miércoles, 11 de mayo de 2016
CAPITULO 59
Después de que Alfonso termina su trabajo en la viña de Auckland, volvemos a Avalon y regresamos a nuestras rutinas. Cada día, mientras él trabaja, yo me mantengo ocupada en la casa, esperando a que él vuelva.
Wow. Tenemos rutinas. ¿Cuán domestico es eso? ¿Y acabo de llamar hogar a Avalon? Ése es un diminuto detalle que no pasa desapercibido a mi atención.
El tiempo de cosecha de las viñas se acerca a grandes pasos, así que Alfonso está trabajando mucho más desde nuestro regreso de Nueva Zelanda. Paso tiempo con Aldana cuando no ella está envuelta en Zac, pero aun así eso me deja mucho tiempo libre para mantenerme ocupada, así que hago lo único que puedo: me lanzo a escribir música.
Tengo una carrera a la que regresar en cuatro semanas. Al menos, espero seguir teniendo una. Fernando todavía es dueño de la mitad de los derechos de mis canciones en el disco que producíamos, y se las puede meter en culo. Estoy escribiendo nuevas canciones. Es el romance arruinado con él lo que me preocupa. Espero que el rumor no salga a la luz y no arruine todo por lo que ha trabajado tanto.
Wow. Sólo me quedan cuatro semanas con Alfonso.
Nuestro valioso tiempo juntos se siente como una vela que quema de ambos lados. Una vez que las llamas se junten en medio, terminaremos. Nunca más volveré a verlo ni escucharé su risa o tocaré su piel. Nunca volveré a compartir la cama con él. ¿Estoy preparada para cuando llegue ese momento? No creo que lo esté, pero no importa si no lo estoy. Está llegando, y será mejor que descubra cómo prepararme.
Estoy agradecida de tener el Martin y el piano a mi disposición porque las largas horas de ausencia de Alfonso me dan muchísimo tiempo para componer. Estar aquí me inspira. Demonios, al menos debería ser honesta al respecto. Es Alfonso quien me inspira. Sé que lo que estoy escribiendo es oro, pero la inspiración detrás de la música es agridulce, y me temo que llegué a ese lugar donde no quería estar; escribiendo éxitos porque estoy terriblemente enamorada.
Estoy jugueteando una melodía en el piano de cola, la Sra. Porcelli entra a la sala.
—La cena está lista y en la cocina, Paula, así que me voy.
—Gracias, Sra. Porcelli. Tenga una buena noche.
Toco el estribillo una vez más, intentando decidir si está bien.
—Es una hermosa canción, Paula.
—¿Ha estado escuchando?
Ella asiente.
—Espero no te moleste.
—No, para nada. Dudo que haya tenido otra opción más que escuchar. ¿Cree que es buena?
—Creo que es increíble.
—Gracias. Espero no sea la única que piense lo mismo.
—Yo también creo que él siente lo mismo por ti. —Levanto la vista de las teclas hacia ella—. La canción es sobre el Sr. Alfonso, ¿verdad?
—¿Es tan obvio?
—Me temo que sí, querida. ¿La has tocado para él?
—Oh, no. Nunca podría hacer eso. —Y especialmente si la canción es así de transparente.
—Creo que deberías reconsiderarlo. Le encantaría.
—Lo pensaré —miento.
—Bien. Ahora me voy. Que tengas una buena noche.
Trabajo en mi canción más nueva hasta que Alfonso llega a casa. Casa. Ahí está esa palabra otra vez. Lo veo parado en la entrada observándome, y dejo de cantar en el momento en que sus ojos encuentran los míos. ¿Cuándo tiempo ha estado parado ahí?
—Es hermosa. No te detengas por mi culpa.
—He estado aquí todo el día, así que estoy lista para detenerme —digo, levantándome del banco—. La cena está lista. ¿Te gustaría comer ahora?
—Sólo si te unes a mí.
Camino hacia la puerta para besarlo.
—Me he unido a ti cada noche durante dos meses. No voy a detenerme ahora.
Lleno nuestros platos de salmón con arroz integral mientras que Alfonso escoge un vino añejo, y luego nos reunimos en la informal mesa del comedor. Él saca mi silla y me sirve vino. Es una de las muchas rutinas que hemos desarrollado después de vivir ocho semanas juntos.
—¿Recuerdas que hace un tiempo atrás te dije que quería llevarte a Sydney?
—Sí, y tienes entradas para la ópera.
—Correcto. Madame Butterfly. Es este fin de semana y aún quiero que vengas conmigo.
—Cuenta conmigo. Pero tengo que advertirte… no soy fan de la óperas. No la entiendo.
—Honestamente, yo tampoco soy un gran fan, pero estas entradas son un regalo de uno de mis clientes de Sydney. Son asientos de palco y temo que él tiene entradas para los contiguos y sabrá si no me presento.
—Eres tan considerado.
—No estoy siendo considerado. Estoy teniendo una mentalidad empresarial.No quiero insultarlo y perder su cuenta.
—Bien, entonces, estás siendo considerado en tu mentalidad empresarial.
Él ríe.
—Mentalidad empresarial. Dilo rápido diez veces.
—No, fue lo suficiente duro decirlo una vez.
—El viaje no será un total desperdicio. Iremos a la ópera el viernes por la noche, y luego tengo otros planes para nosotros.
—¿Cómo qué?
—No voy a decírtelo. Tendrás que esperar y descubrirlo por ti misma el sábado, Srta. Beckett.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario