lunes, 25 de abril de 2016

CAPITULO 6





Daniel me envía un mensaje cuando se detiene al frente del Hotel Ashford, por lo que dejo nuestra mesa en el restaurant del hotel para reunirme con ella. Cuando salgo del hotel para saludar a mi chica americana, Daniel está dando vueltas alrededor para abrirle la puerta, pero lo detengo.


—Lo tengo, Daniel. Gracias.


Después de abrirle la puerta, sale a la acera. Está usando un vestido de satín floreado de un solo hombro con un cinturón en la cintura y tacones de kilómetros de altura que alargan sus piernas incluso más de lo que ya son. Es hermosa y muero por extender la mano y tocar la piel expuesta de su hombro.


Levanta la vista hacia el hotel y luego de vuelta hacia mí.


—¿En serio? ¿Me trajiste a un hotel?


Su rostro me dice que está enfadada, pero es fácil ver porque podría sacar conclusiones precipitadas.


—La reunión con mi equipo de ventas era en la sala de conferencias del hotel. Pensé que podríamos cenar en Ash. Es el restaurante del hotel. Me han dicho que es el mejor en la ciudad.


Sus mejillas se sonrojan.


—Lo siento.


—No lo pienses más.


Ella toma el brazo que le ofrecía.


—¿No eres de WaggaWagga?


—No. —Eso es todo lo que le doy y ella no presiona más.


Le permito caminar delante de mí por la puerta giratoria hacia el vestíbulo.


—¿Te estás quedando en el hotel?


—No. Me voy a quedar en una propiedad en el país.


—Oh.


La acompaño hacia la parte de atrás del restaurante a nuestra mesa. Retiro su silla y la deslizo bajo ella cuando se sienta.


—¿Tienes hambre?


Sonríe y me encuentro queriendo saber todos los secretos que esconde tras ella.


—Mucha. No soy una de esas chicas que tienen miedo de comer delante de una cita. Espero que eso no te importe.


—No, en lo absoluto.


Está silenciosa mientras lee la carta de vinos y el camarero llega a tomar nuestra orden de bebidas.


—Tomaré un Sauvignon Blanc.


Levanta los ojos de la carta.


—No tengo idea de cómo pedir vino. Tomaré lo que tú estás pidiendo.


—Dos Sauvignon Blanc.


Mantiene el menú en frente de ella y no puedo ver su rostro. Lo está estudiando como si ahí más tarde pudiera haber un examen.


—No sé lo que quiero. Todo parece bueno.


—Mi socio de negocios recomendó cualquier marisco.


Un momento después coloca el menú en la mesa.


—Mariscos suena bien. Pediré el langostino relleno.


Después de que el camarero trae el vino y toma nuestros pedidos, continuamos nuestra conversación segura y general.


—¿Cómo le fue en la muestra de vinos a tu amigo anoche?


—Benjamin lo hizo bien, pero nunca esperé nada menos. El vino es el negocio de su familia.


Recuerdo a la camarera mencionar eso. Creo que dijo que él era de California.


—Lo entiendo. Uno es mucho más apasionado sobre ello cuando es tu sustento.


—Lo dices como si lo supieras por experiencia. —Es una de las mordaces.


—Lo hago. También trabajo en el sector vitivinícola. —Es una verdad a medias, ya que olvide mencionarle que soy dueño de un gran número de bodegas en todo el sur de Australia y Nueva Zelanda.


Sonríe y la veo hacer la conexión.


—¿Así que por eso estabas en la cena de vinos anoche?


—Sí. Mi empleador dona dinero al programa de vinos, por lo que se le da una invitación automática al evento. Fui enviado en su lugar como representante.


Hablamos de nada en particular y siento cambiar el humor de nuestra conversación cuando terminamos de comer.


—He pasado la última hora cenando contigo y todavía no me has dicho tu nombre. Tal vez es algo australiano, pero de donde yo vengo, esa es una de las primeras cosas que le dices a alguien. ¿Hay alguna razón por la que no me lo hayas dicho?


Estoy interesado en hurgar en su cerebro, escuchando su posible explicación.


—¿Por qué crees que podría ser?


Estudia mi rostro y por primera vez noto su inusual color de ojos. Pensé que eran cafés, pero ahora veo que estaba solo medio en lo correcto. Son más claros, más como caramelo que chocolate. Y el cabello no es un solo tono de marrón; está lleno de rayitos de color miel.


Su espalda se pone rígida.


—Creo que estás casado y tienes dos niños y medio esperando que llegues a casa.


Casi olvido su pregunta, estoy tan inmerso en observar las puertas a su alma. Vi algo allí, pero no estoy seguro de lo que es.


Levanto mi mano izquierda vacía y apunto donde un anillo de matrimonio estaría si tuviera uno. Sonrió porque la idea de mí estando casado es tan diametralmente opuesta de la verdad.


—Sin esposa. Ni dos hijos y medio.


Se sienta en el respaldo de la silla y no parece como si esté comprando lo que estoy diciendo.


—La falta de un anillo de compromiso no prueba nada.


—Soy reservado, pero no tiene nada que ver con estar casado.


Nuestro camarero regresa para retirar nuestros platos y nos quedamos en silencio hasta que se marcha.


—¿Por qué eres reservado?


—A falta de una respuesta mejor, es tal como soy.


Ella frunce el ceño.


—Bueno, eso explica todo.


Estoy pisando terreno peligroso. Esta chica es diferente a las demás. Si no la manejo de la manera correcta, se irá. De esto, estoy seguro.


—Los dos estaremos en WaggaWagga por los próximos tres meses. Realmente me gustaría verte mientras estamos aquí.


—¿Podría por fin saber tu nombre? —Ella se ríe, pero no tiene idea que ocultar nombres reales es mi condición número uno para citas.


¡Demonios! Me tiene fuera de juego y sintiéndome como si nunca hubiera hecho esto antes.


Respiro para aclarar mi mente antes de comenzar.


—Mi vida es complicada por razones que no discutiré. Cuando se trata de citas, necesita ser simple y poco exigente. Revelar mi identidad complica las cosas, así que no sabrás mi nombre real.


—No estás bromeando.


No puedo leer su reacción. No tengo idea de si está al borde o enloqueciendo.


—Cuando los tres meses terminen, también nosotros. Voy a seguir adelante y tú lo harás también. Porque no sabrás mi nombre o cualquier información que me identifique, no tendrás forma de contactarme. Nunca.


Esta cara puedo leerla, y está llena de confusión.


—¿Pero por qué?


Tengo razones, pero no las explicaré.


—Porque esa es la manera en que necesito que sean las cosas.


Ella claramente está molesta, así lo demuestra el ceño fruncido en su rostro.


—Si nunca quisieras oír de mí otra vez, eso no sería un problema de mi parte, Pedro.


Sonrió porque no tiene idea de que acaba de utilizar mi nombre real.


—Tendrías el mismo tratamiento. No tienes que decirme tu verdadero nombre y eliges lo mucho o poco que quieras contarme sobre ti.


Ella puso los codos en la mesa y se inclinó hacia adelante.


—Estás loco como el demonio, pero ya sabes eso, ¿cierto?


La siento deslizarse por mis dedos, por lo que me veo obligado a usar mi última línea de defensa.



—Soy un hombre muy rico. Los tres meses que pasemos juntos serían los mejores de tu vida. Nunca serias capaz de superar lo que experimentarías conmigo.


Ella se echa hacia atrás y ríe.


—Bueno, al menos no eres egoísta.


No había terminado. Tenía una carta más bajo la manga.


—Haría realidad tus fantasías.


Ella se lame los labios y luego atrae el inferior a su boca. Dios, me encantaría hacer eso por ella.


—Me quieres para tener sexo contigo.


Ahora se está dando cuenta.


—Sí, me gustaría mucho.


—Suena como si necesitaras una acompañante o una prostituta, y yo no soy ninguna de esas cosas.


Oh, mierda. Ahora la he jodido soberanamente.


Le cojo la mano para calmarla.


—No estaba sugiriendo que fueras cualquiera. El sexo no sería la única parte de nuestra relación. Habría mucho más que eso.


Aleja la mano de un tirón.


—No me acuesto con extraños y al parecer eso es lo que seguirías siendo ya que ni siquiera me dirás algo tan básico como tu nombre.


Muevo mi mano de nuevo.


—Tienes un argumento muy razonable, pero no sería así. Llegaríamos a conocernos mutuamente a nuestro propio modo.


—Al diablo con esta mierda. Me voy de aquí. —Se aparta de la mesa—. Por favor llama a tu chofer o pídele que me lleve a casa.


Muy bien, Pedro. Así se hace.


Saco el teléfono de mi bolsillo y llamo a Daniel.


—Al frente del hotel, ahora.


Observo su rostro mientras mira hacia afuera, negándose a mirarme. Lamento que no tuviéramos más tiempo juntos. 


Ojala pudiera retractarme de todo y manejarlo de otra manera.


—Estará en un minuto. Por favor, permíteme acompañarte afuera. —No acepta u objeta cuando me pongo de pie para llevarla hacia la salida.


El auto está junto a la acera cuando nos movemos a través de las puertas giratorias. Abro la puerta trasera del pasajero por ella y sus ojos color caramelo se encuentran con los míos antes de que entre.


—Ten una linda vida, quienquiera que seas.


Wow, eso es definitivo.


Se sube y me quedo parado, con mi mano en la puerta, esperando para cerrarla.


No quiero dejarla ir así. Lucho contra el impulso de entrar en el asiento trasero con ella, pero sé que es inútil. La he insultado, y ella dejó claro que no iba a aceptar mi propuesta. Pero, maldita sea, no quiero que esta sea la última vez que la vea, así que dejo de discutir conmigo mismo y entro al auto.


Ella me contempla con los ojos entrecerrados, ojos desconfiados.


—¿Qué estás haciendo?


Cierro la puerta.


—Estoy yendo contigo.


Se escabulle tan lejos de mí como es posible.


—Mi respuesta es no, así que, ¿cuál es el punto?


Muy buena pregunta.


—No lo sé.


Viajamos en un incómodo silencio mientras Daniel nos lleva donde ella se está quedando. Me devano los sesos tratando de pensar en una propuesta alternativa, pero me quedo corto.


Después de que el auto se detiene, Daniel abre la puerta y ella sale. La sigo, caminando a su lado hacia la entrada de su departamento, y no puedo combatir el deseo de hacer otra suplica.


—Por favor, piénsalo y reconsidera mi oferta.


Se detiene en seco en su camino.


—¡Idiota arrogante! Viajaste conmigo para así poder tratar de convencerme de aceptar esta ridícula y loca idea tuya.


No estoy seguro por qué siento como si tuviera el derecho de tocarla o por qué pienso que me dejaría, pero extiendo mi mano y coloco mi dedo sobre sus labios.


—Shh. No digas no otra vez en estos momentos. Espera hasta que hayas tenido tiempo para pensar en ello. Esta es una nueva idea, y puede que te sientas diferente a cerca de ella una vez que la hayas pensado.


Arrastro mi pulgar por su labio inferior y lo rozo como recuerdo la forma en que ella lo succionaba.


—Si dices que sí, pasarías los próximos tres meses teniendo el mejor momento de tu vida.


Quito mi mano de su rostro.


—Estaré en el restaurante del hotel mañana en la noche, a las ocho, si decides que quieres discutirlo más a fondo.



CAPITULO 5





Me despierto de un tirón con el movimiento de la cama a mi lado. ¿Qué demonios? La adrenalina corriendo por mis venas hace que mi corazón despegue como un helicóptero. Está palpitando irregularmente en mi cuello, mi pecho, mi cabeza. Incluso en mis manos.


—¿Aldana? —Ruego escuchar su voz responderme.


—Sí. —Ella susurra como si temiese que despertar a alguien. Demasiado tarde.


Estoy aliviada de oír su voz en lugar de la de Benjamin, pero estoy más enojada que el infierno. Miro el reloj de la mesilla de noche. Son las 3:18 de la mañana.


—Me diste un susto de muerte. ¿Qué estás haciendo metiéndote a la cama a estas horas de la mañana? Pensé que estabas en casa de Zac.


—Lo estaba.


Sí, y ahora no lo estás.


—¿Por qué regresaste? ¿Pasó algo?


—No, pero ya me conoces. No quiero ser esa chica, esa que abusa de su hospitalidad.


Claro. Porque el Tipo no te debe nada una vez que se mete en tus pantalones.


—Déjame ver si entiendo bien esto. No quieres ser la chica que abusa de su hospitalidad, ¿pero serás la chica que le permite abusar de tu vagina?


Me golpea el brazo en la oscuridad.


—Eso es grosero, Chaves. —Se ríe entre dientes—. Pero oh tan cierto. Sí que la abusó como un campeón.


¡Ugh! Yo estaba bromeando. Ella no.


—Es un juego, Paula. Confía en mí. Sé lo que estoy haciendo. Me deseará más si tiene que quedarse en su cama pensando en mí desde el otro lado del pasillo.
Deseará haberme pedido que me quedara, pero hay otra razón por la que vine a casa. No quiero que Benja sepa que uní ingles con Zac.


Por Dios. Así es como lo estamos llamando en estos días.


—¿Por qué le importaría Benjamin?


—Eres hija única, así que no lo entiendes. A los hermanos no les importa la edad que tengas. Son raros acerca de sus amigos follando a sus hermanas.


¿Qué pasa con una hermana poniéndose histérica sobre su hermano tratando de unir ingles con su mejor amiga? ¿Ella no debería estar tratando de disuadir a Benjamin o algo?


—Entonces, anoche te vi bailando con un atractivo en traje. ¿Qué pasa con eso?


Atractivo en traje. Puedo ir con eso.


—Ese era él, el hombre con el que me topé la otra noche en el club cuando estábamos de salida. El mismo hombre en el que no he podido dejar de pensar en tres días.


—Oh, vaya. Qué casualidad. —No tiene que decírmelo. 


Pensé que nunca volvería a verlo.


—Lo sé. Me invitó a cenar esta noche. —Dejo escapar un agudo chillido que no debería provenir de una mujer de veintidós años de edad—. Va a enviar su chofer a recogerme porque tiene una reunión en la tarde. ¿Eso es raro?


—Creo que no, a menos que esté llamando chofer al hombre detrás del volante de un taxi. Él debe ser rico. ¿Qué hace?


—No lo sé. No llegamos tan lejos.


—¿Cómo se llama?


Opto por no decirle que él me dijo que sería más interesante si no lo sabía.


—Umm, no llegamos tan lejos, tampoco.


—Bueno, eso es una cagada. ¿Vas a salir con un sujeto y no sabes quién es? ¿A quién voy a denunciar en la policía si desapareces porque él es otro atractivo asesino en serie? Sabes, Ted Bundy también era terriblemente encantador.


Oh, demonios. No había pensado en eso. ¿Y si es una especie de bicho raro?


—Supongo que les dirás que fue el atractivo en traje quien lo hizo.




CAPITULO 4




¿Cómo decides qué ponerte para una cena de vinos en una universidad australiana cuando no estás realmente segura de lo que es una cena de vinos?


Estoy de pie frente al lavamanos lavándome los dientes mientras Aldana se baña. Caramba, esto de compartir el baño con dos personas no es un chiste, especialmente cuando una de ellas es de alto mantenimiento como Aldana.


Enjuago y limpio mi boca.


—Nunca me dijiste qué es esa cosa a la que vamos esta noche.


—Es una cena de vinos.


Genial. Eso me dice todo lo que necesito saber.


Agarro mi bolsa de maquillaje y comienzo a aplicarme la base. La iluminación en nuestra recámara es terrible y el baño no es mucho mejor, pero quién soy yo para quejarme cuando me estoy quedando aquí como un huésped sin pagar. Además, Aldana se queja lo suficiente por las dos.


—¿Puedes darme un poco más para variar? Algo así como, ¿qué es lo que va a pasar y qué necesito vestir?


—No puede ser muy formal si es presentado por una universidad, así que creo que un vestido sin mangas estaría bien. ¿Qué hay de ese vestido negro sin tirantes con la gran banda ancha alrededor de la cintura? Es un camaleón y podría servir si este jaleo está en el lado formal. ¿No lo trajiste?


Recuerdo haberlo colgado en el closet cuando desempacamos.


—Lo hice.


—Benja dijo que el evento comenzará en el exterior con aperitivos donde probaremos la primera ronda de nuevos vinos. Cuando finalicemos eso, iremos dentro para la cena y probar más vino. Probablemente habrá una banda, así que espera algo de baile.


Comida, bebida y baile. Baile lento. Suena bastante divertido e inocente, excepto que sospecho que Benja me considera algo más que una invitada.


Después de terminar con mi peinado y maquillaje, me deslizo dentro del negro sin tirantes. Cuando Aldana entra a nuestra habitación, me hace dar una vuelta completa y me regala un silbido.


—Luciendo fascinante con los visitantes.


—Gracias.


Ella está vistiendo un vestido halter color marfil que no reconozco. El marfil contra su rubio cabello y piel olivácea es espléndido.


—No creo haber visto este antes.


—Es nuevo. Lo compré antes de salir. ¿Crees que le gustará a Zac?


—Creo que a Zac le gustarías en cualquier cosa. O en nada.


Se rió, pero sabe que es verdad. La quiere desesperadamente.


—Creo que le gusto.


—Ser reservada no te queda, Aldi. Por supuesto que le gustas. No sé cómo puedes cuestionarlo. Ha estado aquí constantemente desde que llegamos.


—Lo sé, pero no ha dicho ni una sola palabra o ha hecho ningún movimiento.


—Solo han sido tres días. No todos los chicos tratan de meterte en su cama a los treinta segundos de haberte conocido.


—Ya sé. Creo que me estoy preguntando a mí misma por qué no ha intentado nada.


—Mira su reacción cuando salgamos. Sabrás dónde está su cabeza.


Los ojos dicen todo cuando Zac ve a Aldana. Él está caliente por ella.


Desafortunadamente, la reacción de Benja hacia mí es similar. ¿Qué demonios estoy pensando? Es un gran error para mí asistir a este evento con Benjamin como anfitrión vistiendo este vestido, pero es muy tarde ahora.


La suerte está conmigo en la primera mitad de la noche mientras soy capaz de evadir a Benjamin. Está ocupado presentando sus vinos, pero como siempre, mi suerte se acabó. Terminamos de cenar y tomó mi mano para quitarme de la silla.


—Ven, baila conmigo.


Sonrío y lo sigo a la pista de baile, principalmente porque no tengo una excusa razonable para no hacerlo. Un baile. 


Puedo hacer eso.


Miro hacia Aldana bailando con Zac. Está más contenta que un cerdo en la mierda y yo estoy feliz por ella. Su suerte en las relaciones no ha sido mucho mejor que la mía.


—Parece estar pasando un gran tiempo.


—Zac no se ve muy infeliz, tampoco. Si tuviera que adivinar, y te puedo apostar que he sido oficialmente desechado por el resto de la noche.


¡Mierda! Eso significa que estaremos solos cuando regresemos al departamento.


—Está bien. Sigo teniendo el jet lag. De todas maneras probablemente me vaya directo a la cama.


Un hombre joven camina hacia nosotros.


—Sr. Donavon, siento molestarlo, pero estamos teniendo problemas en encontrar su merlot.


Benja detiene su balanceo, pero no me libera de su abrazo.


—Disculpa. ¿Quién eres tú?


—Soy Greg, unos de los camareros del evento de esta noche.


Benja se ve confundido.


—Todos mis vinos fueron almacenados juntos.


Greg se ve pesaroso mientras se encoge.


—Hemos estado buscando por todos lados y no los pudimos encontrar con los demás.


Me deja ir.


—Estoy seguro que están mezclados en todo el caos. ¿Me disculpas por un momento?


—Está bien. Esta es tu noche especial. Tienes que hacer todo lo que se necesite para hacerla exitosa.


Él pasa su mano por mi brazo.


—No me tomará mucho.


—Está bien. No hay prisa. —De verdad. No te apures.


Camino hacia la mesa de la cena, sintiéndome un poco culpable por el alivio que siento ante la interrupción. Observo a Aldana y Zac en la pista de baile y reconozco sus movimientos distintivos. Cuando giran alrededor y la espalda de él está volteada hacia mí, ella lo señala y articula: “Me lo voy a follar esta noche”.


Ya he escuchado eso antes y no tenía duda de que lo haría.


Esa es Aldana. Ha estado en otro continente por solo tres días y ya encontró a su siguiente ligue.


Levanto mi mano al aire y hago una mímica como la garra de una tigresa y articulo un silencioso “roar”.


Me estoy riendo de ella mientras hace el mismo gesto hacia la espalda de él cuando la voz de un hombre me sobresalta.


—¿Disfrutando del vino de esta noche?


Miro arriba hacia la persona que está hablando y no estoy preparada para ver a quien vi. Una pluma me podría poner fuera de combate. Es él, el hermoso hombre del club.


No alcancé a estudiarlo por mucho tiempo la otra noche, pero es aún mejor parecido de lo que recuerdo. Es alto, con amplios hombros, del tipo que me gusta para recorrer con mis manos y deslizarlas hacia sus fuertes brazos. Su oscuro cabello es rebelde en contraste a su formal vestimenta, y me pregunto si lo arregló así a propósito o si alguna mujer acaba de pasar sus dedos a través de él. Si es lo último, entonces maldición, que mujer tan suertuda.


Está vestido con otro traje, este es plateado oscuro con una camisa a rayas debajo.


Su corbata de combinación azul y plata hace ver sus ojos azul cielo más intensos.


¿Dijo algo? Espera… ¿preguntó si estaba disfrutando el vino? Al menos eso creo que fue lo que dijo.


—Lo estoy. Y mucho.


Mueve su atención a la copa frente a mí.


—¿Qué estás tomando?


Oh, mierda. No sé qué tipo de vino es. Hay solo de dos tipos en mi libro: bueno o malo. Lo pienso dos veces y decido que no había razón para pretender que lo sabía.


—¿Honestamente? No tengo ni una maldita idea. Es rojo y está bueno. Es todo lo que sé.


Él sonríe mientras toma la copa de mi mano. La levanta para una inspección antes de ponerlo debajo de su nariz.


—Es Cabernet Sauvignon. —Lo inclina un poco y le da un pequeño sorno—. No está mal.


Oh, doble desmayo. Sus labios están donde estuvieron los míos. Copa suertuda.


—Tendré que tomar tu palabra con respecto a eso porque yo no sé nada acerca de vinos.


Sus cejas se arrugan mientras me ve. Maldición. Sus ojos son fascinantes, del tipo en el que te puedes perder con muy poco esfuerzo.


—Si no conoces los vinos, entonces ¿cómo fue que viniste a una cena de vinos?


—Soy la invitada de uno de los estudiantes que está presentando sus vinos.


Hace un ademán hacia mi copa que todavía sostiene.


—¿Éste es uno de los de tu amigo?


¿Es de Benja? Comenzaron a circular todos juntos hace ya varias copas.


—Eso creo.


—Es bueno. De los otros que he probado esta noche, no puedo decir lo mismo.


—Le diré a Benjamin que lo dijiste. O tal vez te gustaría hacerlo. Salió, pero debería de regresar en cualquier momento. —Silenciosamente oro para que no regrese y arruine mi conversación con este hombre en el que no he dejado de pensar desde nuestro encuentro anterior.


Él tiene una sonrisa torcida.


—Si mal no recuerdo, creo que me debes un baile.


—Sí, creo que sí. —Él alcanza mi mano y me lleva a la pista de baile donde la banda está tocando una versión bastante decente de “Someone Like You” de Van Morrison. 


Comenzamos a movernos con el ritmo.


—¿Eres americana?


—Todos los días y dos veces los domingos.


Se ríe.


—¿Qué trae a una divertida yanqui como tú a WaggaWagga?


Echo un vistazo por encima de su hombro y veo a Aldana mirándonos, así que le sonrío.


—Mi mejor amiga me invitó a pasar el verano.


—Tu acento suena diferente al de los otros americanos que he conocido


Había recibido un aluvión de críticas por parte de Aldana en los últimos años sobre mi fuerte gangueo.


—Eso es porque soy del sur —explico.


—Me gusta —dice—. Entonces, ¿cómo es que fuiste capaz de suspender tu vida por tres meses?


—Necesitaba alejarme de mi carrera por un tiempo para poder aclarar mi cabeza acerca de algunas decisiones que tengo que hacer.


Mira por encima de mi hombro y una irritada expresión aparece en su rostro.


—Tengo que estar en un lugar en pocos minutos, así que tengo que interrumpir nuestro baile, ¿pero te gustaría cenar conmigo mañana por la noche?


¿Cómo podría decirle que no a este hombre?


—Sí, me encantaría.


—Tengo una reunión mañana por la tarde e imagino que durará más de lo planeado. ¿Puedo enviar mi chofer para que te recoja a las siete?


¿Tiene un chofer?


—Umm, está bien.


Toma su teléfono de su bolsillo.


—¿Dónde te estás quedando?


Me toma un momento recordar la dirección desconocida, pero él la anota en su teléfono cuando la recuerdo.


—452 de la Calle Stanton.


—El nombre de mi chofer es Daniel y puedes esperar que sea puntual.


—Está bien. Estaré lista. —Mientras se aleja, recuerdo que nunca nos presentamos—. Espera. No conseguí tu nombre.


Él sonríe mientras se aleja caminando de espalda.


—Será más interesante si no lo sabes. Nos vemos mañana en la noche.


¿Más interesante? ¿Qué demonios se supone que significa eso? ¿Me dice el nombre de su chofer, pero no el suyo? Eso es raro. Debería saber su nombre si he accedido a reunirme con él para cenar.


Estoy a punto de perseguirlo cuando siento una cálida mano en mi brazo.


—Oye, ¿qué estás haciendo aquí parada en la pista de baile tú sola? —pregunta Benjamin.


—No estaba sola. Estaba bailando con alguien, pero él tuvo que irse. —Miro en busca de Sin Nombre, pero él ya se ha ido. Como un fantasma.


Benja me da una mirada desconcertada, como si yo inventara todo el asunto.


—Está bien. ¿Te gustaría terminar el baile?


—Seguro.


Mientras bailo con Benjamin, no puedo dejar de pensar en el fantasma o en la forma en que desapareció sin darme su nombre. ¡Mierda! Apuesto a que el atractivo hijo de puta está casado y es por eso que no me dijo quién es.


Eso no va a funcionar para mí. Si hay una cosa que no hago, es meterme con hombres casados.


Tengo que hablar con Aldana, pero ella está en mitad de su show pre-sexo con Zac. Eso significa que me está enviando a casa a solas con Benjamin. No estoy de humor para lidiar con eso.


—No me estoy sintiendo bien. Creo que voy a tomar un taxi de regreso al apartamento.


—Yo te llevo.


Pongo mi mano en su brazo.


—No puedo pedirte que hagas eso. Esta es tu gran noche. Quédate y has alarde de lo que has logrado.


—No me importa. En serio.


Sí, lo sé. Él es tan buen hombre, pero no estoy interesada.


—Lo sé, pero me sentiría peor si no te quedas para promocionar aquello por lo que has trabajado tan duro.


Él accede y tomo un taxi de regreso al apartamento. Me aseguro de estar en la cama cuando él llega a casa. Finjo estar dormida cuando da un golpecito en la puerta del dormitorio porque no estoy segura de lo que quiere.


Bueno, eso no es cierto. Sé lo que quiere, pero he elegido el camino cobarde.


Debería ser cruel y decirle que retroceda, pero no lo hago. 


Lo evito, sólo prolongando lo inevitable.