domingo, 24 de abril de 2016

CAPITULO 3




Me siento en la oscura esquina y miro la habitación como un predador hambriento buscando a su próxima presa. No la he elegido aún, pero la mujer que compartirá mi cama por los próximos meses está en esta habitación, justo ahora.


Miro a una adorable rubia acercarse a mi mesa.


—¿Qué puedo ofrecerle? —Hmm. Una mesera, en absoluto mi gusto usual.


Tengo preferencias. Atractiva. Madura. Refinada. Esta mesera cumple con el requerimiento de atractiva bastante bien, pero no tiene refinamiento ni madurez como muestra su ropa, un pequeño top blanco y shorts de jean recortados. 


No es lo que busco. Además, mis últimas dos acompañantes fueron rubias. Quiero un sabor diferente esta vez, pero no pelirrojas. Quiero una morena. Una bella morena.


Me recuerdo que no estoy en Sidney, donde tengo una interminable variedad de mujeres sofisticadas de las que elegir. Mis opciones son más limitadas en la pequeña ciudad de WaggaWagga, pero eso no significa que deba conformarme con la primera mujer atractiva que vea.


—Tomaré un Shiraz.


Estoy preparado para una relación más prolongada esta vez, tres meses enteros en lugar de las tres o cuatro semanas. 


Espero poder conservar a ésta un poco más de tiempo, y esa es razón suficiente para estar seguro de hacer una decisión sabia.


Comienzo mi búsqueda por el club con la primera mesa al frente de la habitación.


Una belleza morena se sienta con un grupo de mujeres. La miro por un rato, pero decido que es demasiado amistosa con la mujer sentada junto a ella. Las lesbianas no están en mi repertorio.


Paso la hora siguiente escaneando el lugar y no encuentro nada. Estoy abatido.


Ninguna resalta adecuada y este club es de lejos mi mejor opción para conocer a mujeres solteras en esta ciudad. Quizás debería considerar volver otra noche cuando no haya micrófono abierto. Esta noche el lugar está lleno de estudiantes ebrios.


La búsqueda de esta noche ha sido una pérdida, pero por lo menos el karaoke fue entretenido.


Estoy terminando mi vino antes de irme cuando un anunciante del club toma el escenario y pide al siguiente cantante que suba. Un grupo pequeño de personas al otro lado de la habitación nomina a uno de ellos. Mi visión del pobre bastardo está bloqueada por la multitud de chicos intoxicados parados entre nosotros, pero estoy seguro de que éste será otro delicioso descarrile de tren.


El club rompe en ánimos y cantos.


—Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo.


Una mujer joven camina al escenario y se para con su espalda hacia el público mientras toma una guitarra de su soporte. Levanta la correa sobre su cabeza y luego corre su largo cabello marrón sobre un hombro. Cuando termina de ubicar la guitarra en su lugar, da una vuelta y se sienta en la banqueta en el medio del escenario.


Es hermosa. Y de alguna manera pasó desapercibida durante mi búsqueda.


Está usando un corto vestido marfil y una chaqueta de jean con botas vaqueras marrones. Descubre sus muslos al levantar sus pies para descansar en la baranda de la banqueta, pero es cuidadosa de empujar su vestido entre sus piernas para no mostrar nada a la audiencia.


Prueba un par de veces la guitarra prestada y luego se inclina al micrófono.


—¿Están pasándola bien esta noche?


Es americana. Creo. Su acento suena distinto, no como lo que he escuchado antes.


La multitud rompe en ánimos borrachos y oigo a un hombre gritar sobre la multitud:
—¡Ahora sí, cariño!


Ella sonríe y ajusta el micrófono.


—No soy de por aquí. Es mi primera noche en Australia.


—¡Vente conmigo y haré que te sientas en casa ahora mismo! —grita un hombre desde detrás de la habitación.


Ella ignora al bastardo gordo y feo que le grita.


—No sé qué clase de música les gusta a los australianos, pero ésta ha sido una de mis favoritas desde que puedo recordar. —Prueba algunos acordes más—.Esto es “Crash Into Me” por la banda de Dave Matthews.


La canta más lento que la original, poniendo su propio estilo en ella. Su voz es rasposa y sexy, sus ojos cerrados. Exuda erotismo. Ella inclina su cabeza y abre sus ojos cuando comienza a cantar el coro. Juro que se siente como si mirara en mi dirección, cantándome a mí.


—Oh, y vienes y chocas… contra mí. Y voy hacia ti… Hacia ti… En el sueño de un niño… En el sueño de un niño.


Las luces del escenario iluminan su cara y el sentido común me dice que no puede verme sentado en la oscuridad al fondo del club, pero eso no evita que me ilusione.


Termina el coro y cierra sus ojos de nuevo. Sus piernas largas golpean la banqueta, siguiendo el ritmo, y caigo víctima de su canción de sirena. Me ha encantado. La quiero. Ella es la indicada.


Abre sus ojos y mira en mi dirección de nuevo.


—Oh, y tú chocas contra mí, sí… bebé… Y yo choco… contra ti… Oh, levanta tu falda un poco más… y muéstrame el mundo… Levanta tu falda un poco más… y muéstrame tu mundo… Levanta tu falda un poco más… Y muéstrame tu mundo… En el sueño de un chico… en el sueño de un chico.


La mesera vuelve a mi mesa, pero no la miro cuando habla. 


No puedo quitar mis ojos de la belleza en el escenario ni por un segundo.


—¿Puedo traerle otro Shiraz?


Mis planes han cambiado.


—Sí, por favor.


La chica americana termina su canción y la multitud rompe en aplausos y silbidos. Ella sonríe y pasa la correa por su cabeza y luego se inclina al micrófono.


—Gracias.


La veo dejar el escenario y volver a la mesa donde se sienta con una rubia y dos hombres. ¡Demonios! ¿Su novio, quizás?


Mi mesera regresa con mi vino y lo pone en la mesa frente a mí.


—Disculpe, ¿conoce a la chica que acaba de cantar?


—No. Dijo que es su primera noche en Australia.


Tomo la billetera de mi chaqueta y saco un billete de cien dólares. Lo deslizo en su dirección.


—¿Qué hay sobre la gente con la que está sentada?


Ve el billete en la mesa y lo toma para ponerlo en su bolsillo trasero antes de girar a ver a los acompañantes de mi cantante.


—El rubio es Benja Donavon y su amigo es Zac Kingston. Son regulares aquí, dos o tres veces por semana.


¿Por qué está la americana aquí con estos hombres?


—Suena americana, ¿Sabes por qué estaría con ellos?


—Benja es un yankie. Su familia es propietaria de un viñedo en California y él está aquí para estudiar vinos en la universidad. Creo que ella debe ser alguien que conozca de casa.


Saco otro billete de cien dólares y lo sostengo entre mis dedos.


—¿Ves esto? Es tuyo si puedes averiguar qué hace aquí y cuánto planea quedarse en WaggaWagga. Y averigua si está saliendo con alguno de ellos.


Ella sonríe y puedo ver que está interesada en jugar mi pequeño juego.


—Volveré en un segundo a recibir eso.


Me siento y disfruto de mi vino mientras la mesera hace mi trabajo detectivesco.


Una turista americana no podría ser más perfecta para mi próxima acompañante.


Una vez que nuestra relación termine, estaría en un continente distinto, lo que asegura que no tendríamos encuentros accidentales en el futuro.


Mi estadía en WaggaWagga se está volviendo más prometedora.


Termino mi vaso de Shiraz mientras mi mesera regresa.


—Su nombre es…


La detengo antes de que termine su oración.


—No, no quiero saber su nombre.


Puedo ver que esto la desconcierta, pero dinero es dinero.


—La hermana de Benja es su mejor amiga y han venido a pasar el verano con él. Ella conoció a Benjamin y Zac por primera vez hoy.


Bien. Eso significa que no sale con ninguno.


Si ellos son estudiantes en el programa de ciencia de vinos en la universidad, supongo que estarán en la cena vintage en la escuela el viernes en la noche.


Estarán ansiosos por mostrar sus vinos. Me pregunto si irá como invitada.


Saco otro billete y lo levanto para que la rubia lo vea.


—Esto es tuyo si averiguas cuáles son sus planes para la cena vintage en la universidad el viernes a la noche. Quiero saber si la morena irá.


Ella sonríe de nuevo.


—Puedo jugar a esto toda la noche


Diez minutos después, vuelve con otro Shiraz y una novedad.


—Los chicos presentarán sus vinos en la cena, y ambas serán invitadas.


Deslizo el bien ganado billete por la mesa.


—Perfecto. Gracias.


—Ha sido un placer. ¿Desea que siga trayendo Shiraz?


—Sí.


Paso la siguiente hora robando miradas a la bella Americana sobre la multitud de gente entre nosotros cuando se mueve. 


Me decepciona ver al cuarteto parándose para irse, pero veo la perfecta oportunidad para tener un encuentro cara a cara
con ella cuando se mueve hacia los baños.


Voy en esa dirección y espero que emerja para nuestra oportunidad de encuentro en el pasillo. Cuando la puerta del baño de las mujeres se abre, camino hacia ella, pero está mirando a su bolso. Intenta esquivarme por la derecha, así que me muevo con ella.


—Discúlpame.


Su acento es tan inusual. Y atractivo.


Ella se mueve a la izquierda y me muevo con ella, como un reflejo.


—Lo siento tanto, señorita.


Mírame.


—¿Quieres bailar? —Ríe mientras levanta sus ojos de su bolso.


—Me encantaría. —Su sonrisa se agranda con mi respuesta. Nuestros ojos se encuentran y trato de identificar el color de los suyos, pero no puedo. Está muy oscuro en el pasillo.


Tenía razón. Es la indicada.


Parece avergonzada.


—Lo siento. Invitar a alguien a bailar es una expresión que usamos en el lugar del que vengo. ¿Entiendes? Como cuando dos personas intentan esquivarse, como acabamos de hacer.


—Estoy familiarizado con la expresión, pero uno siempre puede soñar. —Camino alrededor de ella hacia la puerta del baño de hombres—. Creo que hubiera disfrutado de un baile contigo.








CAPITULO 2




Es el momento en que Aldana me da un codazo cuando nuestro vuelo se está preparando para aterrizar.


—Pau. Despierta. Finalmente estamos aquí.


Me reacomodo en el asiento y sacudo mi largo cabello castaño. Me veo horrible cuando está plano y estoy segura que está tirado contra mi cabeza después de mi siesta.


No pude haber dormido más de cuarenta minutos, pero le doy la bienvenida a la total sensación de recarga que trae, excepto por mi boca. La combinación del aliento bucal, beber cerveza y la falta de higiene oral durante nuestros viajes ha dejado apestando las cosas. No quiero conocer al hermano de Aldana por primera vez y tenerlo preguntando dónde termina mi cara.


—Necesito algunos chicles. ¿Traes alguno contigo?


Aldana alcanza dentro de su bolso y tiende un paquete verde lima en mi dirección.


—¿Doublemint funciona para ti?


Tomo dos piezas porque estoy bastante segura de que van a ser necesarios dos disparos de Doublemint para hacer el trabajo.


—Gracias.


Salimos del puente del jet con nuestro equipaje de mano y veo a dos tipos muy bien parecidos parados en la terminal observando a los pasajeros desembarcando.


Reconozco a Benja tan pronto como lo veo. Podría identificarlo en una multitud en cualquier lugar, incluso si nunca hubiera visto su foto. No hay manera de perderlo; él es la perfecta versión masculina de Aldana. Su cabello rubio es más oscuro que el de ella (su cita mensual con la estilista ayuda a esos rayitos juguetones). Su piel olivácea presenta un contraste llamativo con su cabello claro.


Es impresionante, justo como su hermana, pero de una manera masculina. Es tan malo que no esté interesada en tener citas porque él es caliente.


Él pone su brazo alrededor de la cintura de su hermana y la aprieta mientras la levanta del piso y le da vueltas varias veces.


—No puedo creer que mi hermanita ha hecho todo este camino para verme. — Baja a su hermana al piso y me mira—. Y tú debes ser Pau.


—Ciertamente soy yo.


Aldana y yo hemos sido amigas desde que nos conocimos en nuestro año de novatos en Vanderbilt, pero mi camino siempre falló para cruzarse con el de Benja por una razón u otra. Ahora que nos estamos conociendo después de cuatro años, no estoy segura si debería extender mi mano o levantar mis brazos para un abrazo, así que espero por su pista.


Él va por un abrazo.


—Es bueno conocerte, Pau. He estado escuchando sobre ti por años, así que siento como que ya te conozco.


—Espero que mi mejor amiga no haya arruinado tu opinión sobre mí.


—Nunca. —Su sonrisa torcida hace resaltar uno de sus profundos hoyuelos. No es una sonrisa amistosa y agradable. Ya está coqueteando conmigo, así que me estoy preguntado qué podría haberle dicho mi buena compañera.


Aldana aclara su garganta.


—¿Vas a presentarnos a tu amigo?


La vibra que estoy consiguiendo de Benja me hace sentir incómoda, así que estoy feliz de cambiar mi enfoque de él a su camarada. Zac es alto con constitución atlética. Su cabello oscuro zumba cerca de su cuero cabelludo, excepto por su mechón en picos en la parte superior, y largas y negras pestañas en el marco de sus casi negros ojos. Está usando una camisa negra a la medida y diviso el tatuaje de arte tribal envolviéndose alrededor de su bícep. Todo su exterior grita problemas y eso significa una cosa: mi compañera amante-de-los-chicos-malos va a estar toda sobre él.


Él le ofrece una mano a Aldana primero.


—Mucho gusto en conocerte.


Oh, me desmayo. No soy de las que le gustan los chicos como él, pero podría escuchar su suave acento australiano todo el día.


Creo que oigo un suspiro de Aldana, y sé que está pensando la misma cosa.


—Es genial conocerte. Amo tu acento.


Me ofrece una mano, pero no su atención, que todavía pertenece a Aldana.


—Espero que su viaje haya sido placentero.


El viaje no fue ni un poco placentero, pero es grosero quejarse con alguien a quien se acaba de conocer. Aldana responde, así que no soy forzada a mentir ni a quejarme porque ella está entusiasmada en mantener la atención del Sr. Oscuro y Atractivo.


—Tuvimos un súper viaje.


—¿Ustedes, damas, se sienten con ánimos de ir a un club esta noche?


Me siento con ganas de ir a algún lugar, pero se le llama cama.


Aldana está bien descansada de su siesta en el avión, entonces seré una aguafiestas si me rehúso, nunca he sido etiquetada así, y no planeo empezar ahora.


—Soy como un conejito Energizer, lista para ir.


Dormiré cuando esté muerta, ¿verdad?





CAPITULO 1





Estoy enferma de estar en este avión. El vuelo de cuatro horas y media de Nashville a Los Ángeles estuvo bien. La escala fue tolerable, gracias al bar del aeropuerto. Pero el último tramo de nuestro vuelo a Australia se está volviendo más y más insoportable con cada minuto que pasa.


Trato de calcular cuánto tiempo queda para aterrizar en Sidney. El cansancio me hace difícil hacer la simple ecuación en mi cabeza, pero al parecer todavía faltan casi dos horas para que sienta la tierra firme debajo de mis pies. Suspiro y me digo a mí misma que debo ser paciente. Lo he sido hasta ahora. Puedo aguantar otras dos horas. Quiero decir, en realidad no tengo opción en este momento, ¿cierto?


Miro a mi mejor amiga durmiendo en el asiento junto al mío y estoy irritada.


Aldana ha dormido la mayor parte del vuelo, dejándome para entretenerme yo sola. Me ofreció compartir su Valium, pero lo rechacé, segura que no lo necesitaría. Me equivoqué.


Brinco sobre Aldana y camino por el pasillo para estirar mis piernas, lo cual ayuda a sentirme mejor. En cuanto regreso a mi asiento, decido que leer me ayudará a pasar el tiempo, así que agarro mi e-reader y sigo donde me detuve en el romanticismo-de-zorras 1 que había comenzado anteriormente. Solo en el capítulo seis, por supuesto, la mujer está enamorada del tipo caliente, pero está en negación. Qué típico.


El capítulo veinte está perdiendo potencia cuando el piloto anuncia que estaremos aterrizando en Sidney en diez minutos. Aldana se mueve, así que guardo mi historia obscena y le doy un codazo a ella, sabiendo que tomará los siguientes diez minutos para sacarla de su hibernación inducida-por-drogas.


—Despierta, Aldana. Casi estamos en Sidney.


Apenas se mueve, así que le doy otro codazo.


—Aldana. Levántate. Estamos en Sidney. Necesitas ponerte el cinturón de seguridad para aterrizar.


Levanta su cabeza y se me queda mirando con ojos desenfocados. Se estira en su asiento y toma otro momento para orientarse.


—Guau, eso fue más rápido de lo que esperé.


—Supongo ya que estabas en un maldito coma. Fueron las trece horas más largas de mi vida. No pegué un ojo en todo el vuelo porque estaba muy ocupada preguntándome si iba a terminar siendo comida de tiburón.


Eso salió un poco más cabreada de lo que tenía previsto.


—Bueno, no hay razón para estar triste cuando no tienes que estarlo. Deberías de haber tomado una pastilla feliz y tal vez no estarías tan enfadada ahora mismo. — No tendrá que ofrecérmelo dos veces en el vuelo a casa en tres meses desde ahora. Lección aprendida.


Con el cinturón de seguridad puesto en mi asiento, aprieto mis ojos mientras las llantas del avión chirrían contra el pavimento. Nuestros compañeros pasajeros estallan en júbilo y aplausos cuando estamos sin peligro en tierra. No soy la única alegre por estar saliendo de este avión.


Recogemos nuestro equipaje de tres meses y tomamos asiento en la terminal para esperar por nuestro último vuelo. 


Con una hora de escala, decido visitar el bar del aeropuerto.


—Voy a conseguir un muy-necesitado y muy-merecido ponche.


El teléfono de Aldana suena y reconozco el ringtone de su hermano. Antes de que ella conteste, me da una advertencia.


—Regresa en treinta minutos o voy a enviar a seguridad por ti. —No contesto con palabras, pero me aseguro que vea el gesto con la mano que tengo para ella.


El bar del aeropuerto no está lejos de nuestra terminal y me dejo caer en el banco.


—¿Qué te ofrezco? —Podría no ser capaz de decir por mi entorno, pero sé que estoy en Australia cuando oigo su acento.


—Me gustaría algo de la cervecería local. Tiendo a estar a favor de los sabores más ligeros.


Él me sirve una cerveza pálida de una cervecería de Sidney. Es fuerte, pero buena.


Me siento en el bar para disfrutar de mi cerveza. El barman no trata de hablar sobre mi lugar de origen o a dónde me dirijo. Parece estar en sus cincuentas, así que solo puedo asumir que ha oído más mierda de la que le gustaría a lo largo de los años y por consiguiente no está interesado en la mía. Funciona para mí.


Cuando termino, vuelvo a donde Aldana está guardando nuestro enorme montón de equipaje.


—¿Benja estaba llamando para comprobarnos?


—Sí. Se estaba asegurando de que nuestro vuelo estuviera corriendo a tiempo. Le dije que esperara a que aterrizáramos alrededor de las tres. Dijo que llevará a un amigo para que nos ayude con nuestro equipaje.


Veo cuantas bolsas tenemos y juro que parecemos una banda de gitanas nómadas.


La mayoría es de Aldana, pero tengo mi parte justa; no hay forma de empacar ligeramente para una estadía de tres meses.


—Esa no es una mala idea.


—Es mi hermano. Sabe que soy cara de mantener. —Me siento y subo mis pies en la maleta enfrente de mí—. No lo dijo, pero está realmente emocionado por conocerte.


—No te atrevas a siquiera pensar en alentarlo. —No estoy interesada en tener citas con nadie justo ahora. Ella sabe esto más que nadie. Todo este curro en Australia es sobre escapar de toda esa mierda, no encontrar otra pila de ella.


—Él no ha salido con muchas australianas mientras ha vivido aquí. Solo estoy diciendo que no deberías estar sorprendida si él trata de empezar algo contigo.


Oh, infiernos no. Ni siquiera estamos allá todavía y ya está tratando de engancharnos.


—No va a pasar, Aldana.


—Estarás viviendo en el mismo apartamento con él por los siguientes tres meses. ¿Quién sabe lo que podría pasar?


Bien. Ahora me estoy cabreando porque se siente como que estoy siendo emboscada.


—Podría no saber lo que pasará, pero sé lo que no pasará, así que olvídalo.


—Bien, bien, no lo mencionaré otra vez. Benja quiere sacarnos esta noche, pero sé que no has dormido mucho. Le dije que podrías no sentirte en condiciones de hacerlo.


—Tal vez me sentiré con ganas de ir si puedo pillar una siesta energética en el vuelo a WaggaWagga.