domingo, 8 de mayo de 2016
CAPITULO 49
Aldana y yo no nos hemos vuelto a ver desde que me mudé, así que tenemos un montón para ponernos al día. Decidimos que lo mejor es hacerlo con hamburguesas y batidos en el restaurante de los años cincuenta.
—Entonces, ¿cómo te va con “traje”?
Ese nombre le va mal ahora. Pocas veces lo he visto con un traje desde esos primeros días. Él es todo sexy, resistente al desgaste en estos días, pero elijo no discutir con ella.
—Él trabaja muchas horas, pero las cosas están bien ahora.
—¿Qué significa “ahora”?
¿Realmente quiero hablar de Adriana con ella? Sí, creo que sí. Ella es mi mejor amiga. Tengo que sacar esto y decírselo a alguien.
—Una de sus ex novias locas vino a verme anoche cuando él estaba fuera de la ciudad.
Aldana se sienta erguida, dispuesta a escuchar todos los jugosos detalles. Ella ama una buena pelea de gatas.
—¿Qué pasó? ¿Le tuviste que patear su culo?
—Ella entró a la casa como si fuera la dueña del lugar y me dijo que era su esposa y madre de sus hijos.
Sospecho que está viendo la misma bandera roja que yo vi.
Donde hay humo, hay fuego. ¿Cierto?
—¿Y lo es?
—No, pero por supuesto que le creí. Ya sabes cómo soy cuando se trata de hombres. No confío en ellos.
—Paula, ¿Cómo sabes que ella no está diciendo la verdad?
Estoy jugando con una servilleta en mi regazo, arrancando trozos pequeños y haciéndolos bolitas.
—Empaqué mis cosas y las tenía en la puerta para que así yo pudiera estar fuera de ahí a primera hora esta mañana. Él llegó a casa temprano y luego se puso de mierda cuando vio que me iba. Aldana, él llamó a su madre a las tres de la mañana para que diera fe de que no está casado.
—Eso es bueno, ¿verdad?
—La parte de que es soltero está bien, pero lo que sucedió después fue inesperado.
No estoy segura si esto que pasó complicará la relación o seguirá como iba.
—Relax, Pau. Sexo es sexo. Enróllate con él y diviértete. Para de tratar de complicar las cosas.
No estoy tratando de hacer complejo el sexo con Alfonso.
—No tuvimos sexo.
Ella entrecierra sus ojos hacia mí.
—¿Te dijo que te amaba o una mierda por el estilo?
— No, no hablamos.
—Si no hablaron y no tuvieron sexo, ¿qué hicieron?
—Él me abrazó toda la noche.
—Pssst. Eso suena aburrido como el infierno.
—Pero no fue así. Me gustó.
—Necesitas asesoramiento.
Aldana puede ser una tonta a veces.
—Eres mi mejor amiga. Se supone que me aconsejes cuando pierdo mi camino.
—Cariño, me he perdido de este acuerdo nuevo también, cuando dijiste acerca de no tener sexo.
Ella se encogió de hombros.
—Él me llevará a Nueva Zelanda la próxima semana.
Ella me da un puñetazo en el hombro.
—Cierra la boca. De ninguna manera.
—Sip, así es.
Meto la mano en mi bolsa y saco el dinero que me dio.
—Nos vamos a quedar en una casa en una playa privada y quiere que le compre ropa nueva y trajes de baño para el viaje.
Los ojos de Aldana se ensanchan.
—¡¡¡Mierda!!! ¿Cuánto dinero es eso?
—No lo sé, no lo conté.
Ella se acerca y lo toma de mi mano para hojearlo.
—“Traje” te dio una gran cantidad para comprar bikinis y sandalias.
Recuerdo lo que me dijo Alfonso. Cuando compro para mí, voy a comprar para él porque él me quiere en cosas lindas.
—Me siento culpable de tomar su dinero, pero no puedo darme el lujo de comprarme las cosas que él quiere que tenga para el viaje.
Ella ondea el dinero enfrente de mí.
—Se comprometió a mostrarte el mejor momento de tu vida. Ésta es una de las cosas de las que él ha estado hablando. Te quedan dos meses con él. Diviértete mientras puedas.
Ella tiene razón. Estoy haciendo mucho alboroto de esto.
Hablamos de lo que quería de ésta relación en un principio, y él me dijo que me quería mimar y hacernos sentirlo genuino.
Esto era lo que seguía adelante con su parte del trato, por lo que debía de mantener la mía también. Si él quiero que lo sintamos de verdad, lo podía dar, todos los días de la semana y dos veces los domingos.
CAPITULO 48
Llamo a Aldana cuando casi llego al departamento. No planeo subir porque no quiero toparme con Benja.
—Hey, estoy a una cuadra de distancia. ¿Estás lista para bajar?
—Necesito cinco o diez minutos más. —Por supuesto que los necesita. Nunca está lista a tiempo. ¿Nunca aprenderé a decirle que esté lista treinta minutos antes?
—Esperaré en el carro.
—De ninguna manera. Sube, por favor.
Lo sé no debería, pero accedo en contra de mi mejor juicio.
—Okey. Ábreme, pero por favor apúrate.
Daniel se detiene frente al departamento.
—Aldana no está lista todavía así que voy a subir. No debería tomar mucho.
Alcanzo la manija, pero no funciona. Seguro contra niños, supongo. Están activados probablemente porque Daniel sabe que me importa un comino que abran la puerta para mí. No soy una inútil. Puedo abrir mi propia puerta, pero esa no es la manera en que Alfonso lo quiere.
Daniel se ve molesto conmigo mientras me permite salir del carro. Creo que no aprueba que suba al departamento porque sabe que a su jefe no le gusta.
—No tardaré, Daniel.
—No puedo decirte qué hacer, pero sabes que a él no le gusta esto. —Daniel sabe de mi pleito con Benjamin, tal vez no los detalles, pero Alfonso le ha dicho algo.
—Me apuraré.
—Lleva tu teléfono contigo y llámame si tienes algún problema. Cualquier cosa.
Genial. Tengo a Alfonso y a Daniel queriendo patear el trasero de Benjamin
—Lo llevaré, pero no te preocupes. Estaré bien.
—Estaré preocupado hasta que te vea salir de ese edificio sana y salva. —¿Qué le dijo Alfonso?
—Estaré diez minutos máximo —prometo.
—Hazlos cinco. —Suena molesto.
Llamo a la puerta y Benjamin contesta. Él me da una sonrisa torcida, como si estuviera incómodo. Debe ser.
—Hola, Paula. Por favor, entra.
Entro en el departamento y no puedo recordar un momento más incómodo en mi vida. Me quedo ahí tratando de pensar en una conversación educada, pero no puedo conseguir decirle nada al hombre que me llamó puta después de que trató de besarme.
—Deja entro y reviso a Aldana.
Él toca mi brazo mientras camino y me pongo rígida.
—¿Puedo por favor tener un minuto?
Saco mi brazo de él. No quiero hacerlo, pero me siento como si tuviera que hacerlo porque él es el hermano de mi mejor amiga.
—Te daré un minuto.
—No estoy diciendo que tengo algún tipo de excusa para lo que hice, pero realmente estaba borracho en la víspera de Año Nuevo. De lo contrario nunca hubiera actuado de esa manera. Solo quería decirte que lo siento.
—Disculpa aceptada.
Eso es lo único que obtendrá de mí.
Camino a la habitación que una vez compartí con mi mejor amiga y ella está sentada en la cama, lista para irse. Ella se sacude cuando me ve en la puerta. Sabía que esto estaba puesto en marcha total.
—No te enojes, Paula. Quería verte para que él pudiera pedir disculpas y yo sabía que ésta era la única manera.
—Me mentiste.
La acusé, pienso en todas las verdades a medias que le he dicho acerca de Alfonso y decido que quizás sería buena idea si no soy demasiado dura, ¿Quién soy yo para juzgarla?
—Pero está bien, entiendo porque lo hiciste.
—Tuve que hacerlo, Pau. Él ha estado tan enfermo consigo
mismo desde que ocurrió.
—Bueno, ya pasó. Ya le dije que acepto sus disculpas.
—Gracias Paula.
CAPITULO 47
Casi estoy contenta de que Adriana llegara. Alfonso es forzado a darme un entendimiento que no haría de manera voluntaria. Ahora veo por qué es tan reservado con respecto a su vida, y en realidad no puedo decir que lo culpo si ese es el tipo de cosas rayando en la locura con las que tiene que tratar.
No hablamos después de que le dijera cómo me iba a marchar. Se sostiene sobre mí como si temiera que me pudiera levantar y deslizarme lejos en la noche.
Estaba asustado cuando pensó que lo había abandonado.
Lo escuché en su voz y lo vi en sus ojos.
De alguna manera logro dormir con él enredado en mí, y sigue sosteniéndome cuando mi teléfono vibra en la mesita de noche a las siete en punto. Estoy segura de que es Daniel llamando para saber si estoy lista para partir.
Alfonso rueda lejos de mí y lo agarra antes de que yo fuera capaz de hacer un movimiento.
—Daniel, después de todo la Señorita Beckett no necesita que la lleves esta mañana.
Después de que terminó la llamada, rueda de regreso hacia mí.
—Me estuvieras abandonado justo ahora si no hubiera regresado a casa temprano. —Tiene razón, aún así no quiero admitirlo, así que no digo nada. Me jaló cerca de nuevo, del mismo modo que me sostuvo toda la noche—. Tenemos dos meses más juntos. Por favor, no trates de irte de nuevo a menos que sea una decisión mutua.
—Okey.
—Prométemelo, Paula. No quiero preocuparme de tener que llegar un día y encontrarme con que te has ido.
—Lo prometo. —Se relaja con mi garantía y sé que éste es el final de eso. Nunca lo sacará de nuevo porque me cree.
—¿Qué te gustaría hacer hoy?—pregunta.
—No esperaba que estuvieras aquí, así que le pedí a Aldana que se encontrara conmigo para almorzar antes de que todo el asunto de Adriana sucediera.
—Eso está bien. Parece que he descuidado mi trabajo de oficina desde que está aquí, Señorita Beckett. Mis libros podrían soportar algo de actualización.
—Señor Henry, ¿Está culpándome por su falta de productividad?
—Sólo de mi falta de concentración —explica—. Parece estar en ti estos días.
—Entonces probablemente sea una buena idea salir de tu espacio hoy.
—Vamos a llamarlo una salida de chicas. Tú y tu amiga pueden ir de compras o lo que sea que hacen cuando están juntas.
Encojo los hombros porque en realidad no tengo dinero extra para gastar. Mi presupuesto está bastante apretado después de mi juerga de gastos en la ropa interior antes de Navidad.
—En realidad no necesito nada.
Sale de la cama y toma su cartera de los pantalones. Coloca varios cientos en la mesa de noche bajo mi teléfono. Guau, eso en realidad me hace sentir como una puta.
—Cuando compras para ti misma, estás comprando para mí porque me gustas en cosas lindas. —Se inclina y besa mi boca—. Te llevaré a un lugar la próxima semana, así que compra algunas cosas nuevas para nuestro viaje.
—¿A dónde me llevas?
—Nueva Zelanda. Es un viaje de negocios, pero tendremos mucho tiempo para jugar mientras estemos ahí, así que compra algunos vestidos veraniegos y algunos trajes de baño nuevos. Me gustaría solicitar bikinis muy reveladores.
¡De ninguna jodida manera! Aldana estará tan celosa.
—¿Me llevas a Nueva Zelanda?
—Sí. Tengo algunos negocios en uno de los viñedos y mi jefe tiene casa en una playa privada. Nos está dejando quedarnos ahí por un par de noches.
—Alfonso. Ni siquiera sé qué decir. —Y no lo sé. Nunca podría hacer algo como eso por mí misma. No hubiera podido venir a Australia si los padres de Aldana no hubieran comprado mi boleto de avión.
—Hay solo una palabra que deseo escuchar.
—¿Sí?
—Esa misma.
Levanto mis brazos hacia él y me permite saltar sobre él con mis piernas alrededor de su cintura mientras chillo.
—¡Vamos a Nueva Zelanda! —chillo de nuevo con excitación.
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