¿qué hiciste?
Dejo caer mi cabeza en vergüenza con la idea de cómo me la follé después.
―No quieres saber. ―Voy al cajón donde guardo los medicamentos para conseguir algo para mi dolor de cabeza―. Sé lo estúpido que he sido, mamá. Pero voy a hacer lo correcto con Paula. Sé un montón de otras cosas sobre su vida que nos conducirán a ella.
―¿Quién somos nosotros ?
―He contratado a alguien para ir a Estados Unidos a encontrarla. Un investigador privado. ―Dejo fuera los detalles sobre mi amplio uso de sus servicios y porqué sé que va a encontrarla para mí en cualquier momento
―Tú debes ser el que vaya tras Paula. Va a significar más para ella si tú lo haces ―argumenta ella.
―Ojalá pudiera, pero no tengo las habilidades necesarias para seguir su rastro.
―Hijo, no estoy segura de que encontrarla vaya a ser tu mayor problema. La has herido de una manera terrible. Ella no te va a perdonar, por lo que podrías ser inteligente para prepararte para el rechazo.
La idea de Paula rechazándome es dolorosa, pero es una realidad que no puedo ignorar.
―Voy a hacer todo lo que esté en mi poder para hacer las paces con ella, porque no me gusta lo que me parece mi vida sin ella. Voy a encontrarla, y cuando lo haga, nunca voy a dejar que se vaya de nuevo.
Creo que sospecha lo que estoy dándole a entender, pero decido aclararlo para ella, así no hay malentendidos.
―No quiero pasar nunca un día más sin Paula. Cuando la encuentre, voy a pedirle que sea mi esposa.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)