miércoles, 15 de junio de 2016

CAPITULO 172





Solo han pasado unas semanas desde que estuvimos en Sydney para celebrar el cumpleaños de Pedro Henry, pero ahora es tiempo de regresar a lo de mis suegros por el mío, a pesar de que mi cumpleaños sea en unos días más. La mejor parte es que me he escapado del asunto de cocinar esta vez, y Chloe, la chef profesional, va a preparar la comida. 


¿Otra ventaja?


Margarita está cocinando el pastel de mi elección. Chocolate —sí, dulce niño Jesús— definitivamente chocolate. Podría hacerme adicta fácilmente.


Termino de empacar temprano y salgo hacia la oficina de Pedro Henry para ver cuánto tiempo estará allí. Me gustaría llegar temprano a casa de Henry y Margarita, así puedo hablar con Chloe cara a cara ya que estoy segura de que invitará a Benjamin esta noche. Me gustaría que vaya más suave esta vez.


Pedro Henry no le gusta para nada el asunto de Benja y no creo que le vaya a gustar pronto.


Aún lo odia por pretender lo que consideraba suyo. 


Demasiado mal que fallara en informarme que le pertenecía. Eso nos habría evitado un montón de dolor y tiempo separados, pero sé muy dentro de mi corazón que todo pasa por una razón.


Toco la puerta medio abierta de Pedro Henry.


—Oye, guapo. Quería ver cuánto tiempo demorarás. —Me detengo en seco cuando veo a la morena de piernas largas en una corta falda estirándose por encima su escritorio, hacia él. Su blusa tiene un corte bajo bastante pronunciado, medio espero que un pezón escape si se estira más.


Él parece inconsciente de lo que ella está haciendo —por supuesto que lo haría conmigo de pie justo aquí— pero ¿cómo puede estarlo? Es tan descaradamente obvio que está tratando de hacerle notar su gran delantera. Demonios, son tan lindos que captan mi atención.


—Esta es Bianca, la interna que contraté por el semestre. —Lo recuerdo diciendo que tomaría una practicante, pero nunca mencionó que fuera mujer y estoy malditamente segura de que no me dijo que era caliente—. Esta es mi esposa, Paula.


Sonrío y ofrezco mi mano.


—Es un placer.


—He oído mucho de usted. —Hmm… gracioso. Yo no he oído ni una sola palabra de ella.


—Espero que todo bueno.


—Absolutamente.


—Estoy terminando, nena. —Pedro Henry usa un bolígrafo rojo para encerrar un área en el mapa que están mirando—. Esta sección entera necesita ser explorada en busca de moho. He visto algunas áreas sospechosas y es imperativo ir allí pronto. Estarás buscando puntos amarillos aceitosos en las hojas. Las infectadas están por lo general en la parte externa del dosel pero no siempre. También puedes encontrarlos en lo alto.


Entiendo muy poco de lo que acaba de decir, pero ella lo hace. Está hablando el lenguaje del viñedo, y lo entiende perfectamente.


—Lo entiendo, Pedro. —¿Lo llama Pedro? No me gusta eso. Con excepción de la Sra. Porcelli, todos sus empleados lo llaman Sr. Alfonso. Esta mujer ni siquiera es un empleado remunerado; es una practicante.


—He terminado aquí si estás lista para irnos.


Oh chico, siempre lo estoy.


No llevamos ni quince minutos de camino cuando no puedo aguantar más. Tengo que preguntar.


—No habías mencionado a Bianca. ¿Cuándo vino a trabajar para ti?


—Diciembre.


Oh, demonios. ¿Ha estado trabajando con esta mujer por dos meses y no la ha mencionado ni una vez? ¿Qué importa?


—¿Por qué no la he visto hasta hoy?


—Está rotando en los viñedos. Esta es su primera semana en Avalon.


¿Una hermosa mujer ha estado vagando por mi hogar-viñedo por una semana y no lo sabía? ¿Qué clase de esposa idiota no se da cuenta de ello?


—Encuentro un poco extraño que esté vestida con una falda corta y una blusa de corte bajo para un trabajo de practicante. ¿No sería eso un poco inapropiado para vestir?


—Estaba vestida así porque tuvo una cita en la ciudad esta mañana. No irá por allí vistiendo así. —Me mira y entonces vuelve a mirar el camino—. ¿A dónde estás yendo con
esto, P?


Recuerdo la forma en que sus pechos estaban puestos frente a su rostro.


—Parecía como si estuviera intentando amamantarte cuando entré en tu oficina.


—Estás siendo ridícula. He conocido a esa chica desde que era una niña. Es la nieta del Sr. Brees. Lo recuerdas, ¿cierto? Uno de mis mejores clientes que nos dio boletos para Madama Butterfly. Aceptarla como practicante es un favor para él.


Está equivocado. Esa niña ha crecido y, aparte del vestuario, vi algo en la forma que maniobraba el cuerpo a su alrededor. 


Quería que él la deseara. Lo sé porque una mujer tiene el don de la intuición y el mío estaba gritándome, Ten cuidado con esta mujer, Paula. Quiere a tu esposo.


Él no lo ve, o quizás simplemente se niega a admitírmelo, pero mi radar está en máxima alerta. No quitaré mis ojos de ella en ningún momento.


—Por supuesto que recuerdo quién es el Sr. Brees. Es responsable de mi primer orgasmo en una ópera.


—¿En serio, P? ¿Le estás dado a Randall Brees, un hombre que se parece demasiado a un duende de Keebler, crédito por ese orgasmo?


—Sabes lo que quiero decir. Es la razón de que conociera a tu familia. Si no te hubiera enviado esas entradas, no habría estado contigo en Sydney la noche que Henry fue llevado
al hospital. Conocer a los Alfonso puso todo nuestro arreglo en dirección diferente, lo cambió todo. El Sr. Brees no tiene idea, pero bien podría estar detrás de que me convirtiera en tu esposa.


—Wow. Aquí estaba yo pensando todo este tiempo que yo era la razón de que te convirtieras en mi esposa.


Pongo mis ojos en blanco.


—Já já.


—Dejando las bromas de lado. No tienes motivos para preocuparte por Bianca. Sabe que eres mi esposa y no estoy interesado en ella.


Odio lucir como la esposa celosa. No es atractivo para nadie, pero lo elegiría sobre la esposa ingenua y engañada cualquier día.


—Enfriaré mi artillería porque confío en ti, pero dejemos algo en claro. Si hace un movimiento en falso, uno, está fuera.


Toma mi mano y la lleva a su boca para besarla.


—Lo que digas, nena.


Llegamos a casa de Henry y Margarita un par de horas antes de mi fiesta. Pedro Henry se planta en la sala con su papá para verificar el marcador de algún partido en la televisión.


Lo cual me va bien. Quiero hablar con Chloe sobre Benjamin, así que entro en la cocina. Veo mi pastel de chocolate en el mostrador y tengo una increíble urgencia de tomar un tenedor.


—Alguien está mirando ese postre con mucha intención.


—He estado esperando este pastel desde la última vez que estuve aquí. Casi llamé para rogar por uno la semana pasada. Estaba dispuesta a conducir cuatro horas para recogerlo.


—Debiste haberme llamado. Habría hecho uno y te lo habría llevado. —Margarita está sonriendo. Estoy segura de que está asumiendo que tengo este antojo por una razón
especial, pero no es así. Creo que es simplemente un pastel delicioso y no tuve suficiente de él antes.


Puedo decir que Chloe está procesando esta conversación.


—He visto la misma reacción en algunas personas en el restaurante y siempre están embarazadas. ¿Crees que puedas estarlo?


Margarita sabe que estamos tratando, pero no estoy lista para ir allí con el resto de la familia. Y tampoco quiero mentirle a Chloe. Es mi cuñada, y además una buena amiga, pero no quiero decir nada que acarree más preguntas. Me encojo de hombros, intentando aparentar desinterés.


—No que yo sepa. —Camino hacia allí y miro lo que está preparando, y cambio de asunto—. ¿Por cuál te has decidido?


La chica de cumpleaños, o chico, consigue elegir la comida. No se me ocurrió nada que sonara genial, así que le dije a Chloe que eligiera por mí.


—Mi versión de pollo y biscochos. Creí que te gustaría ya que es algo familiar a la cocina sureña.


—Eso suena bien. Necesito un gran vaso de té dulce con eso.


—Hecho. Pedro me dijo que te gustaría eso en vez de vino, así que le di una oportunidad. — Muy bien, Alfonso. Me salvaste de tener que rechazar el alcohol.


Saca una jarra del refrigerador y le pone algo de hielo.


—Prueba esto y dime si está lo suficientemente dulce para ti.


Esta realmente bueno.


—Lo tienes. Sabe justo como el de Nanna.


—Sabe a jarabe para mí, pero Pedro dijo que tenía que estar realmente dulce.


—Me conoce bien.


Margarita deja la cocina diciendo que quiere verificar los resultados del partido. Me da un guiño cuando lo dice, así que estoy segura de que tiene un motivo: para preguntarle a Pedro Henry cómo van los esfuerzos de hacer bebés ya que no puede preguntarme delante de Chloe.


—¿Cómo están las cosas con Benjamin?


—Realmente bien. Sé que Pedro lo odia pero Benjamin me gusta mucho. Me trata bien, más que cualquiera de los otros perdedores con los que he salido últimamente. —Tiene una mirada aturdida en su rostro—. Es loco, Paula. Ha pasado poco más de un mes desde que empezamos a salir pero creo… creo que podría ser el indicado.


Nunca pensé que Benjamin fuera un mal chico. Simplemente se puso un poco celoso cuando Pedro Henry empezó a pasear por allí. Honestamente, creo que le gustaba el reto que Pedro Henry presentaba más de lo que yo le gustaba.


—No es loco del todo. Supe tan pronto empecé a salir con tu hermano que Pedro Henry era el único hombre que siempre amaría.


—Benja es perfecto para mí, a pesar de que nunca creí que querría estar con alguien en el negocio. No son los mejores hombres de familia. —Me mira y arruga la cara—. Lo siento
No quise decirlo de la forma en que sonó. Pedro ha cambiado por ti y nunca estaría ausente como papá.


—Está bien. Se lo que quieres decir… pero probablemente deberías prepararte para que tu hermano cause problemas. No está feliz con su relación.


—No me preocupa. Su aprobación no es un requerimiento para que sea feliz.


—Lo ablandaré.


Chloe viene a darme un abrazo.


—Apreciaría eso. Digo que me no me importa si lo aprueba, pero esa no es la verdad. Quiero que acepte a Benjamin.


—Creo que lo hará, con el tiempo. Todo esto está aún fresco. Se paciente con él.


Pone un pescado a cocerse en el horno, establece el tiempo, y entonces regresa a sentarse conmigo en la barra. Una gran sonrisa se extiende en su rostro.


—Esto no es algo que podría decirle a Aldana, pero he estado muriendo por decírselo a alguien. —Ríe antes de inclinarse hacia adelante y susurrar—: Benjamin es supremamente sexicioso. —Gime—. Mmm… el hombre es malditamente bueno en lo que hace.


Está bien. Así que, no tengo que preguntar si están teniendo sexo, no es que lo haría de cualquier forma.


—Eso ciertamente ayuda cuando es bueno, ¿cierto?


—Oh, sí. Ningún hombre me ha hecho nunca las cosas que él hace. Simplemente creía que estaba teniendo buen sexo antes. Pero umm… no. ¿Es así como son los hombres americanos?


—Solo he estado con alguien más antes de Pedro Henry, y era terrible, así que creo que tienes suerte de que Benjamin sea… sexicioso. No tiene nada que ver con que sea americano.


Tiene una expresión de asombro.


—Paula ¿Solo tuviste un compañero sexual antes de mi hermano? —Sus ojos están muy abiertos—. Eras casi virgen cuando lo conociste. Apuesto que malditamente amó eso.


—Realmente, lo odia. Desearía que no hubiera tenido al primero.


—Puedo verlo totalmente, es un bastardo codicioso. Pero eres su esposa, así que supongo que debería sentirse así.


Pedro Henry entra en la cocina para tomar una cerveza.


—Huele bien aquí, hermanita. —Ambas guardamos silencio y sabe que está interrumpiendo algo—. ¿Qué están haciendo aquí?


—Nada —decimos simultáneamente y entonces nos miramos y estallamos en risas.


—¿Charla de chicas?


—Sí. Podría decirse.


Gira la tapa de su cerveza y la lanza al basurero.


—Me gustan las charlas de chicas.


—No te gustaría oír esta. No es de tu gusto.


—Pruébame.


Por un momento —como un nanosegundo— considero decirle cuán supremamente follable encuentra su hermana a Benja, pero entonces decido que no puedo hacerlo; no quiero arruinar su humor.


—Te amo demasiado como para hacerlo, hombre de las cavernas






CAPITULO 171





Pedro Henry está sentado en su escritorio, mirando un mapa del viñedo.


—Oye, nena. —Estira su brazo hacia mí, así que voy hacia él. Me atrae sobre su regazo y roza su nariz contra mi cuello—. ¿Cómo fue el desayuno tardío con Aldana?


Realmente me está preguntando si obtuve una explicación de por qué no me dijo sobre Chloe y Benjamin.


—Dijo que se le olvidó.


Se aleja y me mira.


—¿Y le crees?


Levanto mi mano, indicando que necesito explicarlo.


—No al principio, pero entonces me dijo sobre todo lo que está pasando en su vida y supe que era verdad. Ha estado preocupada.


Se reclina hacia atrás en su silla, llevándome con él.


—¿En qué se ha metido esta vez la pequeña señorita Ensimismada?


—Está embarazada.


Sus cejas se levantan.


—¿Es de Zac?


Golpeo mi mano contra su pecho porque no puedo creer que haya preguntado.


—Por supuesto que lo es. No es una puta.


—¿Lo hizo a propósito para que se casara con ella?


Wow. Su opinión de Aldana es aún peor de lo que pensaba.


—No. Ni siquiera se lo ha dicho aún porque le aterra que la mande al diablo.


—Zac no está en la mejor posición para cuidar a un bebé justo ahora, pero sería un hijo de perra si le diera la espalda. ¿Crees que lo haría?


Lo mataré si lo hace.


—No creo que lo haga porque ama a Aldana.


—¿Han discutido sobre casarse? —pregunta.


—Ella dice que nunca hablaron sobre ello y eso la está carcomiendo. Esa es otra razón por la que no se lo ha dicho. Quiere saber lo que piensa de casarse con ella sin un bebé en la ecuación.


Pedro Henry sacude la cabeza.


—Mierda. Esos dos están en un condenado lío. Me alegra de que no seamos nosotros.


—Lo sé.


—¿Le dijiste que habíamos decidido tener un bebé?


Tenía tantas ganas de hacerlo, pero era el momento incorrecto.


—No. No pude después de que me dijera que estaba embarazada.


—No te preocupes por eso, mi amor. Funcionará bien para ellos. —Lo sé. Mi mejor amiga y yo estaremos embarazadas juntas, si todo funciona de la forma que espero. Nuestros
bebés crecerán muy cercanos. Quizás no parezca así ahora, pero realmente es bastante perfecto.


—Estás en lo cierto. Zac está locamente enamorado de ella y caerá sobre su rodilla tan pronto como la oiga decir la palabra bebé.





CAPITULO 170





No puedo creerlo. Pedro Henry y yo estamos tratando de que quede embarazada.


Aldana se va a morir cuando se entere.


Daniel nos lleva a Aldana y a mí al hotel Castlebury donde comeremos en el restaurante que Pedro Henry recomendó. Ella estaba llegando tarde, como siempre, así que estamos tomando un desayuno tardío en vez de un desayuno.


Una atractiva mesera nos escolta a nuestra mesa y me llama por mi nombre —Sra. Alfonso— cuando estamos sentadas. ¿Cómo lo sabe?


Levanto mi menú, pero no lo estoy leyendo.


—Eso fue raro, ¿no?


Puedo ver que no sabe a qué me estoy refiriendo.


—¿Qué?


—Que la mesera me llamara señora Alfonso, pero no sé cómo lo supo. No hice reservaciones, así que no hay razón para que sepa mi nombre. —Mi mente inmediatamente va a ese lugar: ¿esta mujer es una de las doce y sabe quiénes somos?


—Estás casada con Pedro Alfonso. La gente lo conoce y su negocio es saber quién es su esposa. —Aldana levanta su menú—. Probablemente está verde de envidia porque nunca llegará a follar con él.


Espero que ese sea el caso, pero si es una de las compañías que tuvo antes de mí, entonces ya lo ha hecho. 


Muchas veces.


La mesera es mayor que yo, pero aún así es joven, no del todo el tipo que Pedro Henry hubiera elegido.



Otra mujer camina hacia nuestra mesa.


—Sra. Alfonso. Bienvenida al Restaurante Fusion. Julie está a su servicio y estará con ustedes pronto. ¿Quizás pueda traerles algo de beber mientras revisan el menú?


Creo que necesito alcohol.


—Pediré una mimosa.


Espero lo mismo de Aldana, pero me sorprende.


—Jugo de naranja, por favor.


Me siento un poco rara bebiendo sola.


—¿Por qué no vas a tomar una mimosa? Sé lo mucho que te gustan.


Aldana toca su frente con la mano.


—Tengo dolor de cabeza. No creo que sea buena idea añadirle champaña.


Recojo mi bolso y empiezo a escarbar porque sé que no ha tomado nada para el dolor. Así es ella.


—Estoy segura de que tengo algo en mi bolso que puedes tomar.


—Estoy bien, Pau. No tienes que cuidar siempre de mí como si fuera una niña.


Nunca antes le ha importado.


—Estas enojada esta mañana.


—Lo siento. No descansé anoche. Sabes que soy una perra cuando no he tenido mis horas de sueño.


Es peor que una niña sin su siesta cuando está cansada.


—Se supone que habrá una tormenta otra vez más tarde. Será un día perfecto para tomar una siesta.


Pedimos nuestra orden y llegan los platos. Aún no he traído a colación lo de Benja y Chloe pero no puedo aplazarlo más.


—La otra noche fue la fiesta de cumpleaños de Pedro Henry con la familia y tengo que decirte, Aldy… estuvimos bastante impresionados de ver a Ben allí con Chloe.


—Oh, demonios. —Abre mucho los ojos.


—¿Por qué no me dijiste que estaban saliendo?


—Lo siento. Sé que debí hacerlo, quería hacerlo, pero he tenido algunos asuntos de mierda bastante serios con los que tratar últimamente.


Aldy siempre tiene asuntos de mierda serios.


—¿Tan mal para qué olvidaras decirme que mi cuñada esté saliendo con tu hermano, a quien mi marido desprecia? No tiene sentido que olvidaras algo como eso.


Los ojos de Aldana se llenan de lágrimas. Los cierra firmemente y grandes gotas ruedan desordenadamente por cada una de sus mejillas.


—Pau, he metido la pata a lo grande. Quiero decir, realmente la he jodido. — Cuidadosamente seca las lágrimas de sus ojos usando el borde de su servilleta intentando evitar arruinar su maquillaje perfecto.


No he olvidado la tendencia de Aldana a ser dramática, pero el temor crece en lo profundo de mis entrañas.


—Estoy segura de que no es tan malo como piensas.


Sus ojos parecen más grandes de lo usual mientras mira hacia arriba. Más lágrimas ruedan por sus mejillas mientras asiente.


—Sí, lo es, y no creo que pueda hacer la única cosa que arreglaría todo el asunto. —Está sollozando y me asusta demasiado porque mi Aldy no es así.


Amo a mi mejor amiga pero es egoísta como el infierno, así que hay una sola cosa que podría hacerla reaccionar de esta forma. Algo debe haber ocurrido entre ella y el hombre que adora con todo su corazón.


—¿Ha pasado algo entre tú y Zac?


Hace el feo gesto de llorar y entonces usa sus manos para ocultarlo.


—Oh, algo definitivamente ha pasado entre nosotros. Me he unido a esa estadística que te advierte, el menos de uno por ciento de gente en la cual el control de natalidad falla incluso cuando lo tomas correctamente. —Su cuerpo se sacude porque está llorando muy fuerte—. Estoy embarazada.


—Oh, mierda.


—Sí. —Ríe, pero no de la forma humorística—. El que tenga un bebé es definitivamente un momento de “Oh, mierda”.


Sé que no están casados, así que el momento no es el ideal, pero no entiendo por qué esta reacción tan extrema. Ama a Zac. Él la ama y son geniales juntos. No tengo duda de que se casarán y estarán juntos para siempre de cualquier forma.


—Es una sorpresa. Te concederé eso, pero no entiendo por qué estás tan alterada.


—¿Estás bromeando, Pau? No tengo madera de madre. Estoy metida en mí misma y en lo que quiero. —Sacude su cabeza y me mira como si creyera que podría haberme vuelto loca—. Mi boca es tan malditamente sucia. La primera palabra del niño será “joder”. Sin duda.


—Creo que serías una madre maravillosa y estoy segura de que Zac está de acuerdo. ¿Qué te dijo cuando se lo contaste?


Aldana aleja la mirada.


—No se lo he dicho.


—¿Por qué no?


Parece triste.


—¿Realmente crees que quiere oír que estoy preñada?


Solo puedo mirarla mientras pienso en cuán feliz sería Pedro Henry si fuera yo la que le dijera que íbamos a tener un bebé. Casi puedo ver la amplia sonrisa en su rostro, sus brillantes ojos azules bailando con felicidad. Lo imagino levantándome del piso y haciéndome girar una y otra vez mientras me dice cuánto me ama y cuán feliz es.


Pero esto no está pasándome a mí, así que empujo la fantasía de mi mente y regreso a la realidad. A la realidad de Aldana.


—Estoy segura de que un bebé será una sorpresa para Zac, pero te ama. Estoy segura de que no será una sorpresa no bienvenida.


Suspira mientras sacude la cabeza.


—Estás equivocada.


¿Cómo puede saberlo?


—¿Te ha dicho que no quiere bebés?


—Quiere niños. —Se cubre el rostro con las manos—. Pero no creo que los quiera conmigo.


Aldana está claramente agitada y carente de su confianza habitual.


—¿Por qué dirías eso?


—Hemos estado juntos cerca de un año, y no me ha propuesto matrimonio. Mierda, ni siquiera habla nunca de casarse conmigo. El único futuro que hemos discutido es uno en el que él posee su propio viñedo. Nunca soy parte de la ecuación.


Wow. No tenía idea. Pero eso no quiere decir que no tenga planes de casarse con Aldana.


He visto la forma en que la mira y sé que está locamente enamorado de ella.


—Es ambicioso. Estoy segura de que está esperando porque quiere tener una forma de mantenerte a ti y a tus hábitos antes de hacerte su esposa. Zac no es tonto. Se ha dado cuenta de que eres de alto mantenimiento.


Sonríe pero solo es a medias.


—Entonces podríamos estar a años de que sea capaz de solventarme. O quizás está a años de estar listo para ser esposo y padre.


—Zac puede tener elección en la parte de ser esposo, pero no puede en el asunto de ser padre. Los niños no esperan a que sus padres estén listos. Vienen cuando deciden que
quieren venir. —Mírame. Les tomó cerca de veinte años a mis padres finalmente actuar como mamá y papá. O algo así.


—Quizás cree que soy lo suficientemente buena para follar pero no lo suficientemente buena para ser su esposa o la madre de sus hijos.


—No hay forma de que piense eso. Apostaría dinero a que te pedirá matrimonio tan pronto como sepa que hay un pequeño Zac dentro de ti.


—¿Pero no lo ves? Eso es exactamente lo que no quiero. Necesita casarse conmigo porque me ama más que a nada en este mundo. Incluso más que a su sueño de poseer un viñedo exitoso. Quiero que me ame de la forma que Pedro Henry te ama a ti. No apostaré por menos.


Esa es probablemente una de las cosas más inmaduras que he oído salir de la boca de Addie.


—Y no tendrías que apostar menos.


—Oh, mi Dios, Paula. Voy a tener a una dulce, pequeña y adorable de mejillas regordetas… máquina de mierda. —Se inclina y descansa su frente sobre sus palmas—. Voy a ponerme gorda y tener estrías. Y hemorroides. Sabes que esas cosas son totalmente desagradables. Oh, Dios. Mi vida sexual se ha acabado.


Y aquí vamos con la exageración.


—Estoy segura de que hay medidas que puedes tomar para prevenir esas cosas, o al menos reducirlas. Deberías hacer algo de investigación, así sabrás qué esperar.


Su cabeza gira para verme.


—Déjame adivinar. Estás sugiriendo que lea un libro sobre expectativas de embarazo.


Aldana no tiene madera para hacer eso. No es intelectual y no dice serlo. El mundo tiene suerte si lee las señales de alto.


—Podría ser un buen punto dónde comenzar… después de que le digas a Zac.


Sacude la cabeza, su rostro severo.


—De ninguna forma. No estoy lista para eso.


Está siendo irrazonable. ¿Cuánto tiempo planea ocultarlo? 


Este secreto tiene fecha de expiración y se revelará a sí mismo con o sin su permiso.


—No puedes ocultárselo por mucho tiempo. Se va a dar cuenta de ello y no puedo imaginar que eso vaya bien.


—Lo sé. No tomará mucho tiempo antes de que descubra que no tengo mi período. Dios, es tan maniático del control. Está más atento a mis ciclos que yo, pero necesito un poco de tiempo para pensar cómo tomará las noticias.


Un maniático del control es exactamente lo que Aldy necesita, alguien que la mantenga en la dirección correcta. La conozco y entiendo lo que quiere decir sin oír sus palabras directamente. Temo que no irá bien si tantea a Zac para ver su reacción. No está considerando la imagen completa. Es fácil decir lo que uno hará cuando realmente no está en determinada situación. Nadie sabe realmente lo que sentirá en una circunstancia hasta que le sucede.


—Por favor, no trates de hacer que Zac especule sobre un posible embarazo. Tu bebé no es hipotético. Es real y merece saberlo lo más pronto posible.


—Y le diré, pero necesito saber cómo se siente sobre mí, sin el bebé, primero. Si me pide que me case con él, quiero saber que es porque me ama, Pau. No a causa de una
obligación o porque quiere atarse a mí porque teme que su hijo se le escapará de las manos.


Está bien. Entiendo su deseo de querer saber sus verdaderos sentimientos por ella antes de que sepa sobre el bebé. Me sentiría igual si estuviera en sus zapatos.


—Se inteligente con la forma en que hagas esto. La última cosa que necesitas de él es que se sienta engañado.


Una expresión sorprendida vino a ella.


—¿Y si he estado viéndolo de la forma incorrecta? Imaginaba que me pediría matrimonio porque quiere hacer lo correcto, pero ¿y si estoy equivocada y me dice que no quiere volver a verme nunca más? ¿O si quiere que me someta a un aborto? Tiene tantos sueños para el futuro y temo que piense que el bebé lo arruinará todo.


No había considerado esa posibilidad y no estoy segura de por qué. ¿No es de alguna forma lo que mi papá le hizo a mamá?


—Si lo hace, entonces que se pudra. Puede largarse porque me tienes a mí. Siempre estaré a tu lado para ayudarte a cuidar de este bebé.


Aldana alcanza mi mano a través de la mesa y la sostiene en la suya.


—Tú siempre eres la estable y yo la bala perdida. Deberías ser tú la que tuviera al bebé. No yo.


Esta es probablemente la única vez en que Pedro Henry estaría completamente de acuerdo con Aldana.


—Algún día lo será. —Con suerte, un día bastante cercano.