sábado, 18 de junio de 2016

CAPITULO 181




El día de la prueba de paternidad está aquí. Le dije a Pedro Henry que iría con él pero quiero retractarme. Toda la cosa me espanta como la mierda. Por si fuera poco, tengo muchas náuseas. Me acuesto inmóvil, esperando a que la ola de náuseas pase pero perdura. Supongo que esto es lo que tengo que esperar en las mañanas, y apesta.


Hemos estado durmiendo en la misma cama toda la semana, pero no hemos hecho el amor.


Ni siquiera ha intentado. Supongo que debería estar contenta ya que complicaría más toda esta situación, pero no me gusta vivir como compañeros de cuarto. Extraño desesperadamente la intimidad que comparto con mi marido y mientras más nos separamos, más me doy cuenta lo infeliz que sería sin él.


Entra al cuarto y se sienta sobre la cama a mi lado. Ahueca sus manos con las mías y produce una sonrisa torcida, pero no hay alegría en sus ojos.


—La cita es en una hora y media.


—Lo sé. Solo estaba esperando a que las náuseas pasaran para que pudiera levantarme y alistarme.


Lleva mi mano a su boca y la besa.


—Lamento que no te sientas bien, pero es una señal de un embarazo saludable. Significa que tus hormonas están subiendo.


—¿Cómo diablos sabrías algo como eso?


Se encoge de hombros.


—Parece que recuerdo a mi mamá diciendo algo así cuando Emma estaba embarazada. ¿Quieres probar con algunas galletas para ver si ayuda?



—¿Supongo que también recuerdas a Margarita diciendo que eso era un remedio?


—No. Todo mundo lo sabe.


Me deslizo fuera de la cama.


—Sí. Trataré con una o dos.


Regresa unos minutos después con galletas y una bebida gaseosa.


—La Sra. Porcelli manda ginger ale. Dijo que podría ayudar.


—¿Le dijiste que estaba embarazada? —pregunto. Mejor que no le haya dicho porque voy a estar enojada.


—No, solo que no te estabas sintiendo bien.


—¿Qué vamos a hacer acerca de decirle a la gente?


—Si fuera por mí, le diría a todo el mundo, así que supongo que se reduce a lo que tú quieras. —No creo que esté bromeando. No lo pondría por delante de él para ir a anunciarlo al periódico.


Pero no estoy lista para que alguien sepa.


—Todavía no quiero decirle a nadie.


—¿Porque quieres esperar hasta que el riesgo de aborto haya pasado?


—Sí. —No. Esa no es la razón—. No. No quiero anunciar mi embarazo y que luego sea eclipsado por el anuncio de que tienes un hijo de dos años con otra mujer. —Sé que esto lo
lastima, pero es como me siento—. ¿Podemos solo acordar atravesar este día, ver cuál es el resultado la próxima semana, e ir desde ahí?


—Haré lo que sea que quieras. Tú tienes la última palabra.


Muerdo la galleta y la ruedo en mi boca. No tengo idea de cómo el hecho de comer mejorará las náuseas porque solo el simple hecho de tragar mi propia saliva ahora mismo me hace querer vomitar.


—Tengo que escupir esto. —Me levanto de la cama y corro hacia el baño cuando me doy cuenta que habrá contenido estomacal siguiendo la galleta.


Pedro Henry está instantáneamente a mi lado ayudándome a jalar mi cabello hacia atrás y colocando un paño frio en la parte de atrás de mi cuello.


—Lamento que estés tan enferma, amor.


—Me temo que es algo normal de todo esto.


—Si pudiera lo quitaría de ti.


—Sé que lo harías. —No tengo duda sobre su sinceridad porque así es lo mucho que me ama.



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