martes, 24 de mayo de 2016

CAPITULO 99




Siete horas. Pensé que no se podría hacer, y probablemente no podría hacerlo con cualquier otro hombre, pero ¿a quién estaba engañando? Es de Pedro Henry del que estamos hablando. El hombre es una absoluta máquina del sexo. 


Hmm, que suerte la mía.


Es una locura. Estamos sentados en la parte de atrás de la limosina de camino a Austin después de un maratón de siete horas de sexo y mi sed por él no es menor de cuando estaba en el ascensor de camino a su suite la noche anterior. Este
hombre puede hacer que lo quiera solo con respirar.


Intento distraerme a mí misma con conversaciones.


—Aldana llamó esta mañana cuando fui a recoger mis cosas del autobús. Le conté toda la historia sobre nosotros, tú y yo. No estaba contenta de que se lo hubiese ocultado todo este tiempo. —Decir que no estaba contenta es minimizar su reacción. Estaba francamente cabreada.


—Es tu mejor amiga, estaría preocupado si no se hubiese enfadado.


—Ella está en Wagga Wagga con Zac. ¿Lo sabías?



Vuelve la cabeza bruscamente hacia mí.


—Aldana Donovan está en Wagga Wagga. —Se ríe—. Supongo que eso explica por qué Jim no la pudo encontrar en U.S. Increíble. Estuvo en el mismo pueblo que yo durante el mismo momento. —Parece estar pensando en algo—. Casi me mata pero fui al apartamento de Benjamin para rogarle información sobre ti después de que te hubieses ido. Se dio el placer de retenerme ciertos datos.


—Lo siento Benjamin, es un idiota.


—Está bien. —Se ríe—. Tuve una oportunidad para verlo otra vez. Aplicado para una beca en Avalon. Y me tomé el placer de decirle que se fuera a la mierda. Puedes imaginarte la sorpresa en su cara cuando entró en mi oficina con su currículo en la mano. Fue impagable.


—Apuesto a que ensució sus pantalones. Debiste contratar a Zac. Aldana me dijo que no había encontrado una beca aún. Terminaron a mitad del año escolar así que todas las posiciones estaban tomadas para la clase siguiente.


—Lo haré si es lo que quieres. —Está sujetando mi mano y su pulgar me está acariciando la parte de arriba de la mano—. Haré cualquier cosa que me pidieses. —Observo como lentamente me acaricia desde delante y hacia atrás de mi piel, y recuerdo dónde estuvo antes, porque es un movimiento muy similar. El recuerdo enciende chispas que viajan por mi brazo hasta el centro de mi ingle. Junto mis piernas presionándolas y me muevo en mi asiento intentando aliviar el deseo, pero es inútil. Solo hay una solución para eso.


El dulce, y seductivo sonido de “Don’t Forget to Breathe” de los Bitter Sweets empieza a sonar y sólo se añade a mi creciente excitación. Pedro Henry toma nota de mi creciente inquietud.


—Cariño, ¿estás bien? ¿Necesitas que el conductor pare?


El baño no es lo que necesito ahora mismo . Estoy avergonzada de admitir que hemos hecho el amor todo el día y que aún quiero más. Eso no puede ser normal.


Trago y me aclaro la garganta antes de decir:
—Estoy bien.


Intento permanecer sin hacer ningún movimiento, pero se siente como una de esas veces que me pica algo y me vuelvo loca si no me rasco.


Renuncia a sostener mi mano y la apoya sobre mi muslo desnudo para consolarme, sin ser consciente de que es como si echara acelerante a un incendio salvaje.


—Estás tan al borde que no puedes estarte quieta ni por dos segundos. Perdona si el dolor es por mi culpa.


Estoy un poco sensible pero no tiene nada que ver con lo que estoy sintiendo ahora.


—Yo no lo siento. —Estudio la división entre el conductor y nosotros—. ¿No nos puede ver?


Creo que Pedro Henry puede estar pillándolo. Se ríe como respuesta.


—No con la división subida.


—Y ¿puede oírnos?


Definitivamente ha entendido por donde estoy yendo con esto, a juzgar por su rostro.


—No al menos que grites.


—Eres conocido por hacerme eso. —Estoy burlándome de él y ambos lo sabemos.


—Sólo porque es lo que querías.


Pongo mi mano sobre su muslo y empiezo a masajear el músculo de debajo de sus pantalones.


—Eso es verdad. Es lo que siempre quiero.


Me inclino para presionar mis labios contra el lado de su cuello debajo de la oreja y beso ese lugar especial que lo vuelve loco. Muevo mi manos por su muslo y cuando siento lo duro que ya está, muevo mi boca hacia arriba y me cierno sobre su oído, susurrando sin respiración.


—Voy a quitarme toda la ropa y cuando termine quiero que me folles hasta que me corra.


—Lo que tú digas.


Recorro mi dedo sobre su labio inferior.


—Ese es mi chico bueno.


Subo el volumen de la música y me desabrocho el cinturón así puedo empezar mi show. Quizás no tenga una barra en la parte de atrás de la limosina, pero eso no me impide darle a Pedro Henry una actuación de escándalo.


Me giro así estoy de cara a él y alcanzo mi pelo para quitarme los ganchos que lo sujetan. Sacudo la cabeza para que caiga y lo atuso con las manos. Acabo de joderlo para el espectáculo de esta noche pero no me preocupa en este momento.


—Tienes un pelo hermoso. —Se inclina para coger un mechón y sonrío mientras me aparto. No sería un espectáculo si me toca mientras le hago un desnudo.


—No se toca a la stripper del asiento de atrás.


—Stripper del asiento de atrás, ¿huh?


Me quito mi chaqueta vaquera y empiezo a desabrocharme los botones de mi camisa marfil sin mangas. Él observa mientras cada botón revela un poco más de piel. Lo hago despacio para tentarlo mientras se forma su anticipación de lo que le espera detrás del suave algodón de la camisa.


Me arrepiento que mi sujetador y mis bragas sean de simple encaje blanco, pero nunca esperé tener la necesidad de lencería sexy durante el tour. El sexo era en la última cosa que pensaba mientras viajaba de ciudad en ciudad, así que tengo suerte de tener este conjunto.


Nota para mí misma: Conseguir buena lencería lo antes posible.


Permanezco fuera de su alcance en el otro lado del coche mientras me quito mi camisa y la tiro al suelo. Meto la mano por la cintura elástica de mi falda para alcanzar mis bragas y las deslizo hacia abajo por mis caderas hasta que forman un charco alrededor de mis botas. Me quito una prenda a la vez y luego las añado a mi creciente pila de ropa en el suelo.


—No te quites las botas. Quiero que las lleves mientras me cabalgas.


Su insinuación no me pasa desapercibida mientras alcanzo la parte de atrás de mi sujetador.


—Lo que quieras. —Me quedo sin nada más que mis botas, tal como él me quiere.


Me deslizo a través del asiento hacia él, se desabrocha el cinturón de seguridad para encontrarse conmigo en el centro.


Levanto mi pierna y me muevo para sentarme a horcajadas encima de él. Agarra mi trasero desnudo y me empuja contra su furiosa erección. Muele contra mí mientras me besa el cuello antes de moverse hasta mis pechos.


—Cualquiera que haga mis fantasías realidad de la forma en que lo haces tú no puede ser real.


Agarro sus manos y las dejo sobre mi pecho.


—Todo de mí es real.


—Te quiero, Paula. —Nada suena más dulce que esas palabras.


—También te quiero. Pero estás utilizando demasiada ropa para realizar esta fantasía —le digo mientras desabrocho su camiseta. Cuando está abierta, deslizo mi mano dentro y siento sus pezones endurecerse a mi tacto.


Llevo mi mano hacia sus pantalones y desabrocho rápidamente el botón. Levanta las caderas del asiento y le da a los pantalones varios tirones hasta que los tiene por sus rodillas.


Siento su erección contra mi estómago y la envuelvo con mi mano.


—Estoy a punto de hacerte sentir muy bien. —Me levanto sobre las rodillas y posiciono su punta contra mi entrada húmeda. Él aguanta su respiración con anticipación. Le toco con mi mano libre su boca—. No te olvides de respirar.


Siento su cálido aliento en mis dedos y luego los succiona dentro de su boca con una fuerte entrada de aire mientras me deslizo sobre su eje.


—Ohhh… No sé cómo te puedes sentir tan apretada después de todo lo que hemos hecho antes.


Me levanto sobre mis rodillas hasta que está casi fuera y vuelvo a bajar.


—Nuestros cuerpos encajan perfectamente.


—Eso es porque tú y yo pertenecemos juntos. Siempre.


Siempre. No es una palabra que esté acostumbrada a escuchar de Pedro Henry, al menos no en referencia a nuestra relación, pero amo el sonido. Hace que quiera a este hombre incluso más, así que decido que el viejo dicho es verdad. El cerebro es el órgano sexual para una mujer porque escucharlo decir eso envía a mi cuerpo a un torbellino desesperado.


Presiono mis manos contra el techo y me inclino hacia atrás, así se puede deslizar más profundo. Siento como que nunca lo puedo tener lo suficientemente cerca.


Me satisface cuando me mete los dedos entre las piernas, acariciándome de la forma más maravillosa. Todas esas sensaciones combinadas me hacen llegar y siento como los músculos más profundos de mi núcleo toman el control mientras cabalgo entre las olas del placer.


Cuando termino, él no está ahí conmigo, así que me muevo rápido arriba y abajo para darle lo que necesita. Pone los brazos por debajo de los míos y enlaza sus manos sobre mis hombros. Cada vez que bajo, usa sus manos para impulsarme hacia arriba fuerte mientas levanta las caderas. 


No tarda mucho tiempo cuando noto los espasmos dentro de mí y sé que ha encontrado su alivio también.


Cuando ambos hemos terminado, no me muevo porque estos son los momentos que saboreo, simplemente teniendo a Pedro Henry dentro de mí sin ninguna línea clara de dónde comienza uno y acaba el otro. Esas veces en las que estamos calmados y simplemente sujetándonos el uno al otro después, son cuando más cercana me siento con él.


Pone sus brazos a mí alrededor y me empuja más cerca para colocar el lado de su rostro entre mis pechos.


—Tu corazón va muy deprisa.


—Debería hacerlo después de esto. Creo que deberías viajar conmigo para mantenerme en forma ya que yo no puedo trabajar en mi poste.


—Tu poste en Avalon te extraña. Como también yo.


—Extraño Avalon. Se siente como un hogar para mí.


Levanta su rostro de mi pecho y me mira.


—No se ha ido a ninguna parte. Avalon puede ser tu hogar otra vez. Conmigo.


¿Qué está diciendo?


—¿Quieres que vuelva contigo?


—Sé que no ha pasado ni un día entero desde que he vuelto a entrar en tu vida, pero tenerte conmigo en Australia es lo que más quiero.


Estoy siendo empujada hacia dos direcciones. Este hombre está en mi corazón y esa parte de mí quiere dejarlo todo y tomar la siguiente conexión hacia Australia con él en este segundo. Pero entonces está la otra parte, la que me grita que he invertido ocho años de vida en mi carrera de música. 


Finalmente estoy alcanzando el éxito y ha llegado con un precio terrible. No estoy preparada para renunciar a mi carrera.


Pero tampoco estoy preparada para alejar a Pedro Henry de mi vida. Y me da miedo que al decirle que no puedo ir con él a Australia lo esté perdiendo otra vez.


No estoy segura de que pueda sobrevivir esta segunda vez.


Creo que él ve la guerra interna que estoy teniendo y pone dos dedos sobre mis labios.


—No digas nada todavía. No espero que tomes una decisión ahora mismo. Necesitas considerar lo que significaría mudarte a nueve mil millas para tu vida, no sólo ahora sino en los siguientes años.


La pasada noche me dijo que nunca se iba a separar de mí otra vez. Hoy está diciendo que pertenecemos juntos. 


Siempre. Se siente como si estuviese sugiriendo que nos casáramos, pero no está diciendo exactamente esas palabras.


—He estado haciendo arreglos para estar lejos de las viñas por las próximas cuatro semanas. Realmente quiero que pasemos ese tiempo juntos decidiendo lo que vamos a hacer a partir de ahí.


Un mes entero juntos. No puedo imaginar una mejor forma de pasar el tiempo.


—Por supuesto. Quiero estar contigo cada minuto de las próximas cuatro semanas.


—Bien. Esperaba que dijeras eso.


Apoya su frente contra mi pecho.


—Tenemos muchas conversaciones por delante durante estas semanas, pero no quiero ser el que las inicie. Te esperaré a que decidas hablar.


Beso la cima de su pelo oscuro.


—Gracias por ser paciente conmigo.


—Sabía desde hace tres meses que iba a venir a por ti. Tú lo sabes desde hace un día. Me doy cuenta de que mi llegada ha sido inesperada y que tenías todos estos planes que no me incluían a mi apareciendo de la nada.


Pedro Henry. —Pongo mis manos a cada lado de su cabeza y lo subo, así puedo verle el rostro—. Tu llegada fue tan inesperada como bienvenida. Tú, hombre de las cavernas, eres la mejor sorpresa que he tenido en… toda mi vida.






No hay comentarios:

Publicar un comentario