miércoles, 15 de junio de 2016

CAPITULO 170





No puedo creerlo. Pedro Henry y yo estamos tratando de que quede embarazada.


Aldana se va a morir cuando se entere.


Daniel nos lleva a Aldana y a mí al hotel Castlebury donde comeremos en el restaurante que Pedro Henry recomendó. Ella estaba llegando tarde, como siempre, así que estamos tomando un desayuno tardío en vez de un desayuno.


Una atractiva mesera nos escolta a nuestra mesa y me llama por mi nombre —Sra. Alfonso— cuando estamos sentadas. ¿Cómo lo sabe?


Levanto mi menú, pero no lo estoy leyendo.


—Eso fue raro, ¿no?


Puedo ver que no sabe a qué me estoy refiriendo.


—¿Qué?


—Que la mesera me llamara señora Alfonso, pero no sé cómo lo supo. No hice reservaciones, así que no hay razón para que sepa mi nombre. —Mi mente inmediatamente va a ese lugar: ¿esta mujer es una de las doce y sabe quiénes somos?


—Estás casada con Pedro Alfonso. La gente lo conoce y su negocio es saber quién es su esposa. —Aldana levanta su menú—. Probablemente está verde de envidia porque nunca llegará a follar con él.


Espero que ese sea el caso, pero si es una de las compañías que tuvo antes de mí, entonces ya lo ha hecho. 


Muchas veces.


La mesera es mayor que yo, pero aún así es joven, no del todo el tipo que Pedro Henry hubiera elegido.



Otra mujer camina hacia nuestra mesa.


—Sra. Alfonso. Bienvenida al Restaurante Fusion. Julie está a su servicio y estará con ustedes pronto. ¿Quizás pueda traerles algo de beber mientras revisan el menú?


Creo que necesito alcohol.


—Pediré una mimosa.


Espero lo mismo de Aldana, pero me sorprende.


—Jugo de naranja, por favor.


Me siento un poco rara bebiendo sola.


—¿Por qué no vas a tomar una mimosa? Sé lo mucho que te gustan.


Aldana toca su frente con la mano.


—Tengo dolor de cabeza. No creo que sea buena idea añadirle champaña.


Recojo mi bolso y empiezo a escarbar porque sé que no ha tomado nada para el dolor. Así es ella.


—Estoy segura de que tengo algo en mi bolso que puedes tomar.


—Estoy bien, Pau. No tienes que cuidar siempre de mí como si fuera una niña.


Nunca antes le ha importado.


—Estas enojada esta mañana.


—Lo siento. No descansé anoche. Sabes que soy una perra cuando no he tenido mis horas de sueño.


Es peor que una niña sin su siesta cuando está cansada.


—Se supone que habrá una tormenta otra vez más tarde. Será un día perfecto para tomar una siesta.


Pedimos nuestra orden y llegan los platos. Aún no he traído a colación lo de Benja y Chloe pero no puedo aplazarlo más.


—La otra noche fue la fiesta de cumpleaños de Pedro Henry con la familia y tengo que decirte, Aldy… estuvimos bastante impresionados de ver a Ben allí con Chloe.


—Oh, demonios. —Abre mucho los ojos.


—¿Por qué no me dijiste que estaban saliendo?


—Lo siento. Sé que debí hacerlo, quería hacerlo, pero he tenido algunos asuntos de mierda bastante serios con los que tratar últimamente.


Aldy siempre tiene asuntos de mierda serios.


—¿Tan mal para qué olvidaras decirme que mi cuñada esté saliendo con tu hermano, a quien mi marido desprecia? No tiene sentido que olvidaras algo como eso.


Los ojos de Aldana se llenan de lágrimas. Los cierra firmemente y grandes gotas ruedan desordenadamente por cada una de sus mejillas.


—Pau, he metido la pata a lo grande. Quiero decir, realmente la he jodido. — Cuidadosamente seca las lágrimas de sus ojos usando el borde de su servilleta intentando evitar arruinar su maquillaje perfecto.


No he olvidado la tendencia de Aldana a ser dramática, pero el temor crece en lo profundo de mis entrañas.


—Estoy segura de que no es tan malo como piensas.


Sus ojos parecen más grandes de lo usual mientras mira hacia arriba. Más lágrimas ruedan por sus mejillas mientras asiente.


—Sí, lo es, y no creo que pueda hacer la única cosa que arreglaría todo el asunto. —Está sollozando y me asusta demasiado porque mi Aldy no es así.


Amo a mi mejor amiga pero es egoísta como el infierno, así que hay una sola cosa que podría hacerla reaccionar de esta forma. Algo debe haber ocurrido entre ella y el hombre que adora con todo su corazón.


—¿Ha pasado algo entre tú y Zac?


Hace el feo gesto de llorar y entonces usa sus manos para ocultarlo.


—Oh, algo definitivamente ha pasado entre nosotros. Me he unido a esa estadística que te advierte, el menos de uno por ciento de gente en la cual el control de natalidad falla incluso cuando lo tomas correctamente. —Su cuerpo se sacude porque está llorando muy fuerte—. Estoy embarazada.


—Oh, mierda.


—Sí. —Ríe, pero no de la forma humorística—. El que tenga un bebé es definitivamente un momento de “Oh, mierda”.


Sé que no están casados, así que el momento no es el ideal, pero no entiendo por qué esta reacción tan extrema. Ama a Zac. Él la ama y son geniales juntos. No tengo duda de que se casarán y estarán juntos para siempre de cualquier forma.


—Es una sorpresa. Te concederé eso, pero no entiendo por qué estás tan alterada.


—¿Estás bromeando, Pau? No tengo madera de madre. Estoy metida en mí misma y en lo que quiero. —Sacude su cabeza y me mira como si creyera que podría haberme vuelto loca—. Mi boca es tan malditamente sucia. La primera palabra del niño será “joder”. Sin duda.


—Creo que serías una madre maravillosa y estoy segura de que Zac está de acuerdo. ¿Qué te dijo cuando se lo contaste?


Aldana aleja la mirada.


—No se lo he dicho.


—¿Por qué no?


Parece triste.


—¿Realmente crees que quiere oír que estoy preñada?


Solo puedo mirarla mientras pienso en cuán feliz sería Pedro Henry si fuera yo la que le dijera que íbamos a tener un bebé. Casi puedo ver la amplia sonrisa en su rostro, sus brillantes ojos azules bailando con felicidad. Lo imagino levantándome del piso y haciéndome girar una y otra vez mientras me dice cuánto me ama y cuán feliz es.


Pero esto no está pasándome a mí, así que empujo la fantasía de mi mente y regreso a la realidad. A la realidad de Aldana.


—Estoy segura de que un bebé será una sorpresa para Zac, pero te ama. Estoy segura de que no será una sorpresa no bienvenida.


Suspira mientras sacude la cabeza.


—Estás equivocada.


¿Cómo puede saberlo?


—¿Te ha dicho que no quiere bebés?


—Quiere niños. —Se cubre el rostro con las manos—. Pero no creo que los quiera conmigo.


Aldana está claramente agitada y carente de su confianza habitual.


—¿Por qué dirías eso?


—Hemos estado juntos cerca de un año, y no me ha propuesto matrimonio. Mierda, ni siquiera habla nunca de casarse conmigo. El único futuro que hemos discutido es uno en el que él posee su propio viñedo. Nunca soy parte de la ecuación.


Wow. No tenía idea. Pero eso no quiere decir que no tenga planes de casarse con Aldana.


He visto la forma en que la mira y sé que está locamente enamorado de ella.


—Es ambicioso. Estoy segura de que está esperando porque quiere tener una forma de mantenerte a ti y a tus hábitos antes de hacerte su esposa. Zac no es tonto. Se ha dado cuenta de que eres de alto mantenimiento.


Sonríe pero solo es a medias.


—Entonces podríamos estar a años de que sea capaz de solventarme. O quizás está a años de estar listo para ser esposo y padre.


—Zac puede tener elección en la parte de ser esposo, pero no puede en el asunto de ser padre. Los niños no esperan a que sus padres estén listos. Vienen cuando deciden que
quieren venir. —Mírame. Les tomó cerca de veinte años a mis padres finalmente actuar como mamá y papá. O algo así.


—Quizás cree que soy lo suficientemente buena para follar pero no lo suficientemente buena para ser su esposa o la madre de sus hijos.


—No hay forma de que piense eso. Apostaría dinero a que te pedirá matrimonio tan pronto como sepa que hay un pequeño Zac dentro de ti.


—¿Pero no lo ves? Eso es exactamente lo que no quiero. Necesita casarse conmigo porque me ama más que a nada en este mundo. Incluso más que a su sueño de poseer un viñedo exitoso. Quiero que me ame de la forma que Pedro Henry te ama a ti. No apostaré por menos.


Esa es probablemente una de las cosas más inmaduras que he oído salir de la boca de Addie.


—Y no tendrías que apostar menos.


—Oh, mi Dios, Paula. Voy a tener a una dulce, pequeña y adorable de mejillas regordetas… máquina de mierda. —Se inclina y descansa su frente sobre sus palmas—. Voy a ponerme gorda y tener estrías. Y hemorroides. Sabes que esas cosas son totalmente desagradables. Oh, Dios. Mi vida sexual se ha acabado.


Y aquí vamos con la exageración.


—Estoy segura de que hay medidas que puedes tomar para prevenir esas cosas, o al menos reducirlas. Deberías hacer algo de investigación, así sabrás qué esperar.


Su cabeza gira para verme.


—Déjame adivinar. Estás sugiriendo que lea un libro sobre expectativas de embarazo.


Aldana no tiene madera para hacer eso. No es intelectual y no dice serlo. El mundo tiene suerte si lee las señales de alto.


—Podría ser un buen punto dónde comenzar… después de que le digas a Zac.


Sacude la cabeza, su rostro severo.


—De ninguna forma. No estoy lista para eso.


Está siendo irrazonable. ¿Cuánto tiempo planea ocultarlo? 


Este secreto tiene fecha de expiración y se revelará a sí mismo con o sin su permiso.


—No puedes ocultárselo por mucho tiempo. Se va a dar cuenta de ello y no puedo imaginar que eso vaya bien.


—Lo sé. No tomará mucho tiempo antes de que descubra que no tengo mi período. Dios, es tan maniático del control. Está más atento a mis ciclos que yo, pero necesito un poco de tiempo para pensar cómo tomará las noticias.


Un maniático del control es exactamente lo que Aldy necesita, alguien que la mantenga en la dirección correcta. La conozco y entiendo lo que quiere decir sin oír sus palabras directamente. Temo que no irá bien si tantea a Zac para ver su reacción. No está considerando la imagen completa. Es fácil decir lo que uno hará cuando realmente no está en determinada situación. Nadie sabe realmente lo que sentirá en una circunstancia hasta que le sucede.


—Por favor, no trates de hacer que Zac especule sobre un posible embarazo. Tu bebé no es hipotético. Es real y merece saberlo lo más pronto posible.


—Y le diré, pero necesito saber cómo se siente sobre mí, sin el bebé, primero. Si me pide que me case con él, quiero saber que es porque me ama, Pau. No a causa de una
obligación o porque quiere atarse a mí porque teme que su hijo se le escapará de las manos.


Está bien. Entiendo su deseo de querer saber sus verdaderos sentimientos por ella antes de que sepa sobre el bebé. Me sentiría igual si estuviera en sus zapatos.


—Se inteligente con la forma en que hagas esto. La última cosa que necesitas de él es que se sienta engañado.


Una expresión sorprendida vino a ella.


—¿Y si he estado viéndolo de la forma incorrecta? Imaginaba que me pediría matrimonio porque quiere hacer lo correcto, pero ¿y si estoy equivocada y me dice que no quiere volver a verme nunca más? ¿O si quiere que me someta a un aborto? Tiene tantos sueños para el futuro y temo que piense que el bebé lo arruinará todo.


No había considerado esa posibilidad y no estoy segura de por qué. ¿No es de alguna forma lo que mi papá le hizo a mamá?


—Si lo hace, entonces que se pudra. Puede largarse porque me tienes a mí. Siempre estaré a tu lado para ayudarte a cuidar de este bebé.


Aldana alcanza mi mano a través de la mesa y la sostiene en la suya.


—Tú siempre eres la estable y yo la bala perdida. Deberías ser tú la que tuviera al bebé. No yo.


Esta es probablemente la única vez en que Pedro Henry estaría completamente de acuerdo con Aldana.


—Algún día lo será. —Con suerte, un día bastante cercano.








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