miércoles, 11 de mayo de 2016

CAPITULO 58





Ella está sentada en la mesa del comedor con los ojos cerrados cuando traigo un pastel con veintitrés velas encendidas.


—Puedes abrir los ojos.


—¡Wow! Es un montón de fuego.


—Espera a que cumplas treinta. —Ríe—. Hay todavía más.


Su ceño se frunce.


—Me dijiste que tenías veintinueve.


—Los tenía cuando nos conocimos.


—¿Cuándo cumpliste los treinta?


—Un par de semanas atrás, el trece.


—No me lo dijiste —susurra y parece herida. La veo revisando sus recuerdos de hace dos semanas—. Fue cuando fuiste a casa de tus padres, ¿verdad?


—Sí.


—¿Cuando casi te dejé?


—Sí.


—Deberías habérmelo dicho.


—¿Quieres decir de la misma manera en que me dijiste que hoy es tu cumpleaños?


Ella ríe.


—Cierto, supongo que no puedo estar demasiado molesta contigo porque te hice lo mismo. Te habría dado un regalo de haber sabido.


Me siento en la silla a su lado y tomo sus manos.


—Pero lo hiciste. Quedarte conmigo fue el mejor regalo que podías darme. —No creo que ella sepa qué responder a eso, así que se lo hago fácil—. Pide un deseo y sopla las velas antes de que prendamos fuego a la casa.


Ella sonríe y respira profundo antes de inclinarse hacia adelante para apagar las veintitrés pequeñas llamas.


Quiero que todos sus deseos se vuelvan realidad. No sólo éste.



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