jueves, 12 de mayo de 2016
CAPITULO 63
Estamos conduciendo hacia la casa de mis padres después de conseguir nuestras cosas del hotel y me acorde de mi mamá susurrando algo a Paula.
—¿Qué te dijo mi mamá en el hospital?
—Oh, ¿te refieres a después del incidente donde la asuste por llamarte Pedro Henry? —Se acerca y arrastra sus nudillos por mi bíceps. Maldita sea, en cierto modo duele—. Gracias por la advertencia, por cierto. No.
—Perdóname. Estaba un poco preocupado por la incertidumbre de la sobrevivencia de mi papá. ¿Qué dijo?
—Lo que ella me dijo es nuestro pequeño secreto, no para que lo sepas.
Genial. Mi mamá y la mujer con la que estoy teniendo una aventura están compartiendo secretos a mis espaldas. Eso no es incómodo en lo absoluto.
Ahora, tengo más curiosidad que nunca.
—Dime. Quiero saber.
—No. Ella te lo habría dicho si quería que supieras.
—Ella piensa que estamos enamorados. O por lo menos tenemos el potencial para estarlo. —Lanzo las palabras como cebo en un anzuelo para ver si puedo conseguir un mordisco.
—¿Piensas eso? —Maldición. No puedo decir por su tono si está pidiendo mi opinión o si está siendo graciosa.
No está dando su brazo a torcer, pero tengo mis maneras.
No podría conseguir lo que quiero de ella pidiendo, pero tengo otros métodos de hacer a este pajarito cantar.
CAPITULO 62
Voy a toda velocidad hacia el hospital y estamos allí en cinco minutos. Entramos al vestíbulo y veo a Ernesto esperándonos en los ascensores.
—¿Alguna noticia?
Le da un vistazo a Paula. Sé que él está poniéndolo todo junto y recordando las fotografías, pero ahora no es el momento de decirle que deje de imaginársela desnuda.
—Bajé justo después de que hablé contigo, así que no lo sé.
—¿Saben si se trata de algo grave?
—No. Podría ser otra cosa, pero los exámenes que le están haciendo ahora nos dirán qué tan extenso es el daño si se trata de un ataque al corazón. Cuando salga, él podría tener que estar en la unidad de cuidados intensivos.
Mierda, eso no suena bien.
Paula me aprieta la mano.
—Sé que cuidados intensivos suena horrible, pero creo que ser monitoreado allí después de un ataque al corazón sería el cuidado estándar, independientemente de la gravedad.
Ésta es la razón por la que la necesito aquí. Ella es mi ancla.
Ella me calma.
—Éste es mi hermano, Ernesto. —Quién es mejor que no esté imaginándote desnuda en estos momentos.
—Paula, es un placer conocerte. He oído algunas cosas estupendas de ti de mi hermano. —Ernesto lo mantiene a raya, pero estoy seguro de que me causaría problemas si estuviese conociéndola bajo otras circunstancias.
Lo seguimos hacia el ascensor y luego nos guía a donde está esperando el resto de la familia. Mi mamá está fuera de su asiento al segundo en que nos ve y me tiene en sus brazos.
—Pensé que nunca te localizaríamos, Pedro.
—Lo siento. Mi teléfono estaba apagado porque Paula y yo estábamos en la Casa de la Ópera.
Mi mamá me deja ir y le da toda su atención a la chica a mi lado. Esto es todo.
Aquí es donde todo va a cambiar. Ella va a saber mi nombre.
—Paula, ésta es mi madre, Margarita Alfonso.
No sé si se trata de las circunstancias con mi papá o el final de su espera por conocer a la mujer que ella percibe como mi novia, pero mi madre jala Paula en un fuerte abrazo.
Casi pienso que va a llorar, pero mantiene la compostura.
—No estaba segura de que alguna vez llegara a conocerte. Pedro me ha prometido más de una vez que te llevaría a la casa, pero siempre surge algo. Estaba empezando a preguntarme si existías, pero ahora veo que lo haces, y eres incluso más hermosa que las fotos que él me enseñó.
Y ahí está. Sabe que soy Pedro Henry Alfonso y por la expresión de su rostro, eso no significa una mierda para ella.
Quiero estallar en carcajadas. Todo este secretismo acerca de quién soy ha sido en vano.
—Gracias. Es un placer conocerla, Sra. Alfonso. Pedro Henry me ha dicho cosas maravillosas de usted.
¡Oh, demonios! Paula no sabe que mi madre es la única persona en la tierra que me llama Pedro Henry. Veo el rostro de mi mamá y sé que la mierda acaba de volverse real.
—¿Lo llamas Pedro Henry?
Paula no es consciente de esta metida de pata.
—Sí, señora.
Mi mamá toma el rostro de Paula en sus manos y la inclina hacia adelante para susurrarle algo al oído. Dios, ayúdame.
Ella está tan decidida a casarme, que no hay forma de predecir lo que le dijo. Pudo haberle propuesto matrimonio por mí.
Mamá se recupera de conocer a la mujer que cree que es su potencial nuera y nos unimos al resto de la familia en la sala de espera. Le presento a Paula a Chloe, y luego a Emma y a las niñas. Es una presentación incómoda para ella el conocer a mi familia por primera vez en estas circunstancias, pero lo maneja bien.
Todos estamos inquietos porque han pasado casi dos horas desde que mi papá regresó, pero su médico finalmente sale con una actualización.
—¿Ustedes son los familiares de Henry Alfonso?
Mi mamá es la que responde.
—Sí. Soy su esposa.
—El Sr. Alfonso lo está haciendo bien. No era un ataque al corazón como sospechábamos, pero tenía dos obstrucciones muy significativas. Una estaba bloqueada al noventa por ciento, la otra cerca del noventa y cinco por ciento. De ahí provenía el dolor. Hemos colocado un stent en ambas y espero que se recupere completamente. Lo vigilaremos durante la noche y él debería ser capaz de regresar a casa mañana.
Mi mamá sostiene su cabeza con la mano, su rostro inundado de alivio.
—Muchas gracias. ¿Cuándo podemos verlo?
—Debería estar saliendo de la recuperación en cualquier minuto. Va ir a la unidad de cardiacos de cuidados intermedios en vez de a la unidad de cuidados intensivos. Su enfermera vendrá por ustedes cuando esté instalado en la habitación.
Veo a Ernesto apiñarse con su esposa y niños mientras mamá y Chloe se están abrazando, y supe que traer a Paula conmigo fue la decisión correcta, incluso si la condición de mi papá terminaba siendo menos que de riesgo vital.
Ella me abraza y nuestras frentes se tocan
—Tú papá va estar bien. —Sonríe cuando añade—: Pedro Henry.
Susurro para que así mi familia no pueda oír:
—Es raro oírlo salir de tu boca.
—Se sienta raro decirlo. —Y ése es el final de nuestra conversación de nombres.
Éste no es el momento ni el tiempo de hablar de ello.
No esperamos mucho tiempo hasta que la enfermera viene por nosotros.
—Puedo llevar a cinco de ustedes, pero no se admiten niños.
Emma sostiene a Mila y mira hacia Ernesto.
—Es tú papá. Ve y yo me que quedaré con ellos.
Paula me echa un vistazo.
—No conozco a tu padre. Emma debería ir. —Ella se da la vuelta hacia mi cuñada—. Puedo quedarme con las niñas, si no te importa dejarlas conmigo.
Veo el alivio en el rostro de Emma.
—Gracias.
—De nada. —Paula toma a una dormida Mila de Emma y la lleva hacia donde Celia está durmiendo en la silla—. No te preocupes. Estaremos bien.
Entramos a la habitación de hospital de Henry Alfonso en grupo. Nadie de nosotros lo dijo, pero es aterrador ver a este fuerte hombre tan frágil y débil. Está pálido en contraste con las sábanas blancas del hospital, casi blanco en blanco.
Nos escucha entrar y abre los ojos. Se ve atontado. Estoy seguro que es la anestesia desvaneciéndose.
Mira a mí mamá primero. Esa es la manera en que siempre ha sido entre ellos.
Ella siempre es la número uno.
Y eso es lo que mi mamá quiere que tenga. Mi propio número uno.
Ella se sienta en la silla junto a su cama mientras nosotros observamos como espectadores. Mi papá trata de alcanzar su mano y ella la coloca en la suya.
—Debería haberte escuchado, Margarita.
—He estado diciendo eso por años, Henry.
El sombrío estado de ánimo en la sala se levanta por el humor de mi mamá. Ella dice lo que piensa. Heredé eso de ella, pero también tiene un don para aliviar el malestar y la tensión de los que la rodean.
—Henry, puede que debiera agradecerte por tratar de morir porque nunca adivinaras quien trajo Pedro Henry al hospital con él.
—Bueno, amor, juzgando por la felicidad en tu cara, solo puede ser la mujer con la que ha estado saliendo.
—Sí, y es encantadora. Simplemente hermosa. Y ella lo llama Pedro Henry.
La familia entera se me queda mirando porque se perdieron esa conversación entre Paula y mamá.
—¿Qué? No es una gran cosa.
Como siempre, mi hermana es la primera en discutir.
—Eres un completo mentiroso. Eso es una gran cosa.
Necesitaba cambiar de tema, y rápido.
—No estamos aquí por Paula y yo. Estamos aquí por papá.
El horario de visita termina y la enfermera de mi papá nos asegura que su condición es buena. Nos convence de que sería lo mejor para todos, incluyendo mi mamá, ir a casa por la noche. La sala de espera no está hecha para una buena noche de descanso.
Soy el primero en la sala de espera con mi mamá no muy lejos. Paula tiene a Celia bajo el brazo como una mamá gallina y a la bebe Mila montada sobre su hombro, chupándose el dedo mientras mira alrededor.
Su suave voz llega a través de la sala de espera y la escucho cantar nanas de Brahms: —Cierra tus ojos…Ahora y descansa… que estas horas sean bendecidas.
Mi mamá está parada a mi lado escuchando a Paula cantar a las enanas de mi hermano.
—Pedro Henry, ella es una persona especial.
No tiene que decirme cosas que ya sé.
—Así es. —Suspiro.
Choca levemente su hombro con el mío.
—Y tú has sido una pequeña mierda por no traerla a conocerme.
Estoy divertido, pero no sorprendido por la elección de palabras de Margarita Alfonso. Ella es la única madre que sé qué le diría a su hijo de treinta años que es una pequeña mierda. Si las circunstancias fueran como ella cree, tendría razón.
Porque no puedo decírselo de otra manera, no tengo defensa, así que no discuto.
—Supongo que lo he sido.
—¿Dónde te estás quedando?
¿A dónde va con esto?
—En el Marx.
Ella suspira.
—Ve a buscar tus cosas. Quiero que tú y Paula se queden en la casa.
Ahora lo veo. Ella es tan transparente.
—El Marx está mucho más cerca del hospital.
Toma ese tono conmigo. Ese tono maternal de haz lo que digo.
—Acabamos de tener una cosa de milagro con tu padre. La familia debe estar junta.
Quizás quería a la familia junta, pero eso no es de lo que esto se trata.
—Quieres a Paula en tu casa así puedes tener acceso a ella.
—No has salido con nadie en años. ¿Está mal que quiera pasar tiempo con ella?
Es innecesario que ella llegue a conocer a Paula, se va en un mes.
—No hay nada malo siempre y cuando no tengas ideas exageradas sobre nosotros. Ella está aquí solo por cuatro semanas más.
—Eso no está escrito en piedra, ¿verdad?
Caray, esta mujer es segura y determinada.
—No, pero está escrito en su billete de avión.
Ella bufa.
—Lo juro, los hombres Alfonso no tienen un hueso romántico o creativo en sus cuerpos.
Odio que mi mamá tenga la impresión equivocada.
—No es lo que piensas entre nosotros. Paula y yo sabíamos que tendríamos solo tres meses juntos cuando empezamos a vernos. Estuvimos de acuerdo en salir por diversión, no por amor.
—Pero el corazón quiere lo que el corazón quiere.
—Y el tuyo quiere otra nuera y madre para más nietos.
—Mi corazón quiere que seas feliz, y creo que esa chica es la indicada para hacerlo. Tienes cuatro semanas para convencerla de quedarse. —Me levanta las cejas—. Te sugiero poner manos a la obra inmediatamente, hijo.
CAPITULO 61
Nunca he disfrutado de la ópera tanto en mi vida.
Paula y yo salimos del teatro unos momentos antes de que la cortina se cierre. No quiere enfrentarse a la pareja sentada frente a nosotros en el balcón. Está casi segura de que escucharon su chillido ahogado y sabían exactamente lo que estaba pasando. Estoy bastante seguro de que ella tiene razón.
Caminamos a través del estacionamiento tomados de la mano y otro fotógrafo da un paso frente a nosotros para tomar más fotos. Paula levanta su mano.
—Lo siento, pero hay muchas más personas a las que usted puede fotografiar. Encuentre a alguien más.
El fotógrafo baja la cámara para mirar a Paula. Creo que ella lo divierte.
—Está bien. Ya tengo lo que necesito.
Ella realmente no tiene idea de quién soy.
Cuando estamos en mi auto, saco el teléfono de mi bolsillo para volver a encenderlo y veo casi una docena de llamadas perdidas de mamá, Ernesto, y Chloe.
—Algo está pasando porque mi familia ha estado reventando mi teléfono durante las últimas dos horas.
Llamo a mamá primero y no obtengo respuesta, así que trato entonces con Ernesto.
Ni siquiera dice hola cuando responde.
—Pedro, es papá. Lo han llevado al hospital. No sabemos nada con certeza todavía, pero podría estar teniendo un ataque al corazón.
—¿Qué pasó?
—Mamá dijo que estaban en casa y él comenzó a quejarse de dolor en el pecho. Trató de conseguir que fuera al hospital, pero ya conoces a papá. Él quería ver si se le pasaba, pero se puso peor por lo que ella llamó a una ambulancia. Se lo llevaron hace unos treinta minutos y dijeron que nos darían una actualización cuando supieran más. ¿Dónde estás?
—Estoy en Sydney.
—Bien. Estamos en el San Vicente. ¿Cuánto tiempo te tomará llegar hasta aquí?
—No mucho.
—Está bien. Bajaré y te encontraré en el vestíbulo.
Termino la llamada con mi hermano y estoy entumecido. Es mi indestructible papá de quien él está hablando. Se acababa de retirar para que finalmente pudiera pasar tiempo con mi mamá. Iban a viajar juntos por el mundo.
—¿Qué ha pasado?
—Es mi papá. Lo han llevado al hospital. Mi hermano dice que podría estar teniendo un ataque al corazón.
Paula alcanza mi mano.
—Oh, lo siento, Alfonso. ¿Te tomará mucho tiempo llegar a él?
—No. Está en el San Vicente aquí en Sydney. No está lejos.
Agarra mi mano y la besa.
—Tienes que irte. Ahora. Tomaré un taxi de regreso al hotel.
Ella hala la manija de la puerta para salir y ahí es cuando me doy cuenta de que no quiero que se vaya. La necesito, así que toco su brazo con mi mano.
—No te vayas. Quiero que estés conmigo.
—Tendrás a tu familia.
Trago antes de decir las palabras que cambiarán esta relación para siempre.
—Tú eres la única que necesito.
—Pero eso significará conocer a tu familia.
Lo hace, y estoy de acuerdo con ello si eso significa que ella está a mi lado.
—No me importa. Necesito que estés conmigo.
Ella sonríe y acuna mi rostro con sus manos.
—Por supuesto. Iré si eso es lo que quieres, pero esto va a cambiarlo todo.
—Lo sé, pero es lo que quiero.
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