martes, 31 de mayo de 2016
CAPITULO 120
No menciona el matrimonio o niños al día siguiente. O al siguiente. Estoy empezando a pensar que no recuerda la discusión en absoluto. Claro. No tengo ni idea de lo que diría si me lo pidiera de verdad, pero me molesta que no haya sacado el tema una vez. Es como si toda la conversación no hubiese ocurrido.
Tal vez no lo recuerda. Estaba definitivamente ebrio. Pero quiero que recuerde haberme dicho esas cosas. Quiero que las diga otra vez cuando no esté borracho, aunque no estoy segura de cuál sería mi respuesta.
Estamos de vuelta en Nashville y tengo dos días antes de volver al estudio con la banda. Eso significa que sólo tenemos dos semanas antes de que Pedro Henry vaya a casa. No quiero que se vaya. Me gustaría que pudiera quedarse aquí conmigo para siempre, pero el tiempo no es nuestro amigo. Nunca lo ha sido. Nuestros momentos juntos son siempre granos que caen a través del reloj de arena.
Unos meses aquí. Otro mes allá. Estoy harta de tener limitaciones de tiempo impuestas en esta relación como si tuviéramos una fecha de caducidad.
Es sábado por la mañana y estamos descansando en el sofá. La cabeza de Pedro Henry está en mi regazo mientras estoy leyendo mi última novela romántica y estoy pasando mis dedos por su cabello. Sé lo mucho que le encanta. Está relajado, con los ojos cerrados, y sospecho que puede haberse quedado dormido hasta que pregunta.
—¿Qué quieres hacer hoy?
No quiero hacer nada más que estar con él sin ningún tipo de distracciones.
—Esto.
—¿Y esta noche?
Lo mismo.
—Mucho más de esto. ¿Está bien?
—Me conviene. —Me recuerda a un perro acostado sobre su espalda, para conseguir una buena caricia.
—Volver a trabajar se interpondrá en nuestro tiempo juntos.
—Ya está. Lo dije.
—No estoy emocionado por eso.
Ninguno de nosotros ha mencionado el tic-tac del reloj, pero eso no significa que debemos seguir actuando como si no existiera.
—Dos semanas —suspiro—. Pasarán rápido y se acabarán antes de darnos cuenta.
—Lo sé. ¿Qué vamos a hacer cuando llegue ese día? Porque vendrá más pronto de lo que nos gustaría.
—No lo sé.
Abre los ojos y me mira.
—Me va a matar irme de aquí sin ti.
Le pongo la mano en su rostro y le acaricio la garganta que he llegado a amar tanto.
—Me va a matar verte dejarme.
—Así que ¿ahí es dónde estamos? —pregunta—. ¿Queremos estar juntos, pero no tenemos una solución para saber cómo vamos a hacerlo?
No respondo porque no quiero admitir la verdad. Ojalá no hubiera dicho nada porque es muy difícil de enfrentar.
Prefiero fingir que no estoy mirando a perderlo de nuevo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario