miércoles, 25 de mayo de 2016

CAPITULO 103



Me mataría si ella alguna vez marca mi lugar con tinta. Amo el tatuaje alrededor de su tobillo y el arete en su ombligo, pero creo que está bien.


No más tinta o agujeros en su cuerpo.


Le doy una palmada juguetona en la cadera.


―Levántate de esa cama así puedo acurrucarme contigo antes que te vayas a dormir y me alejes.


Trepa a gatas y avanza lentamente hacia la cabecera.


―No te alejé anoche.


―No lo hiciste porque hemos estado separados por mucho tiempo, pero te conozco, y está viniendo. Te gusta tu espacio y no vas a dejarme estar en él cuando sea hora de dormir.


Me acuesto y se acurruca en su lugar habitual, su cabeza en mi hombro, su pierna atravesada sobre la mía.



—Sabes que hemos invertido roles, ¿cierto? El chico es el que usualmente no quiere hacer cucharita y la chica quiere ser toda abrazos en él.


No estoy avergonzado de admitir que he contraído mucho del compartimiento igual-a-una-chica cuando se trata de ella.


—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Me encanta tenerte cerca. Te quiero dentro de mi toque todo el tiempo. No quiero que desaparezcas de nuevo.


—No voy a ninguna parte.


Me dijo eso antes.


—Me prometiste que no llegaría a casa para encontrar que te habías ido, pero lo hice.


Su dedo está trazando ese remolino infinito encima de mi pecho.


—Nuestras circunstancias eran diferentes cuando hice esa promesa.


—Volví por ti ese día que te fuiste. Iba a pedirte que te quedaras después que te dijera que te amaba.


Levanta la cabeza para mirarme.


—¿Me amabas entonces?


—Por supuesto, lo hacía. —No dice nada y sospecho que es porque está pensando sobre cuán diferentes nuestras vidas hubieran sido si la hubiera encontrado a ella en lugar de esa carta—. ¿Te habrías quedado?


—Sí. Todo lo que quería era que me lo pidieras.


Pero nuestras vidas son diferentes de lo que fueron cuando desapareció hace tres meses. No es la misma persona y quién es ahora podría muy bien evitar que volviera a mí.


Beso la cima de su cabeza y estamos callados. Tengo un presentimiento que ambos estamos perdidos en los pensamientos de lo que podría haber sido.


Estaríamos aproximadamente en los casi seis-meses si se hubiera quedado. Estoy seguro que estaría listo para proponerme si no lo hubiera hecho ya. No sé. Tal vez nos habríamos fugado.


—¿Qué estás pensando? —pregunto, esperando que me diga que nos imagina comprometidos o posiblemente casados.


—Lo mismo que tú estás pensando, preguntándome cómo serían nuestras vidas si hubiéramos pasados los últimos tres meses juntos en vez de separados.


Quiero que sea más específica sobre dónde piensa que estaría nuestra relación.


—¿Qué crees que estaríamos haciendo?


—Estoy bastante segura que estaríamos haciendo lo que hacíamos. Es nuestro tipo de cosa. —Ésa no es realmente la respuesta que buscaba, pero la tomaré.


—Estoy de acuerdo con eso. Echar un polvo parece ser una de nuestras cosas favoritas para hacer.


Suelta risitas mientras dice.


—Echar un polvo. No decimos eso pero me gusta. ¿Sabes que Margarita lo llama ñaca-ñaca?


Lo llamó lo que sea cuando hablé con ella anoche.


—No estaba advertido de eso. ¿Cuándo has hablado de ñaca-ñaca con mi mamá?


—Vino a verme a Avalon un par de semanas antes de que me fuera. Sugirió que te mostrara todas las razones por las que deberías pedirme que me quedara, lo que incluía ponerte duro. —Está cubriendo su rostro con las manos y soltando risitas otra vez—. Me dijo que un poco de ñaca-ñaca no dolería.


Por el jodido amor de Dios. No puedo creer que mi mamá le dijera a Paula que me pusiera duro. ¿La madre de quién hace esa clase de cosas? Oh, espera, ésa sería la mía.


—Me contó de su visita. Como lo recuerdo, tomaste su consejo porque permanecí entre tus piernas aquellas últimas dos semanas. Prácticamente puse una tienda y acampé allí.


Da un golpecito con la mano sobre mi pecho y hace un fuerte estallido pequeño.


—Y mucho bien me hizo ya que no funcionó.


Me estiro y pongo mi mano sobre la suya.


—Funcionó. Sólo que no te quedaste el tiempo suficiente para dejarme pedírtelo.


—Sabríamos todo el uno del otro para ahora. —Suena triste y no quiero que lo esté.


—Podemos recuperarlo —le aseguro—. ¿Qué quieres saber?


Al parecer, eso llama su atención ya que se levanta rápidamente en la cama, con las piernas cruzadas. Es un poco distractor tenerla sentada así con su canal del amor mirándome al rostro.


—Nunca hemos hablado sobre por qué eres de la forma que eres.


¿Por qué soy de la forma que soy? Eso es una pregunta que podría ser interpretada en una cantidad de diferentes formas.


—Todos los científicos están de acuerdo que la genética me hace de la forma que soy. La mitad de mi ADN viene de mi madre, y ambos sabemos lo pistolera que puede ser, y la otra mitad viene de mi padre.


Se cierne y pellizca mi tetilla. Es juguetón pero doloroso.


—Sabes que no es a lo que me refiero, listillo. Margarita y Henry no te hicieron esto.


Le agarro la mano para alejarla pero aprieta su agarre.


—Oww… oww… de acuerdo, ¿a cuál parte de cómo soy te estás refiriendo?


Libera mi tetilla y se estira para frotarla.


—Estoy hablando sobre la razón por la que elegiste hacer acuerdos con mujeres.


—No hago acuerdos con mujeres —aclaro—. Tengo una relación normal y afectuosa con una mujer muy extraordinaria. —Cubro mis dos tetillas con las manos para protegerlas ya que estoy bastante seguro que no es la respuesta que está buscando.


—Pero nuestra relación normal y afectuosa comenzó con un acuerdo perverso — insiste—. Quiero saber por qué.


¡Maldición! Realmente no quiero ir allí, pero le di la oportunidad y fue por todo.


Debería haberlo sabido mejor.


—Salir en citas no era para mí. No lo ha sido por años.


—¿Por qué no?


Por supuesto que no iba a aceptar eso como una respuesta, y dudo que acepte ésta, tampoco.


—Porque ninguna de ellas era tú.


—Tan dulce como es eso, no contesta el por qué elegiste tu estilo de vida. — Guau. Piensa que tengo un estilo de vida. ¿No es eso lo que se dice sobre elecciones que consideras que son equivocadas?


Ésta es la primera vez que alguna vez he sentido como que necesito defenderme de ella.


—Tenía veintitrés años cuando hice mi primer millón. Tripliqué eso a los veinticuatro y lo cuadripliqué para el siguiente año. Estaba metido en el candelero por los medios de comunicación y mi riqueza atraía los buitres. Las mujeres rodeándome estaban todas tras lo mismo y era más que evidente. Pero había una que lo tomó en un nivel tan extremo, pensé que nunca podría confiar en una mujer otra vez. Supongo que la consideré mi novia debido a que fue la única mujer con la que estaba teniendo sexo. —El pasado es el pasado, pero decirle a Paula sobre follar a otra mujer no se siente bien—. ¿Estás segura que quieres saber esto?


—Afirmativo. Quiero saber todo sobre ti y quiero que confíes en mi lo suficiente para estar cómodo contándomelo.


Confío en ella y ése es el único motivo por el que voy a contarle lo que nunca le he contado a otra persona.


—Pensé que yo no quería boda e hijos porque Lana era la mujer equivocada para mí, pero a medida que el tiempo pasaba, me di cuenta que nunca quise estar casado o tener hijos en absoluto. Lana no quería aceptar eso, así que estaba intentando embarazarse porque pensó que me casaría con ella.


—¿Cómo descubriste lo que estaba haciendo?


Levanto la mirada al techo ya que no me gusta hablar sobre esta cosa con ella. Es incómodo como la mierda.


—Usábamos condones y ella tomaba la píldora porque yo era muy inflexible sobre no querer hijos. De repente, cada condón que usábamos se rompía. Estaban bien cuando me los ponía pero se rompían después que comenzábamos. —Odio decirle esta mierda—. Ella siempre era la que lo sacaba del paquete y comencé a sospechar, así que agarré unos cuantos para revisarlos. No tuve que abrirlos para ver qué estaba pasando; había diminutos pinchazos a través del paquete. Cuando encontré eso, sabía que probablemente no tomaba sus píldoras, tampoco, entonces rebusqué en sus cosas hasta que las encontré. Tenía razón. 


Paula parece furiosa.


—Eso es jodido.


—Después de Lana, terminé con las citas. Me metí en mi trabajo y no socialicé públicamente en absoluto por un año hasta que tuve que viajar a uno de los viñedos por unas semanas. Mientras estaba allí, conocí a una mujer en un restaurante de hotel mientras cenaba. Todo lo que hicimos fue hablar y era agradable porque ella no tenía idea quién era yo. Me gustó. Tropecé con ella sin querer pero queriendo otra vez la noche siguiente y tuvimos otra agradable noche. Por primera vez en un año, una mujer no quería nada de mí, pero sabía que cambiaría si alguna vez descubría quién era yo. Ahí fue cuando tomé la decisión de proponerle la idea de ser mi compañía por unas semanas sin compartir identidades. Ella no tenía veinte-algo con sueños sobre bodas y bebés, así que estuvo de acuerdo. Tuvimos unas semanas de diversión y nunca la vi de nuevo.


—No entiendo cómo la mujer no sabía quién eras.


Puedo ver dónde eso puede dejarla perpleja.


—Ser rico te hace interesante, pero no te convierte en una celebridad como un actor o un músico. Eso no era difícil de conseguir. Si no se mantenían informadas de las páginas sociales o de la sección de negocios de los diarios, entonces era fácil para mí volar bajo el radar.


—Pero los medios de comunicación estaban todos sobre ti la noche que fuimos a la Opera House —señala.


—Cuando estoy afuera, los medios me fotografiarán, especialmente si estoy con una mujer, pero no me localizan cuando no hago apariciones. Llevar una pareja en público no habría sido muy inteligente de mi parte si quería mantener mi
identidad oculta, así que no lo hacía. No había sido visto en público con una mujer en años por ese motivo. Ahora entiendes por qué el fotógrafo en la Opera House fue tan celoso contigo.


—¿Por eso llegué a ser vista en público contigo?


No estoy seguro que alguna vez entenderá la diferencia entre ella y las primeras doce.


—Sabía que no eras igual a las otras desde el momento que posé los ojos en ti.


Elegí tratarte como tal.


Se arrastra encima de mí y se sienta a horcajadas. Pone las manos en cada lado de mi cabeza y se inclina más cerca. Su cabello cae hacia adelante y forma una cortina, encerrándonos juntos dentro de ella.


—Puede que no sea igual a las mujeres que vinieron antes de mí, pero hay algunas cosas que son las mismas. Quiero un esposo y bebés, plural, y si no los quieres, eso es un problema para mí.


Quiero pedirle que sea mi esposa y la madre de mis hijos, pero ahora no es el momento correcto. No tengo un anillo o las palabras adecuadas. Quiero que mi propuesta sea especial, algo que rememorará y recordará como uno de los momentos más preciados en su vida. Y es probablemente una buena idea que nosotros estemos de vuelta juntos por más que un par de días, pero todavía quiero poner su mente a descansar sobre las decisiones que he tomado desde la última vez que las discutimos.


—Eres todo lo que nunca supe que quise. Cada vez que imagino mi futuro, es siempre tu rostro el que veo… con algunas personitas que lucen igual a nosotros.


Eso suena como una total cosa de chica que decir pero, ¡qué se joda! Necesito que sepa cuánto la amo y que la quiero para siempre, no sólo por aquellos tres cortos meses en Australia o por el siguiente mes que vamos a pasar juntos. 


La quiero para-jodidamente-siempre.






No hay comentarios:

Publicar un comentario