miércoles, 15 de junio de 2016
CAPITULO 169
Llegamos a Avalon con media hora de sobra antes de que se cayera el cielo y una tormenta furiosa descendiera. Paula está de pie en la pared de ventanas con vistas al viñedo, mirando las gotas caer.
—Me encanta la lluvia. Me relaja.
Me acerco por detrás y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.
—No me disgusta la lluvia, sólo conducir en ella.
—Es perfecto para la siesta.
—Entonces deberías ir acostarte por un rato y te despertaré en un par de horas.
—Estoy bastante cansada. —Me mira por encima del hombro—. Ambos nos quedamos despiertos hasta tarde, así que creo que deberías unirte. —No estoy seguro, ¿pero creo que esta es una invitación para algo más que dormir la siesta?—. Es domingo… La Sra. Porcelli no está aquí. —Sí. Esta es una invitación para tener sexo durante el día y tal vez una siesta después. Ambas funcionan muy bien para mí.
Doy un tirón a sus manos.
—Estoy dentro
Bajo las cortinas romanas, oscureciendo el cuarto.
—Tienes razón. Hoy es un día perfecto para la siesta.
Se arrastra sobre la cama y luego se pone de rodillas. Se saca el vestido por su cabeza y lo deja caer antes de volverse para desabrochar su sujetador.
—Lo es, pero creo que hoy es aún más perfecto para hacer un bebé.
Pone todo su empeño en el Proyecto Concepción y es totalmente ardiente.
—Realmente estás en esto. —Pateo mis zapatos y desabrochó mis jeans. Saco mi camiseta por encima de mi cabeza y la dejo caer al suelo.
Menea su culo mientras empuja sus bragas por sus caderas.
—No hago nada a medias.
Me estoy moviendo a la cama cuando lanza el encaje blanco hacía mí, aterrizando con éxito en mi hombro. Agarro la pieza casi inexistente de tela, llevándola a mi nariz. Su aroma es embriagador y estoy seguro que es imposible conseguir suficiente. Estoy completamente poseído por ella.
—¿Te das cuenta que tienes completa autoridad sobre mí?
—Es curioso, he pensado lo mismo de ti en muchas ocasiones.
—Una vez elegí hacer las cosas sólo si me gustaban. Ahora todo lo que hago es por ti porque quiero que seas feliz.
Se arrastra hasta el borde de la cama a mi encuentro y pone sus brazos alrededor de mis hombros. Arrastra su boca a través de la línea de mi mandíbula hacia mi oído.
—Y lo soy. No te puedes imaginar lo feliz que me haces.
—Apuesto a que puedo.
Se aleja y se mueve para sentarse sobre su culo antes de deslizarse a la mitad de la cama.
Extiende su cabello mientras se acuesta, una precaución que toma para que no quede atrapado debajo de su espalda. Es una locura lo bien que se ve —más sexy que cualquier mujer que he visto fotografiada en una revista de desnudos— y ella es sólo para mis ojos.
Codicio eso.
Está tendida sobre su espalda con los pies separados y las rodillas cerradas. Se ve tan tímida e inocente, pero la conozco mejor, así que me arrodillo y coloco una mano en cada pierna y empujo. Levanta los brazos sobre su cabeza y arquea su espalda mientras agarra el borde del colchón.
Sabe que algo bueno está a punto de suceder y que no me atrevería a decepcionarla.
Tocado. Es tan simplista en ciertos aspectos, y tan compleja en otros.
Pongo mi pulgar contra el clítoris de Paula, aplicando la mínima presión, pero no lo muevo. El cerebro es el órgano sexual más grande para una mujer, así que quiero que se
anticipe a lo que está por venir… que lo anhele. Quiero oírla pedirme que se lo dé. No negaré que me gusta tener este tipo de poder sobre ella, al igual que a ella le gusta el control que tiene sobre mí.
Empieza a girar sus caderas, pero mi mano se mantiene estacionada, frustrándola sin fin.
Le doy un par de giros a mi pulgar y gime una vez antes que me detenga.
—Vamos, Alfonso. No me hagas esto.
—¿No te haga qué?
Levanta su pie en mi hombro y me empuja con sus dedos.
—Sabes qué. Me estás tomando el pelo.
—Necesito más detalles.
Pone los ojos en blanco.
—Quieres que hable sucio.
—Sí. Quiero escucharte decir cosas sucias como una chica mala. —Se mece contra mi mano y la muevo. —Oh oh… no vas a conseguir lo que quieres hasta que lo pidas.
Espero en anticipación a las cosas traviesas que podría decir. ¿Qué será? ¿Follarla con los dedos? ¿Chupar su clítoris? ¿Poner mi lengua dentro de ella? Estoy duro con esta anticipación pero me sorprende con sus palabras, como hace a menudo.
—Quiero que pongas un bebé dentro de mí. —Su voz es suave y muy dulce. Desmorona cualquier fachada de chico malo que pretendo tener.
Estaba listo para divertirme, para jugar sucio. Quería hacerla rogar por un orgasmo, pero oírla pedirme un niño cambia todo. Saca a relucir mi lado tierno, una parte de mí que no sabía que existía hasta que ella llegó a mi vida, y es algo que ve muy poco.
Pongo mis manos en sus caderas y froto mis pulgares sobre sus caderas.
—No puedo esperar para verte crecer con nuestro hijo. —Bajo mi boca a su estómago y pongo un beso debajo de su ombligo—. Voy a besar tu abultado vientre todos los días.
Su mano está en la parte de atrás de mi cabeza, sus dedos acariciando mi pelo.
—Serás un padre maravilloso.
Me muevo hacia arriba para estar flotando por encima de ella, con cuidado de no presionar demasiado de mi peso contra ella.
—Me dijiste que tenías miedo de ser una madre de mierda, como Julia.
—Se supone que no vamos a hablar sobre nada de lo que dijimos durante el confesonario. Nos pusimos de acuerdo, Alfonso. Esa es la razón por la que podemos sentirnos seguros de decir las cosas que normalmente no nos confesaríamos el uno al otro.
—Lo sé, y sólo voy a hacer una excepción por esta vez porque quiero que sepas que no eres para nada como Julia. Eres la persona más abnegada que conozco y tu amor es inmenso. No es posible que seas otra cosa que una madre maravillosa.
—Te amo.
—Yo también te amo. —Dobla sus rodillas y me muevo hacia atrás para que pueda moverse a su posición. Me tira hacia abajo para poder besar mi boca y susurro contra sus labios—: Y este bebé será amado. —Sus manos se encuentran con las mías para poder entrelazar nuestros dedos. Los aprieta en un puño y ve mis ojos mientras entro en ella—. Él o ella ya lo es.
No aparta la mirada de la mía mientras me muevo dentro y fuera de ella. Se siente tan íntimo, como si estuviera viendo directamente en el fondo de mi alma, y me deja la sensación de estar abierto, expuesto. Nunca he sentido un momento así con nadie, y me encanta. Quiero que ella vea todo de mí.
Estoy entrando y saliendo de P lentamente cuando siento sus piernas subir y colocarse alrededor de mi cuerpo. Me está engatusando más profundo, así que empujo con más
fuerza, llevándome más cerca de llegar del orgasmo. Empujo sus piernas hacia atrás y abiertas mientras empujo una última vez, llenando su cuerpo con una parte de mí mismo.
Cuando he terminado, salgo despacio y alcanzo una almohada de la cabecera de la cama.
Le hago señas para que levante el trasero.
—Arriba, amor. —Se levanta y deslizo la almohada debajo de sus caderas, repitiendo la misma rutina de la noche anterior con las piernas en el aire en reposo sobre mis hombros.
—No creo que mis piernas tengan que estar arriba. Estoy segura de que ha habido un montón de bebés concebidos sin estar en esta posición.
Intenta quitar sus tobillos de mis hombros pero los mantengo firmes en su lugar.
—Pero la vista es muy hermosa, Sra. Alfonso. Sería un favor para mí, personalmente, si te quedaras de esta manera durante un tiempo.
Sonríe mientras sacude la cabeza.
—Vas a hacerlo de nuevo, ¿no es así?
—¿Hacer qué?
—Provocarme hasta que puedas hacerme el amor… otra vez.
—La primera vez, hacemos el amor, porque es por el bebé. La segunda vez, follamos ya que se trata de nosotros. —Finge jadear indignada, pero sé que está acostumbrada a las
cosas que digo, así que rara vez la impresiono—. No se vino, Sra. Alfonso, ¿qué es lo que quiere?
—Quiero que me frotes con esos dedos talentosos que tienes. —Toma mi mano y coloca el dedo sobre su clítoris—. Aquí.
Empiezo con un movimiento circular.
—¿Te gusta?
Cierra los ojos y sus palabras salen como un susurro entrecortado.
—Sí.
—Estás un orgasmo detrás de mí. No creo que haga daño ponerse al día mientras esperamos. ¿Estás de acuerdo?
Está meciendo su pelvis contra mis dedos y no puede quedarse quieta.
—No podría estar más de acuerdo.
—Entonces tengo una tarea ante mí. Una muy bella. —Utilizo mi pulgar para acariciar su centro hacia arriba y abajo varias veces antes de concentrarme en el nudo apretado de la parte superior. Es su punto más sensible y alterno entre rápido y lento, duro y blando. Se está acercando. Me doy cuenta por las reacciones de su cuerpo, pero quiero acabar con ella con una explosión, así que bajo mi boca y chupo su clítoris. Soy inconsistente con la presión y la velocidad para que se sienta incapaz de predecir lo que vendrá después.
Un momento después, jala mi pelo y gime.
—Oh… oh… oh. —Afloja la mano y todo su cuerpo se torna flácido. Ahí es cuando sé que está en ese lugar, aquel en el que ella está feliz y eufórica. No hay otra sensación en el
mundo como eso.
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