domingo, 19 de junio de 2016
CAPITULO 184
Soy despertada cuando escucho a Pedro Henry en el teléfono, gritando, y me levanto para ver qué está pasando.
—Tu hijo no es mío. No hay nada más que tengamos que discutir. —No tengo que escuchar otra palabra para saber quién está al otro lado del teléfono.
Está callado por un momento, pero luego me sobresalto cuando lanza su teléfono a través de la sala golpeando la pared sólo a unos pocos metros de mí.
—¡Hija-de-puta! —Está tan enojado que tiembla. Da miedo verlo así.
Me ve de pie cerca de donde acaba de romper su teléfono en pedazos y sus ojos se agrandan.
—Lo siento mucho. No te vi.
—¿Qué fue eso?
Se hunde en el sofá.
—Eso, mi querida esposa, fue el sonido de ser amenazado y chantajeado por Jenna Rosenthal.
—¿Con qué?
—Comenzó a acusarme de tener a alguien que cambiara los resultados de la prueba de paternidad. Le dije que podríamos hacer un centenar de pruebas de paternidad y todas ellas me excluirían de ser el padre de su hijo. Una vez que se dio cuenta que no iba a conseguir que reconociera a su hijo, amenazó con revelar mi pasado. Me dijo que seguramente me dejarías, por vergüenza, si todo el mundo supiera lo que solía hacer.
—¿Qué es lo que quiere?
—Lo que quería desde el principio, dinero.
Por supuesto que sí. Perra hambrienta de dinero.
—¿De qué tipo de números estamos hablando?
—Preguntó cuánto dinero estaba dispuesto a soltar para mantenerte.
Va a jugar duro.
—Probablemente cree que no sé nada de tu pasado.
—O si sospecha que eras parte de él, cree que voy a pagar para evitar que seas humillada como una de mis compañeras.
Realmente me importa una mierda lo que la gente piense.
—No voy a ninguna parte, así que no quiero que le pagues un maldito céntimo a menos que creas que no podrás vivir con la gente sabiéndolo.
—Me importa una mierda, pero no quiero eso para ti. Me mataría ver una foto tuya en la columna de chismes con algún título estúpido sobre que una vez fui una especie de
extraño pervertido sexual. —Todavía está temblando.
—Podrías no pegar. Ya no eres uno de los solteros más codiciados de Australia. Tus días de aparecer en los diarios pueden haber terminado cuando te pusiste un anillo de bodas en el dedo.
—No es así como realmente funciona. Lo que hice fue ilícito. A la gente le encanta una historia escandalosa, sobre todo cuando es real. Es mucho más interesante que el felices
para siempre. —Cierra sus puños en su pelo y gime—. Joder, Margarita Alfonso me matará si se entera.
—Entonces deberíamos hablarle del bebé tan pronto como sea posible. No querrá que su nieto sea huérfano.
—No sé sobre eso. Va a estar enfadada como el infierno.
Margarita no es tonta. Va a juntar las piezas. Todo el mundo lo hará.
—Pasé tres meses contigo y me fui. Va a descubrir que fui una de ellas. No estoy realmente loca por esa idea. No quiero decepcionarla.
—Mi madre te ama, P. No pensará menos de ti. —Se levanta del sofá y se acerca a recoger los pedazos de su teléfono. Toma la tarjeta SIM y la inspecciona—. Necesito tu teléfono.
Tengo una llamada importante que hacer.
Tomo mi teléfono de la habitación y se lo doy a Pedro Henry y hace el intercambio de tarjetas. Está de pie de espaldas a mí cuando marca un número y espera una respuesta.
—Jim, tengo otro trabajo para ti. Necesito que vigiles a alguien, una mujer llamada Jenna Rosenthal.
Jenna Rosenthal. Otra perra a la que me gustaría patearle el culo mientras lleve mis botas.
Y lo haré si surge la oportunidad, con una gran sonrisa en la cara.
CAPITULO 183
Han pasado cinco días desde la prueba de paternidad y la oficina del pediatra recién llamó por teléfono para hacerme saber que puedo ir a recoger los resultados, pero tendrán que esperar. Tengo asuntos más importantes que atender.
Paula tiene su primera visita prenatal en dos horas y no permitiré que un momento tan especial como este sea arruinado.
Sus náuseas matutinas han levantado su fea cabeza todos los días de esta semana, por lo que le está tomando más tiempo levantarse y ponerse en marcha. Su cara está tan pálida y delgada, estoy bastante seguro de que ya ha perdido peso. Eso no puede ser bueno para ella o el bebé.
—La Sra. Porcelli mezcló un remedio casero para ti. —Mira el vaso y se ve como si fuera a vomitar en cualquier momento—. Parecía segura de que te ayudaría.
—¿Así que ella lo sabe?
—Debe saberlo ya que hizo esto para ti, pero yo no se lo dije. —Se desliza lentamente en la cama para sentarse con los ojos cerrados—. No habría sido difícil que lo averiguara ya que has estado enferma cada mañana de esta semana.
Toma el vaso y lo mira.
—¿Qué hay en él?
—No tengo ni idea. Se ve como agua para mí.
Lo lleva a su nariz y lo huele.
—Huelo algo familiar, pero no sé que es. —Lleva el vaso a la boca y toma un pequeño sorbo—. No es terrible. Hay un poco de un sabor intenso con algo dulce, tal vez un toque de miel. —Toma otro sorbo—. No me importa si es malo si ayuda a que esta sensación desaparezca. Odio estar con náuseas.
—¿Qué tal una tostada? —Quiero que coma porque no necesita perder otro gramo. Me preocupa que ella y el bebé no estén recibiendo lo que necesitan.
—Tal vez un poco más tarde. —No es lo que quiero oír.
—Prométeme que lo intentarás.
—Lo haré. —Pone su mano en mi brazo—. No te preocupes, Alfonso. Me sentiré mejor en un par de horas y comeré algo entonces. No pienso dejar que el bebé muera de hambre.
Odio no poder ayudarla.
—No puedo controlar esta situación y eso me hace sentir impotente. Cuido de ti, es lo que hago, pero no soy capaz con esto.
—Esto pasará en un par de semanas y comeré todo lo que encuentre. Probablemente subiré demasiado de peso y tendré un montón de estrías. Desearás que tuviera náuseas
mañana, tarde y noche.
—Nunca. Quiero que tú y que este bebé tengan el alimento que necesitan.
Paula dio sorbos a su bebida hasta que terminó alrededor de la mitad, y la contuvo. Es sobre todo agua, creo, pero me hace sentir mejor ver que al menos consigue un poco de
hidratación.
Es un proceso lento, pero se levanta de la cama para ducharse y vestirse para su cita. De alguna manera nos las arreglamos para salir por la puerta a una hora decente. A pesar de su condición actual, se ve hermosa y no puedo dejar de mirarla de reojo mientras conduzco.
—¿Qué?
—Eres hermosa y me encanta mirarte.
—Bueno, encuentra un tiempo para mirar cuando no estás conduciendo.
—Sí, señora.
Hacemos el papeleo necesario mientras nos sentamos en la sala de espera, pero no nos llaman a una sala de examen por una hora y media.
—Esperar tanto tiempo es ridículo.
Se da vuelta y me da esa cara de cierra la boca. La conozco tan bien.
—Estoy viendo a una obstetra. Tiene que salir de la oficina para ir a entregar niños en el hospital. Eso es innegociable así que espera retrasos. Tendremos nuestro turno cuando hagamos esperar a la gente mientras ella reciba al nuestro.
P hace pis en una taza, la pesan, y toman su sangre. Todo esto sucede antes de que ella incluso esté en la sala de examen.
—¿Qué más van a hacerte?
Comienza a quitarse la ropa para ponerse una bata de hospital.
—Estoy segura de que estoy recibiendo un Papanicolaou ya que es mi primera visita. Probablemente sentirá alrededor para asegurarse de que todo está funcionando bien y espero hacerme un ultrasonido. Tengo muchas ganas de ver al bebé.
Se sienta en la mesa de examen y esperamos un poco más, lo suficiente para que el doctor entregue por lo menos una docena de bebés. Me estoy volviendo muy irritable y P sabe.
—Ten paciencia, Alfonso.
—No deberías tener que sentarte y esperar así. No has comido nada y ahora es bien pasado el almuerzo.
Abre la boca para responder —o discutir— pero no lo hace ya que la doctora finalmente entra en la sala de examen.
—Hola, Sra. Alfonso. Soy la Dra. Sommersby. Siento mucho que haya tenido que esperar tanto tiempo. No acostumbro a atrasarme tanto, pero tuve dos entregas esta mañana y una eran gemelos por lo que tomó más tiempo.
—No hay problema. —Sí, lo hay. No tendré a P sentada durante horas así cada vez que tenga una cita.
Hablan unos minutos acerca de cosas que no sé nada mientras siente los pechos de P. Eso es raro, que otra mujer toque a mi esposa así, pero supongo que sería peor si se tratara de un hombre. La Dra. Sommersby le pide a P que se deslice hacia abajo sobre la mesa y coloque sus pies en los estribos metálicos. Oigo un montón de ruido metálico y mantengo mi lugar en la silla junto a su cabeza. Ni siquiera quiero saber lo que está pasando bajo esa sábana.
—Todo se ve bien. Ahora echemos un vistazo al ultrasonido para que podamos documentar qué tan avanzado está.
Esto hace a P muy feliz. Y a mí. Quiero ver al bebé y saber que todo está bien también.
La doctora pone gel sobre el vientre de P y lo extiende a su alrededor. Toma nota de su piercing en el ombligo.
—Es muy bonito, pero le recomiendo que lo cambie a algo flexible cuando esté más avanzada. A veces estos rígidos anillos dejan cicatrices feas.
—Esperaba que me dijera que tenía que sacarlo.
—Soy bastante blanda en la mayoría de las cosas, pero sí lo quiero fuera el día del parto en caso de emergencia. Es horrible sacar esas cosas cuando todo el mundo está apurado. — Una emergencia, no había considerado que nada de eso sucediera. Creo que nadie va a tener un bebé y piensa que algo malo va a pasar con ellos.
Tomo la mano de Paula en la mía mientras la Dra. Sommersby ajusta sus gafas y endereza la pantalla del monitor de la ecografía para una mejor visión. Mueve la sonda de una manera y luego de otra. No puedo adivinar lo que está viendo, pero no veo nada excepto un ruido blanco en una pantalla negra.
—Tenía la esperanza de que pudiéramos ver algo con una exploración abdominal pero es demasiado pronto. Vamos a tener que hacer una transvaginal. —Devuelve la sonda en su
mano a la máquina y la cambia por una que se parece a un enorme consolador. ¿Qué diablos va a hacer con eso?
Mis pensamientos no son del todo cabales cuando rueda un condón sobre él y me doy cuenta.
—Relaja tus piernas y déjalas caer, Paula. —Su mano y el consolador desaparecen bajo el vientre de la bata de P—. Esto no duele pero se siente lleno, sobre todo si la vejiga no
está vacía.
P me mira con sus grandes ojos y respira profundamente antes de soltarlo. Hace una cara que me dice que está incómoda y me aprieta la mano.
—¡Uf! Esa es mucha presión.
—Aguanta, Paula. Mejorará una vez que deje de mover el transductor… que eso debería ser… ahora.
Paula suspira de alivio. Su agarre en mi mano se relaja pero tiembla mientras busca en la pantalla, esperando a que la doctora le diga algo. Cualquier cosa.
—Esto es sólo una ecografía bidimensional por lo que la imagen no es la mejor. Básicamente, sólo quiero documentar la gestación. Haremos una tridimensional cuando esté más avanzada y tengamos algo que se pueda reconocer. —Finalmente apunta a la pantalla—. Parece que tienes seis semanas, sumando o restando un par de días. Esta gran zona oscura es tu útero y ese círculo blanco es el saco. Y si miras aquí… —Ajusta para ver mejor y apunta a un área blanca—. Ahí está su bebé.
Paula aprieta mi mano.
—Es increíble. Estamos mirando a nuestro bebé por primera vez. ¿Lo ves, Pedro Henry?
Es verdaderamente una vista increíble, esta pequeña personita dentro de mi esposa. Parte de mí, parte de ella, pero sea niño o niña, espero ver más de Paula que de mí en él o ella.
—Lo veo. Es increíble. —Seré cambiado para siempre por esto.
Salimos de la oficina y Paula no puede dejar de mirar la foto de la ecografía que la doctora imprimió para nosotros.
—No he sido capaz de conseguir que el episodio sangriento de Aldana salga de mi mente desde que me enteré que estaba embarazada, por lo que es un alivio saber que todo se ve bien en este momento.
—Todo va a ser perfecto. No te preocupes, ¿de acuerdo?
—Estoy emocionada. Decidí que no quiero esperar en decirle a todo el mundo desde que nos dieron un buen informe.
Me debato el traer a colación los resultados de las pruebas. No quiero echar a perder nuestra buena noticia, pero estoy seguro que Paula quiere terminar con esto más que yo.
—La oficina del Dr. Gates llamó esta mañana para decirme que los resultados de las pruebas de paternidad ya están. ¿Quieres pasar a recogerlas mientras estamos en la ciudad o esperar?
Suspira.
—No quiero posponerlo. Es mejor hacerlo para que podamos o dejar de preocuparnos y avanzar, o comenzar el proceso de aceptación de ese niño como tuyo.
Paula espera en el coche, mientras voy a retirar el informe. La mujer de recepción sonríe y me desea buenas tardes al colocar un sobre cerrado en mi mano. Mi nombre está escrito en la parte delantera en mayúsculas, pero lo único que puedo pensar es cómo debería leerse, DESTINO DE PEDRO ALFONSO.
Con Paula no discutimos la forma en que nos gustaría hacer esto, pero no abro los resultados. Creo que es algo que deberíamos hacer juntos en la intimidad de nuestro hogar
—principalmente porque no sé cómo serán nuestras reacciones— pero le voy a dar todo el poder. Es su elección decidir cuándo y cómo.
Me meto en el auto y sostengo el sobre.
—Dime cómo quieres hacer esto.
Toma un aliento y sus mejillas soplan hacia fuera mientras exhala.
—Creo que deberíamos hacerlo en casa.
—De acuerdo. —Lanzo el sobre en el salpicadero y conduzco su Cayenne hasta Avalon. El trayecto nunca me ha parecido más largo.
Me estaciono en el garaje y agarro el sobre.
—Creo que deberíamos estar solos cuando miremos esto ¿Te importa si le doy a la Sra. Porcelli el resto del día libre?
—Creo que eso es lo mejor.
Entro por delante de Paula y relevo a la Sra. Porcelli de sus funciones durante el resto del día. P espera hasta que se haya ido para entrar en la casa y veo por qué cuando viene
adentro. Ya está llorando.
—Lo siento. —Tapa su boca con la mano—. Me dije a mí misma que no iba a ser así, pero no puedo evitarlo.
—Está bien, P. Tus hormonas están por todos lados, así que no puedes evitar esta loca montaña rusa emocional que estás montando. —Extiendo mi mano hacia ella y después de que la toma, la llevo al sofá—. ¿Aquí está bien? —Asiente y las lágrimas ruedan por sus mejillas mientras rompo el sello del sobre.
Me detiene, colocando su mano sobre la mía.
—No importa el resultado, te amo. Si es tuyo, no me voy a ir a ninguna parte. Estaré contigo y seré la esposa que necesitas que sea.
Estoy aliviado al instante, y por primera vez desde que mi vida se salió de control, siento que mi mundo no se acabará por lo que podría haber en este pedazo de papel.
—No puedo decir lo mucho que significa para mí saber que estarás aquí conmigo de cualquier manera.
—Quería que lo supieras antes de que puedes estar seguro de que los resultados negativos no son la razón de que me quedé.
Tomo el papel y no es lo que esperaba. Pensé que sería una carta diciendo que era o no era el padre de Ashton Rosenthal, pero me equivoqué. Me entra el pánico, tratando de descifrar su significado.
—Es el resultado real del laboratorio. —Busco a través de un montón de palabras y números que no entiendo acerca de alelos. Una serie es para: niño. El otro para: presunto padre. Y luego veo lo que creo que son los resultados.
Basado en el análisis de ADN, el presunto padre, Pedro McLachlan, es excluido como el padre biológico del niño, Ashton Rosenthal, porque no comparten marcadores genéticos suficientes. Índice Directo Combinado: 0. Probabilidad 0%.
No soy su padre.
—¡Gah! —Pongo mis manos en mi pelo y caigo de nuevo en el sofá—. Mierda. —¿Es malo para mí estar así de aliviado cuando el resultado deja a un pequeño muchacho huérfano?
No tengo tiempo para resolver eso en mi cabeza, porque estoy tirando de P a mis brazos—. Cero por ciento de probabilidad. El hijo de Jenna Rosenthal no es mío.
Gracias mierda. Me las he arreglado para poner otra jodida tormenta a mis espaldas.
CAPITULO 182
Llegamos diez minutos tarde a su cita por mi culpa. Tuve al menos tres episodios de arcadas más antes de que llegáramos a la puerta. Le dije que siguiera sin mí pero no quiso.
Está muerto de miedo. Lo veo en sus ojos. Y creo que detecto un temblor nervioso en sus manos mientras hojea una revista para padres.
—¿Te sientes mejor?
—No. Aún tengo náuseas. Creo que podría acostarme en este piso y morir felizmente ahora mismo.
—¿Pensarías menos de mí como hombre si hiciera lo mismo? —Realmente me divierto por primera vez en días. Somos un espectáculo, dos adultos sentados en esta oficina de pediatra más asustados que los niños que nos rodean.
—Pedro Alfonso —Es llamado y somos conducidos dentro de una habitación de examen por una baja y redonda enfermera—. Está aquí para someterse a una muestra de ADN por una prueba de paternidad respecto a Ashton Rosenthal.
—Es correcto.
Santa mierda. No he escuchado su nombre hasta ahora.
Creo que he estado pretendiendo que no tenía nombre, que en realidad no existía, pero escucharlo lo hace todo muy real.
—Voy a vomitar.
La enfermera se apresura agarrar una cuenca del gabinete y me la entrega justo a tiempo.
Solo arcadas secas, por supuesto. No tengo nada en el estómago.
—Parece que necesita ver al doctor ya que está aquí. —Moja una toalla de papel y me la pasa.
—Un pediatra no va ayudar con lo que tengo.
—Mi esposa está embarazada. Son las náuseas mañaneras. —Suena tan orgulloso.
—Oh, bueno, felicidades. —Le sigue un incómodo silencio y estoy segura que es porque recordó la razón por la que él estaba aquí en primer lugar. Siento el calor de la humillación en mis mejillas. Protejo mi cara—. El doctor estará aquí en un momento.
Miro a Pedro Henry.
—Ves. Esa es la razón por la que todavía no quiero decirle a la gente.
Suspira.
—Lo entiendo, nena, pero por favor trata de entender mi lado. Estoy emocionado por nuestro bebé. Se sintió bien decirle a alguien que mi esposa está embarazada. Me hace
sentir orgulloso.
—¡No siempre puedes hacer algo solo porque se siente bien! Por eso estamos sentados en la oficina de un doctor por una maldita prueba de paternidad. —Estoy irritable, al borde, y
podría romper a llorar en cualquier momento. No tengo derecho a decirle estas hirientes cosas—. Lo siento. No sé por qué estoy siento tan perra. No quiero serlo.
—Es el embarazo, amor, y esta situación no está ayudando. —Pone sus brazos a mí alrededor—. Solo unos días más y espero que esto termine para siempre para que volvamos
a ser nosotros.
Ser nosotros. No hay nada que quiera más, pero parece que estas perras de su pasado no lo permitirán.
El médico entra al cuarto de exámenes con su enfermera. Es educado —no tiene los mejores modales del mundo— pero asumo que está acostumbrado a tratar con niños.
Recoge una muestra del interior de la mejilla de Pedro Henry y pone una etiqueta de su paciente a su alrededor. Lo sostiene frente a Pedro Henry para que verifique.
—¿Todo esto luce correcto para usted?
—Sí, señor. Ese soy yo.
—Bien. El laboratorio nos mandará los resultados y le notificaremos mediante una carta.
—Prefiero que me llamen —pide—. El correo tardará al menos dos días más y estoy ansioso por saber los resultados.
—Bueno, pero estoy seguro que querrá algo escrito también. Haré que la oficina le hable para que pueda venir por el informe del laboratorio.
Entonces, eso es todo. Ahora, esperamos.
Dejamos el cuarto de exámenes y esperamos en la recepción para avisar que nos vamos.
—¿Te gustó el doctor?
Como que es una pregunta extraña.
—En realidad no. ¿Por qué preguntas?
—Necesitaremos un pediatra.
—Bien, no será él. —No solo fue su falta de modales, no quisiera ser recordada como la esposa que acompañó a su esposo a una prueba de paternidad—. Quiero un doctor que sea mujer.
—¿Y si nuestro bebé es niño? —pregunta—. ¿No crees que será raro para él dejar que un pediatra femenino vea su pajarito?
Golpeó mis frenos mentales.
—¿Su pajarito?
—Sí. —¿En serio? ¿Así es como Pedro Henry va a decirle al pene de nuestro hijo?
—No creo que sea más incómodo que un pediatra masculino vea el tutu de nuestra hija.
—¿Su tutu? ¿Así es como lo llamarás?
Nos miramos el uno al otro y reímos.
—¿Es esto un ejemplo de a lo que nuestro vocabulario será reducido? ¿Pajarito y tutu?
—Estoy bastante seguro que lo es. Tres niños después y Ernesto habla ese idioma ahora.
—No esperaba verte aquí. —Me volteo al sonido venenoso de la voz de una mujer, pero ya sé que es ella, Jenna Rosenthal. Tiene a su hijo sobre su cadera y no se ve muy contenta con mi presencia—. Luces muy animada para una mujer cuyo marido se acaba de someter a una prueba de que es el padre de este niño. —Señala a Pedro Henry—. Míralo, Ashton. Ese es tu papi y te pareces tanto a él.
Esta mujer está delirando. Ese niño no se parece en nada a Pedro Henry.
—No lo hagas —dice Pedro Henry a través de sus dientes y luego mira al niño y suaviza su voz—. No le digas eso.
—Los resultados del examen lo probarán. Ya lo verás.
—Y si lo hace, me introducirás en su vida apropiadamente, no parados en el pasillo de la oficina del doctor.
—Siguiente —llama la recepcionista y caminamos al mostrador para pagar por la visita.
Pedro Henry dobla el recibo y lo mete en el bolsillo de su chaqueta.
—No mires hacia atrás, incluso si dice algo. Solo salgamos de aquí.
—Está bien. —Pone su brazo a través del mío y me lleva hacia afuera.
—Ashton, dile adiós a tu papi y a la madrastra malvada.
Me siente girar en sus brazos para poder voltearme y responder, para decirle algo a esa perra.
—No lo hagas, P. Reflejará poco de ti si la atacas física o verbalmente mientras tiene un niño en sus brazos. Es lo que ella quiere.
Tiene razón, pero es difícil como el infierno dejar pasar eso.
—Estoy bien. —Me enderezo y sostengo mi cabeza en alto—. Estoy bien. En serio.
Suelta mi brazo y espero hasta que estamos en el auto para descargarme.
—¿Por qué siempre tienes que follar a las locas? —Me mira pero no responde—. Maldición, Alfonso. Primero Adriana y ahora ella. Dos de doce están dementes, tres de trece si incluyes a Lana. Esa no es una gran estadística. ¿Qué les haces a estas mujeres para llevarlas a ese punto de locura?
—¿Podemos no hablar de las otras y de lo que hice con ellas?
—Seguro. De todas maneras no quiero saber. —El tema de sus antiguas amantes está más allá de viejo para mí y rápidamente estoy desarrollando los mismos sentimientos por su problema de la prueba de paternidad.
—Solo quiero concentrarme en ti y en nuestro matrimonio. —Pone su mano sobre mi estómago—. Y en nuestro pequeño.
Coloco mi mano sobre la suya.
—Todavía no hemos celebrado a este bebé.
Se inclina sobre mí en el asiento del copiloto y agarra la parte de atrás de mi cuello con su mano libre. Me jala cerca hasta que nuestras frentes están presionadas juntas.
—Oh Dios, P. Las cosas se han sentido tan delicadas entre nosotros esta semana. Tenía miedo de intentar algo por miedo a que te enojaras más.
—No fue mi intención hacerte sentir así. —Cubro su cara con mis palmas—. He sido egoísta, revolcándome en la autocompasión. No te he permitido expresar felicidad por el bebé porque te estaba castigando. He sido injusta y ahora lo veo. Lo siento. —Me inclino y beso su boca—. Vayamos a casa.
—Lo que digas.
Estoy pensando en todas la maneras en las que quiero mostrarle a Pedro Henry cuanto lo amo, pero parecen extrañas sabiendo que el ama de llaves estará vagando por la casa.
—¿Quisieras llamar a la Sra. Porcelli y darle el resto del día libre?
—No creo que será necesario para lo que tengo en mente. —Alcanza su teléfono y hace una llamada—. Hola, es Pedro. Tengo un favor que pedirle. ¿Podría preparar un picnic para
mí y Paula? —Me da una sonrisa torcida, mostrando solo uno de sus hermosos hoyuelos—. Muchas gracias. Estaremos en casa en unos quince minutos.
Termina la llamada y hace otra.
—Harold, voy tomarme el resto del día libre. —Me da la misma sonrisa torcida—. No, todo está bien. Solo quiero pasar tiempo con mi esposa así que creo que está bien que tú también te vayas. Lo retomaremos mañana.
Se detiene en el garaje y se inclina para besar mi boca.
—Quédate aquí mientras voy por la canasta.
—Bueno.
Espero en el coche y finalmente regresa. Lleva los dos brazos llenos de cosas, incluyendo el edredón del cuarto de invitados.
—¿Necesitas ayuda?
—Nah. —Se acerca al todoterreno y deja todo en el asiento trasero. Hace un gesto hacia el asiento del pasajero—. Su carruaje la aguarda, señorita.
—¿Qué vas a hacer, Sr. Alfonso?
—Todo a su tiempo, Sra. Alfonso.
Me uno a mi esposo en mi carruaje y nos saca al viñedo.
Abro la boca para preguntar a donde vamos pero la cierro porque no va a decirme. Quiere que eso sea una sorpresa, pero pongo las piezas juntas antes de llegar a dónde vamos.
Me llevará a la bodega de vinos.
La realización enciende el interruptor de mi ingle, poniéndome lista, y recuerdo la primera vez que Pedro Henry me trajo aquí. Todavía no había accedido a su loca e indecente propuesta pero él estaba determinado a que lo hiciera. Utilizó algunos movimientos poco ortodoxos para que sucediera. También fue el día que me dijo que nunca se casaría o tendría hijos. Vaya, la diferencia que ha hecho un año. Un año más y seremos padres de un… niño de cuatro meses.
Estaciona junto a la entrada de la bodega.
—Lo descubriste a mitad de camino, ¿verdad?
—No. —Me mira escéptico—. Sí. Pero solo me dio tiempo para pensar sobre lo que vamos a hacer cuando entremos.
—Reconocí cuando te retorciste.
¿A qué se refiere?
—¿Cuándo me retorcí?
—Te pones nerviosa e intranquila cuando estás excitada, pero tienes que esperar a que te lo de.
Esto no es nuevo para mí pero no me di cuenta que era tan descaradamente obvio para él.
—¿Conoces todos mis secretos?
—Lo dudo.
Abre la puerta y entramos a la oscura bodega. Prende el interruptor de los faroles y nuestro camino se ilumina.
—Amo tanto este lugar.
—Yo también. Lamento no haber hecho tiempo para traerte antes, pero Harold acecha este lugar, revisando constantemente que todo esté como debería ser. Hace un trabajo de primera cuando se trata de mis viñedos, pero me pone en un aprieto ya que soy un hombre de las cavernas.
Eso necesita cambiar porque ha pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvimos aquí.
—Entonces deberías darle más tiempo libre para que nos colemos por aquí más seguido.
—Tal vez lo haga.
Caminamos por el corredor y envuelvo mis brazos a mí alrededor. La cabaña tiene corrientes de aire.
—¿Frío? —pregunta. Asiento y me jala hacia su cálido lado.
Nos detenemos en la entrada del cuarto donde tuvo lugar nuestra recepción.
—Aún no te he perdonado por esparcir pastel sobre mi cara.
—Fue lindo.
No encontré ninguna cosa linda al respecto.
—No lo fue. Aldana trabajó en mi maquillaje una eternidad para que fuera perfecto. ¿Sabes lo que es tenerla en mi cara todo es tiempo?
—P, aún lucías perfecta después de que lo quité a besos.
Entramos al cuarto donde me trajo en nuestro primer día en Avalon. Buenos recuerdos se apresuran en volver.
—Estaba extendida en esa mesa la primera vez que me diste un orgasmo. Luego nuestros invitados de la boda se sentaron ahí y comieron pastel.
—Estoy bastante seguro de que tu papá se sentó en la mesa en el mismo lugar donde te alcé y te lamí. —Le gusta apuñalar a mis padres en cualquier oportunidad que tenga. Lo hace porque odia la manera en la que se equivocaron conmigo, así que estoy bien con eso.
Extiende una gruesa manta en el suelo cubierto de piedras de la bodega y luego la colcha del cuarto de invitados para que este lindo y suave. Se quita sus zapatos de una patada y se sienta antes de sostener una mano hacia mí.
—Siéntate conmigo.
Me quito mis sandalias y me arrodillo antes de bajar y sentarme junto a él. Toma una botella de vino de la canasta y quita la tapa. Sirve y me pasa una copa.
—No puedo beber esto.
—Es solo jugo de uva espumoso. —Lo tomo y llena un segundo vaso para él—. Sabía que no podrías beber vino así que quise tener algo a la mano cuando descubriéramos que estabas embarazada. —Da unas palmadas al espacio entre sus piernas—. Ven a sentarte aquí. —Me deslizo hasta que es capaz de envolverme en sus brazos. Mi espalda está contra su pecho y acerca su copa a la mía—. Este brindis es por ti, mi esposa y madre de mi hijo o hija. Has llenado mi vida con tanto amor y alegría este año. Es algo que nunca pensé que tendría. Te amo, P, mucho más de lo que crees, y juro que voy a hacerlo mejor para ser el tipo de esposo que te mereces. Voy a convertirme en un hombre mejor por ti y este bebé.
OhDiosMio, es tan maravilloso.
Bajo mi copa y me volteó en sus brazos.
—Eso fue tan hermoso, ni siquiera sé cómo responder. —Solo hay una manera, y no es con palabras.
Baja su copa cuando me muevo a mis rodillas para poder sacar el vestido sobre mi cabeza.
Me alcanza y me jala hacia él, amasando gentilmente uno de mis pechos.
—¿Te duele aquí?
—Un poco. —Desabrocha mi sostén y toma mí ya duro pezón en su boca. Enrolla su lengua sobre la punta y la sensibilidad hace eco en mi ingle, haciéndome temblar—. Pero eso se siente bien. —Se mueve a mi otro pecho y hace los mismos movimientos antes de darnos vuelta para que esté tendida sobre mi espalda.
Pone un beso sobre mi corazón y luego se mueve hacia el centro de mi cuerpo. Se detiene cuando llega a mi vientre y pone la punta de sus dedos sobre ella, frotando movimientos
circulares.
—Ya eres mucho más que solo un niño en mi cabeza. Eres un milagro creciendo justo aquí dentro de tu mami. —Coloca sus manos en los huesos de mi cadera y presiona sus labios
debajo de mi ombligo para un beso—. Ya eres amado más de lo que sabes.
Se mueve más abajo y levanto mis caderas para que pueda quitar mis bragas. Cuando son descartadas, comienzo a trabajar en los botones de su camisa.
—Estás muy vestido. Ayúdame.
Da un tirón a la cintura de sus pantalones y reconozco el sonido de la cremallera deslizándose hacia abajo. Lo ayudo a deslizarlo con los dedos de mis pies hasta que está fuera.
Estamos desnudos y presionados juntos. Su erección esta justo ahí, lista para zambullirse en mí, aun así espera.
—¿Esto no te lastimará a ti o al bebé?
—No. Está seguro en un capullo. —Doblo mis rodillas y las abro más antes de subir mis caderas para empujar la punta en mi interior.
Sé que se muere por hacerlo. Yo también. Nunca hemos pasado tanto tiempo sin hacer el amor excepto cuando estábamos separados, pero veo la duda en su rostro.
—Estamos bien.
Presiona su frente con la mía.
—¿Me dirás si algo duele o no se siente bien?
—Sí.
Entra lento y fácilmente, luego se detiene. Estoy frustrada como el infierno.
—No me volví frágil así de repente solo porque estoy embarazada.
—Lo sé. Solo estoy siendo gentil.
No puedo soportar esto.
—Voy a tomar el control, así que acuéstate sobre tu espalda. Voy a estar arriba. —Se sale de mí lentamente y hace lo que le digo. Subo y me hundo hasta que me llena completamente—. Mmm… ¿ves? ¿No se siente eso mucho más satisfactorio?
Pone sus manos sobre mis caderas y me guía de arriba a abajo.
—Puedes montarme cuando quieras. —Y lo hago hasta que ambos nos venimos.
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