domingo, 19 de junio de 2016

CAPITULO 184





Soy despertada cuando escucho a Pedro Henry en el teléfono, gritando, y me levanto para ver qué está pasando.


—Tu hijo no es mío. No hay nada más que tengamos que discutir. —No tengo que escuchar otra palabra para saber quién está al otro lado del teléfono.


Está callado por un momento, pero luego me sobresalto cuando lanza su teléfono a través de la sala golpeando la pared sólo a unos pocos metros de mí.


—¡Hija-de-puta! —Está tan enojado que tiembla. Da miedo verlo así.


Me ve de pie cerca de donde acaba de romper su teléfono en pedazos y sus ojos se agrandan.


—Lo siento mucho. No te vi.


—¿Qué fue eso?


Se hunde en el sofá.


—Eso, mi querida esposa, fue el sonido de ser amenazado y chantajeado por Jenna Rosenthal.


—¿Con qué?


—Comenzó a acusarme de tener a alguien que cambiara los resultados de la prueba de paternidad. Le dije que podríamos hacer un centenar de pruebas de paternidad y todas ellas me excluirían de ser el padre de su hijo. Una vez que se dio cuenta que no iba a conseguir que reconociera a su hijo, amenazó con revelar mi pasado. Me dijo que seguramente me dejarías, por vergüenza, si todo el mundo supiera lo que solía hacer.



—¿Qué es lo que quiere?


—Lo que quería desde el principio, dinero.


Por supuesto que sí. Perra hambrienta de dinero.


—¿De qué tipo de números estamos hablando?


—Preguntó cuánto dinero estaba dispuesto a soltar para mantenerte.


Va a jugar duro.


—Probablemente cree que no sé nada de tu pasado.


—O si sospecha que eras parte de él, cree que voy a pagar para evitar que seas humillada como una de mis compañeras.


Realmente me importa una mierda lo que la gente piense.


—No voy a ninguna parte, así que no quiero que le pagues un maldito céntimo a menos que creas que no podrás vivir con la gente sabiéndolo.


—Me importa una mierda, pero no quiero eso para ti. Me mataría ver una foto tuya en la columna de chismes con algún título estúpido sobre que una vez fui una especie de
extraño pervertido sexual. —Todavía está temblando.


—Podrías no pegar. Ya no eres uno de los solteros más codiciados de Australia. Tus días de aparecer en los diarios pueden haber terminado cuando te pusiste un anillo de bodas en el dedo.


—No es así como realmente funciona. Lo que hice fue ilícito. A la gente le encanta una historia escandalosa, sobre todo cuando es real. Es mucho más interesante que el felices
para siempre. —Cierra sus puños en su pelo y gime—. Joder, Margarita Alfonso me matará si se entera.


—Entonces deberíamos hablarle del bebé tan pronto como sea posible. No querrá que su nieto sea huérfano.


—No sé sobre eso. Va a estar enfadada como el infierno.
Margarita no es tonta. Va a juntar las piezas. Todo el mundo lo hará.


—Pasé tres meses contigo y me fui. Va a descubrir que fui una de ellas. No estoy realmente loca por esa idea. No quiero decepcionarla.


—Mi madre te ama, P. No pensará menos de ti. —Se levanta del sofá y se acerca a recoger los pedazos de su teléfono. Toma la tarjeta SIM y la inspecciona—. Necesito tu teléfono.
Tengo una llamada importante que hacer.


Tomo mi teléfono de la habitación y se lo doy a Pedro Henry y hace el intercambio de tarjetas. Está de pie de espaldas a mí cuando marca un número y espera una respuesta.


—Jim, tengo otro trabajo para ti. Necesito que vigiles a alguien, una mujer llamada Jenna Rosenthal.


Jenna Rosenthal. Otra perra a la que me gustaría patearle el culo mientras lleve mis botas.


Y lo haré si surge la oportunidad, con una gran sonrisa en la cara.


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