sábado, 18 de junio de 2016

CAPITULO 179




Entro en la casa y voy directo hacia la ducha. Abro la llave del agua caliente pero no puedo sentir el calor golpeando contra mi piel. Estoy fría, por dentro y por fuera.


¿Cómo fue que mi vida se conviertió en esto en una noche? 


Pedro Henry y yo teníamos todo. Estuvimos en la cima del mundo un minuto y caímos al infierno al siguiente. Sé que necesito tiempo para absorber esta conmoción, pero no estoy segura si lo superaré esta vez, especialmente si ha tenido un bebé con otra mujer.


Todo pasó tan rápido pero así es como generalmente se siente una patada en las tripas.


Estaba tan feliz por leer esa prueba de embarazo con él, pero en vez de eso me enteré que tuvo un bebé con otra de las doce. Tal vez.


—¿Pau? —Me sorprendo cuando oigo la voz de Aldana. 


Olvidé que se quedó anoche.


—Sí, soy yo. Estoy sola. Dejé a Pedro Henry en el hotel. Aldy, algo malo pasó esta mañana. Quiero decir, muy malo. —Quiero vomitar sólo de pensar en decir esas palabras. Otra mujer tuvo el bebé de mi esposo. No estoy segura que pueda hacer que eso ruede de mi lengua.


—Pau, estoy sangrando. —Limpio el agua de mis ojos y abro la puerta de la ducha.


—¿Cuánto? —No tiene que decirme. Puedo ver el chorro escurriendo por sus piernas.


—Mucho.


Intento parecer calmada.


—Está bien. Ve a acostarte a mi cama y me vestiré.


Estoy temblando mientras me seco y me pongo la ropa. Me ato el pelo en un moño.



—Oye, chica, ¿cómo te sientes?


—No muy bien. Puedo sentir la sangre saliendo a borbotones cuando me muevo.


—Entonces quédate quieta. Casi estoy lista. —Me pongo los zapatos y entro en la habitación, siguiendo los rastros de sangre en el piso. Santa mierda. Mi habitación parece una escena del crimen.


—Lo siento, Pau —grita Aldana cuando ve mi rostro—. Creo que he arruinado tus sábanas.


—No te preocupes por las sábanas. —Necesita una toalla higiénica, una grande, pero sólo tengo protectores pequeños—. No puedes ir al hospital en eso así que espera un momento. Voy a agarrar algo para que te pongas. —Agarro unos pantalones para dormir de Pedro Henry y una toalla del baño—. Quítate tus bragas y ponte esto entre tus piernas. —Extiendo los pantalones en el piso para que se pare en el—. Mete el pie. Mete el pie. —Los subo y ato la cuerda así para que pueda abrazarse a su cintura—. ¿Puedes caminar?


—Sí, pero creo que la sangre va a salir a borbotones cada vez que dé un paso.


—Está bien. —¿Pero lo está? Estoy asustada hasta la mierda. Nunca he visto tanta sangre.


Comenzamos a caminar de mi habitación al auto. No es una distancia muy larga pero juro que nunca se ha sentido tan lejos.


Está llorando.


—Estoy perdiendo este bebé, Pau.


—No sabes si eso es verdad. —Quiero ser tranquilizadora pero probablemente tiene razón.


No sé cómo pudo sangrar tanto y no estar teniendo un aborto.


—Todavía no le he dicho a Zac. Supongo que no será un problema ahora.


—No hables así.


—Soy realista —argumenta.


—Las madres son optimistas, no realistas.


Nos subimos en mi camioneta y estoy manejando mucho más rápido de lo que debería.


—Necesito que me digan que todo está bien porque en verdad quiero este bebé, Pau. Incluso si Zac no. Ya he decidido que lo voy a conservar y a criarlo sola si tengo que hacerlo.


Alcanzo su mano y le doy un apretón.


—Reza, Aldy. Pídele a Dios que proteja a tu bebé.


—Sabes que no hago eso. —Como si justo ahora fuera el momento para ser terca y pensar que no necesitas la ayuda de un poder superior.


—Bueno, deberías.


Aldana es llevada a la sala de emergencias y comienzan a hacerle una rápida evaluación ya que cualquiera puede ver que está sangrando demasiado.


—¿Alguna idea de cuándo fue su último período, Srta. Donavon?


—El último normal fue el 17 del mes de octubre. Manché en noviembre pero no creo que califique como período.


La mujer teclea la fecha en la máquina de ultrasonido.


—Usaremos el de octubre ya que noviembre no suena como un periodo. Eso da la fecha de nacimiento para el veinticuatro de julio, lo que te quiere decir que… estás de quince semanas. Parece que probablemente concebiste alrededor del treinta y uno de octubre. — La mujer sonríe—. Supongo que tuviste un divertido Halloween.


—Sí, fue uno bueno.


—¡Aldana! No me dijiste que tenías tanto tiempo. Ya deberías haber visto a un doctor. — ¿Cómo pudo haber sido tan irresponsable?


—No sabía que estaba embarazada. Pensé que estaba de dos, tal vez tres meses desde que manché en noviembre.


—Casi tienes cuatro meses. Mierda, casi es la mitad del embarazo.


—Vamos a hacer el ultrasonido y veamos que está pasando aquí. —La mujer aprieta una botella y un gel claro se chorrea en el estómago de Aldana. Pone una sonda en la humedad y hace unos movimientos en círculos, extendiéndolo en todo su vientre. Todas estamos en silencio, mirando atentamente en la pantalla. La diferencia es que ella sabe qué está viendo. Aldana y yo no tenemos idea.


Apunta hacia una luz parpadeante blanca en la pantalla.


—Ese es el latido del corazón de tu bebé. ¿Puedes verlo?


—Sí. —Mira hacia la pantalla, lágrimas derramándose en su rostro—. ¿No he perdido a mi bebé?


—Él o ella está aguantando ahí. Creo que veo lo que está causando todo ese sangrado pero necesito mejores ultrasonidos para que el radiólogo lo interprete. Toma un respiro y relájate mientras consigo las imágenes que necesito.


Miramos hacia la pantalla porque es asombroso.


—Oh mi Dios, Aldy. Mira. Ya tiene brazos y piernas y puedo verlos moverse.


—Le recé a Dios, Pau. Le rogué que no se llevara a mi bebé y no lo hizo. —Aldana aprieta mi mano—. ¿Llamarás a Zac para pedirle que venga al hospital? Debería estar aquí conmigo.


Odio que tomara algo tan catastrófico para hacerla entrar en razón, pero gracias a Dios que finalmente va a decirle.


—Por supuesto, ¿pero qué quieres que le diga? Va a entrar en pánico cuando le diga que estás en el hospital.


—Dile que estoy bien pero que estoy pidiendo verlo. Quiero ser yo la que le diga sobre el bebé.


—Estoy en eso. —Tendré que usar un teléfono público ya que dejé el mío en casa, en la loca carrera por llegar aquí.


Aldana es admitida en una habitación y está ya instalada cuando Zac hace justo lo que predigo: entra disparando en la sala en estado de pánico, aunque le he asegurado que ella
está bien. Sus ojos se amplían cuando ve una muy pálida Aldy en la cama.


—¿Qué le pasó?


—Aldana quiere ser quien te lo diga. —Pongo una mano en su brazo—. Aldy. Zac está aquí.


Se remueve y abre sus ojos antes de extender una amplia sonrisa.


—Hola, bebé.


Instantáneamente está a su lado, agachándose hasta que está cara a cara con ella.


—¿Qué pasa?


Es momento que me vaya.


—Voy a dejarlos para que puedan hablar.


Ninguno se da cuenta de que me voy; ambos están demasiado aterrorizados, pero por razones completamente diferentes.







No hay comentarios:

Publicar un comentario