domingo, 22 de mayo de 2016

CAPITULO 95





Mierda ¿Llegué demasiado tarde? ¿Ha dejado a este tipo Claudio entrar a su cama para así poder olvidarme?


Soy un bastardo egoísta, y sin lugar a dudas uno posesivo, cuando se trata de Paula. No quiero su felicidad con otro hombre y estoy petrificado si ella lo es.


Temo que le esté dando cosas que yo no le di. Y decirle las palabras que debí darle pero me negué a decir porque fui demasiado terco para ver la verdad.


Cierro mis ojos con fuerza mientras me preparo para su respuesta a la pregunta que estoy malditamente aterrorizado de hacer.


—¿Lo dejaste follarte?


Paula no me mentirá, pero esa es sólo una de las razones por las que tengo un miedo de muerte. Me quedo en la oscuridad detrás de mis parpados. No voy a ser capaz de soportar que me diga que lo dejo estar dentro de ella. No sé cómo manejar eso.


Siento sus manos sobre mi cara.



—Mírame. —No sé si pueda hasta saber que ella no ha estado con otro hombre— Por favor, mírame.


Nunca he estado más asustado en mi vida, pero abro los ojos, ya que me está pidiendo que lo haga. Su rostro está muy serio. Creo que esta contemplando cómo decir las palabras, cómo romper mi corazón y matarme suavemente.


Miro sus ojos caramelos y espero por su veredicto mientras con sus manos acaricia mi cara.


—Pedro Henry. —Escucho mi nombre y estoy a punto de caer a sus pies—. No he estado con ningún hombre desde ti; ni dentro de mi cabeza, mi corazón, o mi cuerpo. —Coge mi mano y la lleva donde está su corazón—. Ningún hombre nunca residirá aquí. Está reservado solo para ti.


Escucho el aliento que estoy conteniendo escapar en alivio. 


Las palabras no tienen manera de describir el alivio que estoy experimentando.


Siento su corazón latiendo a toda velocidad bajo mi mano que ella sostiene en ese lugar. Está a la par que el mío perfectamente.


Traigo mi otra mano a su pecho y acaricio con la punta de mis dedos a lo largo de su piel empujando la bata fuera de sus hombros. Me inclino hacia adelante e inhalo profundamente después de darle un solo beso entre sus pechos desnudos.


Ella tiene su propia fragancia femenina, a pesar de mi gel de baño, y me vuelve loco. No puedo obtener suficiente; la he echado tanto de menos.


Alcanzo el cinturón de terciopelo alrededor de su cintura y tiro. Aparto el exuberante tejido y lo alejo. Puedo ver su desnudez, pero una simple mirada a ella nunca podría ser suficiente. Mirar nunca ha sido suficiente cuando se trata de Paula. 


Tengo que tocarla. 


Y lo hago.


—Eres más hermosa de lo que recordaba.


Agarro sus muslos a horcajas sobre mí y mis manos la recorren hasta llegar a sus caderas y aprieto. Mi palma plana contra su estómago, la deslizo hasta su pecho y bajo a su espalda de nuevo.


Me inclino hacia adelante y tomo en mi boca su rosado pezón y lo siento endurecerse mientras lo rodeo con la punta de mi lengua. Pone sus manos detrás de mi cabeza y me acerca mientras se arquea hacia atrás y deja caer su cabeza.


Oigo un gemido escapar de sus labios.


Está desnuda bajo la bata y se retuerce contra mi polla dura.


Solo la tela de mis pantalones y ropa interior nos separan, pero creo que no va a durar mucho más tiempo ya que se siente como que podría potencialmente rajar mis pantalones en cualquier momento. Creo que nunca la he querido tanto.


En un instante, estoy fuera del sofá y la llevo hacia la cama, sus piernas alrededor de mi cintura, sosteniéndose firmemente alrededor de mis hombros. Durante nuestro viaje desde el sofá al dormitorio, se quita la bata de sus hombros y la deja caer al suelo.


La deposito en la cama, completamente desnuda, salvo por el colgante de diamante en forma de estrella en su cuello, y no puedo detener la sonrisa que se propaga en mi cara.


—Estas usando tu regalo de cumpleaños.


Lo toca con su mano donde está apoyado en el hueco de su garganta.


—No lo he sacado ni una sola vez desde el momento en que me lo pusiste.


Maldito infierno, amo a esta chica.


Me complace saber que ella siempre conserva una parte de mí cuando estamos separados. Saber que ella usa mi regalo tan cerca de su corazón hace que la ame aún más… si eso es posible.


Bajo contra Paula y llevo nuestras bocas juntas. Estoy desesperado por sentir su lengua contra la mía y saborear los labios de mi dulce chica americana. Abre su boca para invitarme a entrar y es mejor de lo que recordaba. Su lengua rueda en ondas contra la mía, mientras se unen para compartir un baile íntimo algo que no habían experimentado en mucho tiempo.


Mi beso es agresivo porque ha pasado mucho tiempo desde que he sentido a Paula. No sé cómo ser nada más que vigoroso cuando se trata de ella. Se retira para recuperar el aliento y deslizo mi boca por su cuello hacia el hombro.


—Me encanta estos pequeños parches de pecas. He extrañado besarlos.


Se ríe suavemente y bajo la boca a su pecho. La oigo gemir: —Ohh —mientras tiro de un pezón hasta que está duro y estirado. Uso mis dientes para raspar suavemente porque se cuán sensibles son sus pezones y lo fácil que la enciendo cuando hago eso. No tengo ningún favoritismo, por lo tanto, me muevo al otro y le doy el mismo tratamiento que al anterior.


Está tendida en la cama y no puedo resistir mirar su estómago. Froto mi mano sobre el piercing y el recuerdo del estuche a medio tomar de control de natalidad se abre camino en mis pensamientos. No puedo dejar de preguntarme, o tal vez incluso esperando, que haya una parte de mí creciendo dentro de ella. Es increíble que pueda imaginarla con mi bebé en camino y estar bien con eso.


Bajo mi boca a su estómago para darle besos allí, y siento la mano de Paula deslizándose por mi pelo. La miro. Levanta la cabeza para poder mirarme.


—¿Cuál es el especial interés ahí?


No voy a traer el tema ahora, no es el momento adecuado. 


No quiero nada que se interponga en el camino de estar dentro de ella.


—Nada —le susurro mientras me muevo más abajo, pero esquivando el lugar donde sé que más quiere mi boca. 


Quiero que esto dure el mayor tiempo posible.


Estoy de rodillas entre sus piernas y le levanto un pie para besarlo cuando noto algo que no estaba allí hace tres meses, escritura de letras negras se envuelven alrededor de su tobillo


—¿Qué es esto?


Se apoya en los codos y me da una patentada mirada inteligente como diciendo ¿Qué crees que es ? Ella no tiene que decir las palabras porque puedo leer su rostro. Algunas cosas nunca cambian, pero debo admitir que me alegro. He echado de menos su actitud. Es refrescante. Ninguna otra mujer me ha dado el infierno como Paula, excepto Margarita Alfonso.


Siempre he escuchado que los hombres se casan con mujeres como su madre. Tal vez por eso amo a mi chica americana tanto.


Mis pensamientos vuelven a lo que tenemos en mano, e inclino mi cabeza para así ser capaz de ver lo que dice el tatuaje mientras leo en voz alta.


—Él es siempre la canción que canto. —Levanto la vista hacia ella—. ¿Cuándo te lo has hecho?


—Un par de semanas después de regresar de Australia.


Creo que su tatuaje se refiere a mí, por lo menos espero que sea así, pero quiero estar seguro. No puedo asumir nada en este punto.


—Dime quien es él.


Suspira mientras sacude negativamente la cabeza.


—¿Tengo que decir las palabras que ya sabes?


Sí.


—Mierda, sí. Quiero oírte decirlo.


—Eres tú, Pedro Henry. Siempre serás tú en cada canción que canto.


—Me encanta. —Me observa besar el punto donde ha marcado su cuerpo para siempre—. Quiero ser tu canción, Paula. —Subo por su pierna y beso la parte interior de su muslo—. Siempre. —Sin romper el contacto visual, muevo mi boca hasta el interior de su otro muslo—. Y para siempre.


Cierra sus ojos y vuelve a caer sobre la cama. La oigo jadear mientras mi boca está a unos tres centímetro del punto donde ella quiere, donde más necesita. Sus piernas están temblando mientras las separo. Presiono mi nariz contra la suave piel de allí y respiro profundamente.


—Me encanta la forma que hueles.


Ella se retuerce debajo de mí. Bajo mi boca hasta que estoy cerniéndome entre sus piernas, pero no la toco. Me aseguro que ella sienta mi aliento caliente. La oigo susurrar.


—Por favor... Pedro Henry... no me hagas rogar. —Mientras levanta las caderas más cerca de mi boca. Sus movimientos me dicen que se está muriendo por mi suave y húmeda lengua para lamerla.


Apuesto que podría hacerla venirse sin siquiera tocarla, pero dejaremos el truco para otra ocasión.


La beso en la parte superior de su hueso púbico.


—¿Te acuerdas de lo fácil que es hacerte venir con mi boca.


—No. No me acuerdo —susurra, levantando sus caderas de nuevo.


—Déjame ver si puedo refrescarte la memoria un poco. —Dejo besos de mariposa en su empapado centro húmedo antes de deslizar mi lengua en su centro. Oigo su gemido.


—Oh... oh... no te atrevas a parar.


Sabe tan malditamente bien. No soñaría con parar.


Respira profundo y fuerte mientras mece su pelvis arriba y abajo contra mi boca.


Puedo decir lo mucho que ella extrañó esto. Y yo también.


Las palabras no pueden expresar cuánto pero sus sonidos de satisfacción me están dando una buena indicación del grado. Me siento seguro que no he olvidado su forma favorita de liberarse.


Aplano mi lengua contra ella y lentamente lamo su centro hacia arriba y abajo. Sé lo mucho que le gusta esta manera. 


Me aseguro que está obteniendo exactamente lo que necesita de mi cuando comienza a mecer su cadera con más fuerza.


Quiero darle el mejor orgasmo de su vida, así que deslizó un dedo en su interior, y luego un segundo, mientras sigo usando mi lengua encima de la entrada de mis dedos. La estimulación de mi lengua caliente y húmeda combinado a mis dedos deslizándose dentro y fuera tienen a Paula gritando mi nombre mientras agarra mi pelo para tirar de mí más cerca.


Le tiemblan sus piernas y un momento después, se pone flácida y libera mi pelo.


Su respiración se profundiza y afloja, en contraste con el jadeo de hace unos momentos.


Uno menos.


Lamo mis labios para recoger el último sabor de Paula antes de sentarme y quitarme la camiseta. La lanzo al suelo y me deslizo al borde de la cama para poder quitarme los pantalones y ropa interior.


Cuando estoy tan desnudo como ella, me arrastro por su cuerpo, deteniéndome en el camino para colocar otro beso en su vientre. Dios, desearía saber si había un pequeño milagro creciendo dentro de ella en este momento.


Me acomodo entre sus piernas y estamos cara a cara. 


Corazón a corazón. 


Piel contra piel. 


Alcanza mi cara y con la punta de los dedos me acaricia las mejillas.


—Esta barba es extra... estimulante.


Estoy bastante seguro que eso es bueno. Tal vez incluso grandioso.


—Más estimulante, ¿eh? ¿Eso quiere decir que quieres mantenerlo?


—Abso-jodida-lutamente —dice con una sonrisa maliciosa—. Hubiera escondido tu navaja si hubiera sabido lo que este tipo de barbita se siente cuando estabas abajo.


Está siendo divertida pero lo que voy a decir no es nada cómico. Me apoyo en mis codos, así no la estoy aplastando con mi peso, y tomo su rostro entre mis manos así que estamos ojo contra ojo.


—Te amo, Paula Chiara Chaves. —Sus ojos se deshacen y presiono mi frente a la de ella, porque no puedo verla. Nunca he sido capaz de soportar verla llorar—. Por favor, no llores cariño.


Agarra mi cabeza y la aleja de ella. Estoy forzado a mirarla y ver sus lágrimas rodando por los lados de su cara.


—Son lágrimas felices, del mejor tipo, porque te amo también y soy muy feliz.


Tiene un millón y una razones para mandarme a la mierda, y probablemente debería, pero puedo ver que ella no lo hará. 


Por algún milagro, ella aún me ama.


—Eres el único ángel en mi vida, Paula.


Me agarra por detrás de mí cuello y lleva mi boca a la suya. 


Me besa suave y lentamente y cuando me libera, su boca aún está contra la mía y siento el movimiento de sus labios.


—Hazme el amor.


Todavía estoy acurrucado entre sus piernas. Ella las separa más para que yo esté más cerca. Estoy duro y listo contra su entrada empapada, pero no sé si debo utilizar un condón. No quiero arruinar el momento al preguntar y francamente,no quiero que me diga que necesito uno. Quiero estar dentro de ella sin nada entre nosotros, así que renuncio a todo el control de anticoncepción con esta mujer que adoro completamente.


Sabe que voy a entrar. Si ella no me dice que necesito un condón, entonces sólo hay dos opciones: está bien con lo de las pastillas o ya está embarazada de mí bebe.


Como si ella sintiese la batalla que libro dentro de mi cabeza, levanta sus caderas contra mí y persuade mi punta dentro de ella. Mece sus caderas y es toda la invitación que necesito. 


Deslizo mi longitud restante hasta que está tan profundo
como puedo estar en esta posición.


¡Oh, mierda! Se siente tan bien. He echado de menos tanto estar dentro de ella.


Solo he hecho el amor con Paula una vez. No me di cuenta lo que sentía por ella entonces. Pero ahora, sé que la amo. 


No hay ni un poco de duda en mi mente.


—Ha pasado mucho tiempo desde que te sentí, demasiado tiempo.


Estoy entrando y saliendo de ella superado por la necesidad de decirle lo que significa para mí. Dejo una huella de besos en su cuello hasta que mi boca se cierra sobre su oreja.


—Te quiero mucho, Paula. Te juro que lo hago. No puedo dejar de sentir que tengo que decirle una y otra vez para compensar todas las veces que no lo hice.


Sus manos dejan mi espalda y pasa sus dedos por mi pelo. 


Sus uñas raspan suavemente mi cuero cabelludo y tengo piel de gallina en todas las partes de mi cuerpo.


—También te amo, Pedro Henry. Muchísimo.


Ralentizo mis embestidas porque quiero que esto dure por siempre jamás. Mis manos encuentran las suyas y las traigo sobre su cabeza donde entrelazo nuestros dedos con fuerza. 


Ella es mi todo y nunca voy a dejar que se escape de nuevo.


Abre sus ojos y mira los míos, mientras me muevo por encima de ella. Como estoy entrando y saliendo, no puedo dejar de notar lo increíblemente estrecha que está. No hay duda en mi mente que ningún otro hombre ha estado en su interior. Le creí cuando me dijo que no había ningún otro, pero sintiéndola así me daba un poco más de satisfacción. Y placer.


Empujo las últimas veces antes de estar a punto de correrme. No le pregunto si tengo que salir. Estoy seguro de que ella me lo diría si quisiera.


—Oh Paula —gimo mientras aprieto sus manos y empujo una última vez mientras me corro dentro de ella. Pone sus piernas alrededor de mi cintura y cruza sus tobillos detrás de mi espalda. Usa la fuerza de sus piernas para acercarme más hasta que no hay ni un poco de espacio entra nosotros.


Mmm. Terminando dentro de ella. Es algo que había echado de menos.


Salgo después de estar totalmente vacío y satisfecho. Me pongo de espaldas y tiro a Paula para tenderla sobre mi pecho. Froto mi mano arriba y abajo de su brazo. Todavía está fría, así que alcanzo las mantas y nos cubro a ambos.


Estoy todavía recuperando mi aliento mientras beso la parte superior de su cabeza y la abrazo con fuerza. Este es el lugar en el que siempre quiero estar, cualquiera que incluya a mi chica americana envuelta en mis brazos.


—Fue un error no decirte lo que sentía. Me has perseguido desde el día que llegué a casa y encontré que te habías ido. Nunca sabrás cuánto lo siento por dejarte deslizar entre mis dedos. Pero no va a suceder de nuevo porque no lo voy a permitir. Nunca.


No tiene ni idea sobre el futuro que quiero con ella, quiero que sea mi esposa, pero no me atrevo a sacar el tema en estos momentos. No quiero asustarla con hablar de matrimonio. Ella posiblemente no puede estar en el lugar donde confiaría lo suficiente en mí, así que decido aplazar la conversación para otro momento.


Su mano esta en mi pecho y ella está frotando hacia atrás y adelante sobre mi pezón.


—Si supiste que me querías, ¿por qué no me lo dijiste?


—Negué lo que sentía por ti. Me dije que no sabía cuáles eran mis sentimientos.Todo parecía tan complejo en su momento, y quería evitar complicaciones. Pero por más que lo intenté, no pude evadir amarte. Me hiciste caer con fuerza. Nunca he amado a una mujer hasta ti.


Levanta su cara de mi pecho para mirarme.


—Tomó todo de mí no salir corriendo de vuelta a Australia a rogarte que te quedaras conmigo. Sé que no debía, pero no tenía el número de teléfono que usaste para llamarme. No puedo decirte cuantas veces pensé en llamar, solo para saber si contestarías. Pero estaba aterrorizada de que me alejaras. No podría soportarlo si lo hicieras.


¡Increíble! Durante todo este tiempo solo estábamos a una llamada de distancia el uno del otro.


—He llevado tu móvil conmigo todos los días desde que te fuiste. Sabía que tenías el número porque lo usaste para trasferir nuestras fotos a tu teléfono personal. Tu número lo obtuve de los registros de llamadas y traté de llamarte, pero fue muy tarde. Tú ya habías cancelado el servicio.


—Sí. Tuve que cambiarlo y conseguir un número nuevo.


No quiero escuchar la historia detrás de eso ahora. Sé que no va a sentarme bien y solo quiero disfrutar de este momento juntos.


—Nunca dejé de esperar que me llamaras y escuchar tu voz en el otro extremo.


—Ojalá hubiera llamado. Si hubiera sabido cómo te sentías, te hubiera llamado.


Demonios, nunca te hubiera dejado en primer lugar. Dios, debió haber sido muy malo cuando encontraste mi carta.


Fue horrible, el peor día de mi vida.


Habían tantos errores cometidos entre nosotros, por mi parte y de ella, y decir te amo no significa que automáticamente ella estaría de acuerdo para vivir felices para siempre conmigo.


—¿Qué pasa si cambié de opinión y quiero complicaciones? ¿Qué pasa si quiero intentarlo?


Sus dedos están en mi estómago y está trazando un símbolo del infinito como lo hace cuando está nerviosa.


—Cuando me caí antes, no me atrapaste.


Tiene razón. Me dijo que me amaba y yo la defraudé. Pero nunca más. Nunca.


—Siempre estaré triste por eso, Paula. Nunca has tenido a una sola persona en tu vida que no te haya defraudado, pero yo no voy a ser otra. Te juro que voy a estar allí para ti, si me lo permites.


Debido a los hombres en el pasado de Paula, estaba destinada a tener problemas de confianza y nunca ha ocultado eso de mí. No tuvimos problemas con eso cuando definimos las claras expectativas de nuestro arreglo, pero en una relación normal sería diferente. Estoy seguro de que no será fácil para nosotros, pero estoy dispuesto hacer lo que sea necesario para estar con ella.


—No puedo mentir. Esto, tú y yo, me asusta como la mierda.


Me preocuparía si ella no estuviera asustada.


—Yo también, pero ¿no preferiría tener miedo juntos que ser miserables estando separados? Porque que eso sería sin ti.


—Tienes razón. He hecho la cosa de ser miserable en los tres últimos meses, y apesta. Estoy lista para probar la parte de estar asustados juntos.



1 comentario:

  1. Ayyyyyyyyyyyyyy, al fin se reencontraron!!!!!!!!!! Y qué reencuentro!!!!!!!!!!! Excelentes los 3 caps. Me fascina esta novela.

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