domingo, 19 de junio de 2016
CAPITULO 182
Llegamos diez minutos tarde a su cita por mi culpa. Tuve al menos tres episodios de arcadas más antes de que llegáramos a la puerta. Le dije que siguiera sin mí pero no quiso.
Está muerto de miedo. Lo veo en sus ojos. Y creo que detecto un temblor nervioso en sus manos mientras hojea una revista para padres.
—¿Te sientes mejor?
—No. Aún tengo náuseas. Creo que podría acostarme en este piso y morir felizmente ahora mismo.
—¿Pensarías menos de mí como hombre si hiciera lo mismo? —Realmente me divierto por primera vez en días. Somos un espectáculo, dos adultos sentados en esta oficina de pediatra más asustados que los niños que nos rodean.
—Pedro Alfonso —Es llamado y somos conducidos dentro de una habitación de examen por una baja y redonda enfermera—. Está aquí para someterse a una muestra de ADN por una prueba de paternidad respecto a Ashton Rosenthal.
—Es correcto.
Santa mierda. No he escuchado su nombre hasta ahora.
Creo que he estado pretendiendo que no tenía nombre, que en realidad no existía, pero escucharlo lo hace todo muy real.
—Voy a vomitar.
La enfermera se apresura agarrar una cuenca del gabinete y me la entrega justo a tiempo.
Solo arcadas secas, por supuesto. No tengo nada en el estómago.
—Parece que necesita ver al doctor ya que está aquí. —Moja una toalla de papel y me la pasa.
—Un pediatra no va ayudar con lo que tengo.
—Mi esposa está embarazada. Son las náuseas mañaneras. —Suena tan orgulloso.
—Oh, bueno, felicidades. —Le sigue un incómodo silencio y estoy segura que es porque recordó la razón por la que él estaba aquí en primer lugar. Siento el calor de la humillación en mis mejillas. Protejo mi cara—. El doctor estará aquí en un momento.
Miro a Pedro Henry.
—Ves. Esa es la razón por la que todavía no quiero decirle a la gente.
Suspira.
—Lo entiendo, nena, pero por favor trata de entender mi lado. Estoy emocionado por nuestro bebé. Se sintió bien decirle a alguien que mi esposa está embarazada. Me hace
sentir orgulloso.
—¡No siempre puedes hacer algo solo porque se siente bien! Por eso estamos sentados en la oficina de un doctor por una maldita prueba de paternidad. —Estoy irritable, al borde, y
podría romper a llorar en cualquier momento. No tengo derecho a decirle estas hirientes cosas—. Lo siento. No sé por qué estoy siento tan perra. No quiero serlo.
—Es el embarazo, amor, y esta situación no está ayudando. —Pone sus brazos a mí alrededor—. Solo unos días más y espero que esto termine para siempre para que volvamos
a ser nosotros.
Ser nosotros. No hay nada que quiera más, pero parece que estas perras de su pasado no lo permitirán.
El médico entra al cuarto de exámenes con su enfermera. Es educado —no tiene los mejores modales del mundo— pero asumo que está acostumbrado a tratar con niños.
Recoge una muestra del interior de la mejilla de Pedro Henry y pone una etiqueta de su paciente a su alrededor. Lo sostiene frente a Pedro Henry para que verifique.
—¿Todo esto luce correcto para usted?
—Sí, señor. Ese soy yo.
—Bien. El laboratorio nos mandará los resultados y le notificaremos mediante una carta.
—Prefiero que me llamen —pide—. El correo tardará al menos dos días más y estoy ansioso por saber los resultados.
—Bueno, pero estoy seguro que querrá algo escrito también. Haré que la oficina le hable para que pueda venir por el informe del laboratorio.
Entonces, eso es todo. Ahora, esperamos.
Dejamos el cuarto de exámenes y esperamos en la recepción para avisar que nos vamos.
—¿Te gustó el doctor?
Como que es una pregunta extraña.
—En realidad no. ¿Por qué preguntas?
—Necesitaremos un pediatra.
—Bien, no será él. —No solo fue su falta de modales, no quisiera ser recordada como la esposa que acompañó a su esposo a una prueba de paternidad—. Quiero un doctor que sea mujer.
—¿Y si nuestro bebé es niño? —pregunta—. ¿No crees que será raro para él dejar que un pediatra femenino vea su pajarito?
Golpeó mis frenos mentales.
—¿Su pajarito?
—Sí. —¿En serio? ¿Así es como Pedro Henry va a decirle al pene de nuestro hijo?
—No creo que sea más incómodo que un pediatra masculino vea el tutu de nuestra hija.
—¿Su tutu? ¿Así es como lo llamarás?
Nos miramos el uno al otro y reímos.
—¿Es esto un ejemplo de a lo que nuestro vocabulario será reducido? ¿Pajarito y tutu?
—Estoy bastante seguro que lo es. Tres niños después y Ernesto habla ese idioma ahora.
—No esperaba verte aquí. —Me volteo al sonido venenoso de la voz de una mujer, pero ya sé que es ella, Jenna Rosenthal. Tiene a su hijo sobre su cadera y no se ve muy contenta con mi presencia—. Luces muy animada para una mujer cuyo marido se acaba de someter a una prueba de que es el padre de este niño. —Señala a Pedro Henry—. Míralo, Ashton. Ese es tu papi y te pareces tanto a él.
Esta mujer está delirando. Ese niño no se parece en nada a Pedro Henry.
—No lo hagas —dice Pedro Henry a través de sus dientes y luego mira al niño y suaviza su voz—. No le digas eso.
—Los resultados del examen lo probarán. Ya lo verás.
—Y si lo hace, me introducirás en su vida apropiadamente, no parados en el pasillo de la oficina del doctor.
—Siguiente —llama la recepcionista y caminamos al mostrador para pagar por la visita.
Pedro Henry dobla el recibo y lo mete en el bolsillo de su chaqueta.
—No mires hacia atrás, incluso si dice algo. Solo salgamos de aquí.
—Está bien. —Pone su brazo a través del mío y me lleva hacia afuera.
—Ashton, dile adiós a tu papi y a la madrastra malvada.
Me siente girar en sus brazos para poder voltearme y responder, para decirle algo a esa perra.
—No lo hagas, P. Reflejará poco de ti si la atacas física o verbalmente mientras tiene un niño en sus brazos. Es lo que ella quiere.
Tiene razón, pero es difícil como el infierno dejar pasar eso.
—Estoy bien. —Me enderezo y sostengo mi cabeza en alto—. Estoy bien. En serio.
Suelta mi brazo y espero hasta que estamos en el auto para descargarme.
—¿Por qué siempre tienes que follar a las locas? —Me mira pero no responde—. Maldición, Alfonso. Primero Adriana y ahora ella. Dos de doce están dementes, tres de trece si incluyes a Lana. Esa no es una gran estadística. ¿Qué les haces a estas mujeres para llevarlas a ese punto de locura?
—¿Podemos no hablar de las otras y de lo que hice con ellas?
—Seguro. De todas maneras no quiero saber. —El tema de sus antiguas amantes está más allá de viejo para mí y rápidamente estoy desarrollando los mismos sentimientos por su problema de la prueba de paternidad.
—Solo quiero concentrarme en ti y en nuestro matrimonio. —Pone su mano sobre mi estómago—. Y en nuestro pequeño.
Coloco mi mano sobre la suya.
—Todavía no hemos celebrado a este bebé.
Se inclina sobre mí en el asiento del copiloto y agarra la parte de atrás de mi cuello con su mano libre. Me jala cerca hasta que nuestras frentes están presionadas juntas.
—Oh Dios, P. Las cosas se han sentido tan delicadas entre nosotros esta semana. Tenía miedo de intentar algo por miedo a que te enojaras más.
—No fue mi intención hacerte sentir así. —Cubro su cara con mis palmas—. He sido egoísta, revolcándome en la autocompasión. No te he permitido expresar felicidad por el bebé porque te estaba castigando. He sido injusta y ahora lo veo. Lo siento. —Me inclino y beso su boca—. Vayamos a casa.
—Lo que digas.
Estoy pensando en todas la maneras en las que quiero mostrarle a Pedro Henry cuanto lo amo, pero parecen extrañas sabiendo que el ama de llaves estará vagando por la casa.
—¿Quisieras llamar a la Sra. Porcelli y darle el resto del día libre?
—No creo que será necesario para lo que tengo en mente. —Alcanza su teléfono y hace una llamada—. Hola, es Pedro. Tengo un favor que pedirle. ¿Podría preparar un picnic para
mí y Paula? —Me da una sonrisa torcida, mostrando solo uno de sus hermosos hoyuelos—. Muchas gracias. Estaremos en casa en unos quince minutos.
Termina la llamada y hace otra.
—Harold, voy tomarme el resto del día libre. —Me da la misma sonrisa torcida—. No, todo está bien. Solo quiero pasar tiempo con mi esposa así que creo que está bien que tú también te vayas. Lo retomaremos mañana.
Se detiene en el garaje y se inclina para besar mi boca.
—Quédate aquí mientras voy por la canasta.
—Bueno.
Espero en el coche y finalmente regresa. Lleva los dos brazos llenos de cosas, incluyendo el edredón del cuarto de invitados.
—¿Necesitas ayuda?
—Nah. —Se acerca al todoterreno y deja todo en el asiento trasero. Hace un gesto hacia el asiento del pasajero—. Su carruaje la aguarda, señorita.
—¿Qué vas a hacer, Sr. Alfonso?
—Todo a su tiempo, Sra. Alfonso.
Me uno a mi esposo en mi carruaje y nos saca al viñedo.
Abro la boca para preguntar a donde vamos pero la cierro porque no va a decirme. Quiere que eso sea una sorpresa, pero pongo las piezas juntas antes de llegar a dónde vamos.
Me llevará a la bodega de vinos.
La realización enciende el interruptor de mi ingle, poniéndome lista, y recuerdo la primera vez que Pedro Henry me trajo aquí. Todavía no había accedido a su loca e indecente propuesta pero él estaba determinado a que lo hiciera. Utilizó algunos movimientos poco ortodoxos para que sucediera. También fue el día que me dijo que nunca se casaría o tendría hijos. Vaya, la diferencia que ha hecho un año. Un año más y seremos padres de un… niño de cuatro meses.
Estaciona junto a la entrada de la bodega.
—Lo descubriste a mitad de camino, ¿verdad?
—No. —Me mira escéptico—. Sí. Pero solo me dio tiempo para pensar sobre lo que vamos a hacer cuando entremos.
—Reconocí cuando te retorciste.
¿A qué se refiere?
—¿Cuándo me retorcí?
—Te pones nerviosa e intranquila cuando estás excitada, pero tienes que esperar a que te lo de.
Esto no es nuevo para mí pero no me di cuenta que era tan descaradamente obvio para él.
—¿Conoces todos mis secretos?
—Lo dudo.
Abre la puerta y entramos a la oscura bodega. Prende el interruptor de los faroles y nuestro camino se ilumina.
—Amo tanto este lugar.
—Yo también. Lamento no haber hecho tiempo para traerte antes, pero Harold acecha este lugar, revisando constantemente que todo esté como debería ser. Hace un trabajo de primera cuando se trata de mis viñedos, pero me pone en un aprieto ya que soy un hombre de las cavernas.
Eso necesita cambiar porque ha pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvimos aquí.
—Entonces deberías darle más tiempo libre para que nos colemos por aquí más seguido.
—Tal vez lo haga.
Caminamos por el corredor y envuelvo mis brazos a mí alrededor. La cabaña tiene corrientes de aire.
—¿Frío? —pregunta. Asiento y me jala hacia su cálido lado.
Nos detenemos en la entrada del cuarto donde tuvo lugar nuestra recepción.
—Aún no te he perdonado por esparcir pastel sobre mi cara.
—Fue lindo.
No encontré ninguna cosa linda al respecto.
—No lo fue. Aldana trabajó en mi maquillaje una eternidad para que fuera perfecto. ¿Sabes lo que es tenerla en mi cara todo es tiempo?
—P, aún lucías perfecta después de que lo quité a besos.
Entramos al cuarto donde me trajo en nuestro primer día en Avalon. Buenos recuerdos se apresuran en volver.
—Estaba extendida en esa mesa la primera vez que me diste un orgasmo. Luego nuestros invitados de la boda se sentaron ahí y comieron pastel.
—Estoy bastante seguro de que tu papá se sentó en la mesa en el mismo lugar donde te alcé y te lamí. —Le gusta apuñalar a mis padres en cualquier oportunidad que tenga. Lo hace porque odia la manera en la que se equivocaron conmigo, así que estoy bien con eso.
Extiende una gruesa manta en el suelo cubierto de piedras de la bodega y luego la colcha del cuarto de invitados para que este lindo y suave. Se quita sus zapatos de una patada y se sienta antes de sostener una mano hacia mí.
—Siéntate conmigo.
Me quito mis sandalias y me arrodillo antes de bajar y sentarme junto a él. Toma una botella de vino de la canasta y quita la tapa. Sirve y me pasa una copa.
—No puedo beber esto.
—Es solo jugo de uva espumoso. —Lo tomo y llena un segundo vaso para él—. Sabía que no podrías beber vino así que quise tener algo a la mano cuando descubriéramos que estabas embarazada. —Da unas palmadas al espacio entre sus piernas—. Ven a sentarte aquí. —Me deslizo hasta que es capaz de envolverme en sus brazos. Mi espalda está contra su pecho y acerca su copa a la mía—. Este brindis es por ti, mi esposa y madre de mi hijo o hija. Has llenado mi vida con tanto amor y alegría este año. Es algo que nunca pensé que tendría. Te amo, P, mucho más de lo que crees, y juro que voy a hacerlo mejor para ser el tipo de esposo que te mereces. Voy a convertirme en un hombre mejor por ti y este bebé.
OhDiosMio, es tan maravilloso.
Bajo mi copa y me volteó en sus brazos.
—Eso fue tan hermoso, ni siquiera sé cómo responder. —Solo hay una manera, y no es con palabras.
Baja su copa cuando me muevo a mis rodillas para poder sacar el vestido sobre mi cabeza.
Me alcanza y me jala hacia él, amasando gentilmente uno de mis pechos.
—¿Te duele aquí?
—Un poco. —Desabrocha mi sostén y toma mí ya duro pezón en su boca. Enrolla su lengua sobre la punta y la sensibilidad hace eco en mi ingle, haciéndome temblar—. Pero eso se siente bien. —Se mueve a mi otro pecho y hace los mismos movimientos antes de darnos vuelta para que esté tendida sobre mi espalda.
Pone un beso sobre mi corazón y luego se mueve hacia el centro de mi cuerpo. Se detiene cuando llega a mi vientre y pone la punta de sus dedos sobre ella, frotando movimientos
circulares.
—Ya eres mucho más que solo un niño en mi cabeza. Eres un milagro creciendo justo aquí dentro de tu mami. —Coloca sus manos en los huesos de mi cadera y presiona sus labios
debajo de mi ombligo para un beso—. Ya eres amado más de lo que sabes.
Se mueve más abajo y levanto mis caderas para que pueda quitar mis bragas. Cuando son descartadas, comienzo a trabajar en los botones de su camisa.
—Estás muy vestido. Ayúdame.
Da un tirón a la cintura de sus pantalones y reconozco el sonido de la cremallera deslizándose hacia abajo. Lo ayudo a deslizarlo con los dedos de mis pies hasta que está fuera.
Estamos desnudos y presionados juntos. Su erección esta justo ahí, lista para zambullirse en mí, aun así espera.
—¿Esto no te lastimará a ti o al bebé?
—No. Está seguro en un capullo. —Doblo mis rodillas y las abro más antes de subir mis caderas para empujar la punta en mi interior.
Sé que se muere por hacerlo. Yo también. Nunca hemos pasado tanto tiempo sin hacer el amor excepto cuando estábamos separados, pero veo la duda en su rostro.
—Estamos bien.
Presiona su frente con la mía.
—¿Me dirás si algo duele o no se siente bien?
—Sí.
Entra lento y fácilmente, luego se detiene. Estoy frustrada como el infierno.
—No me volví frágil así de repente solo porque estoy embarazada.
—Lo sé. Solo estoy siendo gentil.
No puedo soportar esto.
—Voy a tomar el control, así que acuéstate sobre tu espalda. Voy a estar arriba. —Se sale de mí lentamente y hace lo que le digo. Subo y me hundo hasta que me llena completamente—. Mmm… ¿ves? ¿No se siente eso mucho más satisfactorio?
Pone sus manos sobre mis caderas y me guía de arriba a abajo.
—Puedes montarme cuando quieras. —Y lo hago hasta que ambos nos venimos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario