miércoles, 1 de junio de 2016

CAPITULO 126





Tengo dos horas hasta abordar mi vuelo de conexión a Sydney. Saco el celular del bolsillo y estoy bastante seguro de que lo miro durante diez minutos. Me da pavor hacer esta llamada y tener esta charla, nuestra primera conversación posterior a mi cuasi propuesta de matrimonio. Sólo han pasado cuatro horas desde que dejé a Paula y Nashville, y estoy convencido de que está lista para destrozarme ahora que ha tenido tiempo para pensar en lo que hice.


Espero que responda y me doy cuenta de que estoy nervioso, como, realmente nervioso. ¿Qué tal si usó las últimas cuatro horas para pensar en el imbécil que soy y decide que no hay una maldita manera de que se case conmigo? Quiero colgar. Incluso lo estoy considerando cuando oigo su voz.


—Estás en tantos problemas, cavernícola.


Me llamó cavernícola. Es una buena señal. No puede estar demasiado enojada si me llamó eso en lugar de imbécil, el cual usa frecuentemente.


¿Debería decir que lo lamento? Porque no lo lamento, y hacerlo sería mentir.


—No quiero arrepentirme de lo que hice, incluso si estás enojada conmigo. De lo único que me arrepiento es quedarme sentado esperando que el momento ideal se presentara para poder pedirte adecuadamente que seas mi esposa. Eso claramente no sucedió y lo lamento. Quería que fuera un momento perfecto porque no has tenido muchos de esos en tu vida, pero lo arruiné como siempre lo hago.


—Realmente quiero estar desnuda contigo ahora mismo.


Eso suena prometedor.


—Realmente me gustaría mucho eso, pero estoy dispuesto a aceptar tu respuesta en su lugar. Sé que te dije que no quería tu respuesta de inmediato, pero si es un sí, entonces, puedes decírmelo.


—¿Qué? ¿Y arruinar la angustia que tanto mereces sentir? No lo creo, Sr. Alfonso. Me das una propuesta como ésa y deberías esperar para recibir una respuesta… un tiempo.


Uh-oh. Esa parte no suena tan bien.


—¿Así que me castigas por querer casarme contigo?


—No. Te castigo por la que me hiciste.


Esperaba que estuviera tan emocionada por toda la cosa que en cierta forma olvidara lo que hice.


—Ésta no es una manera muy correcta de comenzar nuestra unión. No creo que ojo por ojo sea la mejor estrategia para hacer que nuestro matrimonio funcione.


—No dije que iba a casarme contigo.


Pero lo hará. Me encargaré de eso.


—No me dijiste que no ibas a hacerlo, así que hasta que digas lo contrario, esperaré ansiosamente que vengas a mí.


—Sabes, no juegas justo.


¿Alguna vez tuvo la impresión de que lo hacía?


—Creo recordar decirte que siempre me salgo con la mía, dentro de los medios razonables.


—Me pusiste un anillo en el dedo, el cual es absolutamente hermoso, por cierto, y me provocaste con la posibilidad de ser tu esposa sólo momentos antes de irte. Rozaste la superficie pero no me pediste realmente que me casara contigo. Y todo esto lo haces mientras estoy experimentando una crisis emocional porque te vas. ¿En serio piensas que es razonable?


—No, pero creo que me dará lo que quiero, que es hacerte mi esposa. —Ése es el resultado final que busco aquí. Realmente no me importa cómo lo logre.


—Todavía no me pediste que me case contigo, así que no te voy a dar una respuesta hasta que me lo propongas adecuadamente.


Suena agradable, así que me lanzo.


—Paula, ¿te casarás conmigo y serás mi esposa?


—No.


—¿No? —Ésa no era la respuesta que esperaba.


—Pedirlo por teléfono no es una proposición adecuada, y no te responderé hasta que estés de rodillas frente a mí.


Maldición. Debería haberme puesto de rodillas cuando le di ese anillo.


—Es algo difícil de hacer cuando voy a estar a catorce mil kilómetros de distancia.


—Lo odio, amigo, pero una propuesta ebria y una por teléfono son ambas nulas y vacías para mí.


Me preguntaba si iba alguna vez iba a tocar el tema de Vegas.


—Ésta es la primera mención a mi propuesta abria.


—¿Entonces sí la recuerdas?


¿Cómo podría olvidar ese fallo épico?


—Demonios sí, lo recuerdo. Podría haberme pateado el trasero por ser tan descuidado con esas preciosas palabras. Mereces algo mucho mejor que el que me emborrache y te pida que te cases conmigo.


—Por supuesto que sí. Por lo tanto, todas las propuestas, borracho o sobrio, no cuentan. No lo has pedido y yo no he respondido.


Realmente no quiero regresar así a Australia.


—¿Debería subirme a un avión y regresar ahora mismo?


—No. Ahora no es el mejor momento para hablar de matrimonio conmigo, amigo. Todavía estoy bastante molesta contigo.


Sólo le puse un hermoso anillo en el dedo y le dije cuánto quiero que sea mi esposa, y está enojada conmigo. Esto no puede estar bien.


—No seas así, nena. Piensa en la idea detrás del gesto. Te amo y quiero estar contigo para siempre. No dejes que la formalidad o tu ira te hagan olvidar esa parte.


—No lo haré.


Es un truco sucio pero voy a usarlo de todos modos para suavizar su enojo conmigo.


—Y piensa en esos bebés que deseas. Te los daré… tantos como desees, cuando estés lista.


—Algo me dice que tú quieres esos bebés tanto como yo. La mitad de nuestras conversaciones parecen girar alrededor de ellos.


Tiene razón. Algo ha sucedido en mí y también los deseo.


—¿Eso crees?


—¿Me estás preguntando si creo que los deseas, o si creo que hablamos mucho de ellos?


—Ambas.


—Entonces sí a ambas.


Hemos hablado de niños así que esto no es nuevo para ella.


—Sí los quiero, pero sólo contigo.


Ella hace un sonido de frustración.


—Me enoja tanto que estemos teniendo esta conversación ahora cuando deberíamos haberla tenido antes de que te fueras.


Tiene razón. Me siento tan estúpido por contenerme hasta el momento perfecto.


—Lamento haber esperado. Debería habértelo pedido el día que compré el anillo. Iba a proponértelo cuando te llevé a Oscar’s para cenar. Tenía la caja del anillo en la mano, a punto de preguntar, cuando ese reportero apareció en nuestra mesa.


—Me volví loca justo cuando ibas a preguntar. Lo lamento.


Es el destino. Ésa no era la manera en que se suponía que debía suceder.


—No es tu culpa —le aseguro.


—Necesito que seas paciente conmigo.


—Nena, he esperado treinta años por ti. Puedo esperar un poco más.



No hay comentarios:

Publicar un comentario