sábado, 28 de mayo de 2016

CAPITULO 115



Entro al spa y la recepcionista me interrumpe antes de que pueda decir una palabra.


—¿Sra.Alfonso?


Me sorprende la parte de “señora”. Estoy acostumbrada a que me llamen Srta. Alfonso, pero me gusta tanto como suena que no la corrijo.


—Sí.


—Estamos listos para usted. Por aquí.


Sigo a la pequeña morena dentro de una habitación en la parte trasera del spa.


Ella coloca una bata de terciopelo en la silla mientras me explica qué vamos hacer. Una vez que me cambio, soy llevada a una habitación privada donde la magia comienza.


Recibo una manicura, pedicura, me restriegan y pulen a la perfección. Mi hora y media termina demasiado pronto, pero luego soy llevada a otra habitación donde soy puesta boca abajo sobre una mesa y se me cubre sólo el trasero.


Nunca he recibido un masaje pero veo por qué Pedro Henry no querría un masajista hombre para mí. Estoy casi desnuda.


La siguiente hora pasa volando demasiado rápido, pero me siento renovada y relajada cuando me voy. Paso varias tiendas en el lobby de nuestro hotel mientras camino hacia el elevador. Algo en la vitrina de una tienda llama mi atención; un traje de corista.


Es un bustier negro, con ribete rojo con un moño justo entre los pechos. Hay plumas negras y rojas formando una falda en la parte trasera y un pequeño tocado a juego. Todo se completa con unas medias de red negras. Es sexy. A él le encantaría.


Hmmm... traje lencería conmigo, pero ese tipo de cosas dejan de ser una sorpresa cuando la usas todo el tiempo. De ninguna manera él esperaría verme luciendo como una corista de burlesque.


Cuando estás en Vegas...


Entro a la boutique para ver el traje con más atención y una vendedora me pregunta de inmediato cómo puede ayudarme.


Señalo el traje de la vitrina.


—¿Cuánto cuesta?


—Ummmm... creo que mil quinientos.


¡Mierda! ¿Mil quinientos dólares por ese pequeño traje? Aún no estoy acostumbrada a tener dinero extra para gastar, así que se siente como mucho dinero para desperdiciar en algo como eso. Me quedó allí mirándolo y aunque es la compra más ostentosa que haré jamás, lo quiero para mi cavernícola.


—Lo llevo.


Abro la puerta con suavidad y la sostengo mientras se cierra. 


Quiero escabullirme dentro de la suite sin que Pedro Henry lo sepa para poder esconder mi compra. Lo oigo hablando en la sala de estar, así que paso junto a la puerta de puntillas y luego corro hacia la habitación. Miro alrededor rápidamente, buscando el escondite perfecto. Maldición. No hay muchos lugares donde esconderlo así que opto por ponerlo en el estante del armario. Quizás él no tenga razones para andar buscando ahí.


Salgo de la habitación y entro a la sala de estar con aire despreocupado y Pedro Henry me ve. Está hablando con Clyde de la viña Chalice pero me hace un gesto con la mano para que me una a él en el sofá. Inspecciona mis uñas y me saca las sandalias para poder ver mejor los dedos de mis pies. Suelto una risita cuando él se lleva mi pie a la boca y chupa el dedo gordo, todo mientras no pierde ni una vez el ritmo de su conversación de negocios.


Esto es condenadamente caliente.


Siento esa familiar agitación en lo profundo de mi ingle cuando él me mira de esa manera, la que me dice que quiere hacerme algo travieso tan pronto como haya finalizado con su llamada de conferencia, pero quiero guardarlo todo para esta noche use mi sorpresa para él. 


Muevo la cabeza de lado a lado y sacudo el dedo en una forma que dice “no lo creo”.


Él responde con un lento asentimiento y una mirada de determinación. Odia cuando le digo que no, pero simplemente va a tener que no gustarle porque estoy reservando todo mi amor para esta noche. Quiero que su anticipación esté en su nivel más alto.


—No —susurró—. No habrá nada de eso hasta más tarde.


—Eso suena bien, Clyde. Te llamaré en unos dias y lo discutiremos más a fondo.


Sé que está terminando la llamada antes de lo que lo hubiera hecho debido a mi rechazo.


—¿Y por qué no?


—No eres el único al que se le pueden ocurrir sorpresas. Tengo planes para ti esta noche, señor, y no incluyen hacerlo ahora.


—Hacerlo. —Ríe—. Yo lo llamo acabar.


—Hacerlo. Acabar. Como quieras llamarlo, no vamos a hacerlo ahora. Estás en espera.


—No me gusta esperar —gimotea, todavía tan sexy como el demonio.


—Bueno, mala suerte. Lo harás porque yo lo digo. —Debo permaneces firme y resistir lo que sea que él me lance al camino—. Pero tan sólo piénsalo… será tan bueno cuando finalmente lo consigas.


—No quiero pensar en lo bueno que será. Si lo hago, me pondré duro sin alivio a la vista —se queja.


—Tienes razón. No pienses en ello. —Lo beso rápidamente—. Voy a prepararme.


—¿Así que no puedo unirme a ti ahí?


Sabía que lo intentaría.


—No.


—Mierda Paula. Estás siendo bastante fría con el tipo que consiguió que te mimaran durante dos horas y media.


—Valdrá la pena. Lo prometo.


—Esperaré que lo cumplas. —Y no tengo ninguna duda de que lo hará.


—No esperaría nada menos.


CAPITULO 114






El no tiene idea de lo que me hace cuando dice cosas así. 


Me desgarra el corazón en dos. Sé que lo amo y quiero estar con él más que nada en este mundo, pero también tengo esta vida que apenas he probado. ¿Qué sucederá si la dejo de lado y luego no funcionamos? ¿Dónde estaría entonces?


Sola sin una carrera. He estado allí y he hecho eso, y fue terrible. Estoy aterrorizada de encontrarme de nuevo en esa situación.


Mi corazón corre. Sé que él quiere que le diga que me alejaré de todo esto y que regresaré con él pero no puedo.


—Tengo miedo. Aterrorizada es en realidad una mejor palabra. Ojala no lo estuviera, pero soy la única persona en mi vida que me ha cubierto la espalda. 


Ésta es mi manera de sobrevivir; poner la confianza en manos de alguien que no sea yo es volverme vulnerable. Nunca me he permitido hacer eso. Estoy arruinada de esa manera y no estoy segura de que alguna vez pueda ser diferente.


—Yo sé que puedes. Vi tu vulnerabilidad cuando me dijiste que me amabas la primera vez. Atravesaste aquellos muros que habías construido, pero te decepcioné. Y aunque me amas, no estás lista para confiar en mí completamente de nuevo. Pero está bien, porque voy a probarte que puedes poner toda tu fe en mí.


Eso me encantaría tanto; tener una persona de la que siempre podría depender por amor y seguridad. Y más que nada me encantaría que fuera Pedro Henry.


—Por favor no confundas mi falta de seguridad con falta de amor. Te juro que no podría amarte más, pero necesito tiempo.


—Yo quiero que tengas todo lo que quieras. Si es tiempo lo que estas pidiendo, entonces te daré todo lo que necesitas. —Él tira mi rostro hacia el suyo y me besa en la boca con tanta suavidad, que casi me desmayo—. Siempre te daré lo que sea que quieras.


Siento su erección atrapada entre nosotros y muevo la pelvis suavemente contra ésta.


—En este momento, sólo quiero una cosa, y definitivamente, tú eres la única persona que puede dármelo.


En tiempo record, él nos ha movido al suelo y estoy sobre mi espalda con él arrastrando mis jeans y ropa interior por mis piernas. Es implacable cuando entra en mí con tanta fuerza, mi espalda resbala sobre la alfombra.


—Lo siento —se disculpa, pero no afloja mientras me embiste con fuerza. Soy lanzada más allá sobre el suelo con cada embestida.


Enlazo mis brazos alrededor de él para aferrarme.


—Nunca lamentes follarme tan bien.


—Dios, vas a quedar con quemaduras por la alfombra si sigo así.


Se levanta del suelo y tira de mí contra él. Me levanta y deposita mi trasero en el brazo del sofá. Caigo hacia atrás sobre los cojines antes de levantar los pies hasta sus hombros y él comienza de nuevo. Maldición. Estoy siendo follada mientras prácticamente estoy de cabeza, y es bastante extraordinario.


Debería estar dispuesta a alejarme de mi vida sólo para que me pueda hacer esto todos los días. Definitivamente es algo para considerar.


Envuelve mis muslos con las manos y tira de mí hacia él mientras embiste con más fuerza con cada embestida.


—Lo que dije, lo dije en serio. Juro que eres mi maldito sueño hecho realidad.


Es increíble como puede tomar la más dulce de las cosas, tirar la palabra maldito en el medio y yo podría derretirme en un charco a sus pies. Si todavía tuviera mi ropa interior, estaría dejándola caer después de oírlo decir eso.


No tengo tiempo para pensar en una respuesta ingeniosa porque está embistiendo en mí esas últimas veces.


—No hay nada que me guste más que estar dentro suyo, Srta. Alfonso.


De acuerdo, eso es un poco diferente. Por lo general, sólo gime mi nombre. Esta vez recibo una frase completa, terminando con Srta. Alfonso.


Cuando ha terminado de acabar, me deslizó hacia arriba por el sofá y él se hunde sobre mí con su cuerpo ubicado entre mis muslos.


—Juro que no pierdes la oportunidad de conseguir estar entre mis piernas.


—No, ciertamente no, y eso no cambiará pronto. —Estira la mano y sonríe maliciosamente mientras apoya su mano sobre mí—. Aquí es donde amo estar.


Alejo su mano de una palmada, porque a veces una chica necesita un breve descanso.


—Eres un animal.


—Y te encanta.


Siempre dice eso. Y es verdad.


—Sí, así es.


—Tenemos seis días para nosotros antes de que debas regresar al estudio. ¿Quieres hacer algo especial?


Siempre estoy lista para todo, especial o no, con él.


—¿Que tienes en mente?


—No lo sé. ¿Quizás viajar a alguna parte?


He estado fuera de casa por tanto tiempo. Me gustaría pasar algo de tiempo aquí en vez de irme toda la semana.


—Quizás si fuera un viaje corto… no más de tres días.


—¿Qué te parece Las Vegas?


Me gusta la idea de un poco de diversión en los casinos.


—Podría venirme bien un poco de R&R. Quizás hacer algunas apuestas. Ver un espectáculo.


—¿Qué día te parece bien?


No quiero regresar y tener que empezar los ensayos al día siguiente.


—¿Podemos hacerlo pronto para poder tener algunos días de descanso antes de tener que regresar al estudio? Va a ser un infierno una vez que empecemos con este nuevo material.


—Lo que quieras. ¿Qué tal pasado mañana? Entonces regresarás para tener el fin de semana para descansar antes de estar en el estudio el lunes.


—Hagámoslo.



Nunca he estado en Las Vegas. Hasta que empecé a viajar con Southern Ophelia, Australia y Nueva Zelanda habían sido el alcance de mis viajes; y esos fueron con el dinero de otra persona. Creo que también lo es este viaje, pero no me siento tan dependiente. Podría permitirme este viaje si Pedro Henry me permitiera pagar.


Pero no lo hará porque así es él.


Nos registramos en nuestro hotel y por supuesto, él ha reservado la suite más lujosa que tienen; la presidencial, estoy segura. Es enorme y la decoración es extravagante sin escasez de lujo en los muebles en tonos de oro y marrón. El cuarto de baño es majestuoso en tonos a juego de oro y la niña juguetona dentro de mí no puede esperar a ver lo que Pedro Henry se le ocurre que hagamos en la gigantesca bañera de hidromasajes del tamaño de una pequeña piscina.


Quizás deberíamos quedarnos más de dos días. Puedo ver como esto podría ser relajante. Quizás no debería estar tan apresurada por regresar ya que Pedro Hery y yo podemos tener divertirnos mucho más en esa ducha doble ducha con montones de duchadores que en la pequeña bañera de fibra de vidrio de mi apartamento.


—¿Qué quieres hacer primero? —Tengo la esperanza de que diga que nos sumergiremos juntos en la bañera. No lo hemos hecho en tanto tiempo.


Él me da un golpecito en la punta de la nariz.


—Tú, querida, tienes una cita en quince minutos.


—¿Para qué?


—Unos mimos muy merecidos. Te programé una hora y media en el spa para todas aquellas cosas de chica que tanto te gustan, y luego una hora con la masajista… una mujer, por petición mía. No quiero que ningún hombre te ponga las manos encima, sobre todo en tu espalda. Eso es mío y ningún otro hombre lo toca.


Es una espalda, no una vagina.


—Puedes ser tan cavernícola a veces.


—No discutiré eso. —Me envuelve la cintura con los brazos y siento su cálido aliento contra mi oreja mientras con voz ronca dice—. Algún día voy a volver a tenerte sobre la mesa de mi cava, pero la próxima vez, te voy a follar hasta que grites.


—Creo que recuerdo algunos gritos en algún momento —le recuerdo.


—Sí, pero no del tipo que tengo en mente para la próxima vez.


—¿Me lo prometes?


—Absolutamente. —Él toma mis nalgas y gruñe juguetonamente—. Ahora, lleva tu perfecto trasero abajo para que te mimen.


—Sí, señor.


Él besa su lado de mi rostro donde todavía luzco un oscuro moretón.


—Tengo una llamada en conferencia así que estaré en la habitación atendiendo los negocios en casa, por si me necesitas por cualquier motivo.


—De acuerdo.


—Disfrutalo.


Como si hubiera una posibilidad de que no lo hiciera.


—No te preocupes. Tengo la sensación de que lo haré.




CAPITULO 113





Sobreviví a la cena. Apenas. Y mantuve mi promesa a Paula, aunque nunca me he mordido la lengua tantas veces en mi vida. Necesito un maldito trasplante de lengua después de soportar dos horas con Julia Chaves, pero me repetí todo el tiempo que todo era por mi chica. Ésa fue la única manera de que pudiera atravesarlo sin decirle a esa mujer la putada de madre egoísta y desastrosa que ha sido con una mujer que merece mucho más.


De hecho tuvo el descaro de decirme que la carrera de Paula estaba aquí en Estados Unidos y no es Australia. Lo dijo como si yo fuera un idiota y no me diera cuenta de eso. 


Sé que es en Estados Unidos donde las estrellas de música country se hacen grandes. No necesito que me lo diga, así que ahora la considero insultante además de egoísta. Pero la guinda del pastel fue cuando me dijo que arruinaría la vida de Paula si le robaba las oportunidades que tenía en el futuro.


Nada de eso le concierne a Julia Chaves. Incluso con todo el deseo que tengo de que Paula me escoja, no es mi decisión. 


Solo ella puede decidir qué camino quiere tomar en esta vida. Y todo lo que puedo hacer es rezar para que la madre no interfiera y la persuada de que su vida no es conmigo.


Cuando finalmente salen por la puerta, me desplomo sobre el sofá y apoyo la cabeza contra el respaldo. Estoy mirando el techo cuando Paula se sienta junto a mí.


—Lamento que haya sido… lo que fue.


—Sólo para que sepas… eso no mejoró mi opinión sobre tu madre en absoluto.


—Tampoco hizo mucho por la mía. Lamento que fuera tan perra contigo, pero hay buenas noticias.


—Por favor, sea lo que sea compártelo conmigo. Necesito algo bueno en mi vida después de eso.


Se baja hacia el suelo entre medio de mis rodillas y empieza a quitarme los zapatos.


—Tienes una recompensa por la manera estelar en que te manejaste esta noche —dice mientras me saca el segundo zapato. Me quita los calcetines y los arroja sobre su hombro. Desabrocha el botón de mis jeans y lleva una sonrisa malvada a la vez que baja la cremallera—. Creo que necesitas algo de espacio en estos pantalones. Lucen un poco ajustados.


Asiento mientras observo sus manos moverse de la bragueta abierta a la cintura de mis jeans donde engancha los dedos alrededor de ellos y de mis bóxers.


—Arriba —instruye a la vez que tira hacia abajo. Levanto las caderas y tiene cuidado de evitar enganchar mi erección mientras los desliza hasta mis pies antes de lanzarlos al suelo.


Después de que estoy desnudo desde la cintura para abajo, se pone de rodillas y pasa las manos por mis muslos antes de bajar las uñas por mis piernas lentamente hacia abajo.


—Voy a chuparte tan bien. Que te olvidarás de tu nombre.


—Te desafío.


Ella me toma donde mis piernas se flexionan y me da un tirón para acercar mi cuerpo más al suyo. Francamente, estoy un poco sorprendido, porque no me di cuenta de que ella guardaba ese tipo de fuerza en su diminuto cuerpo.


Sus ojos miran los míos a la vez que su lengua toca la base de mi polla y la desliza lentamente por la vara hasta alcanzar la punta. Pasa la lengua una y otra vez por el extremo antes de inclinar la cabeza y envolver la base desde un costado con la boca. Desliza la boca hacia arriba y luego me cubre mientras me toma completamente en su boca.


Adoro verla hacer eso. Nunca me aburre.


Entrelazo los dedos detrás de su nuca y masajeo los músculos de su cuello mientras cada movimiento de su boca me acerca más al éxtasis. Adoro ver su cabeza moverse hacia arriba y abajo a la vez que me toma más profundo con cada pasada. Usa la mano para aferrar el espacio libre y la desliza hacia arriba y abajo en un ritmo perfecto con el de su boca. Ella hace este movimiento una y otra vez hasta que lo siento crecer y estoy listo para explotar.


—Me estoy acercando —le advierto porque siempre necesita ser su decisión si acabo en su boca.


Como siempre, ella no se detiene y no puedo creer lo afortunado que soy de tener una chica que hace esto para mí. ¡Ella es tan condenadamente sexy!


Intento contenerme para hacerlo durar más, pero estoy acabado cuando ella aprieta la mano con fuerza alrededor de la base. Me flexiono hacia arriba en su boca y sus manos se mueven para envolverse alrededor de mis caderas mientras me succiona una última vez con fuerza. Pongo mi cabeza contra el respaldo del sofá y miro el techo.


—Eres mi sueño hecho realidad.


Así es como me quedo por varios segundo antes de levantar la cabeza para verla sentada a mis pies, su mejilla descansando contra mi pierna mientras me mira.


—Me encanta ver cómo te desmoronas de esa manera. Es impresionante saber que soy capaz de hacerte eso.


Pongo mi mano sobre un lado de su rostro y le froto el pómulo amoratado con el pulgar.


—Eres la única que puede.


Ella gira su rostro hacia mi palma y coloca su mano sobre la mía.


—Creo que te lo debía luego de que manejaras tan bien a Julia. Sé que no fue sencillo para ti.


Hay mucho más.


—Nena, no sabes ni siquiera la mitad.


—¿Qué más hizo?


—Me acorraló en el comedor mientras estabas en la cocina.


—¿Qué dijo?


Ni siquiera quiero hablar de ello porque temo que Paula pueda empezar a pensar en ello y encontrar algún mérito en las palabras de su mamá, pero se lo digo por mi propio egoísmo porque quiero ver su reacción. He dejado caer pistas aquí y allá, pero todavía tenemos que hablar de cualquier tipo de futuro juntos.


Espero poder leer en su rostro alguna señal de cómo se siente acerca de dejar su nueva vida exitosa.


—Me dijo que te estaría quitando grandes oportunidades si te alejara de tu carrera.


—Oh, Dios.


—Sabes que no soy esa persona. Quiero que tengas todo con lo que has soñado.


—Hay dos cosas con las que sueño, y tener una significa no conseguir la otra. 


Voy a decirlo.


—La parte egoísta de mi quiere decirte que renuncies a lo que estás haciendo y regreses conmigo, pero no lo haré. Tiene que ser una decisión que tomes por tu cuenta. No podría soportarlo si más adelante me culparas por quitarte esta vida.


—Y yo quiero decirte que vendas todo y vengas aquí a construir una vida conmigo, pero entiendo cómo dejar atrás los viñedos que conoces por algo desconocido podría ser desastroso para tu sustento. Has trabajado tan duro para renunciar a todo tu éxito, y nunca podría pedirte que te mudaras lejos de tu familia. Entonces, ¿dónde nos deja esto? ¿Hacia dónde vamos desde aquí?


—No tengo idea. Sólo sé que te quiero más que a cualquier cosa que haya querido en mi vida.


—Lo mismo. —Me besa la pierna—. Ojalá no fuéramos tan complicados. —Tan pronto como la palabra complicados abandona su boca, ambos reímos—. Lo sé. La complicación es exactamente lo que querías evitar y mira lo que le ha hecho a tu vida.


Espero que no esté sugiriendo que habría sido mejor no conocernos porque nada podría estar más alejado de la realidad.


—Ven aquí, amor.


Se levanta del suelo y se sienta a horcajadas de mí. Tomo su rostro con mis manos y la sujeto para estar frente a frente.


—No me arrepiento ni de un segundo. Eres mi complicación preferida y siempre lo serás. —Veo lágrimas formándose en sus ojos mientras comienzan a ponerse vidriosos—. Supe que serías la siguiente desde el instante en que puse mis ojos sobre ti cantando en ese club, pero nunca puedes imaginarte mi sorpresa cuando me di cuenta no eras sólo la siguiente… eras la última.