miércoles, 18 de mayo de 2016

CAPITULO 82





Suena el timbre de la puerta y abro los ojos, maldiciendo la luz del sol que se burla de mí a través de la ventana. Muevo mi mano como lo he hecho todas las mañanas, durante la última semana, para encontrar el lugar junto a mí vacío.


Incluso después de una semana, todavía no estoy acostumbrado a encontrar su espacio vacío.


Mi cabeza pesa kilos después de todo lo que estalló ayer por la noche, y el sonido del timbre entusiasta no está ayudando a las cosas. Quiero gritarle a la persona y decirle que se vaya, pero sé que elevar mi voz sólo empeorará las cosas. 


El reloj despertador se ilumina con la hora 07:18. Por supuesto, estaría durmiendo ahora, pero ¿quién demonios estaría en mi casa tan temprano en un sábado por la mañana? Nadie sabe que estoy en Sydney excepto Ernesto, por lo que sólo puede significar una cosa. Él le dijo a mamá, y ahora ella está aquí porque él todavía piensa que es gracioso como el infierno meterme en problemas con ella. 


Eso es lo que me pasa por llamar a ese pequeño hijo de puta.


Abro la puerta y la tormenta Margarita Alfonso pasa a un lado de mí. ¡Oh, mierda! Esto no va a ir bien.


―Por favor entra, mamá.


―No me vengas con tu astucia. He estado tratando de comunicarme contigo durante toda la semana y has evitado mis llamadas. Es una pena que tenga que perseguirte para descubrir lo que pasó.


―Es tiempo de cosecha. No tengo que decirte lo ocupado que las cosas pueden ser.


―Han pasado días desde que Paula tenía programado irse y no he sabido nada de ti. Estuve a punto de perder la cabeza queriendo saber lo que ha pasado, pero desde que me has estado evitando, estoy bastante segura de que puedo adivinar. Los arruinaste con ella, ¿verdad?


Y aquí vamos.


―Sí. Metí la pata.


Pone sus manos en las caderas y levanta la vista hacia el techo mientras suspira en voz alta.


―¿Ella te dijo que te amaba?


¿Cómo iba a saberlo? ¿Es adivina?


―Sí.


―¿Y qué le dijiste tú? ―Me está dando esa mirada de que me va a estrangular si no le doy la respuesta que ella quiere. 


Espero que mi cuello esté preparado para el ahorcamiento que está punto de recibir.


―No le dije nada. ―Y luego me la follé.


Parece sorprendida por mi falta de respuesta a la confesión de amor de Paula.


―Oh. Entonces parece que le debo una disculpa. Fui a verla hace unas semanas en Avalon. Ella me dijo que te amaba, y yo pensé que sentías lo mismo, así que la animé a decírtelo. 
No lo hubiera hecho si hubiera sabido que no tenías sentimientos por ella.


―Pero los tengo, mamá. Amo a Paula, mucho.


Veo la confusión en su rostro.


―Entonces no lo entiendo. ¿Por qué no le dijiste y pediste que se quedara? Hubiera sido la oportunidad perfecta.


Dudo que ella vaya a tomar esto muy bien.


―No salgo con mujeres que dicen ese tipo de cosas, así que estaba atrapado con la guardia baja. Pensé en ello día y noche durante una semana y finalmente fui capaz de admitirme a mí mismo como me sentía. Estaba a punto de decirle acerca de mis sentimientos, de preguntarle si se quedaba, cuando descubrí que se había ido sin despedirse. Mamá, ella se fue sin saber que la amo.


Su expresión me dice que no está contenta.


―No lo entiendo. Ha sido una semana. ¿Por qué no va tras ella? ¿O al menos le has llamado para declararle tu amor?


Eso es todo. No puedo mentir como lo hago para salir de lo que pasó con Paula. Más importante aún, no lo quiero hacer nunca más. Detesto la mentira y la pretensión, ellas me costaron la mujer que amo.


Joder, mamá va a estar enojada.


―Tengo que decirte algo y no vas a estar feliz conmigo al respecto.


Ella me está mirando.


―Ya estoy bastante cabreada contigo, hijo.


―Lo sé, y está a punto de empeorar. ―Me siento como un niño otra vez, confesándome por algo juvenil. Sólo que esto no es algo juvenil. Es adulto y muy grave―. Cuando Paula y yo empezamos a salir no teníamos expectativas de llegar a ser algo más que una relación temporal. Ambos sabíamos que estaba en Australia durante tres meses por lo que accedimos a salir y divertirnos juntos durante ese tiempo. Sin condiciones.


Ella se ve molesta.


―Ya me habías dicho eso.


Me preparo para lo peor.


―Lo hice, pero eso no es todo. Yo no le dije mi nombre real cuando nos conocimos. No quería que lo supiera, porque no quería ningún tipo de contacto con ella después de que nuestra relación terminara. Usar un alias era la única manera que podía asegurarme para que no me rastreara después. 
Ella estaba muy enojada cuando por primera vez le dije lo que quería, pero finalmente estuvo de acuerdo. Ya que ella no sabía mi nombre real, optó por no decirme el suyo.


―¿Paula no es su nombre? ―pregunta, con expresión perpleja.


―Paula es su nombre de pila. Lo descubrí accidentalmente cuando se le escapó a su amiga, pero su apellido, Beckett, es un alias. Nunca me dijo su apellido.


Casi puedo ver el cerebro de mi madre en acción mientras coloca las piezas juntas.


―Pero la trajiste a casa para reunirse con nosotros y ella te llamó Pedro Henry.


―No había como esconder mi identidad cuando vinimos a ver a papá en el hospital, así que le dije la verdad sobre mí mismo más tarde esa noche ―le explico―. A partir de ese momento, ella sabía todo sobre mí.


―¿Pero nunca pensaste que era lo suficientemente importante como para pedirle su apellido? ―Me levanta la voz―. ¿Incluso después de que ella sabía quién eras?


No me atrevo a responder porque no le va a gustar mi respuesta.


―Su apellido no me importaba porque no tenía la intención de cambiar nuestros planes simplemente porque ella sabía quién era yo. Yo no la amaba entonces.


―¡Eso es pura mierda! ―me grita ella―. Estabas enamorado de esa chica cuando la trajiste a mi casa. Lo supe al momento en que los vi juntos. Y ella estaba tan obviamente enamorada de ti. No podría habértelo dicho todavía, tenías que ser un estúpido para no verlo.


No puedo discutir con su evaluación porque ciertamente he sido un estúpido.


Cruzo mis brazos en la encimera de granito frío y me recargo en ellos, cerrando los ojos. Me gustaría poner mi cabeza contra el frío para ver si puedo encontrar algo de alivio porque me duele como un hijo de puta.


―Opté por no verlo porque no quería estar enamorado ella.


―Pero lo hiciste de todos modos.


―Sí, lo hice, y ella se fue sin decir adiós, antes de que pudiera decirle.


―¡No puedo creerlo, Pedro Henry! ―Mamá recoge su bolso para golpearme varias acertadas ocasiones. Fuerte. Ella es la única madre que conozco que haría uso de su bolso de mano para golpear a su hijo de treinta años.


―Ella vivió contigo y compartió tu cama, ¿y nunca le preguntaste su apellido? ―Retrocede y me golpea de nuevo. ¡Mierda! Ella está realmente furiosa.


No desvío la bolsa volando hacia mí porque es la manera de liberar su ira.


Realmente es algo cómico, pero nunca cometería el error de reírme de Margarita Alfonso cuando está en uno de sus ataques.


―Esa pobre chica debe de estar tan herida. No puedo decir que la culpo por escabullirse sin un adiós. Yo probablemente habría hecho lo mismo si le hubiera dicho a un hombre que lo amaba y él sólo se haya quedado mirándome fijamente.


―No me quedé mirándola fijamente.


―Entonces, ¿qué hiciste?


Dejo caer mi cabeza en vergüenza con la idea de cómo me la follé después.


―No quieres saber. ―Voy al cajón donde guardo los medicamentos para conseguir algo para mi dolor de cabeza―. Sé lo estúpido que he sido, mamá. Pero voy a hacer lo correcto con Paula. Sé un montón de otras cosas sobre su vida que nos conducirán a ella.


―¿Quién somos nosotros ?


―He contratado a alguien para ir a Estados Unidos a encontrarla. Un investigador privado. ―Dejo fuera los detalles sobre mi amplio uso de sus servicios y porqué sé que va a encontrarla para mí en cualquier momento


―Tú debes ser el que vaya tras Paula. Va a significar más para ella si tú lo haces ―argumenta ella.


―Ojalá pudiera, pero no tengo las habilidades necesarias para seguir su rastro.


―Hijo, no estoy segura de que encontrarla vaya a ser tu mayor problema. La has herido de una manera terrible. Ella no te va a perdonar, por lo que podrías ser inteligente para prepararte para el rechazo.


La idea de Paula rechazándome es dolorosa, pero es una realidad que no puedo ignorar.


―Voy a hacer todo lo que esté en mi poder para hacer las paces con ella, porque no me gusta lo que me parece mi vida sin ella. Voy a encontrarla, y cuando lo haga, nunca voy a dejar que se vaya de nuevo.


Creo que sospecha lo que estoy dándole a entender, pero decido aclararlo para ella, así no hay malentendidos.


―No quiero pasar nunca un día más sin Paula. Cuando la encuentre, voy a pedirle que sea mi esposa.


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