miércoles, 18 de mayo de 2016

CAPITULO 80




Sin morenas. Nunca puedo ver a otra sin pensar en ella. 


Paula las ha arruinado a todas ellas para mí. Para siempre. 


Y me ha arruinado a mí también. Es por eso que estoy cayéndome de culo de lo borracho en este bar de hotel. 


Tengo que estarlo si voy a hacer la única cosa que podría hacer su pérdida menos dolorosa. Encontrar a la número catorce, llevarla arriba, y follármela hasta expulsar a Paula de mi cabeza.


Estaba borracho hace cinco tragos, por lo que ahora he olvidado el número de tragos. Me echo hacia atrás y golpeo el vaso sobre el mostrador.


―Otro. ―El camarero me da una mirada de reojo mientras se está decidiendo si me va a cortar el servicio, así que meto la mano en mi cartera y dejo caer un billete gordo para él―. Dije otro.


Me doy la vuelta en el taburete para comenzar mi búsqueda. 


Tengo la habitación del hotel. Todo lo que necesito ahora es una mujer que no me reconozca. La número catorce.


Exploro la habitación como siempre lo hago y empiezo por hacer un inventario.


Veo algunas rubias de aspecto decente, tal vez una pelirroja o dos, pero ninguna mejor que ella. Nadie lo será.


He perdido la única cosa que me hizo sentir vivo.


Mis pensamientos vagan hacia el lugar en mi cabeza donde sólo Paula reside, por lo que no me doy cuenta cuando alguien toma el asiento a mi lado. Salgo de mi trance cuando escucho su voz.


―¿Esperando a alguien?


Me vuelvo hacia la dueña de la voz y veo a una rubia atractiva con el cabello hasta el mentón en risos sueltos y los ojos azules brillantes sin mostrar reconocimiento de quien soy. Probablemente está por los treinta y cinco años.


Tal vez más cerca de los cuarenta y vestía como una profesional en vestido recto y una chaqueta ajustada. Es mi tipo habitual. Antes de Paula.


Niego con la cabeza.


―Nadie en particular. Sólo aquí para encontrar un poco de compañía.


Ella sonríe.


―Yo también. Tal vez podamos hacernos compañía el uno al otro.


Porque estoy borracho, no tengo ninguna razón para pensar que voy a sacar esto por ahí de una manera atractiva. No lo sé. Tal vez quiero arruinarlo así ella me mandaría a volar.


―Yo no soy tu tipo normal de compañía. Tengo requisitos muy específicos para las mujeres con las que salgo. La primera de ellas es que no voy a decirte mi nombre real y no quiero saber el tuyo. Honestamente, realmente solo quiero sexo y tener un poco de diversión durante unas semanas y luego no quiero volver a verte.


Espero la bofetada o que se levante y se vaya, pero no pasó nada.


―Vaya, vaya. ¿Somos directos?


―Digo lo que pienso porque no tengo tiempo para juegos tontos. ―¿No es eso lo que le dije a Paula después de que me preguntara si estaba perdiendo mi filtro?


―Bien.


¿Qué? ¿En serio? ¿Ella está diciendo “bien” a esa mierda que acabo de decirle?


―¿Estás dentro?


―Por supuesto. Tú eres caliente y yo necesito una distracción.


―¿Una distracción para qué?


―El hombre que amo. ―Baja su mirada hacia la bebida mientras la remueve―. Él no siente lo mismo. ¿Cuál es tu problema?


No voy a hablar de la persona que amo con otra mujer, y mucho menos con la que estoy a punto de tener sexo. Hasta yo sé que eso no está bien.


―Ninguno. Justo ahora no estoy en un compromiso o en contacto después de que terminé con una mujer.


―Respeto tu honestidad. ―Ella toma lo último de su bebida femenina―. ¿Quieres ir arriba?


―Es por eso que estoy aquí. ―Lanzo hacia atrás mi trago y me levanto del banco. Estoy un poco inestable por lo que ella se estira para sostenerme.


―¿Estás bien?


Consigo enderezarme por lo que no lo estropeo. Es lo que necesito. Es lo que tengo que hacer para sacarla a ella de mi mente.


―Sí. Estoy bien. No tenemos que parar por una habitación. Ya tengo una.


Subimos en el ascensor hasta el tercer piso y salimos. Me sorprende ser capaz de encontrar la habitación porque estoy más que borracho. Ella tiene que quitarme la tarjeta de acceso para abrir la puerta porque estoy demasiado descoordinado para deslizarla dentro y sacarla. Espero que eso no aplique para mi pene.


Entramos juntos en la habitación y nos arrastramos contra las paredes antes de caer de espaldas sobre la cama. Cierro los ojos por lo que se siente como un segundo y cuando los abro de nuevo, la rubia sin nombre se ha desvestido, está en tanga y sujetador y a horcajadas sobre mí.


Ella se estira hacia su espalda para desabrocharse el sujetador y luego toma mis manos y las pone sobre sus tetas. Se ven bien, pero aún borracho, sé que son falsas, porque no se sienten para nada como las de Paula.


¡Maldición! No puedo siquiera sacarla de mi cabeza cuando tengo las dos palmas rebosantes de tetas.


Ella se inclina para besarme y vuelvo mi cabeza de modo que su boca aterriza en mi mandíbula. Ella no tiene prisa arrastrando besos por mi cuello. Cierro mis ojos porque no quiero mirarla.


Me desabrocha la camisa y dice que me siente para poder sacarla. Hago lo que dice y luego caigo de nuevo en la cama. Sus manos se deslizan arriba y abajo de mi pecho.


―Me alegro de tropezarme contigo. Eres súper sexy.


Su boca comienza en la parte de arriba de mi pecho y se abre paso hasta mi estómago. Tironea para abrir el botón de mis pantalones y luego baja la cremallera. Estoy jodidamente borracho, pero de alguna manera me las arreglé para conseguir que se me levantara.


―Bien, bien. Podría ser un feliz cumpleaños para mí después de todo. ―Ella tironea de toda mi ropa hasta queda como un recuerdo olvidada en el suelo.


Cuando termina, empuja su tanga hacia abajo y la manda a donde su vestido está tumbado en un montón en el suelo.


Sube nuevamente sobre mí y saca un condón de alguna parte. Supongo que de su propio suministro, ya que no me ha preguntado donde están los míos. La escucho cuando lo abre y luego siento sus manos rodándolo sobre mí. Me froto los ojos cerrados porque todo lo que puedo ver es a Paula en la oscuridad detrás de mis párpados. ¡Mierda! Quiero olvidarme de ella y sé que esta es la forma, así que ¿por qué no está funcionando? ¿Por qué sigo viéndola? 


¿Extrañándola?


¿Amándola?


Siento la mano de la rubia en torno a mí y sé que va a deslizase sobre mi pene en cualquier momento si no la detengo, así que me levanto de golpe en la cama y la aparto de mí.


―Lo siento. No puedo hacer esto contigo.


Me levanto y empiezo a vestirme mientras ella me mira desde donde está. No dice nada, y cuando estoy completamente vestido, ni siquiera miro en su dirección.


―La habitación está pagada. Puedes quedarte si quieres.


Cuando estoy fuera de la puerta, tomo el teléfono de mi bolsillo, pero no es a Daniel a quien llamo. Necesito hablar con mi hermano.


―Ernesto, necesito que vengas a buscarme.


―¿Sabes qué hora es? ―refunfuña.


―No, y me importa una mierda. Ven a recogerme a Langford.






No hay comentarios:

Publicar un comentario