sábado, 4 de junio de 2016

CAPITULO 138




Esta semana ha pasado volando porque he estado muy ocupada haciendo los planes para la boda. No puedo creer lo amables que Margarita, Chloe y Emma han sido. No hay manera que hubiera hecho esto sin su ayuda.


Siempre estaré agradecida.


Estamos en un restaurant formal para nuestra fiesta de compromiso. Margarita dijo que serían nuestras familias y unos pocos amigos. Si, seguro. Hay al menos 30 comensales presentes y eso sin contar a la familia Alfonso.


Me he encontrado a mucha gente para mantenerlos al tanto y he explicado miles de veces que estoy bien con mi carrera. 


Me excuso con ir al baño pero en realidad es porque necesito unos minutos para alejarme del caos.


Inclinándome sobre el lavado único del baño, aplico nuevamente brillo labial cuando la silueta de una fémina aparece detrás de mí. Nuestras miradas se encuentran, y es un raro momento, pero le permito recorrerme con la mirada y cuando llega a mi rostro, evito la mirada.


—Ya casi termino aquí.



—Me debatí si podía seguirte aquí o no.


Que cosa más extraña que decir.


—¿Disculpa?


—No podría tener una buena conciencia si no te advierto del hombre con el cual te sientas a cenar esta noche.


Es una atractiva rubia, probablemente está terminando los treinta. Él siempre me ha dicho que ha salido con mujeres mayores de manera que asumo que la mujer frente a mi puede haber sido una de sus compañías. Casi siempre me he preguntado cómo se sentiría esto: enfrentar de uno de las otras doce antes que yo.


Pensé que sería un poco más fácil después de todo el asunto de Adriana, pero no lo es. Cuando regreso la mirada a los ojos azules del espejo, siento que en cualquier momento enfermaría.


—¿Qué número eres?


—¿Sigue contando?


Su tono de voz es agrio. ¿Qué pasa si enloquece como Adriana?


—Sé todo de su historia, pero ya no hace ese tipo de cosas. Estamos comprometidos para casarnos.


Pienso que es mejor cortar todo de raíz para evitar que le entren ideas locas en la cabeza.


—No estaría tan segura si fuera tú, querida. No ha pasado mucho desde que me propuso lo mismo en un bar del hotel y me llevó a la habitación.


Me pregunto a qué llama no ha pasado mucho.


—¿Cuándo?


—Fue un 20 de marzo. Recuerdo la fecha porque era mi cumpleaños.


Siento a mi estómago y a mi corazón dar un vuelco cuando mis naúseas se hacen presentes.


—No quiero seguir escuchando.


—Lamento ser la que te lo diga, pero me gustaría que alguien me advirtiera si estuviera en tu lugar. A pesar de lo hermoso que es, no querrías ser la arrastrada.


¿Por qué la habitación de pronto se siente tan asfixiante? ¿Cómo puedo sentirme tan caliente incluso con un frío sudor? Oh, todo está dando vuelta. Levanto mi mano y comienzo a darme aire con ella.


—Necesito sentarme.


Me ayuda a hacerlo en el diván contra la muralla.


—Creo que dicen que tienes que poner tu cabeza entre tus rodillas si sientes que te desmayarás.


No solo me sentía como si fuera a desmayarme. Me sentía como si fuera a morir de dolor de saber que el hombre que amaba había estado con esta mujer después de que me fui y luego me mintió sobre eso.


—No luces muy bien. ¿Puedo traerte a alguien?


Es muy malo que Aldana no estuviera esta noche. Deseo que estuviera aquí.


—¿Podrías por favor ir a mi mesa y decirle a la mujer del vestido morado que la necesito que no me siento bien pero sin alarmar al resto de la mesa?


—Por supuesto, ya regreso.


Comienzo a sentirme peor cuando se va así que me siento en el suelo. Me temo que voy a desmayarme de manera que terminare en el suelo de todas formas, y es mejor sentarse en el por voluntad propia que a la fuerza.


Pienso que estuve inconsciente por un breve momento porque cuando abro lo ojos, Emma y Pedro Henry están sobre mí. Emma está arrodillada al lado mío y sostiene mi cabeza en su regazo mientras pasa un papel mojado por mi rostro.


—Cálmate, Pedro. Está despertando ahora. Cariño, ¿estás bien?


Parpadeo repetidas veces, sin embargo, mi difusa visión solo mejora levemente.


—Claramente no está bien porque se desmayó —siento el miedo en la voz de él—. ¿Qué habrá causado esto?


—¿Podría estar embarazada? —pregunta Emma.


Pedro Henry flaquea antes de contestar:
—Claro, hay una posibilidad pero no creo que lo esté.


Y entonces escucho la voz de la rubia.


—Temo que es mi culpa porque le dije que me hiciste en el Hotel Langford hace varios meses atrás.


—¿De qué está hablando, Pedro? —escucho la confusión en la voz de Emma.


—¿Qué mierda le dijiste para que terminara así? —está furioso.


La puerta rechina y escucho la voz de Margarita.


—Santo Dios, ¿qué pasó?


—Se desmayó —dijeron al mismo tiempo Emma y Pedro Henry.


—¿Deberíamos llamar a una ambulancia?


Parpadeo un poco más y mi visión mejora así que trato de encontrar mi voz.


Cuando lo hago, es bastante débil.


—No. Ambulancia —me esfuerzo y me doy cuenta que no puedo sentarme por mi cuenta—. Ayúdame a sentarme, Em.


—Le ayudaré —dice Pedro Henry cuando llega a mí.


—No. no quiero que me toques —sentencio cuando siento su mano.


—¿Qué ocurre aquí? —Escucho la confusión de la voz de Margarita—. ¿Por qué diría eso?


—No es nada; solo un pequeño malentendido.


Deseo que fuera el caso.


La rubia sigue aquí y ofrece una no deseada ayuda.


—Tal vez necesita algo para beber.


Desde luego necesito algo oscuro, directo y fuerte que yo.


—No, gracias —camina hacia la puerta y la deja abierta—. Creo que ya ayudaste lo suficiente. Tu presencia ya no es requerida aquí.


No debería pero no puedo evitar sentirme enfadada con la rubia… por estar con él en ese entonces, por estar aquí ahora.


—Lárgate.


Echa un vistazo a mi rostro y se da cuenta que no hay espacio para ella aquí así que se da la media vuelta y desaparece.


Em intenta ayudarme a levantarme pero todavía siento mis piernas entumecidas y débiles.


—Yo cuidaré de ella.


Por mucho que quiera, no me niego. En cambio, le permito levantarme del suelo porque no quiero provocar una escena frente a Emma y Margarita. A pesar que estoy increíblemente herida y furiosa con el ahora mismo, nunca querría que descubrieran que ha hecho con otras mujeres, incluyendo a la que folló unos días después que me fui. 


Mantenerlas sin saber no tiene nada que ver con protegerlo;
me estoy guardando el secreto para protegerlas de verlo de la misma manera que lo veo ahora.


Cuando estoy firmemente de pie, enderezo mis hombros y lo miro a la cara. Por primera vez, veo algo en sus ojos; creo que es miedo y definitivamente tiene una causa para estar ahí. Debería tener miedo porque todo lo que veo es rojo.


—Sácame de aquí —digo. Supongo que le debo algún tipo de disculpa a Margarita—. Lamento mucho arruinar la cena, pero necesito ir a casa y acostarme. Por favor diles a todos que me disculpo por el drama. Espero no haberles arruinado la noche.


Pasando sus manos por mi cara, busca mis ojos. Estoy segura que está confundida por lo que acaba de pasar.


—No has arruinado nada, cariño. Tan solo ve con Pedro Henry y mejórate pronto.


Sí, cero posibilidades de que pase.


Cuando me abraza fuertemente, digo—: Gracias Margarita. Fue una cena adorable.


Me deja ir.


—Llamaré en la mañana para saber cómo estás. Si necesitas algo, y me refiero a cualquier cosa, no dudes en llamar.


—Lo haré, lo prometo.


Le permito a Pedro ser mi apoyo mientras salimos del restaurant. Puede que tome mi tolerancia como signo de aprobación, pero no tiene nada de eso. Está muy lejos de serlo. Una vez que estamos en el estacionamiento fuera de la vista de la familia, bruscamente liberé mi brazo de su agarre.


—Saca tus malditas manos de mí.


—Cariño…


—No te atrevas a decirme así. No después de haber follado con esa mujer y haber mentido sobre ello.


—Por favor, déjame…


Lo interrumpo.


—¿Explicar? No, no quiero escuchar tu relato de qué pasó. Escuché la de ella y ahora mismo, tengo más confianza en su capacidad para decir la verdad que en la tuya.


—No pasó de la manera que crees.


Mi dedo está en su cara.


—Cierra. Tú. Jodida. Boca. No quiero oír ninguna palabra salir de ella.


Me quedo de pie deliberando si subo al auto con él, pero ¿a quién engaño? No tengo muchas opciones dado que no tengo a ningún lugar donde ir.


—Llévame al apartamento.


El silencio reina mientras conduce. Miro por la ventana las luces de las calles a medida que pasamos por ellas. Estoy agradecida que no haga ningún intento de volver a explicarse por sus acciones porque no puedo aguantar hablar o pensar en él estando con otra mujer ahora mismo.


Siento un pequeño índice del inicio de una migraña en la base de mi cabeza. Han pasado meses desde que tuve una, pero no me sorprende que llegue ahora después de lo que pasó. Sé muy bien este proceso y será peor hasta que se convierta insoportable, no tengo más opciones excepto enfermarme. Perfecto. Es exactamente la guinda de la torta de toda esta mierda.


La rapidez de las luces lo hace peor así que cierro mis ojos e inclino mi cabeza contra el asiento. Para el momento que entramos al garaje, estoy con una masiva cantidad de dolor y altamente con naúseas. Busco la manilla del auto y salgo del auto así no vomito. Eso sería una verdadera vergüenza.


Pedro Henry abre la puerta y entra primero. La casa es el único lugar que entra primero que yo. Es su rutina y lo hace para protegerme en caso que entremos a un robo.


Arroja las llaves en el mostrador de la cocina y se voltea hacia mí.


—Tenemos que hablar de esto.


Corro hacia nuestro baño pasándolo. Abro la puerta del baño y apenas abro la del inodoro, vomito. Por mi visión limítrofe veo que la puerta se abre y entra Pedro Henry sin invitación alguna.


—Vete —ordeno, a pesar de saber que es en vano. Nunca se ha ido antes y sé que no lo hará ahora.


Lo escucho abrir la llave del lavado y segundos después, lo siento levantar mi cabello desde mi cuello de manera que pueda pasar un húmedo frio pañuelo por mi piel.


—Tal vez esto ayudará.


—No hay ayuda para lo que estoy sintiendo.


—Paula, déjame decirte qué pasó.


—¡¿De verdad?! —grito, lo cual provoca que el dolor de cabeza aumente incluso más—. Mi cabeza está en el inodoro porque estoy vomitando hasta mis jodidas entrañas, ¿y tú quieres hablar de estar con otra mujer?


Sin decir ninguna palabra, sale del baño y regresa con una de sus camisetas colgando en su hombro.


—Te ayudaré a cambiarte y tú lo vas a permitir porque necesitas mi ayuda —le lanzo una mirada advirtiéndole con ella que mejor no intente algo—. No quiero que mueras esta noche, Paula. Solo quiero ayudarte a cambiar a tu ropa.


Aún estoy arrodillada cuando siento el sonido del cierre bajar desde mi espalda hasta mis caderas. Me ayuda a ponerme de pie, me apoyo en su hombro cuando salgo del vestido y lo aleja de donde había caído.


Miro como sus ojos observan mi sujetador negro de lencería, bragas a juego y la liga mientras me quedo de pie en mis tacones de cinco centímetros. Conozco muy bien a Pedro Henry y me complace el saber que verme así le dará una gran erección sin ningún alivio en un futuro cercano.


Llego a mi espalda y desabrocho mi sujetador dejándolo caer el suelo. Quito todo lentamente por mis piernas. Me quedo ahí en bragas y observa mi casi desnudo cuerpo antes de tomar de camiseta de su hombro y pasarla por mi cabeza.


—Tendré tu lado de la cama listo para cuando hayas terminado aquí.


Cuando abandono el baño, las luces están apagadas a excepción de la lámpara de la mesa de noche junto a la cama. Hay en ella un vaso de agua con la pastilla que reconozco como mi medicamento para las migrañas. Pedro Henry no está a la vista así que tomo la blanca tableta y me deslizo entre las sabanas.


Yacer en la cama sin él no podría sentirse más solitario, pero es inteligente al darme mi espacio. Soy como un explosivo que en cualquier momento puede estallar.


La hora me indica que ha pasado una hora desde que tomé mi medicamento de manera que sé que Morfeo vendrá a reclamarme pronto. Ya estoy sintiendo los síntomas que vienen siempre de los farmacéuticos y le abro los brazos. 


Necesito un escape de esta cruda realidad.







CAPITULO 137




Estoy en el suelo con Aidan cuando Paula y Emma llegan. 


En el momento en que ve a Emma, ya no está contento conmigo y comienza con otra de sus rabietas.


Lo recojo del suelo y se lo paso a su madre.


—Toma, aquí está tu bebé teta.


Pedro Henry, no puedo creer que hayas dicho eso.


—Es cierto, Paula —Emma está de acuerdo—. Aidan es un hombre de teta.


Ella va hasta el sofá con él, pone una manta sobre su pecho para cubrirlo y comienza a amamantarlo. Es su tercer niño y ella dejó de irse a otra habitación después de que Mila naciera. En serio me asusté las primeras veces que lo hizo delante de mí, pero supongo que ya estoy acostumbrado porque no me molesta más.


—Odio dejarlo todo el día, pero necesitaba tener un momento egoísta y escapar por un rato. No se portó terriblemente, ¿verdad?


—Tuvimos una charla de hombre a hombre y le hablé desde la comprensión.


Emma me da una mirada de disculpa.


—Eso fue malo, ¿eh?


Sí, fue bastante malo por un rato pero no me gusta decirle que su hijo tuvo una buena rabieta.


—Tal vez un poco al principio, pero lo superó.


—Déjame adivinar. ¿Ernesto se deshizo de él? —Ella conoce su marido también.


—Nah. Él estaba ocupado con las chicas por lo Aidan y yo hicimos algunos vínculos masculinos. No he llegado a verlo mucho desde que nació. Después superó su pequeño cabreo, y estaba bien hasta que vio tus pechos. Ha salido al tío Pedro.


Paula sacude la cabeza y sospecho que voy a estar en problemas con el bebé teta y los teta-comentarios cuando estemos a solas más tarde, así que hago un intento por suavizarlo.


—¿Mi hermosa novia encontró un vestido?


Inmediatamente comienza a sonreír y estoy seguro de que es una buena señal.


—Lo hice.


Sé que no me lo dirá, pero me pregunto de todos modos.


—¿Cómo es?


—Un hermoso vestido blanco de novia.


Esa es exactamente la respuesta que esperaba.


—¿No me vas a decir nada al respecto?


—No —Que sorpresa—. Lo sabrás cuando me veas el día de la boda.


—Dime alguna razón sensata por la que no pueda verlo antes de la boda.


—Quiero que sea una sorpresa.


Me encojo de hombros.


—Lo que tú quieras, amor.


Ella se quita uno de sus zapatos y se frota el pie.


—En este momento sólo quiero volver al apartamento y descansar. Estas mujeres Alfonso me lastimaron con esta cosa de las compras. No podía seguirles el ritmo.


—Es una cosa genética de mamá y Chloe —Ellas no se detendrán—. Emma tuvo que ser entrenada y tú también lo serás.


—Ya lo veremos —Probablemente no va a suceder. Ir de compras no es realmente algo del estilo de Paula.


Ella no hace ningún movimiento para sentarse y tomo eso como una señal para irnos.


—Creo que necesito llevar a mi novia a casa, prepararle su baño caliente y luego un masaje en los pies.


Se pone de nuevo su zapato.


—No tienes ni idea de lo perfecto que suena eso.


Emma mira a Ernesto.


—Podrías aprender de tu hermano.


Puedo decir que eso lo molesta. Bien.


—Está bien. Envía a estos tres niños a casa con ellos y estaré feliz de prepararte un baño y masajear tus pies, si eso es todo lo que tengo que hacer, estoy más que contento.


—No tienes que estar de tan mal humor al respecto.


—Estoy cansado. Estos chicos me han destrozado hoy.


—Así que ahora sientes lo que siento yo todo el día, salvo que tú no tienes una aspiradora humana sobre ti.


Paula y yo nos miramos el uno al otro y comenzamos a caminar hacia la puerta. Estoy bastante seguro de que ninguno de ellos notó nuestra huida. Nos metemos en el auto y empezamos reír al mismo tiempo, cuando nos miramos el uno al otro, ambos sabemos que vamos a ser de la misma manera, aunque ninguno de los dos lo diga. 


Y no puedo esperar.