miércoles, 25 de mayo de 2016

CAPITULO 102






No esperaba que bailara para mí, al menos no sin discutirlo. 


Me sorprende lo fácil que accedió… Quizá un poco fácil, pero no me importa. Luce tan malditamente caliente haciéndolo… como, llamas ardiendo.


Me da la espalda y observo como se mueve tan perfectamente acorde con la música, contorneándose fuera de su camisa y tirándola sobre su hombro. Cae en mi pierna y la olfateo. Huele delicioso, al igual que él.


Sus manos se sitúan en su nuca mientras menea su pelvis hacia delante al ritmo de la música. Todo lo que puedo ver es el movimiento de su hermoso culo, y me imagino la manera en que luce cuando está entre mis piernas.


Volteándose hacia mí, pasa sus manos por su pecho y las desliza hacia abajo a medida que mueve sus caderas de un lado a otro acorde con la música. Cuando sus manos llegan a la entrepierna de su pantalón, las sostiene ahí como una pared contra la que moler y chocar.
—Oh, me gusta eso.


Ríe mientras dice:
—Te gustará mucho más cuando esté entre tus piernas haciéndolo.


Su promesa envía una oleada de deseo justo al lugar del que habla.


—Muerde tu labio mientras lo haces. —Sonríe y hace lo que digo—. Mmm… eso es caliente, pero es tiempo de que salgas de esos pantalones. Estás muy vestido para ser un stripper.


—Sí, señora —responde mientras llega a la bragueta—. Cualquier cosa por ti.


Tira sus zapatos y desliza su pantalón sin sus boxers. Creo que es la primera vez que recuerdo que ha sacado uno sin acompañarlo por el otro, pero todo es sobre jugar y provocar para volverme loca de deseo. Hasta ahora, es un gran éxito.


Ahora que solo esta con sus boxers, veo la prueba de cuán excitado está. Y cuando me ve notándolo, sonríe y lentamente se deshace de su ropa interior por encima de su erección antes de que los patee junto a su pantalón. 


Llevando sus manos a la parte trasera de su cabeza, menea sus caderas al ritmo de la melodía mientras muerde su labio nuevamente.


—Soy el único que no está demasiado vestido aquí.


—Tienes razón —concuerdo mientras me pongo de rodillas y quito mi vestido por encima de mi cabeza. Estoy arrodillada en la cama usando únicamente mi lencería rosa y bragas a juego—. ¿Mejor?


—Ya casi.


Llevando mis manos a mi espalda, me deshago de mi brazier. Dejo que los tirantes se deslicen por mis brazos a medida que sostengo las copas en su lugar, y sus ojos arden mientras espera por el resto. Observa cada movimiento hasta que finalmente libero mis senos de su cautiverio.


—¿Alguna vez te he dicho lo hermosos que son tus pechos?


Sacudo la cabeza mientras voy hacia el final de la cama.


—No.


Los toma en sus palmas una vez que estoy a su alcance y fricciona sus pulgares en mis pezones.


—Son perfectos en todo sentido. Todo en ti lo es.


Me lleva más cerca y besa mi cuello en la curva justo donde comienza mi hombro.


—No soy perfecta.


Mueve su boca más abajo y cuando está a punto de llevar mi pezón hacia su boca, levanta su mirada hacia mis ojos.


—Lo eres para mí.


Deslizo mis dedos por su pelo mientras siento su lengua juguetear con mi pezón.


Su otra mano agasaja mi otro pecho mientras su pulgar imita el movimiento de su lengua. Inclino hacia atrás mi cabeza y cuando me acerco más a su boca, un gemido escapa de la mía.


Su palma abandona mi pecho y siento ambas manos en mis caderas bajando mis bragas. Levanto una rodilla al momento que desliza la lencería rosa por mis pantorrillas y por sobre mi pie. Después que las tira al suelo, rodeo sus hombros
con mis brazos y me levanta de la cama. Lo rodeo con mis piernas pero rápidamente vuelve a situarme en la cama mientras queda de pie junto a ella.


Guiando mis pies para adherir la parte trasera de mis rodillas en sus hombros, agarra mis caderas y tira de ellas hasta que su rostro está entre mis piernas. Sé lo que está a punto de hacer, pero nunca lo ha hecho de esta manera. Y me emociona ver cómo será.


Su mano está extendida por mi estómago y pasea por el caminillo de mis pechos.


Siento el ritmo de su cálida respiración entre mis piernas lo cual provoca que unas ondas lleguen a mi centro y no puedo evitar la inherente reacción de retorcerme de anticipación.


—Alguien sabe lo que se le viene, y creo que está un poco ansiosa.


Ansiosa es algo poco. Desesperada seria el termino más apropiado a lo que estoy sintiendo.


—Gritaré si no pones tu boca en mí.


—Dices que gritarás si no lo hago. Yo digo que gritarás si lo hago —se burla. Sus ojos nunca dejan los míos cuando lentamente su lengua lame mi centro y luego de ello, lame sus labios y dice—: Siempre tan dulce. Amo el sabor del azúcar bajo tu cintura.


Oh. Mi…


Está en la versión de hablar-sucio. Lo cual significa que me hará venirme incluso más rápido.


—Necesitas algo para endulzar esa sucia boca que tienes.


—Amas mi boca vulgar… especialmente cuando hace esto. —Presionándola contra mí, siento como succiona el lugar que más necesitaba. Cambia de lamer a succionar, dejándome con un intenso placer celestial. Cada vez que estoy a punto de llegar, de alguna manera nota que estoy al borde y me hace retroceder. Es como estar en medio de una eufórica guerra de tirar la cuerda, y es una de las cosas más esplendidas que alguna vez he experimentado. Y frustrante porque no permite que me corra.


—Aah… aag… estás haciendo esto apropósito.


—¿Qué estoy haciendo apropósito? —pregunta como si fuera inocente y no tiene idea de qué estoy hablando.


—Sabes qué estás haciendo. Impides que me corra.


Levanta su mirada hacia mí.


—Así que, ¿ya estás lista para correrte?


—Sí —lo digo tan bajo que pasa como un susurro. Estoy desesperada.


—Entonces dilo. De una sucia boca a otra. Dime qué quieres que te haga para hacerte venir y lo haré.


Que ingenioso, tiene a mi orgasmo como rehén para usarlo para obtener lo que quiere.


—Amas escuchar cosas sucias salir de mi boca. Te excita, ¿no?


—Sí. Jodidamente lo amo. Enloquezco especialmente cuando me dices lo que quieres que te haga.


De acuerdo. Está siendo honesto conmigo, así que debería hacerlo. Es algo que le gusta y le quiero dar el gusto. Además, al decirle, seré consentida también de modo que deslizo mi mano hasta mi centro y me toco.


—Quiero que succiones justo aquí hasta que lo único que pueda hacer es gritar porque me estoy corriendo muy duro.


—Eso fue muy caliente, nena. Estoy jodidamente a punto de estallar tu mente.


Voy hasta la parte superior de su cabello y lo jalo hacia abajo.


—Entonces fóllame con tu boca y no te detengas de nuevo hasta que me hagas gritar.


No puedo creer que dije eso, y cuando siento su boca obedeciendo mis órdenes, sé que lo hice.


—Oh… oh… oh, eso es tan malditamente bueno pero usa tus dedos. Quiero sentirlos dentro y fuera. —Uno, y luego dos, de sus dedos comienzan a escurrirse dentro y fuera de mí. Está succionando lo suficiente para dejar un chupón en mis partes y estoy tan cerca del orgasmo que creo que mis ojos están volteados completamente. Agarro un puñado de su pelo y tiro de él—. Oh… ah… ¡mierda! —grito cuando inyecta la vacuna de Dyson en mi coño.


Mi cuerpo entero se tensa cuando siento esos temblores en mi interior. Oh, cómo extrañaba esos temblores de Pedro Henry. Nada se compara a ellos. Créeme… todo
mi ser lo ha intentado.


Relajo mis músculos a medida que Pedro Henry baja mis piernas de sus hombros.


—Maldición, nena. Todos en este piso, incluyendo el de arriba y abajo, te escucharon correrte.


—Estoy muy extasiada para que me importe —le digo  mientras me acerco a él.


Lo agarro del cuello y lo acerco hasta mí; no quiero estar sola un solo segundo sin sentir la presión de su cuerpo contra el mío.


Cae sobre mí bruscamente cuando mi espalda toca el colchón.


—Lo siento —se disculpa mientras llego a su trasero y lo agarro con ambas manos y lo llevo más cerca entre el espacio de mis piernas—. ¿Qué te pasa?


Rozo mis partes de chica contra sus partes definitivamente para nada femeninas.


—Pasa que quiero tenerte a ti dentro.


—Nena, si no te cuidas, me tendrás creyendo que tienes una boca muy sucia.


—Tal vez lo era, pero ya estoy llegando. —Rodeo su duro miembro con mi mano y lo muevo hacia arriba y abajo—. Ahora, hablando de llegar…


—Ooh, me gusta eso.


Ahora mismo estoy temblando porque lo quiero muchísimo dentro de mí así que deslizo su erección arriba y abajo por mi húmeda entrada para persuadirlo a entrar en mí.


—Vamos, Pedro Herny. Fóllame, por favor.


Entra en mí sin ninguna advertencia y jadeo ante la súbita intrusión. Lo quiero dentro mi rápido y duro, y después del ajuste de salir y entrar, rodeo su cintura con mis piernas usándolo para que su empuje sea más fuerte.


—Estás avara esta noche —dice mientras sale de mí y se pone de pie a un lado de la cama. Agarra mis tobillos y me arrastra hasta donde él se encuentra parado—. Eso no hará nada para ninguno de nosotros. Voltéate así puedo follarte de la manera correcta.


Me deslizo hasta el final de la cama hasta que mis pies tocan el suelo. Me volteo y me recuesto para que mi cara esté presionada contra la almohada porque sé que está a punto de hacerme gritar otra vez. Agarrando mis caderas, las aprieta antes de empujarlas hacia atrás para guiar a su polla dentro de mí. Las empujo hacia arriba para que nuestra distancia se anule.


—Eso es, justo ahí. Justo así.


Agarro la almohada y la muerdo mientras empuja más duro dentro, pero puedo decir cuando se está acercando al orgasmo. He llegado a conocer muy bien su cuerpo y siempre disminuye sus embestidas cuando está cerca del orgasmo porque trata de prolongar su placer. Pero su orgasmo siempre se presenta, y esta no es la excepción, cuando aumenta la velocidad de las embestidas y grita mi nombre.


Tengo que decir que amo el sonido de mi nombro en sus dientes apretados.


—No sabes lo caliente que te ves cuando estas inclinada así, y mi polla aún dentro de ti.


—He decidido que me haré un tatuaje en la espalda baja que diga “Suertudo”.


Saliendo de mí, se inclina y besa mi espalda baja antes de recorrerla con su lengua.


—Ningún tatuaje aquí. ¡Nunca! Eso lo arruinaría para mí.


Sé que ama esa parte de mí, pero ¿un tatuaje lo arruinaría para él?


—¿En serio?


—Hablo en serio —dice con voz dura—. Ni siquiera estés considerando la idea, o me convertiré en un hombre de las cavernas para cuidar tu culo.


—Pensé que ya lo eras.


—Hablo de un distinto hombre de cavernas, nena —replica rozando su mano por la parte que recién lamió—, uno que no te gustaría.


Escucho la seriedad en sus palabras. Hubo momentos en los cuales Pedro Henry me ha mostrado su bestia interior. No me importó en lo absoluto y no tengo planeado provocarlo.



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