domingo, 19 de junio de 2016
CAPITULO 183
Han pasado cinco días desde la prueba de paternidad y la oficina del pediatra recién llamó por teléfono para hacerme saber que puedo ir a recoger los resultados, pero tendrán que esperar. Tengo asuntos más importantes que atender.
Paula tiene su primera visita prenatal en dos horas y no permitiré que un momento tan especial como este sea arruinado.
Sus náuseas matutinas han levantado su fea cabeza todos los días de esta semana, por lo que le está tomando más tiempo levantarse y ponerse en marcha. Su cara está tan pálida y delgada, estoy bastante seguro de que ya ha perdido peso. Eso no puede ser bueno para ella o el bebé.
—La Sra. Porcelli mezcló un remedio casero para ti. —Mira el vaso y se ve como si fuera a vomitar en cualquier momento—. Parecía segura de que te ayudaría.
—¿Así que ella lo sabe?
—Debe saberlo ya que hizo esto para ti, pero yo no se lo dije. —Se desliza lentamente en la cama para sentarse con los ojos cerrados—. No habría sido difícil que lo averiguara ya que has estado enferma cada mañana de esta semana.
Toma el vaso y lo mira.
—¿Qué hay en él?
—No tengo ni idea. Se ve como agua para mí.
Lo lleva a su nariz y lo huele.
—Huelo algo familiar, pero no sé que es. —Lleva el vaso a la boca y toma un pequeño sorbo—. No es terrible. Hay un poco de un sabor intenso con algo dulce, tal vez un toque de miel. —Toma otro sorbo—. No me importa si es malo si ayuda a que esta sensación desaparezca. Odio estar con náuseas.
—¿Qué tal una tostada? —Quiero que coma porque no necesita perder otro gramo. Me preocupa que ella y el bebé no estén recibiendo lo que necesitan.
—Tal vez un poco más tarde. —No es lo que quiero oír.
—Prométeme que lo intentarás.
—Lo haré. —Pone su mano en mi brazo—. No te preocupes, Alfonso. Me sentiré mejor en un par de horas y comeré algo entonces. No pienso dejar que el bebé muera de hambre.
Odio no poder ayudarla.
—No puedo controlar esta situación y eso me hace sentir impotente. Cuido de ti, es lo que hago, pero no soy capaz con esto.
—Esto pasará en un par de semanas y comeré todo lo que encuentre. Probablemente subiré demasiado de peso y tendré un montón de estrías. Desearás que tuviera náuseas
mañana, tarde y noche.
—Nunca. Quiero que tú y que este bebé tengan el alimento que necesitan.
Paula dio sorbos a su bebida hasta que terminó alrededor de la mitad, y la contuvo. Es sobre todo agua, creo, pero me hace sentir mejor ver que al menos consigue un poco de
hidratación.
Es un proceso lento, pero se levanta de la cama para ducharse y vestirse para su cita. De alguna manera nos las arreglamos para salir por la puerta a una hora decente. A pesar de su condición actual, se ve hermosa y no puedo dejar de mirarla de reojo mientras conduzco.
—¿Qué?
—Eres hermosa y me encanta mirarte.
—Bueno, encuentra un tiempo para mirar cuando no estás conduciendo.
—Sí, señora.
Hacemos el papeleo necesario mientras nos sentamos en la sala de espera, pero no nos llaman a una sala de examen por una hora y media.
—Esperar tanto tiempo es ridículo.
Se da vuelta y me da esa cara de cierra la boca. La conozco tan bien.
—Estoy viendo a una obstetra. Tiene que salir de la oficina para ir a entregar niños en el hospital. Eso es innegociable así que espera retrasos. Tendremos nuestro turno cuando hagamos esperar a la gente mientras ella reciba al nuestro.
P hace pis en una taza, la pesan, y toman su sangre. Todo esto sucede antes de que ella incluso esté en la sala de examen.
—¿Qué más van a hacerte?
Comienza a quitarse la ropa para ponerse una bata de hospital.
—Estoy segura de que estoy recibiendo un Papanicolaou ya que es mi primera visita. Probablemente sentirá alrededor para asegurarse de que todo está funcionando bien y espero hacerme un ultrasonido. Tengo muchas ganas de ver al bebé.
Se sienta en la mesa de examen y esperamos un poco más, lo suficiente para que el doctor entregue por lo menos una docena de bebés. Me estoy volviendo muy irritable y P sabe.
—Ten paciencia, Alfonso.
—No deberías tener que sentarte y esperar así. No has comido nada y ahora es bien pasado el almuerzo.
Abre la boca para responder —o discutir— pero no lo hace ya que la doctora finalmente entra en la sala de examen.
—Hola, Sra. Alfonso. Soy la Dra. Sommersby. Siento mucho que haya tenido que esperar tanto tiempo. No acostumbro a atrasarme tanto, pero tuve dos entregas esta mañana y una eran gemelos por lo que tomó más tiempo.
—No hay problema. —Sí, lo hay. No tendré a P sentada durante horas así cada vez que tenga una cita.
Hablan unos minutos acerca de cosas que no sé nada mientras siente los pechos de P. Eso es raro, que otra mujer toque a mi esposa así, pero supongo que sería peor si se tratara de un hombre. La Dra. Sommersby le pide a P que se deslice hacia abajo sobre la mesa y coloque sus pies en los estribos metálicos. Oigo un montón de ruido metálico y mantengo mi lugar en la silla junto a su cabeza. Ni siquiera quiero saber lo que está pasando bajo esa sábana.
—Todo se ve bien. Ahora echemos un vistazo al ultrasonido para que podamos documentar qué tan avanzado está.
Esto hace a P muy feliz. Y a mí. Quiero ver al bebé y saber que todo está bien también.
La doctora pone gel sobre el vientre de P y lo extiende a su alrededor. Toma nota de su piercing en el ombligo.
—Es muy bonito, pero le recomiendo que lo cambie a algo flexible cuando esté más avanzada. A veces estos rígidos anillos dejan cicatrices feas.
—Esperaba que me dijera que tenía que sacarlo.
—Soy bastante blanda en la mayoría de las cosas, pero sí lo quiero fuera el día del parto en caso de emergencia. Es horrible sacar esas cosas cuando todo el mundo está apurado. — Una emergencia, no había considerado que nada de eso sucediera. Creo que nadie va a tener un bebé y piensa que algo malo va a pasar con ellos.
Tomo la mano de Paula en la mía mientras la Dra. Sommersby ajusta sus gafas y endereza la pantalla del monitor de la ecografía para una mejor visión. Mueve la sonda de una manera y luego de otra. No puedo adivinar lo que está viendo, pero no veo nada excepto un ruido blanco en una pantalla negra.
—Tenía la esperanza de que pudiéramos ver algo con una exploración abdominal pero es demasiado pronto. Vamos a tener que hacer una transvaginal. —Devuelve la sonda en su
mano a la máquina y la cambia por una que se parece a un enorme consolador. ¿Qué diablos va a hacer con eso?
Mis pensamientos no son del todo cabales cuando rueda un condón sobre él y me doy cuenta.
—Relaja tus piernas y déjalas caer, Paula. —Su mano y el consolador desaparecen bajo el vientre de la bata de P—. Esto no duele pero se siente lleno, sobre todo si la vejiga no
está vacía.
P me mira con sus grandes ojos y respira profundamente antes de soltarlo. Hace una cara que me dice que está incómoda y me aprieta la mano.
—¡Uf! Esa es mucha presión.
—Aguanta, Paula. Mejorará una vez que deje de mover el transductor… que eso debería ser… ahora.
Paula suspira de alivio. Su agarre en mi mano se relaja pero tiembla mientras busca en la pantalla, esperando a que la doctora le diga algo. Cualquier cosa.
—Esto es sólo una ecografía bidimensional por lo que la imagen no es la mejor. Básicamente, sólo quiero documentar la gestación. Haremos una tridimensional cuando esté más avanzada y tengamos algo que se pueda reconocer. —Finalmente apunta a la pantalla—. Parece que tienes seis semanas, sumando o restando un par de días. Esta gran zona oscura es tu útero y ese círculo blanco es el saco. Y si miras aquí… —Ajusta para ver mejor y apunta a un área blanca—. Ahí está su bebé.
Paula aprieta mi mano.
—Es increíble. Estamos mirando a nuestro bebé por primera vez. ¿Lo ves, Pedro Henry?
Es verdaderamente una vista increíble, esta pequeña personita dentro de mi esposa. Parte de mí, parte de ella, pero sea niño o niña, espero ver más de Paula que de mí en él o ella.
—Lo veo. Es increíble. —Seré cambiado para siempre por esto.
Salimos de la oficina y Paula no puede dejar de mirar la foto de la ecografía que la doctora imprimió para nosotros.
—No he sido capaz de conseguir que el episodio sangriento de Aldana salga de mi mente desde que me enteré que estaba embarazada, por lo que es un alivio saber que todo se ve bien en este momento.
—Todo va a ser perfecto. No te preocupes, ¿de acuerdo?
—Estoy emocionada. Decidí que no quiero esperar en decirle a todo el mundo desde que nos dieron un buen informe.
Me debato el traer a colación los resultados de las pruebas. No quiero echar a perder nuestra buena noticia, pero estoy seguro que Paula quiere terminar con esto más que yo.
—La oficina del Dr. Gates llamó esta mañana para decirme que los resultados de las pruebas de paternidad ya están. ¿Quieres pasar a recogerlas mientras estamos en la ciudad o esperar?
Suspira.
—No quiero posponerlo. Es mejor hacerlo para que podamos o dejar de preocuparnos y avanzar, o comenzar el proceso de aceptación de ese niño como tuyo.
Paula espera en el coche, mientras voy a retirar el informe. La mujer de recepción sonríe y me desea buenas tardes al colocar un sobre cerrado en mi mano. Mi nombre está escrito en la parte delantera en mayúsculas, pero lo único que puedo pensar es cómo debería leerse, DESTINO DE PEDRO ALFONSO.
Con Paula no discutimos la forma en que nos gustaría hacer esto, pero no abro los resultados. Creo que es algo que deberíamos hacer juntos en la intimidad de nuestro hogar
—principalmente porque no sé cómo serán nuestras reacciones— pero le voy a dar todo el poder. Es su elección decidir cuándo y cómo.
Me meto en el auto y sostengo el sobre.
—Dime cómo quieres hacer esto.
Toma un aliento y sus mejillas soplan hacia fuera mientras exhala.
—Creo que deberíamos hacerlo en casa.
—De acuerdo. —Lanzo el sobre en el salpicadero y conduzco su Cayenne hasta Avalon. El trayecto nunca me ha parecido más largo.
Me estaciono en el garaje y agarro el sobre.
—Creo que deberíamos estar solos cuando miremos esto ¿Te importa si le doy a la Sra. Porcelli el resto del día libre?
—Creo que eso es lo mejor.
Entro por delante de Paula y relevo a la Sra. Porcelli de sus funciones durante el resto del día. P espera hasta que se haya ido para entrar en la casa y veo por qué cuando viene
adentro. Ya está llorando.
—Lo siento. —Tapa su boca con la mano—. Me dije a mí misma que no iba a ser así, pero no puedo evitarlo.
—Está bien, P. Tus hormonas están por todos lados, así que no puedes evitar esta loca montaña rusa emocional que estás montando. —Extiendo mi mano hacia ella y después de que la toma, la llevo al sofá—. ¿Aquí está bien? —Asiente y las lágrimas ruedan por sus mejillas mientras rompo el sello del sobre.
Me detiene, colocando su mano sobre la mía.
—No importa el resultado, te amo. Si es tuyo, no me voy a ir a ninguna parte. Estaré contigo y seré la esposa que necesitas que sea.
Estoy aliviado al instante, y por primera vez desde que mi vida se salió de control, siento que mi mundo no se acabará por lo que podría haber en este pedazo de papel.
—No puedo decir lo mucho que significa para mí saber que estarás aquí conmigo de cualquier manera.
—Quería que lo supieras antes de que puedes estar seguro de que los resultados negativos no son la razón de que me quedé.
Tomo el papel y no es lo que esperaba. Pensé que sería una carta diciendo que era o no era el padre de Ashton Rosenthal, pero me equivoqué. Me entra el pánico, tratando de descifrar su significado.
—Es el resultado real del laboratorio. —Busco a través de un montón de palabras y números que no entiendo acerca de alelos. Una serie es para: niño. El otro para: presunto padre. Y luego veo lo que creo que son los resultados.
Basado en el análisis de ADN, el presunto padre, Pedro McLachlan, es excluido como el padre biológico del niño, Ashton Rosenthal, porque no comparten marcadores genéticos suficientes. Índice Directo Combinado: 0. Probabilidad 0%.
No soy su padre.
—¡Gah! —Pongo mis manos en mi pelo y caigo de nuevo en el sofá—. Mierda. —¿Es malo para mí estar así de aliviado cuando el resultado deja a un pequeño muchacho huérfano?
No tengo tiempo para resolver eso en mi cabeza, porque estoy tirando de P a mis brazos—. Cero por ciento de probabilidad. El hijo de Jenna Rosenthal no es mío.
Gracias mierda. Me las he arreglado para poner otra jodida tormenta a mis espaldas.
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