lunes, 6 de junio de 2016

CAPITULO 144






Son pasadas las cinco cuando entro a la casa, así que sé que la Sra. Porcelli ya se ha ido. La cena está en el horno, pero no ha sido tocada. Todas las luces de la casa están apagadas a excepción de una tenue luz en la sala. Sigo el difuso brillo porque estoy segura que ahí debe esta estar Pedro Henry, si es está en casa.


Y entonces, preocupantes pensamientos atraviesan mi mente. Tal vez no está aquí. Él podría estar fuera. Podría estar merodeando a alguna otra mujer porque piensa que estoy dejándolo. O peor, podría encontrarlo aquí con alguien. 


Él no sabe que estoy viniendo a casa, así que podría fácilmente haber traído a alguien aquí…


¡Mierda! Este es mi miedo hablando. Pedro Henry no es así. 


Él me ama.


Me detengo en el marco de la puerta del living, y lo veo sentado en su sillón. Está solo. Suspiro aliviada. En una mano sostiene una copa, y está mirando en dirección a la pantalla negra de la televisión.


Se traga lo último de su trago y deja la copa en la mesa junto a él.


Está usando jeans y una camiseta color kaki; en la mesa junto a él está su sombrero de Indiana Jone, y asumo que acaba de llegar a casa desde que está usando su atuendo del trabajo.


Él ignora por completo que estoy para ahí mirándolo, y saco aprovecho de la rara oportunidad que tengo de admirar su belleza masculina. Desearía poder ver sus ojos azul cristalino. Amo el contraste de ellos con su casi negro cabello.


El contraste de su cabello con el color de sus ojos siempre ha sido mi favorito; espero que nuestros hijos hereden eso de él. De hecho, quiero que se vean igual que su padre.


Debe sentir mi presencia ahí mirándolo, porque se vuelve para encontrarme mirando. Es imposible no ver la sorpresa en sus ojos. Y el miedo, o al menos eso creo que es.


No se para de su silla para venir a mí. De pronto, mi corazón se acelera ante el pensamiento de que tal lo haya presionado un poco demasiado


—P, ¿por qué no me dijiste que venías a casa? —No le voy a decir que quería que se preocupara un día extra, pero continúo evitando tener que responder—. Desearía que hubieras llamado. No hubiera tomado whiskey de haber sabido.


—Está bien. Aún podemos hablar. Un poco de whiskey no nos afecta.


—No sé si la cantidad de whiskey que he consumido pueda calificar como un poco… excepto tal vez para un alcohólico.
Puede que esté un poco ebrio.


—¿Estás borracho?


—Es posible, pero, en mi defensa, no tengo motivos para no estarlo. Lo siento,P. Ahora probablemente no sea el momento para hablar de esto, si es para lo que estás aquí. Si viniste a decirme que me vas a dejar, entonces me alegra tener la cabeza llena de alcohol.


—Consideré dejarte, pero Aldana me hizo ver cosas que no había considerado.


—¿Y a qué conclusión llegaste?


Camino a través del living hasta quedar frente a él.


—Esto se terminó.


Apenas he terminado de soltar las palabras, cuando se mueve hacia el borde de su asiento y me alcanza. Envuelve sus brazos alrededor de mi cuerpo, y tira de mí.


Me aprieta fuerte.


—Por favor, no digas que terminamos. Te rogaré de rodillas si quieres, pero por favor, no nos termines.


—No me dejaste terminar. —Levanta la mirada—. Me explicaste lo que pasó con esa mujer. Sí, es doloroso de oír, pero técnicamente no hiciste nada malo porque habíamos acordado nunca vernos de nuevo. No tengo nada por lo que enojarme, así que se terminó. No hay motivo para seguir discutiéndolo más.


—¡Gracias a Dios! Me he vuelto loco los últimos días. —Se para y toma mi rostro en sus manos—. ¿Cuántas veces tengo que casi perderte?


—No lo sé —Levanto mi mano izquierda—. Mejor te apuras y pones la otra parte de ese anillo en mi dedo.


—Dejemos los planes de la boda, y directamente hagámoslo mañana.


Puede que esté ebrio, pero habla en serio.


—No podemos hacerle eso a Margarita. Se va a sentir decepcionada.


—Lo superará.


Tanto como quiero hacerlo, no voy a lastimar a Margarita de esa manera.


—Faltan menos de tres semanas. Podemos esperar.


Tira más cerca de mí .


—¿Puedo ser muy directo contigo?


—Sí, seguro.


—De acuerdo. Esperaré hasta el catorce para hacerte mi esposa, pero de ninguna manera esperaré hasta entonces para tenerte debajo mí.


Toma mi mano y me lleva hacia el cuarto, y de pasada agarro su sombrero de la mesa.


—¿Para qué agarras mi sombrero?


—Porque quiero que lo uses mientras me follas —me río—. Estás ebrio, así que creo que puedo convencerte de cualquier cosa ahora mismo.


—Nena, no tengo que estar ebrio para que tengas que convencerme de hacer algo que tú quieras. Siempre te daré todo lo que me pidas. —Se detiene para besarme antes de entrar al cuarto—. ¿No importa que esté borracho?


—No. Lo hará más interesante. Me gustan las cosas que puedo sacarte cuando estás tomado. Además, amo el sabor del whiskey. Me calienta.


—He tomado un montón —admite—. Puede que te emborraches con solo besarme.


—Mi hombre de las cavernas. No hace falta que me des whiskey para intoxicarme. Todo lo que tienes que hacer es mirarme, y ya estoy ebria de amor.


CAPITULO 143




Es del día tres del castigo de Pedro Henry. No hemos hablado desde la mañana en que se fue, y lo extraño terriblemente. 


Por cada vez que no lo llamo, casi lo hago.


Creo que lo hubiera hecho si Aldana no hubiera estado conmigo, pero ella me mantiene resistiendo la tentación.


Los últimos dos días, lo hemos pasado con las mujeres Alfonso invadiendo cada tienda de bodas en Sydney.


Mientras más paso con ellas, más las adoro. Es como tener un una mamá y hermanas normales y amorosas. Y es maravilloso.


Pedro Henry no sería al único que extrañaría si nos separáramos, así que es algo bueno que no lo hagamos. Pero aún no lo sabe. Me doy cuenta de que es un poco cruel tenerlo a ciegas. Estoy comenzando a sentirme un poco culpable por eso, pero me alegra regresar a casa para poder dejar las cosas atrás y seguir adelante.


Espero que sea él quien conteste el teléfono cuando llamo. 


No me dice hola cuando responde, y mi corazón se paraliza con el sonido de mi voz al decir mi nombre.


—P —Amo la nueva forma que tiene de llamarme. Es mucho más íntimo que llamarme Pau como todos los demás lo hacen.


—Estaba llamando para ver si podrías enviar a Daniel para recoger a Aldana. Está lista para volver a donde Zac.


Y yo estoy lista para volver a ti.


—Por supuesto. ¿Cuándo?


—¿Podría estar aquí para el almuerzo mañana? —Ya sé que puede. Pedro Henry lo enviaría ahora mismo si se lo pidiera.


—Absolutamente. Dile que lo espere a las doce. —Conozco lo suficiente a Daniel como para saber que a las 12 en punto estará estacionando en la casa.


—Le avisaré ahora.


Hay una embarazosa pausa antes de que pregunte.


—¿Cómo estás?


Mi determinación flaquea, y estoy lista para ceder. Quiero decirle que regresaré a casa, porque lo extraño como el infierno, pero no lo hago. 


Me contengo.


—Estoy bien. ¿Tú?


—No estoy bien en absoluto. Te extraño y me voy a volver loco si no vuelves aquí conmigo.


Si continúo con esta conversación saldré perdiendo…


—No quiero hablar de esto por teléfono.


—Entonces ven a casa, así podemos hablar cara a cara. Por favor.


—Lo pensaré. —Y eso no es una mentira, porque me la voy a pasar pensando en lo que le diré una vez en casa. Temo decir mucho si seguimos hablando, así que termino la conversación sin darle ninguna pista de que para mañana a la noche ya estaré en casa con él.






CAPITULO 142





Es un día absolutamente miserable para mí. Los que deberían ser los momentos más felices de mi vida se ven ensombrecidos por el descubrimiento de lo que Pedro  Henry hizo con esa mujer. Yo no puedo sacarla de mi cabeza porque tengo una cara para ella. 


Ojalá no la tuviera.


Aparte de la loca de Adriana, tengo el lujo de no saber cómo lucen las demás, y estoy bien con eso. No soy ingenua. Me doy cuenta de que esto probablemente ocurrirá de nuevo si nos casáramos. Podría encontrarme con las otras que vinieron antes de mí, pero estoy preparada para manejar los priores. Incluso puedo lidiar con las locuras de Adriana, pero ésta que vino después de mí es una patada en el culo. Y una puñalada en el corazón.


Chloe está sosteniendo dos vestidos de damas de honor para que los vea y me doy cuenta de que me he ensimismado por completo cuando oigo a Margarita preguntar:
—Cariño, ¿no te sientes bien?



No. No me siento para nada bien, pero no tiene nada que ver con estar enferma.


No puedo soportar estar aquí recogiendo las cosas para una boda que podría no suceder.


—Lo siento. Creo no se me ha pasado la migraña. ¿Estaría bien si posponemos las compras de hoy para otro momento? Y Chloe… ¿tal vez podemos hacer el muestreo para la próxima semana?


—Por supuesto. No te disculpes. —Regresa los vestidos al bastidor—. Volveremos cuando te sientas mejor, y no es un problema esperar por lo de la comida. Eso me dará un poco más de tiempo para pensar en el pastel.


Me siento tan culpable por mentirle a estas preciosas mujeres. El pensar de no ser la hija política de Margarita, además de la hermana política de Chloe y Emma, me mata totalmente. Casi me pregunto si me casaría con Pedro  Henry sólo para ser parte de su maravillosa familia. Realmente las amo como si fueran mis familiares, más que a los míos.


—Me debería sentir mejor mañana.


Margarita y Chloe me dejan en el apartamento y el carro de Pedro  Henry no está en el garaje, así que sé que se fue como le pedí. Bien, le exigí. Al menos es lo suficientemente listo para escuchar.


Voy adentro e inmediatamente veo un gigantesco bouquet de rosas blancas y una carta a su lado en la mesita de café. 


Suspiro, inhalando su belleza. Quiero tomarlas y arrojarlas a la basura. O al menos la cabeza de Pedro  Henry. Este último probablemente me dará más satisfacción.


Tomo la carta en mis manos, no quiero ni abrirla. Sé que va a decir cosas que me rompan el corazón, esa es la intención, ¿no? Para que me quede y me case con él.


Me dejo caer en el sofá y saco la hoja doblada de papel y solo miro a su encantadora letra. No debe pertenecer a un hombre, pero es así, una bella persona que me encanta.



Mi Hermosa Chica Americana,
Nunca sabrás cuando me duele haberte herido. Esperé jamás ser esa persona, una adición a la lista de esas personas en las que no puedes confiar por la pena que te han causado. Estas dolida por mí, y nunca podré decirte cuanto lo siento por eso.
Me pediste tiempo separada de mí y por más que quiere negarte esa petición, te daré este tiempo porque es lo que me pediste. Por favor ten en cuenta que cada segundo que estoy lejos de ti es un castigo. Te amo y te adoro con todo mi corazón, y esta lucha entre nosotros es un tormento.
Elegí darte rosas blancas, en vez de rojas, porque simbolizan mi impoluto amor por ti. Nuestra relación claramente comenzó con una pasión digna de rosas color
rojo intenso pero ha crecido a algo mucho mayor de lo que alguna vez soñé.
Nuestro amor es espiritual y puro de raíz. Es eterno, inmortal, y sustancial.
Es mi oración en una hora desesperada que tú me perdones. Te amo con cada
fibra de mi ser y vivir sin ti a mi lado no podría ser almo más equivocado. Ese
lugar ya no existe para mí.
Eres mi amada, ahora y por siempre. Por favor dame un chance de probarte mi
perpetuo afecto.
Por siempre y para siempre,
Tu Pedro  Henry.


Estoy llorando antes del final de la primera oración y sollozando en la tercera. En mi corazón sé que el no quiso herirme, pero eso no detiene el dolor o las imágenes que veo en mi cabeza, las que él está en la cama desnudo con esa mujer.


Deseo que se detuvieran, pero no sé cómo hacer para que pase. Así es como paso las próximas horas hasta que Aldana llega, sentada en el sofá, rasgueando la guitarra con la esperanza de que todo se fuera de mi cabeza.


—No me pediste que viniera acá para una excursión de chicas. ¿Qué pasó?


No quiero decir las palabras porque son muy dolorosas, pero logro escupirlas lloriqueando.


—Hubo otra mujer después de que me fui.


—¿Otra… compañía? —Pone una cara de confusión mientras dice la palabra.


—No. No fue así. Él estaba borracho y le propuso a la mujer ser la próxima. La llevo a un hotel y se desnudaron. Se la iba a coger porque pensó que podría sacarme de su cabeza.


Aldana deja que eso penetre en su mente durante varios minutos.


—Dices que iba a hacerlo. ¿Eso significa que no lo hizo?


—Dice que no pudo. Por mí.


—¿Le crees?


No tengo razón para no hacerlo.


—Le creo, pero tuvo la intención, incluso aunque no lo haya terminado de hacer.


—¿Y entonces eso fue después de que te fuiste sin decirle tu nombre o decirle adiós?


Algunas veces olvido esa parte convenientemente.


—Sí, pero sólo una semana después. Él dijo que estaba enamorado de mí, pero no entiendo como una persona va a encontrar otra compañía con la que dormir si está tan enamorado de mí.


Ya puedo decir que probablemente no me va a gustar lo que está a punto de decir. Así de bien conozco a Aldana.


—Lo siento, Pau. Sabes que te amo y que siempre te respaldaré, pero no puedo tomar tu lado en esta. Dejaste a Pedro sin decirle tu nombre o un adiós, así que ciertamente pensó que no volvería a verte. Y no lo hubiese hecho si no hubiese contratado a un detective para buscarte. Sabes que siempre digo que la mejor forma de superar a alguien es ponerse debajo de alguien. Tú te habías ido, y creo que probablemente tenía la misma mentalidad pero no pudo conseguirlo. Eso prueba más para mí que la parte de él estando con otra mujer. Cuando pudo conseguir sexo, no pudo hacerlo debido a lo mucho que te ama.


Incluso si soy capaz de entender esa parte, no confesó cuando le pregunté.


—Pero me mintió al respecto. Me enteré porque nos encontramos con la mujer. Ella me arrinconó en un baño para advertirme sobre él. Era humillante estar allí con su anillo en el dedo y tener otra mujer contándote que fue a un cuarto de hotel con él.


—Así es como era él, no como es ahora, y suena como que necesitas decidir si puedes manejar lo que él solía hacer.


Ella no está recibiendo mi problema aquí.


—Puedo tratar con las demás, pero este es diferente porque ocurrió después de mí. Me siento que nuestra relación está contaminada.


—Piensa en esto. Sé que tuviste tratando de empezar algo con Claudio cuando Pedro te encontró. ¿Te gustaría que sostenga eso en tu contra?


Eso es comparar naranjas y manzanas.


—Pero eso fue casi tres meses después de que habíamos terminado. No una semana.


—Tienes un argumento para todo lo que digo, así que no sé qué quieres escuchar. ¿Quieres que te diga que lo abandones todo con él porque el casi se coge con otra? Piensa en esto, Pau. ¿Puedes realmente apartarte de él para siempre, no por algo que hizo sino por algo que casi hizo?


No esperé que ella tomara su lado, pero tiene algunos buenos argumentos a su favor.


—Es solo que duele mucho. ¿Cómo puedo amarlo con todo mi corazón pero quiero patearlo en las bolas al mismo tiempo?


—Es porque hay tres chicos en la vida de una chica: uno que ama, uno que odia, y uno del que no puede tener suficiente. Los tres tienen algo en común: Son todos el mismos tipo, y ahora mismo, Pedro es la persona que odias. Quieres una patada que le llegue el escroto al estómago, pero hay que recordar que también es el que más te gusta y no puedes tener suficiente de él.


Considero que Aldana sea tan poco profunda, y ella puede serlo, pero no hoy.


—Tienes razón. Sé que estaría triste sin él.


—Sabes que yo diría que lo dejaras si era una sordidez, pero no lo es. Sí, ha sido un puto en el pasado, pero ¿qué hombre no lo ha sido cuando realmente piensas en ello? La verdadera pregunta aquí es si se puede superar esto y seguir adelante. ¿Serás capaz de perdonar esto y no sostenerlo en su contra y sacar el tema cada vez que tenga una pelea o un problema?


Una realización me llega. Puede que me haya hecho daño sin querer, pero no me hizo daño deliberadamente. Y hay una gran diferencia entre los dos.


—Sí. Puedo dejarlo atrás esto debido a lo mucho que lo amo.


—El hecho de que has decidido superarlo no significa que tienes que hacerle saber que está zafado todavía. Deja que hierva a fuego lento en un segundo plano unos pocos días y déjalo sudar para que sea una lección que no se olvide a corto plazo.


No lo creo.


—¡Mejor que sea una lección que nunca olvide!


—Entonces mejor que lo dejes preocuparse por unos pocos días. Saldremos y haremos cosas de boda mientras él está en Avalon paseándose por el piso. A pesar de que tomé su lado, creo que se lo merece un poco.


Un poco de preocupación y pasear no le van a doler un poco.


—Estoy de acuerdo. No puedo sacarlo del cuarto del castigo después de sólo un día.


—No. Tiene que estar allí por lo menos tres días, así no te ves como una presa fácil. Nunca hay que olvidar que es tu trabajo enseñarle cómo tratarte.