miércoles, 1 de junio de 2016

CAPITULO 125





Paula y yo hemos pasado los últimos dos días en la cama o en la ducha para que pudiéramos regresar a la cama juntos. 


Diría que estos fueron los mejores días de mi vida excepto por la razón por la que hemos sido dos ninfómanos las últimas cuarenta y ocho horas.


Me voy hoy, y ella no va a venir conmigo.


Estamos en el puesto de seguridad y la sensación enfermiza que tengo en el estómago es mucho peor de lo que había imaginado. Me siento sin aire y me duele el pecho porque mi corazón está siendo arrancando. El dolor es incluso peor que cuando encontré la carta de despedida de Paula.


No soy un hombre que llora, jamás, sin embargo, siento que está a punto de suceder. Es extraño y peleo contra ello, pero se está haciendo cada vez más difícil con cada minuto. 


Nuestra separación en inminente e inevitable.



La tengo en mis brazos. La aprieto con más fuerza de lo que debería.


Probablemente esté lastimándola, pero es mi intento de fundirnos en uno para no tener que dejarla atrás. Y no está funcionando.


Oigo su voz dulce y suave contra mi oído y la siento temblar en mis brazos.


—No te vayas —susurra.


Siento las lágrimas cuando llegan y entierro el rostro en su cabello.


—No me dejes sin ti.


Y regresamos a ese lugar que odio. Ella no viene conmigo y yo no puedo quedarme.


Nuestro tiempo juntos se está acabando. No nos queda mucho y me alejo de ella para poder verle el rostro.


—Esto no es para nada como quería que fuera.


—Lo sé. No quería que te fueras con las cosas entre nosotros tan… sin resolver.


Ella no entiendo que me refiero a algo completamente diferente.


—No me refería a eso, nena. —Meto la mano en el bolsillo y saco la caja de cuero negro que he llevado conmigo a todos lados durante las últimas dos semanas.


Esperaba el momento perfecto, pero nunca se presentó. 


Ahora tengo que hacerlo de esta manera sólo minutos antes de dejarla por Dios sabe cuánto tiempo.


La ofrezco para que ella pueda verla. Quiero que tenga un momento para absorber dónde estoy a punto de ir. La mira brevemente antes de que sus ojos suban rápidamente para encontrar los míos. Luce como si quisiera decir algo pero
no puede escupir las palabras.


—Paula, una vez te pedí que fueras mía por tres meses. Ahora te pido que seas mía para siempre.


Abre la boca para hablar y le pongo un dedo sobre los labios.


—Pero no quiero que me respondas ahora mismo porque no estás lista para decir que sí. Todavía necesitas tiempo para abrir tus alas y volar. Te amo con todo mi corazón y quiero que experimentes todo lo que esta vida tiene para ofrecerte porque ésta no esperará. Pero yo sí. Esperaré por el tiempo que haga falta, y puedes venir a mí después de que hayas tenido suficiente de esta vida… cuando estés lista para pasar la eternidad conmigo.


Lágrimas llenan sus ojos.


—No puedes hacerme esto justo antes de subirte a un avión para irte.


Oigo la última llamada para mi vuelo a Los Ángeles, así que abro la caja.


—Cuando vengas a mí, te pediré que seas mi esposa, pero hasta entonces… —Se cubre la boca cuando ve el anillo. Tomo su mano izquierda y deslizo el anillo de compromiso de diamantes en su dedo—. Sé que usualmente no llevas el anillo hasta que dices que sí, pero quiero que lo lleves como un recordatorio de que te estoy esperando. Para que cada vez que lo veas en tu dedo, sepas que espero ansiosamente que vengas a mí para que podamos comenzar nuestra eternidad juntos.


Lágrimas caen por sus mejillas.


—Estoy tan furiosa contigo en este momento que no puedo ver bien. A la vez te amo como la mierda mientras te odio con locura. No sé si quiera abofetearte o desnudarme contigo.


—Mi voto sería para que te desnudes, pero no creo que lo permitan aquí en el aeropuerto.


—No puedo creer que acabes de hacerme esto.


Estoy coqueteando con la idea de perder mi vuelo.


—Tengo que irme, nena.


—Lo sé.


—Piensa en la historia que podremos contarle a nuestros hijos si dices que sí.


Está de pie en la entrada del puesto de seguridad y está sollozando histéricamente cuando paso el punto donde ya no podré verla más. Me rompe el corazón. Así no era como quería que fuera mi propuesta, pero no lo lamento. Sé lo que estoy haciendo. De una forma u otra, voy a tenerla como mi esposa.






No hay comentarios:

Publicar un comentario