Tres. Malditos. Largos. Meses. Ese es el tiempo que ha pasado desde que he visto a Paula. Y no creo soportar otro minuto. Cada día que no está en mi vida, muero un poco más.
Es casi imposible de encontrar. El destino ha trabajado en nuestra contra a cada paso del camino. Las curvas que ha pasado Jim por el menor indicio de información han sido ridículas. Un paso adelante, dos atrás, en lugar de que fuera al revés. Un criminal prófugo hubiese sido más fácil de encontrar.
Pero finalmente la he encontrado. Paula Chiara Chaves, más conocida por el público bajo el seudónimo de Chiara Alfonso; esa es la mujer que he venido a ver esta noche.
Aún sonrío cuando pienso en ella tomando mi nombre, pero no puedo evitar preguntarme por qué usaría un nombre artístico. Nunca mencionó usar uno antes, y hace preguntarme si algo sucedió con el donante de esperma. O peor, quizás con Fernando Phillips.
Entro al lobby del auditorio y la espesa muchedumbre hace difícil avanzar. La Martin que estoy cargando añade dificultad a mi navegación por la horda, así que debo disculparme a cada paso.
Encuentro mi asiento. Como soy una bestia de costumbres, me alegra ver que se trata de un rincón oscuro. Me siento y ubico la Martin a mis pies. Estoy nervioso y con adrenalina evidenciada por el rápido latir de mi corazón. Estoy por ver a la mujer que amo entrar al escenario.
Miro la hora y veo que sólo falta un minuto para las ocho. Mi corazón está latiendo erráticamente, palpitando en mis oídos por encima de la multitud. Por fin, los músicos empiezan a entrar al escenario para tomar sus lugares. Ahí es cuando la veo por primera vez en estos tres meses. Mi Paula. Todo el tiempo y la distancia que nos separaron desaparecen finalmente al volver a ver su rostro.
Se ve igual, pero a la vez diferente. Su cabello está un poco más largo y oscuro.
Sus reflejos color miel se han ido y está más delgada. Aún está tan hermosa como siempre, pero no coincide con la imagen pegada a mi mente de estos últimos meses.
Usa botas marrones, las mismas que usó la primera vez que la vi, con jeans desgastados y un top sin tirantes blanco. Sus hombros desnudos me hacen desear tocar su piel expuesta.
Y besarla. La parte de arriba está ajustada bajo sus senos
mientras que la de abajo fluye suelta sobre sus jeans. Los imagino colgando bajos de sus caderas así tengo fácil acceso a besar su estómago.
Toma una guitarra, que sospecho fuertemente es el instrumento que el donante de esperma le dio a su madre, y levanta la correa sobre su cabeza. Debería estar sosteniendo su Martin en lugar de la que cuelga de su hombro ahora mismo.
Su espalda está hacia la multitud de nuevo y de nuevo recuerdo esa noche en Wagga Wagga cuando la vi hacer exactamente lo mismo. Me cautivó más de lo imposible entonces y eso no ha cambiado.
Aún me hechiza.
Mi chica americana toma su lugar detrás de un micrófono y entonces noto al tipo junto a ella y qué locas parecen todas las chicas del público por él. Noto a los otros dos miembros de la banda. Jim no mencionó esto, que era parte de una
banda de todos hombres, y el pequeño monstruo verde de los celos que tengo dentro decide que quiere salir a patear traseros y tomar nombres.
Cuando cada uno de ellos toma su lugar, instrumento en mano, el tipo junto a Paula ajusta su micrófono.
—¿Cómo están todos en Dallas hoy?
La multitud enloquece con gritos y silbidos mientras el baterista comienza a golpear el tambor más grande para levantar a la audiencia. Suena como si todos en el auditorio aplaudieran al unísono de la percusión.
—¿Alguien en este lugar listo para festejar? —grita, y el ruido explota. Esta gente los ama.
Hace un sonido con su guitarra que no reconozco y anuncia:
—Las damas siempre van primero y nuestra adorable Chiara comenzará con una de nuestro nuevo álbum llamada “Déjalo ir”.
Su nombre es Paula. No Chiara.
Mi hermosa chica cierra sus ojos y recuerdo que esa es su señal, se está preparando para cantar. Es su modo de cerrar el mundo e ir a ese lugar donde usa la música y la letra para contar su historia.
La música es como suenan los sentimientos . ¿No es eso lo que ella dice?
Estoy al borde de mi asiento. Confieso que soy un hombre desesperado que sólo se sostiene por un fino hilo. Todo lo que he sido capaz de oír en mi cabeza los últimos meses son las palabras que desearía haberle dicho. Pero aquí estoy con ella ahora y es mi oportunidad de probarle lo bueno que somos juntos.
Me dijo que me amaba una vez, y ruego que eso no haya cambiado.
Se inclina a su micrófono y canta sobre los recuerdos y las despedidas, y sé que su voz es la única que mi corazón reconoce. Mi mente toma su sonido en mi pecho y lo envuelve alrededor de las paredes muertas de mi corazón para que desee latir de nuevo.
Abre sus ojos cuando comienza el estribillo. Como siempre.
No me gusta oírla cantar estas letras sobre dejar ir. Sé que elige canciones que hablan desde su corazón, y el pensamiento de que canta eso con nosotros en mente me mata.
Quizás significa que aún piensa en mí. Amándome.
Sosteniendo esperanza de que vendré por ella.
La multitud explota en aplausos y gritos cuando termina su canción, como deberían. Es una malditamente fantástica cantante. Ya sabía eso, pero creo que nunca supe el nivel hasta este momento.
El otro cantante se acerca a su micrófono.
—Esa chica sabe hacerlo, ¿no?
La multitud responde con más gritos y aplausos.
—La próxima que haremos se llama “Ganarte de nuevo”. —Mira a mi chica y sonríe al guiñarle un ojo. ¿Qué carajo es eso? Este tipo mira a Paula mientras canta sobre ganar el corazón de una chica después de que fue roto. La mira a los ojos mientras canta y ahí me golpea, el maldito no canta para la multitud. Le canta a mi chica.
¡Hijo de puta!
No lo mires, Paula. No caigas por esa mierda, su sonrisa seductora, su voz suave, sus hoyuelos profundos. Conozco esos movimientos y es todo mierda para poder cogerte.
Estoy agarrando los apoyabrazos de mi asiento tan fuerte que creo que podría romperlos. ¿Y si llegué muy tarde y ella ya está con este inútil? Es una posibilidad real. No tendría razones para no estarlo. Ella no tiene idea de cuánto la amo o lo mucho que he hecho para encontrarla. Estoy seguro que piensa que he avanzado a mi siguiente acompañante. ¿Por qué no lo haría?
Y luego pienso en la mujer a la que casi hice la número catorce. Felizmente subió a una habitación de hotel conmigo, un completo extraño, sólo minutos después de conocerme. Iba a dejarme cogerla porque el hombre que amaba no la correspondía. Lo quería fuera de su cabeza tanto, aunque fuera sólo por un corto tiempo. Ese podría ser yo para Paula, el tipo que necesita sacar tan desesperadamente de su cabeza, que dejaría a este tipo cogerla sólo para borrarme.
Esto es malo. Muy malo.
Considero dejar mi asiento y acercarme al escenario para que me vea y sepa que vine por ella. Quiero ver su reacción.
Debo ver sus ojos para saber si aún soy el que ama. O si es él ahora.
Me levanto pero mis pies están congelados al piso. No obedecen las órdenes de mi cerebro. Son más listos que mi cabeza o corazón. Por mucho que quiero que sepa que estoy aquí, sé que no podría porque la seguridad impediría que me acercara al escenario.
El maldito folla ojos termina su canción y Paula cambia la guitarra por otro instrumento, quizás una mandolina. Nunca me dijo que tocara algo más que el piano y la guitarra, así que de repente estoy celoso de que estos idiotas sepan algo sobre ella que yo no.
Comienzan la siguiente canción, un dúo llamado “Dime lo que quiero oír”.
Genial. Eso es precisamente lo que quiero ver, a los dos cantando juntos. No hay nada que pueda hacer sobre eso, así que debería sentarme y calmarme de una maldita vez.
Pasan por el resto de su repertorio y miro a este idiota follar con los ojos a Paula por casi dos horas. Es brutal ver que eso pasa cuando no puedo hacer nada al respecto. Estoy enojado como el demonio, pero ¿realmente tengo el derecho de decir algo? No lo sé, pero realmente planeo averiguarlo.
Cuando es tiempo de la última canción, Paula toma el centro y frente del escenario, lo que debería haber hecho toda la noche, y reconozco la canción saliendo del teclado de su compañero.
—Esta canción la escribí cuando mi mejor amiga y yo viajamos fuera del país hace varios meses. Me encontré con mucho tiempo en mis manos y tomé la oportunidad para escribir un poco. Comencé a escribirla mientras estuvimos allí, pero no pude terminarla hasta hace un mes. Se llama “Sin un adiós”
Estoy esperando que tu corazón despierte
Para que me pidas que me quede.
Mi corazón espera impaciente
Las palabras que ruega que digas.
Pero si sigo y las palabras nunca llegan,
Es un dolor que no creo poder soportar.
Así que, debería irme ahora sin un adiós
Y nunca tendrás que ver estas lágrimas que derramo.
Debería irme ahora sin un adiós
Y no tendré que ocultar el dolor en mis ojos.
Tomé la decisión de alejarme
Y ahora hay tanta distancia entre tú y yo.
Ahora estás tan lejos, tan tan lejos.
¿Siempre estarás fuera de mi alcance?
Es fácil mentirme a mí misma pero
Temo que mi estúpido corazón nunca será libre.
Así que me fui sin un adiós
Y nunca verás estás lágrimas que derramo.
Me fui sin un adiós
Y no tendré que esconder el dolor en mis ojos
Ahora ha pasado tanto desde que toqué tu cara
No puedo dejar de pensar en esos días.
Veo tus fotos
Y me pregunto si está mal que diga.
Estoy aquí sola y me siento débil
Quizás cometí un error al alejarme.
Y estuve mal en irme sin un adiós
Porque ahora nunca verás que quiero tratar.
Estuve mal al irme sin un adiós
Porque ahora nunca verás el amor en mis ojos.
Es una canción hermosa, pero muy triste. La letra nos describe a la perfección, y
sé en mi corazón, que canta sobre nosotros, al menos eso espero dado que las
palabras hablan de un error al irse sin un adiós. Tenemos que ser nosotros.
Con su guitarra en una mano y la rosa en la otra, inicio el camino que terminará mi larga búsqueda para encontrar a mi amada. Estoy demasiado conmovido, parcialmente porque he visto al maldito Don Juan avanzando a mi chica toda la noche, pero más porque finalmente estoy a punto de ver a la mujer que amo con todo mi corazón.
Una vez que camino al escenario, un guardia me detiene.
—Nadie puede ir allí atrás excepto la banda y el personal.
—Tengo la guitarra extra de Chiara. —Levanto la evidencia en mi mano.
Él cruza sus brazos e infla su pecho.
—Lo siento. Si eso pertenece a uno de los músicos, entonces deberías hacer otros arreglos para hacérsela llegar.
Puedo ver que el musculoso no se dejará conmover, así que saco mi billetera para comenzar una discusión de forma que pudiera persuadirlo. Tomo diez billetes de cien y los sostengo delante de su cara.
—Mil en efectivo. Son tuyos si me dejas pasar y darle a la Srta. Alfonso su guitarra.
Sus ojos se agrandan y mira alrededor. Lo toma y sacude el efectivo de mis manos.
—Si te atrapan, no se te ocurra decirles que fui yo quien te dejó pasar. ¿Entendido?
¡Bingo!
—Por supuesto.
Abre una puerta y señala un hall.
—Debería estar en la sala mientras levantan el escenario. Tercera habitación a la izquierda.
—Gracias.
Cierra la puerta detrás de mí. Estoy en el pasillo por un momento y respiro hondo. Mi corazón golpea contra mi pecho, tratando de escapar para encontrar a su pareja. Me empuja a ella porque mi corazón se quiere sentir completo de nuevo.
Camino por el hall. Paso algunos tipos por el camino, pero ven el estuche de la guitarra en mi mano y no dicen nada.
Me detengo en la puerta y dudo porque estoy aterrorizado.
La puerta está entreabierta y veo a Paula en un sillón, con el folla ojos al lado.
Su mano está en la pierna de ella y la acaricia lentamente, igual que hice yo tantas veces. ¡Mierda! La está tocando, pero peor, ella lo está dejando. Y me está rompiendo el corazón. Estoy seguro que lo sentí romperse en un millón de piezas mientras estoy ahí viendo una de las cosas que temía tanto.
Cierro mis ojos con fuerza, deseando que esto no sea cierto o que mi mente me esté jugando una broma. Cuando los abro de nuevo, él se está inclinando. Para besarla.
Me giro. Enfermo. Devastado. Con el corazón roto.
—Ey. ¿Qué haces aquí atrás? ¿Quién eres? —escucho decir a alguien y me giro a ver que es el baterista de la banda.
Trago los sonidos de tortura que tratan de escapar de mi garganta. Es mi culpa. Lo arruiné y ahora pago por ello.
Levanto la guitarra hacia él para que la vea.
—Esto le pertenece a la Srta. Alfonso. ¿Podrías por favor dársela? Y la rosa, también.
—Una Martin. Genial. —Toma ambas cosas y pregunta—. ¿Debería decirle algo?
Sí. Dile cuánto la amo y que siento haberla dejado ir .
—Sólo dile que disfruté el show y que estuvo malditamente fantástica.
Él levanta el estuche y la rosa.
—¿De parte de quién debería decir que son estas?
—Ella sabrá de quién.
Ayyyyyyyyyyyy, quiero otro cap, quiero el reencuentro después de tanto tiempo.
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