jueves, 9 de junio de 2016

CAPITULO 155





Estoy confundida. Siempre he asociado la arena oscura con falta de atractivo, pero esto no lo es. Es… impresionante.


—Arena negra. —Oigo la sorpresa en mi propia voz—. Esto no es para nada lo que esperaba ver en una playa hawaiana.


Pedro Henry se ríe de mí, al parecer entretenido por mi asombro.


—Es otra razón por la que me encanta este lugar. Es diferente a la playa de mi casa en Auckland. Polos opuestos.


Rastrillo mis dedos de los pies a través de ella.


—Si hubiera sabido que era negra, no habría esperado mucho así que me alegro de que no lo mencionaras.


Prepara mi tumbona, extendiendo una toalla en el cojín.


—La lava de un volcán en erupción se precipita en el océano y se enfría cuando golpea el agua. Las olas la fuerzan a volver al mar por eso la arena es negra.


Me siento en la silla.


—Mi esposo, el científico ambiental. ¿Quién lo pensaría?


Pedro Henry repite el mismo proceso en la segunda tumbona y se une a mí. Tiene puestas mis gafas de sol favoritas y puedo ver mi reflejo cuando me mira.


—Así que, ¿este pedacito de cielo es tu playa privada?


—Paula, es nuestra playa privada. Todo lo mío es tuyo ahora. Vas a tener que acostumbrarte a eso.


Me desabrocho la parte superior de mi bikini y lo dejo caer.


—Entonces, ¿está bien que haga esto?


—Maldita sea, P. —Se ríe mientras escanea la propiedad por si hay miradas indiscretas—. Es nuestra, y es privada, pero eso no impide que un bañista ocasional pase por aquí.


—Bueno, supongo que pensarán que han encontrado una playa de topless. —Lanzo mi top rojo brillante y cae sobre el pecho de Pedro Henry—. Porque no me lo voy a volver a poner.


—Malditamente rebelde.


—Malditamente cierto.


Me recuesto en la tumbona para tomar sol. Adoro estar al aire libre; sigue siendo el único lugar donde me siento completamente libre. Cuando era niña, salir al aire libre era mi único escape de ella. Mi madre siempre estaba con resaca —excepto cuando estaba drogada— así que nuestra casa siempre se encontraba oscura, lúgubre y fría. No se me permitía abrir las cortinas debido a la luz solar. El brillo hería sus ojos y le permitía dormir todo el día para que pudiera salir de fiesta durante toda la noche. No era posible abrir una ventana para refrescar el aire ya que hacía que su precioso aire acondicionado se escapara.


Esos fueron días malos. Malos años. No quiero pensar en aquellos tiempos y arruinar este perfecto momento. El clima es hermoso y estoy tomando el sol. Tengo a mi hombre a mi lado; por lo tanto no necesito nada más. Todo en el mundo está bien.


—Estás pensando en algo muy serio.


¿Cómo podría saberlo? Me doy vuelta para mirarlo.


—¿Cómo lo sabes?


Señala mi muslo.


—Estás trazando el símbolo de infinito en tu pierna con la punta de los dedos. Te revela cada vez.


No me di cuenta que estaba haciendo eso, pero él sí. 


Siempre lo hace.


—Bebé, ¿qué tienes en mente?


¿Sacudo los pensamientos de mi infancia lejos, manteniéndolos para mí así no arruino esta perfección? ¿O se lo digo, así Pedro Henry puede saber más acerca del pasado miserable que me hace ser quien que soy hoy en día?


Ya le desagrada mi madre. Estoy segura de que esto solo es añadir más combustible a su desprecio, pero está preguntando directamente, por lo que no se siente bien ocultarle esto.


—Cuando era una niña, estar al aire libre era una vía de escape de mi mamá cuando tenía resaca o estaba drogada. Me siento más libre cuando estoy al sol. —No me responde nada y estoy bastante segura de que es porque está echando humo—. Lo siento. No debería haber dicho nada. He arruinado este hermoso momento.


Nuestras tumbonas están lado a lado, lo suficientemente cerca para que mi mano esté dentro de su alcance.


—No has arruinado nada. —Acaricia con su pulgar la parte superior de mi mano y se dirige a mi anillo de bodas—. Soy tu marido, así que quiero saber todo. Lo bueno y lo malo.


La mayor parte de lo bueno ha sucedido desde que lo conocí, pero ¿qué pasa con lo feo? ¿Está realmente dispuesto a oír esas cosas?


—Quiero hacerte una pregunta acerca de la boda.


Suena como que me está preparando para algo malo. Nunca me pregunta antes de hacerme una pregunta.


—Está bien.


—¿Por qué dejaste que tu padre te llevara del brazo? Nunca ha sido un padre para ti, así que no entiendo cómo sentías que se merecía ese honor. —Su voz rebosa desprecio por el
donante de esperma.


No sufrí un momento de locura si eso piensa Pedro Henry. He terminado con la culpa. Solo hay una razón por la que permití que Jake lo hiciera. Ironía.


—Piensa en ello. Me reclama como su hija y su primer acto oficial como mi padre es entregarme a ti, un hombre fuerte, honorable que siempre cuidará de mí. Pensé que era muy apropiado.


—Huh —dice—. Estaba preocupado de que tu madre te hubiera chantajeado para que lo hicieras, pero debería haberlo sabido mejor. No eres así.


—Cree que me convenció. Elijo dejarla creerlo, pero tengo el placer de saber lo contrario.


—Mi esposa, la sátira. Sé mejor que cruzarme en tu camino.


—Deberías si sabes lo que es bueno para ti.


—No me equivoco acerca de lo que es mejor para mí. Eres tú, P. Siempre tú.


Oh, mierda. Al oírlo decir eso casi hace que la parte inferior de mi bikini se derrita.


Me levanto y tomo sus manos.


—¿Crees que soy buena para ti, eh? —Lo atraigo hacia mí para que se deslice a los pies de la tumbona.


—Lo sé. No hay dudas.


Le sonrío mientras paso mis dedos por dentro de la banda de mi traje de baño y lo bajo lentamente.


—Conozco otra cosa que es buena para ti.


Pateo la tela roja en mis tobillos y me acerco a Pedro Henry. Agarra mi culo y chillo cuando me tira más cerca. Mira mi cara mientras desliza su mano entre mis piernas.


—También sé lo que es bueno para ti.


Frota su mano desde arriba hacia abajo, adelante y atrás, en una exquisita tortura, antes de deslizar sus dedos a través de mi resbaladizo centro. Sin embargo, sé lo que está haciendo cuando evita mi área más sensible, el lugar donde más ansío sus caricias. Lo hace a propósito porque quiere sentirme cabalgar su mano. Y voy a ceder porque no tengo otra opción.


Agarro su muñeca y la guío hacia arriba mientras balanceo mis caderas contra ella. Soy peor que un gato mimado. Y estoy bastante segura de que le encanta.


—Más —pido.


Dobla su pulgar y me recompensa acariciando mi clítoris.


—Mi chica es codiciosa.


No tiene ni idea.


Mi cabeza está girando porque lo deseo tanto.


—Te quiero dentro de mí cuando me corra —digo mientras alcanzo su traje de baño. No tiene ninguna prisa en ayudarme a bajarlos y después me arrastro sobre él. Me hundo con fuerza por lo que está muy dentro de mí y regresa su mano a su tarea anterior.


—¿Esto es lo que quieres?


Sabe que lo es.


—¡Sí!


Me muevo arriba y abajo, deslizándolo dentro y fuera, obteniendo un placer desenfrenado mientras su mano frota mi clítoris. Arqueo mi espalda y presiono mis pechos hacia adelante mientras sostengo sus hombros.


—Quiero sentir que te corras a mí alrededor, P.


Y lo hago.


Siento esos estremecimientos familiares recorriendo a Pedro Henry mientras está dentro de mí. Segundos más tarde, reconozco el rítmico temblor revelador y sé que ha llegado a su perdición antes de escucharlo gemir mi nombre.


Nada es mejor que cuando llegamos al mismo tiempo.


Toca mi rostro y me besa duro. Cuando termina, presiona su frente contra la mía. Creo que le encanta hacer eso. A mí sí porque me hace sentir tan querida.


—Tú y yo vamos a tener una vida increíble juntos. Voy a asegurarme de ello.


—Lo sé. —Y lo sé. No hay ninguna duda en mi mente—. ¿Quieres que nademos desnudos?


—¿Contigo? —Chupa mi labio inferior y luego lo deja ir—. Absolutamente.


1 comentario: