lunes, 16 de mayo de 2016

CAPITULO 75





La hora ha llegado. Me iré hoy, pero Pedro Henry no tiene idea. Él cree que tenemos veinticuatro horas más juntos. 


¿Por qué le mentí? Porque no puedo soportar verlo estar bien conmigo partiendo para siempre cuando no estoy en absoluto preparada.


Él está durmiendo a mi lado. Toma un lento y profundo respiro y como un despertador, escucho un silencioso ronquido cada tanto. Es su ciclo de respiración y después de dormir al lado de él por tres meses, he sido capaz de predecirlo.


Esperarlo. Amarlo. No quiero saber cómo va a ser no tener que escucharlo una vez que esté en casa en mi cama, así que decido que no lo haré. Voy por mi cartera y saco mi teléfono para grabar sus sonidos. Es tonto, pero al menos puedo tener esta parte de él conmigo después de que me haya ido.


Cuando termino, me siento en la silla de la esquina de la habitación y escaneo las fotos de nosotros en mi teléfono. 


He llegado a amar estas imágenes de nosotros juntos. 


Decido que no renunciaré a ellas tampoco, así que pongo en silencio ambos teléfonos y voy a través de las fotos para enviar cada una a mi teléfono personal. Él nunca sabrá que hice esto e incluso si se da cuenta, ¿qué va a hacer al respecto? Voy a estar a nueve mil kilómetros de distancia.


Cuando termino de transferir todas las fotos a mi teléfono, me siento a observar a este hombre que he llegado a amar. 


No tengo idea cuanto tiempo me quedo mirándolo. Sólo sé que no podré hacerlo otra vez después de esta noche.


Maldigo la resplandeciente hora en el reloj, 4:36. Me doy cuenta que el momento que pensé nunca llegaría lo ha hecho. Las flamas quemando ambos extremos de nuestra vela se están encontrando en la mitad esta mañana. Mis tres meses con Pedro Henry se ha reducido a menos de tres horas y está a punto de ser apagada.


Subo mis piernas y las sostengo contra mi pecho mientras empiezo a llorar. Soy forzada a ahuecar mis manos sobre mi boca para silenciar los incontrolables sollozos. Lo oigo removerse en la cama y ahueco más apretadamente mis manos así no me escucha, pero lo hace de todos modos.


—Oye, ¿qué estás haciendo ahí?


Tomo un profundo respiro y mi pecho vibra. La luz de la abertura del baño es mínima en la esquina donde estoy sentada así que él no puede ver mi rostro.


Trabajo para disfrazar el sonido nasal que estoy segura las lágrimas han causado.


—Estoy memorizando todo lo que no quiero olvidar después que me haya ido.


Ahí. Lo dije. Es la realidad que habíamos estado ignorando. 


Esta soy yo dándole la oportunidad de hablar sobre mi partida. 


Di algo. 


Lo que sea. 


Por favor.


Pero él no lo hace.


—Regresa a la cama.


—Está bien. Sólo necesito un minuto en el baño.


Salpico agua fría en mi rostro y luego sostengo un paño frío sobre mis ojos sabiendo que no ayudara con la hinchazón para el momento que él tenga que irse para trabajar. Va a saber que he estado llorando y no hay nada que pueda hacer sobre ello.


Cuando entro a la cama, me deslizo cerca y coloco mi cabeza sobre su pecho. Él envuelve su brazo alrededor de mí y frota arriba y abajo mi hombro hasta mi codo.


—¿Todo está bien contigo?


—Sí.


—No se siente bien.


Estoy de acuerdo. Nada acerca de esto se siente bien. No puedo decirle eso, así que hago la única cosa que lo hará. 


Ruedo hasta mi estómago y me alzo hasta mis rodillas. Paso una pierna por encima de él hasta que estoy montándolo y luego mi cuerpo cubre el suyo mientras dejo caer mi boca en la de él.


Los dos todavía estamos desnudos de nuestro anterior retozo. Lo siento endurecerse debajo de mí mientras me deslizo adelante y atrás sobre su creciente erección. Mi intención sólo es provocarlo a él y a mí misma, pero entonces lo siento doblarse perfectamente para deslizarse dentro de mí. Lo empujo sólo un poco, muriendo por deslizar toda su longitud dentro.


Sólo lo hemos hecho una vez sin usar condón, la semana pasada cuando le dije que lo amaba y fue mejor que nunca. 


Me sentí tan cerca de él y quiero eso otra vez antes de irme. 


Lo necesito una vez más.


Sus manos están sobre mis caderas y no me empuja lejos así que deslizo su longitud dentro de mí un poco más.


—Paula…


—¿Quieres que me detenga?


Él no me responde inmediatamente.


—No, jamás quiero que te detengas.


Entrelazo mis dedos a través de los suyos y los uso como palanca mientras hundo la longitud restante dentro de mí y estoy completamente llena. Te amo tanto, Pedro Henry.


Escucho un profundo gruñido de él y el sonido es tan excitante. Sabiendo que soy yo la que lo desarma me da un tipo de placer que nunca había conocido.


Él flexiona sus caderas hacia arriba cada vez que me deslizo abajo.


—Oh, eso se siente tan malditamente bien, Paula.


Haría esto cada día si fuera por mí, pero no es mi elección. 


Es de él. Y él está eligiendo dejarme ir.


Ahora sus manos están sobre mis caderas y él me anima a moverme arriba y abajo más rápido bajo sus manos extendidas.


—Estoy cerca, Paula. —Sus dedos están enterrándose en mi piel—. ¿Está bien venirme dentro de ti?


—Sí.


Sus dedos se cierran alrededor de cada uno de los huesos de mi cadera y él me baja duro contra él otra vez. Hace el sonido de venirse que amo porque siempre viene acompañado con mi nombre.


—Ooh, Paula.


Lo siento moverse dentro de mí y sé que me ha llenado con una parte de él.


Cuando libera mis caderas, colapso contra su pecho y sus brazos se envuelven alrededor de mí.


—Dios, voy a extrañarte.


Y ahí está. Mis papeles de partida. Ya no tengo ninguna esperanza de que él me pida que me quede, y siento las lágrimas. Gracias a Dios apagué la luz del baño cuando salí por lo que está oscuro y no puede verme. Y no veré el amor que él no siente cuando está sosteniéndome.


Siento las lágrimas correr por mi mejilla.


—¿Qué es eso? —Él desliza su mano entre nosotros y siente la humedad—. ¿Estás llorando?


—No. —Sí.


—Estás llorando. ¿Qué ocurre? ¿Te lastimé? —Se alza en la cama aunque estoy encima de él. Lo siento estirarse hacia la lámpara de la mesita de noche, pero agarro su mano para detenerlo.


—No. No estoy herida. Estoy bien. —Sí, estoy herida pero no de la manera que piensas.


Envuelvo mis dedos a través de los de él así no intentara otra vez encender la lámpara. No quiero intentar explicar esto.


No dice nada más al respecto y yo tampoco. Paso las siguientes dos horas yaciendo al lado de Pedro Henry con mi cabeza contra su pecho. Estoy escuchando el latido de su corazón, otra cosa que nunca escucharé otra vez.


Él besa la cima de mi cabeza.


—Mmm. Voy a llegar tarde si no me alisto para el trabajo. Odiaría ser despedido.


—Sí, es un hombre horrible para el que trabajas —Me río, pero incluso yo escucho cuan falso sueno.


El sol ha salido y veo a Pedro Henry caminar desnudo hacia el baño. Maldición, definitivamente voy a extrañar ver eso cada mañana.


Cuando está listo para el trabajo, él se inclina para besarme como hace cada mañana que he estado en su cama, pero esta vez es diferente.


—Te veré esta tarde, nena.


Lo beso como si fuera la última vez que lo veré. Porque es así. Lo aprieto en mis brazos. 


Este es nuestro último beso. 


Nuestro último abrazo. 


Nuestro último todo.


—Me estás apretando como si esto fuera todo. —¿Puede leer mi mente? A veces me lo pregunto. Él besa mi frente—. ¿Estás segura que todo está bien?


Asiento porque estoy tan inestable. Estoy a punto de estallar en lágrimas y tengo que mantener la compostura un poco más de tiempo.


—Trataré de venir temprano así podemos hacer algo especial esta noche.


Esto es. Aquí viene.


Observo a Pedro salir de mi vida para siempre mientras deja la habitación. Y ahí es cuando todo cae en su lugar. Hemos terminado. Para siempre.






1 comentario: