sábado, 11 de junio de 2016
CAPITULO 161
Me ha tomado varios días sentir que he regresado a la tierra de los vivos, pero estoy de vuelta. Espero estar lista para la escena de la fiesta, porque Daniel nos va a llevar a la fiesta de Año Nuevo de Ernesto y Emma. No es una fiesta familiar, es decir, conoceré a los amigos de Pedro Henry, así que mi estómago está revoloteando a mil por hora.
—Estás muy callada, amor.
Considero no decir nada, pero no puedo pensar en una buena razón para ocultarle esto.
—Soy tu esposa y estoy por conocer a tus amigos, no puedo evitar sentirme nerviosa por conocer a tu círculo íntimo.
Pedro Henry no tenía intención de presentarme a la gente en su vida cuando empezamos a salir. Conocer a sus padres y hermanos se suponía que no iba a suceder, pero incluso después de que abandonamos nuestro acuerdo original, nunca me llevó con sus amigos.
Todavía no lo había hecho y tengo que admitir que estoy preocupada por esto.
Nuestra boda fue pequeña, sólo la familia estuvo presente.
Me gustaría pensar que fue porque no quería que me sintiera mal por una gran multitud de su lado cuando yo solo tenía cuatro miembros en mi familia y un solo amigo, pero la persona insegura atrapada dentro de mí se pregunta si había algo más.
—Las personas que asisten a esta fiesta no son mis amigos. Son los de Ernesto y Emma, así que estamos entre conocidos.
—Oh. —Así que todavía no conoceré a quienes considera sus amigos—. ¿Por qué no he conocido a tus amigos?
Está sonriendo mientras se inclina para besar mi mejilla.
—No tengo ninguno que valga tu compañía.
Está evitando la pregunta.
—Eso no es una respuesta.
—No te estoy escondiendo de ellos, si eso es lo que está en tu mente. —Su brazo está alrededor de mí y me inclino sobre él. Me presiona más cerca y besa la parte superior de
mi cabeza—. O tal vez lo estoy. Todo el grupo de ellos son autoproclamados mujeriegos y haría bien en alejarlos de ti para siempre.
Un mujeriego, ¿eh? Suena como alguien que solía conocer.
—Te aseguro que no te estás perdiendo de nada, pero puedo hacer que mamá invite a algunos para la cena de mi cumpleaños el próximo sábado por la noche si es lo que quieres.
Es cierto. Es el cumpleaños de mi hombre en trece días.
Treinta y uno. Él ve la edad como una cuenta atrás pero yo no. No es la forma de pensar en la vida, y tengo que cambiar su modo de pensar. También tengo que conseguir un regalo para él, uno perfecto.
Llegamos donde mis cuñados y la entrada está llena de autos caros.
—Parece que invitaron a un montón de gente. —Y parece que hay algunos adinerados, lo que me sorprende. Supongo que no me había dado cuenta de que Ernesto y Emma se
codeaban con personas ricas.
—Perfecto. —El sarcasmo inunda su voz—. Probablemente deberías prepararte para hacer un recorrido. Si te cansas, dímelo y nos iremos. No me opongo a pasar el Año Nuevo en casa, sólo los dos.
No quisiera molestar a Ernesto y Emma yéndonos antes de medianoche. Miro la hora.
—Podemos sobrevivir a cualquier cosa juntos durante cuatro horas.
—Necesitamos una palabra clave.
¿Está bromeando?
—¿Una palabra en clave? ¿Para qué?
—Para cuando hayas tenido suficiente y quieras irte.
Ahora estoy realmente asustada.
—No lo sé. —Pienso por un momento, sugiriendo la primera palabra que viene a mí—. Infinito.
Sonríe.
—Puedo decir que es apropiado ya que es lo que dibujas con tu dedo cuando estás reflexionando sobre algo.
Entramos en la casa y está más llena de lo que esperaba.
Mucha gente debe de haber venido en taxi, o tal vez son como Pedro Henry y tienen conductores privados. No había
pensado que tendría que mezclarme con personas de elite.
Mierda. Puede que me haya casado con un hombre de clase alta, pero nunca me he codeado con este tipo de gente, ni siquiera en mi carrera musical. Soy una simple chica sureña con un acento que no puedo disimular sin importar cuánto lo intente.
Por favor, no dejes que diga o haga nada que me avergüence a mí o a mi marido.
Emma está a mi lado casi al instante, colocando una copa en mi mano.
—La especialidad de Ernesto, un painkiller.
Lo acerco a mi nariz y lo huelo.
—Mmm… huele delicioso.
Pedro Henry me la quita y le da una probada.
—Se precavida, P. Ernesto te engañará con estos. Le agregará más y más alcohol de lo que estás acostumbrada a beber. Te quiere ebria, sin otra razón que para joderme.
Aguafiestas. Juro que son peores que dos niños pequeños que se golpean el uno al otro sin razón. Apuesto que lo hacían todo el tiempo mientras crecían. Pobre Margarita. Apuesto que pateaba sus traseros todos los días lo necesitaran o no.
Emma se ríe.
—Pedro no está bromeando. Debes tener cuidado con Ernesto. No hay nada que ame más que joder a su hermano y si lo puede hacer a través de ti, lo hará, al igual que Pedro me usaría a mí. —Golpea el brazo de mi marido—. Esto nunca se detiene. Pensé que con el tiempo crecerían, sobre todo después de tener hijos, pero no lo han hecho. Son peores que mis propios hijos, así que perdí la esperanza hace mucho tiempo.
No tengo la intención de estar abrazando un inodoro esta noche o mañana por la mañana
—No te preocupes.
Emma toma mi mano y nos guía hacia la fiesta.
—Ven conmigo. Quiero presentarte.
Hacemos un recorrido y mi cuñada me presenta a una persona tras otra. Pedro Henry tenía razón. Estoy pasando de una persona a otra como una especie de novedad. Todo el mundo en la fiesta quiere conocer a la mujer capaz de alcanzar el corazón de Pedro McLachlan.
Conocer a tantas personas a la vez, mientras trato de retener sus nombres correctamente, es agotador. Necesito un descanso de la multitud… y del alcohol. Pedro Henry y Emma estaban en lo correcto. Ernesto mezcla bebidas mucho más fuertes para mí a medida que la noche avanza.
Llamo la atención de Pedro Henry y me muevo hacia el exterior. Me abanico y le señalo la puerta para que sepa que quiero salir a tomar aire. Me da un asentimiento de cabeza, una señal de que entiende, y le soplo un beso.
Salgo hacia la noche y me siento en una silla de patio con los pies descansando sobre una otomana. Dios, hace calor. No estoy acostumbrada a estar en verano durante el año nuevo.
Casi esperaba ver mi aliento en el frío aire.
Es una realidad que no había considerado —ciertamente no es el fin del mundo— pero me doy cuenta de que nunca tendré una blanca Navidad en Australia. Todas las cosas que
asocio con las vacaciones no son lo mismo aquí. Me sorprende lo mucho que me molesta el considerar que mis hijos nunca saldrán a jugar en la nieve después de que hayan abierto sus regalos de Santa.
—Veo que no soy la única que necesita un poco de aire fresco.
Me vuelvo hacia la voz femenina que interrumpe mis pensamientos y veo a una hermosa rubia menuda, con un cabello sedoso que fluye por su espalda.
—Sí. Es mucho para asimilar de una sola vez.
Se sienta en la silla a mi lado.
—Me di cuenta de que Emma te estuvo presentando así que supongo que eres su nueva cuñada, Paula.
Esta mujer sabe mi nombre, pero eso no es sorprendente, ya que todos en esta fiesta saben que soy la esposa de Pedro Henry. Aun así, es desconcertante.
—Esa sería yo.
—Tu acento es adorable.
—Gracias. Sobresale como una espina en un dedo. He tratado de atenuarlo, pero me temo que no sirve de nada.
—No lo hagas. Hablas como una niña dulce del campo. —Se ríe—. No deberías cambiar para adaptarte a tu marido.
Es cierto que me considero una chica de campo, pero no estoy segura de que me guste el tono de esta mujer mientras me dice que sueno como una. Creo que está tratando de
insultarme —pero en una forma maliciosa— como si yo fuera demasiado estúpida para verlo. Y no mencioné nada acerca de cambiar mi acento porque a Pedro Henry no le gustara.
—A mi marido le encanta mi acento y nunca querría que yo hablara de otra manera.
—Tú eres la que dijo que estabas tratando de cambiarlo.
Sé exactamente lo que dije y no era que a mi marido no le gustara la forma en la que soy.
No conozco a esta mujer y no tengo ningún deseo de discutir con una completa desconocida. Salí para tomar un descanso de las conversaciones vacías y no tengo la intención de tener otra con ella, especialmente si va a poner palabras que no dije en mi boca.
—Si me disculpas. —Me levanto para irme—. Pedro Henry debe estar buscándome.
—Oh, mira. Tienes razón. Aquí viene Pedro. —Enfatiza su nombre, como si me estuviera corrigiendo como debo llamar a mi propio marido, y estoy sorprendida por su desagradable tono y repentino cambio de actitud. ¿Quién es? ¿Dijo su nombre? No lo creo.
Camina hacia Pedro Henry y va de puntillas. Sé lo que va a hacer porque puedo verlo venir a un kilómetro de distancia.
Tiene la intención de darle un beso en la boca.
—Hola, Pedro.
La perra es rápida, pero él es más rápido a medida que gira la cabeza y agarra sus hombros para apartarla.
—No, Lana. —Suena como si estuviera regañando a un niño. O a un perro, aunque el término perra sería más preciso.
La decepción se evidencia en su rostro. Su reacción claramente no es lo que ella esperaba, pero luego me lanza una mueca de desprecio.
—Soy Lana y por tu expresión puedo ver que has oído hablar de mí.
—No —le advierte Pedro Henry.
—¿No qué, Pedro? ¿Decirle que teníamos algo y que acostumbrábamos a follar como campeones? —Está sonriendo, tratando de meterse bajo de mi piel, y tanto como odio admitirlo está funcionando.
Follaban como campeones. Perfecto. Mi marido utilizaba la misma terminología conmigo que utilizó con esta mujer, la que trató de atraparlo con un embarazo para que se casaran.
Soy atrapada con la guardia baja, mi mente está completamente en blanco así que no tengo una respuesta para la ex amante de mi marido. No quiero que sepa el impacto que ha tenido en la vida de Pedro Henry o cómo lo ha cambiado incluso años después de que se separaran. Por mucho que lo desprecie, ha tenido una gran influencia sobre mi marido y el pensamiento de ella tomando cualquier tipo de placer de ese conocimiento me enferma.
¿Qué es lo que quiere? No me siguió por ninguna razón.
—Lana. Soy consciente de tu relación previa con mi marido y también estoy al tanto de saber por qué terminó contigo. Ni él ni yo tenemos ningún interés en recordar la forma en que alguna vez follaron. Soy su esposa, por elección, no por la fuerza. Eso quiere decir que a mí, y sólo a mí, me folla como un campeón. Y lo disfruta como el infierno cuando lo hace, que es a menudo. —Estoy temblando por dentro. Mi labio superior puede que incluso esté temblando—. ¿Eso lo cubre, o necesitas más información?
Mira a Pedro Henry y se estira para tomar su mano.
—No hay manera posible que pudieras ser feliz con ella. Si lo piensas recordarás lo bien que lo pasábamos juntos.
¡Esto es malditamente increíble!
Pedro Henry se mueve fuera de su alcance y pone su brazo delante de mí. Me está reteniendo porque sabe que podría correr sangre en cualquier momento.
—Lana, no recuerdo que estuviéramos bien juntos. No eres más que alguien a quien solía conocer. —Toma mi mano—. Amo a mi esposa con todo mi corazón y no podría estar más
feliz.
—Te conozco, Pedro. No estás con ninguna mujer por mucho tiempo. Necesitas variedad, y estoy de acuerdo con eso, pero ella no lo estará. —Camina hacia la casa y dice en voz alta por encima del hombro—. Emma sabrá dónde encontrarme una vez que el brillo de la nueva novia se esfume.
Eso fue absolutamente humillante —dicho por una mujer que solía follar con mi marido— y nada menos que como un campeón. Es casi como si lo hubiera dicho sabiendo que me
afectaría. Quería estrangularlos a los dos.
Me quedo inmóvil mientras la realidad se hunde en mí. Me casé con un hombre con muchas mujeres en su pasado. Esta es la tercera vez que he sido humillada por una de sus
amantes anteriores y sospecho fuertemente que no será la última.
—¿Cuántas veces tengo que pasar por esto?
Pone sus manos sobre mis hombros, tal vez porque tiene miedo de lo que voy a hacer.
—Lo siento mucho. No sabía que estaba invitada. No habríamos venido si lo hubiera sabido.
Supongo que es amiga de Emma si está en su fiesta, así que ¿por qué no consideró que estuviera invitada?
—Nunca me dijiste que Lana era amiga de Emma. ¿Es así como la conociste?
—Sí.
Me siento como si me hubieran golpeado en el estómago. La conexión de Pedro Henry y Lana a través de Emma es un gran problema para mí.
—Vamos. Nos vamos a casa —me dice.
¡Oh diablos no! Meter el rabo entre las piernas no es mi fuerte. Irnos me haría parecer molesta, lo cual estoy, pero también me haría ver débil, lo que no soy, así que no tengo
ninguna intención de darle ese placer.
—No. Es demasiado pronto para volver a casa. Tenemos un nuevo año que celebrar. — Camino hacia la casa—. Creo que necesitaré otro painkiller ya que me merezco algo más
fuerte.
—P. No te emborraches porque estás enojada con ella.
—No me voy a emborrachar porque estoy enojada con ella. Voy a beber mucho más de lo que debería porque estoy enojada con ambos
—¿Qué hice? —Trata de atraparme, pero avanzo hacia la casa antes de que pueda agarrar mi brazo.
Encuentro a Ernesto todavía actuando como un barman.
—Oye, hermanita. ¿Puedo hacerte otro trago?
—Por supuesto que puedes, hermano.
Pedro Henry se acerca y mira a Ernesto mezclar mi bebida.
—Emborráchala y patearé tu trasero.
Ernesto le muestra el dedo y yo como que quiero hacer lo mismo.
Agarra mi mano y me lleva a la habitación de Ernesto y Emma. Cierra la puerta y me presiona contra ella.
—¿Por qué estás enojada conmigo, P? No hice nada malo.
—Oh, Dios mío. ¿La follabas como campeon también?
—¿Qué? —Parece que lo he herido mientras se aleja de mí—. No, por supuesto que no.
No puede borrar esa mirada herida de su cara.
—Usó tus palabras, Alfonso. Follar como un campeón. No puedo creer que me hayas dicho eso en nuestra luna de miel, cuando solías decírselo a ella.
Se encoge de hombros y eleva las manos.
—Es una frase que mis compañeros y yo solíamos decir todo el tiempo. No era algo especial que compartía con ella. De hecho, no recuerdo decirle que le iba a hacer eso nunca.
No quiero oír los detalles sobre algo que podría o no haber hecho con ella.
—Sólo detente.
Se pasa las manos por el cabello, una señal reveladora de su frustración.
—Eres mi esposa. Te amo. Ella y yo terminamos hace mucho tiempo. Me oíste decírselo, ¿por qué estás enojada conmigo?
Probablemente me he vuelto una fea sombra verde porque siento envidia del papel que ha desempeñado en su vida.
—Soy tu esposa y aún así esta otra mujer ha moldeado el hombre que eres.
Acuna mi cara con sus manos.
—Maldita sea, Paula. Tú me haces el hombre que soy ahora, el que ama a su mujer y quiere ser un padre. ¿Cuándo vas a ver que has deshecho de todo el daño que causó? Me has… arreglado.
Ella siempre será una parte de él.
—Ella te hizo como eres. No puedo soportar que te convirtieras en un hombre que pasaba de una relación sin sentido a otra a causa de ella. Me enferma.
Se aleja de mí.
—Por ti, no me sentí roto nunca más… pero claramente puedo ver que no sientes lo mismo.
No sabía que era así cómo él se sentía, como si él se estuviera arreglando debido a mí. Soy tan estúpida. Sólo le dije que estoy asqueada por el hombre que es.
—Soy una mujer tonta. No debí haber dicho esas cosas. No quería decirlas. —Pone su mano en mi brazo para alejarme de la puerta, pero me planto sobre mis pies con firmeza—No.
No se mueve un centímetro, pero me mira a los ojos.
—Infinito. —En el momento en que lo dice, sé que lo he estropeado. Muy mal. Está usando nuestra palabra de código como una palabra de seguridad. Esto significa que ha
tenido suficiente de mí y quiere escapar.
Doy un paso a un lado para que pueda salir y me quedo en la habitación de Ernesto y Emma.
Sola.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Pero qué barbaridad, siempre aparece alguna desubicada para estropear el momento.
ResponderEliminar