miércoles, 1 de junio de 2016
CAPITULO 127
No puedo creer que Pedro Henry me hiciese esto.
Él y yo no somos normales. Nunca lo hemos sido, y nunca lo seremos, así que no estoy segura de porque esperaba una proposición normal de su parte. Pero tiene razón en una cosa: definitivamente es una historia para contarle a nuestros hijos.
Nuestros hijos . Wow. Está más allá de los dominios de la realidad pensar que hemos pasado de un acuerdo a un maratón de sexo de tres meses sin verdaderamente contemplar la posibilidad de matrimonio o hijos, especialmente cuando él estaba tan empeñado en contra de ellos. ¿Debería preocuparme que hiciese un cambio de ciento ochenta grados en las cosas que tenía tan firmemente decididas hace unos meses?
Sé que me quiere, pero me preocupa que haya cambiado de pensar sobre el matrimonio y los niños por las razones equivocadas. No quiero que se base en lo que yo quiero en vez de lo que él quiere sólo para mantenerme. Necesito a alguien con quien pueda hablar sobre la propuesta de Pedro Henry. Sólo hay una persona digna de una conversación brutalmente honesta sobre esto, y está correteando por los alrededores de Australia con el amor de su vida. Miro hacia el reloj, son las 10.00 p.m. en su horario. Definitivamente estoy llamando a esa zorrita.
Contesta al tercer tono con un saludo que no me es muy desconocido.
—Hola, coñito.
Deja de ser una sorpresa cuando lo dice todo el tiempo.
—Hola, polla maloliente. ¿Cómo van las cosas por ahí abajo?
Anticipo que su respuesta tendrá algo que ver con estar debajo o meterse debajo de Zac.
—Podría decir mucho de eso y decir que sacaste tú el tema, pero no lo haré.
— Sería la primera vez—. Gracias, lo aprecio.
—Así que, ¿cómo estás desde que el guapo del traje se fue? ¿No se iba hoy? — Aún sigue llamándolo así.
—Sí, se fue hace unas cinco horas.
—¿Estás bien?
No. No lo estoy. Es peor de lo que me imaginaba.
—No estoy del todo bien con la idea de separarme de él de nuevo.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
—Aldy, me propuso que me casara con él. —Me aparto el teléfono, anticipando el grito que viene.
—¡Qué! —me grita, como esperaba—. Cuéntamelo todo.
—Me dijo que sabía que no estaba lista para abandonar mi carrera, pero que me estaría esperando a que lo buscara cuando estuviese preparada para ser su esposa. Me puso un anillo en el dedo. Como un anillo de compromiso, el más bonito que jamás he visto, y me dijo que me recordaría que está esperándome. Así es como se fue, pero luego me llamó desde LA y me lo preguntó por teléfono.
—¿Qué vas a hacer?
Sé lo que quiero hacer, abandonarlo todo y huir con él.
Quiero ganarle hasta Avalon y estar esperándolo en su cama para cuando llegue.
—No lo sé. Por eso te llamo. Necesito tus consejos contundentes.
—Solo me encontré con el chico un par de veces y fue bajo falsas pretensiones. Gracias otra vez por eso, por cierto.
No me va a dejar olvidarlo.
—Lo sé. Lo siento.
—Es difícil darte un consejo sobre un tipo que no conozco, pero aquí está lo que tengo: es rico y exitoso, así que nunca tendrás que preocuparte por que te cuide. Es jodidamente hermoso, eso es un plus. De acuerdo con lo que me has dicho, ambos tienen sexo como los monos locos. Le da a tu cosita mucha atención y te hace venir muchas veces, así que estás bien ahí. Ambas sabemos que si el sexo es bueno es un gran acuerdo. Buscó un investigador privado para encontrarte, eso demuestra cuanto te quiere. Debe quererte o no te lo hubiese propuesto. ¿Pero lo quieres lo bastante como para casarte con él?
Sé que lo hago, pero hay otros asuntos.
—Lo quiero. Pero estoy preocupada de que esté hablando de matrimonio e hijos porque es algo que le dije que quería. ¿Qué si está de acuerdo con eso pero no es lo que quiere?
—Paula, ¿realmente crees que el chico se casaría contigo si no quisiera? Por el amor de Dios, ha tenido relaciones sexuales insignificantes con mujeres para evitar toda la cosa del compromiso. No hubiese decidido dejar esa vida a menos que te amara y que se quisiera casarte contigo.
Supongo que tiene razón.
—Pero estoy aterrorizada de dejar toda mi carrera sólo para que me reviente todo en la cara. ¿Qué pasa si me mudo y no funciona?
—¿Qué pasa si no lo haces y nunca sabes lo que hubiese pasado? ¿Podrías vivir con ello? —¿Podría? Creo que no.
—¿Piensas que tengo que dejar mi carrera?
—Sabes que he dejado mucho por Zac porque lo quiero y quiero estar con él. ¿Voy a tener una carrera como cantante de mierda ahora? No. ¿Me importa? No. Estamos juntos y estoy feliz. Estuve dispuesta a alejarme. La única pregunta ahora, es ¿lo estás tú?
Aldana es diferente. No tiene miedo de volar.
—Me conoces. Tengo problemas de confianza que son malditamente imposible de apartar.
—Estás tan preocupada de proteger tus dedos gordos del pie que te estás perdiendo toda la alegría del baile. —Nunca lo pensé de ese modo.
—Quizás, pero es que nunca he tenido a nadie que piense por mí. Es como me protejo a mí misma.
—Respóndeme a esta pregunta: ¿de verdad sientes que necesitas protección de Pedro?
Nadie me ha hecho sentir tan segura como Pedro Henry.
Nadie.
—No es lo contrario. Él siempre me protege.
—Creo que deberías casarte con él, y no por las otras razones, sino por mí, para tenerte en Australia. Te echo de menos.
Sería bueno tenerlo a él y a mi mejor amiga.
—Lo sé. Te extraño también, y amo Australia. Creo que podría ser muy feliz viviendo allí. También me puedo ver fácilmente formando parte de la familia de Pedro Henry. Son gente maravillosa y me acogieron y me trataron como a uno más.
—Puedes tomarte un tiempo para pensártelo, si crees que es necesario, pero es fácil ver que tu corazón ya sabe lo que quiere.
Tiene razón. Puedo pensar día y noche en lo que tengo que hacer pero puedo escuchar a mi corazón suplicar, y está gritándome que me vaya con él, como, ayer. Por un lado, oigo a mi cabeza queriendo sobreponerse a mi corazón.
Todo lo que escuchó es a mi cabeza diciendo que no y a mi corazón diciendo que anda.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario