lunes, 23 de mayo de 2016

CAPITULO 98





Me despierto del sueño de la mejor noche que he tenido en meses, y es porque mi amada está a mi lado. No desperté con pánico y extender la mano buscándola en la noche y encontrar su lado de la cama vacía. De hecho, no recuerdo despertar del todo hasta este momento.


Me siento aprisionado de la manera en que Paula está envuelta alrededor de mí. Es una novedad ya que ella odia ser tocada mientras duerme. Siempre ha insistido en tener su espacio, preferiblemente mientras está acostada sobre su estómago con las mantas en sus caderas exponiendo su espalda baja.


A pesar de que estoy completamente inmóvil, es como si ella pudiera sentir mi cerebro despierto y sus ojos revolotean hasta abrirse.


Cuando veo sus ojos de caramelo mirándome fijamente, no puedo detener la sonrisa que se propaga a través de mi cara o resistirme a besar la cima de su cabeza morena.


—Buenos días.


—Pues, sí, es una mañana muy buena por cierto. Y será aún mejor, si me das un segundo en el baño.


Me da un beso rápido en la boca y creo que va a saltar al baño, pero no lo hace.


En cambio, me acaricia con su mano a lo largo de mi mandíbula.


—He echado de menos sentir la aspereza de tu cara contra mi piel en las mañanas, pero esto es aún mejor que antes.


Eso es todo lo que toma para mí recordar nuestras calientes mañanas, y estar listo para lo que quiero hacer con ella.


—No te quedes en el cuarto de baño por mucho tiempo o iré tras de ti.


Ella tiene esa mirada en sus ojos, de atrevido desafío.


—No lo harías.


Agarro su mano y la envuelvo alrededor de mi polla así puede sentir lo duro que ella me pone.


—Deberías saber que voy a estar reventando esa puerta en dos minutos si no traes tu dulce culo aquí.


—Entonces tal vez tengo que trabajar en esto antes de salir de la cama.


Se desliza hacia arriba hasta que está encima de mí. Siento su aliento cálido debajo de mi oreja, donde está besando mi cuello.


—¿Te gusta cuando coloco mi boca en tu cuello, justo aquí?


—Sí. —Y lo hago porque ella sabe exactamente como golpear aquel punto sensible con su lengua.


—Bueno. A mí también me gusta.


Se toma su tiempo vagando por mi cuerpo y se detiene cuando su boca está en el centro de mi estómago. Raspa sus uñas por mi pecho hasta que llega al pequeño parche de pelo debajo de mi ombligo.


—¿Te gusta mi lengua aquí?


—Sí — siseo entre dientes, porque sus dedos han vagado al punto delicado sobre cada lado de mi ingle. Aplana su lengua contra mi estómago y lo arrastra en un lento movimiento ascendente y luego arrastra las uñas a lo largo de mi camino feliz.


—Pero aquí no es donde realmente quieres mi boca ahora, ¿verdad?


—No. —Definitivamente no es el lugar en el que estoy deseando sus labios.


—Dime dónde quieres mi boca.


Busco mi polla y la acaricio debajo de su barbilla dándole una mirada seductora.


—Nena, estoy muriendo para que estés en todas partes de esto.


—Por favor, no te mueras. No conseguirías disfrutar de esto si lo haces —dice ella. Una sonrisa traviesa se extiende por su cara mientras ella baja.


Siento su lengua barriendo mi punta y mi cuerpo se estremece involuntariamente. Creo que me he vuelto más sensible a la sensación de su lengua húmeda, mientras hemos estado separados.


—Bebé, eso se siente tan condenadamente bien.


Las cortinas están cerradas pero hay una grieta por donde se unen, que permiten comprobar que es de mañana. La luz del día entra a través de ésta, iluminando la habitación lo suficiente para ser capaz de ver los movimientos que está haciendo Paula, más o menos.


Su cabello ha caído hacia delante, bloqueando mi vista, así que me agacho y recojo en un puño sus largos cabellos marrones en una coleta en la parte posterior de su cabeza. 


Mmm. Es una hermosa vista.


Sostengo su pelo en una mano y masajeo su nuca con la otra mientras lleva a cabo lo que sólo puede ser descrito como un baile de poste oral sobre mi polla. Esa es mi chica. 


Su cuerpo se desliza hacia arriba, abajo, y alrededor de una manera muy sexy en un poste; su boca hace lo mismo durante una mamada.


—No tienes ni idea de lo jodidamente caliente que te ves cuando estás haciendo esto. —Levanta los ojos y hace contacto con los míos. Y esto lo termina para mí. Soy un caso perdido—. Estoy a punto de acabar —le advierto a ella en caso de que no quiera que me corra en su boca. Pero como siempre, ella sigue adelante—. Joder —gimo cuando me libero—. Das unas mamadas asombrosas.


Cuando ella termina, se levanta a pulgadas de mi cuerpo y hace un espectáculo de lamer sus labios. No puedo resistirme a preguntar:
—¿Todavía sabe a pollo?


—No lo sé. Dímelo tú. —Se ríe y comienza a besar mi boca. Cuando se detiene, se aleja—. ¿Qué opinas ?


—Hmm. Creo que me quedo con cordon bleu de pollo.


—Gracioso... Eso pensaba yo idiota.


—¡Heeey!


—Es broma —dice mientras se inclina para un beso rápido—. Ya vuelvo.


Pongo mis manos detrás de mi cabeza y mis ojos absorben cada centímetro del hermoso cuerpo desnudo de Paula cuando sale de la cama. No sé cómo tengo la suerte de amar a esta hermosa mujer y que ella me quiera de vuelta. 


Nunca soñé que algo tan maravilloso podría ser posible.


Estoy en el medio del disfrute de mi euforia cuando escucho un sonido que no pertenece a mi teléfono, así que sólo puedo asumir que es el de Paula. Son las seis y ahora soy yo el que se pregunta quien se pondría en contacto con ella en este momento de la mañana.


Admito que me debato por agarrar el teléfono de la mesita de noche para ver quién es y lo que dice, pero no lo hago. 


En lugar de eso le digo al respecto cuando regresa a la cama. No duda en llegar a él. Se muerde el labio inferior mientras lo lee y recuerdo que es algo que ella hacía cuando estaba nerviosa.


—Es de Claudio. —Genial. Otro hombre que va a tratar de interponerse entre la mujer que amo y yo—. Dice que el autobús sale a las ocho en lugar de a las nueve.


De repente, hay un enorme elefante sentado en la cama entre nosotros. Los dos sabemos que el autobús significa que va a dejarme. Por fin estamos juntos después de tanto tiempo y hemos admitido lo mucho que nos amamos, pero hay todas estas complicaciones que no hemos tenido tiempo de hablar. Tenemos vidas completamente diferentes, con tanta distancia entre ellas, y tengo que preguntarme dónde encajo en todo esto.


Pero hay una cosa que sé con certeza.


—Acabo de encontrarte y no estoy dispuesto a dejarte ir.


Lanza su teléfono en la cama.


—No me quiero ir, tampoco, pero no tengo otra opción. Tenemos un show en Austin esta noche y la banda depende de mí.


Atormento mi cerebro para una solución, incluso si es sólo una temporal.


—No tienes que ir con ellos. Voy a contratar a un conductor con una limusina para que te lleve a donde necesites ir.


No duda.


—Está bien, pero todas mis cosas están en el autobús. Necesito ropa, así que tengo que correr allí antes de que se vaya.


—Claro. ¿A qué distancia esta Austin de Dallas?


—Umm... probablemente tres horas o menos —dice ella.


—¿A qué hora es tu show?


—Creo que es a las ocho. —Agarra el teléfono y luego confirma—: Sí. Ocho en punto.


Estoy haciendo las cuentas en mi cabeza.


—Tienes un show en catorce horas, y se trata de un viaje de tres horas para llegar hasta allí. Más una hora para que te prepares y otra hora para que llegues temprano. Si te doy treinta minutos para llegar hasta el autobús y volver, nos debe quedar por lo menos siete horas en este hotel antes de que tengamos que salir.


Sonríe mientras ella se inclina para besarme.


—¿Qué demonios es posible que podamos hacer por siete horas en la suite con una cama king-size y nuestra elección de enorme bañera y ducha gigante?


La tiro sobre mí.


—Vamos a seguir recuperando el tiempo perdido, pero siete horas no se acercará a cubrirlo, así que te recogeré de nuevo después de tu show de esta noche.


—No puedo pensar en nada que prefiera hacer.


—Voy a pedir el desayuno al servicio de habitación mientras regresas. ¿Quieres lo de siempre? ¿Una tortilla y zumo de naranja?


Su expresión complacida me dice que le gusta que yo recuerde su desayuno favorito.


— Sí. Voy a tomar lo habitual. Aunque todavía tengo que encontrar una tortilla tan buena como la de la señora Porcelli.


— Y no lo harás hasta que estés de vuelta en Australia conmigo. —Ahí está, una enorme complicación que tendremos que enfrentar en algún momento. Pero no ahora


Cambio de tema rápidamente. No quiero que tome demasiada importancia en mi declaración ante de que seamos capaces de discutir nuestros planes para el futuro.


—Cuanto más rápido llegues a ese autobús, más rápido regresaras y así podemos comenzar nuestro maratón de siete horas.


—Entonces será mejor que me dé prisa.


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