A las doce en punto, decido dar por terminado el día porque no estoy logrando nada. Todo en lo que puedo pensar es Paula y cómo va a irse de mi vida mañana. Es todo lo que he pensado durante una semana desde que la escuché decir que me amaba.
Estos han sido los tres meses más cortos de mi vida. Mi pecho duele, literalmente, con la idea de nunca volver a verla. Acordamos tres meses y nuestro tiempo juntos ha terminado. Le prometí el momento de su vida, pero que me condenen si ella no lo volteó contra mí. Soy el que tuvo los mejores tres meses de mi vida, y no hay esperanza de que alguna vez los supere.
La amo demasiado como para dejarla ir y tengo que decírselo en este mismo momento.
—Harold, voy a tomar el resto del día libre.
—Sí, señor. Que tenga una buena tarde.
En cuestión de minutos, estoy en la casa y la Sra. Porcelli me saluda en la cocina.
—Sr. Alfonso, ¿le apetecería algo de comer?
—¿Paula ya almorzó?
Luce extraña.
—Ella se fue esta mañana poco después de que usted se fue a trabajar.
Ella no dijo nada sobre tener que ir a la ciudad.
—¿Dijo a dónde iba?
La Sra. Porcelli vacila.
—Me dijo que se iba a casa. Pensé que era extraño que usted no fuese al aeropuerto con ella, pero no creí que me correspondiera cuestionarlo.
No. Ella está equivocada. Eso no puede estar bien.
—¡Paula! —Corro hacia el dormitorio y nada parece fuera de lugar, salvo que está muy limpio y en orden. Paula no es así de ordenada. Algo de ella siempre está arrojado sobre la silla en la esquina, pero esto está libre de desorden. Abro el cajón superior de la cómoda en el que guarda su ropa íntima y lo encuentro vacío.
Por favor, no dejes que me haya abandonado.
Voy al armario y todo lo que está colgando allí me pertenece.
¿Por qué has hecho esto, Paula?
Saco el teléfono de mi bolsillo y marco su número. Oigo mi tono de llamada personalizado y sigo el sonido. Encuentro su teléfono al lado de su Martin en la mesa de café en la sala de estar. Hay un sobre yaciendo junto a él con mi nombre escrito en su letra.
Esto es malo. Muy malo.
Sostengo el sobre sin romper el sello. Ella se ha ido y dejó esta tinta en el papel aquí en su lugar. Estas son sus últimas palabras para mí. Lo abro y retiro el papel doblado.
Mi hermoso Pedro Henry,
He estado esperando esto durante tres meses y no estoy mejor preparada para ello hoy de lo que lo estaba cuando nos conocimos. En todo caso, estoy menos preparada. No te amé el día que te conocí, o incluso un mes después. Pero en
algún lugar entre el hola y el adiós que soy incapaz de soportar, me enamoré perdidamente de ti.
Sé que no sientes lo mismo. Es por eso que te dije que me iba mañana en vez de hoy. No podía soportar la idea de decirte adiós y ver lo poco afectado que estarías al verme salir de tu vida para siempre. Porque es para siempre. Te prometí que no me pondría en contacto contigo y no lo haré.
Me mantuviste tu promesa. Estos han sido los tres mejores meses de mi vida y nunca voy a ser capaz de superarlos. Has hecho realidad cada una de mis fantasías y eso incluye encontrar el amor de mi vida. Ahora, es mi turno de mantener mi promesa.
Te amo, Pedro Henry, con cada fibra de mi ser.
Por siempre.
Por siempre.
Paula
Tu chica americana
¡No! Pensé que tenía más tiempo para decírselo, pero ella se ha ido. Realmente se ha ido
Y entonces se me ocurre que tal vez no lo ha hecho. Puede que su avión no se haya ido. Cuando escribió la carta, esperaba que yo la encontrara horas más tarde.
Corro hacia el garaje. Me meto en el Sunset y conduzco más rápido de lo que se considera seguro hacia el aeropuerto de Wagga Wagga.
Llego en un tiempo récord y no trato de encontrar un lugar de estacionamiento.
Abandono mi auto en la entrada principal. Al diablo con eso.
Pueden remolcarlo.
Corro hacia el primer mostrador abierto.
—Necesito ayuda. Necesito averiguar si un avión saliendo para... —Me paro a pensar. Maldita sea. ¿Ella volaría a casa desde aquí? No, Wagga Wagga es demasiado pequeña para tener un vuelo al LAX. Tendría que conectar en Sydney—. Sydney.
Ella está claramente molesta por mí.
—Señor, tenemos varios vuelos a Sydney todos los días.
—Es una emergencia. ¿Puede revisar para ver si todos han salido?
Ella suspira.
—Lo revisaré por usted, señor. ¿Alguna aerolínea en particular?
—No.
Ella no tiene prisa mientras hace clic con su ratón, y creo que lo está haciendo para molestarme.
—Todos han salido por hoy, señor.
—¿Qué hay de vuelos de regreso al LAX saliendo desde Sydney?
Ella suspira más pesadamente.
—Tendré que revisar, señor.
Hace clic varias veces.
—Hay dos vuelos al LAX hoy. Uno salió a las siete de la mañana y el otro está programado para salir a las tres.
¡Maldita sea! Eso es en dos horas y media. Incluso conduciendo a toda velocidad en el Sunset, no hay manera de que pueda llegar a Sydney en ese corto período de tiempo.
Encuentro mi auto todavía estacionado en la parte delantera donde lo dejé. Hay un guardia de seguridad de pie detrás de él anotando el número de placa. Me ve yendo en su dirección.
—¿Éste es su auto?
—Sí.
—No puede dejarlo estacionado en la entrada, señor.
Lo desestimo.
—Me estoy yendo ahora.
—Qué bueno que llegó cuando lo hizo. Estaba a punto de remolcarlo.
Me importa un culo de canguro y casi le dije eso. En cualquier otro momento lo habría hecho, pero en este momento no me importaba lo suficiente como para decirle algo.
Me meto en mi auto y me alejo del aeropuerto. No he recorrido ni tres kilómetros antes de que esté a un lado de la carretera pensando en cualquier cosa que pueda hacer para llegar a Paula, pero estoy totalmente en blanco.
No puedo evitar que esto suceda.
Piensa. Piensa. Piensa. Está bien, por mucho que me cueste admitirlo, Benjamin Donavon es mi única respuesta. Puede que él no sepa cómo ponerse en contacto con Paula, pero me puede poner en contacto con su hermana.
Rechino los dientes mientras conduzco hacia su apartamento. Va a doler como el infierno el pedirle ayuda, pero estoy dispuesto a caminar a través del fuego para llegar a Paula.
Después de usar el intercomunicador para hacerle saber que estoy aquí, me abre para entrar en el edificio. Llamo a su puerta y espero. Cuando la abre y ve que soy yo, inclina la cabeza hacia un lado y mueve la mandíbula. Él va a disfrutar
endemoniadamente de esto y eso me molesta.
—Ya sabes que ella no está aquí, así que, ¿qué quieres?
Me mata depender de él como mi único vínculo con Paula.
Literalmente, estoy teniendo dolor en el pecho porque me rebajé a este nivel.
—Necesito saber cómo contactar a Paula.
Estrecha sus ojos en mí.
—Tienes que estar bromeando. —Él está sonriendo y se encoge de hombros—. Me gustaría poder ayudarte, hermano.
Está disfrutando demasiado de esto.
—Bueno, vamos a pretender que no estás amando esto.
El pequeño cabrón se ríe.
—No estoy fingiendo. Estoy amando esta mierda, pero todavía no puedo ayudarte porque no tengo su número.
—Entonces necesito el de Aldana.
Está sonriendo más ampliamente ahora.
—Lo siento. No te voy a dar el número de mi hermana.
Será un milagro si no estrangulo a este pequeño bastardo.
—Sabes que sólo lo quiero para poder ponerme en contacto con Paula.
Cruza los brazos para hacerme saber que no planea ceder.
—Si Paula quería contactar contigo, te habría dado su número, por lo que creo que eso significa que te ha botado.
Siento el pánico aproximarse. Si él no me da su número, ¿cómo voy a encontrarla cuando ni siquiera sé su apellido?
Me debato sobre preguntarle y decido comer mierda si eso significa averiguarlo.
—¿Cuál es su apellido?
—¿El de Paula?
Está sacudiendo la cabeza hacia mí, juzgándome.
—¡Amigo! ¿Te la cogiste durante tres meses y no sabes su apellido?
—Era parte de un acuerdo que teníamos —escupo a través de una mandíbula apretada.
—No sé lo que ustedes dos acordaron, pero al parecer ella se fue de aquí manteniendo su parte del mismo, así que sugiero que la respetes lo suficiente como para mantener la tuya.
Miro la puerta cerrarse de golpe en mi cara antes de que le saque la mierda a patadas. ¡Joder! ¿Qué hago ahora?
Camino como un zombi hacia mi auto. Me meto, pero no arranco. Me quedo allí.
Pensando.
Mierda, soy tan estúpido.
Ella trató de decirme que me amaba y no la escuché. Me negué a ver que yo también podía amarla porque era demasiado inflexible. Pensaba que tenía algo que demostrar al no enamorarme de nadie.
Nunca.
Pero me enamoré de ella, y ahora se ha ido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario