lunes, 16 de mayo de 2016

CAPITULO 74





Envío mi quinceavo mensaje de texto a Paula hoy y espero su respuesta.


Probablemente estoy molestándola, pero ella tiene que entender lo mucho que quiero que se quede conmigo hasta que se vaya a casa la próxima semana. No estoy listo para decir adiós. Al menos no hoy.


Mi teléfono suena con una respuesta.


Aquí esperando XTi


Soy capaz de relajarme, porque eso no suena como una respuesta de una mujer que se ha echado a correr.


Cuando consigo regresar a casa, casi irrumpo por la puerta para llegar hasta ella.


Estoy ansioso por ver la prueba de que no se ha ido.


―Paula, ¿dónde estás?


―En la cocina. ―Alivio. Esa es la única palabra para describir como me siento en este momento. Puedo volver a respirar. Voy a la cocina y la encuentro parada delante de la estufa―. Dejé que la señora Porcelli se fuera temprano porque quería cocinar para ti. Espero que no te importe.


Llego detrás de ella y puse mis brazos entorno a su cintura. 


Beso su cuello y echo un vistazo sobre su hombro para ver lo que está cocinado. Hmm. ¿Lasaña? Mi favorito. Me pregunto si ella sabe eso. Recordé la noche que cenamos en el restaurante italiano en Auckland para su cumpleaños.


―Huele delicioso.


―Mi lasaña ha sido conocida por traer a los hombres de rodillas.


―Nena, no se necesita comida para que me pongas de rodillas.


Ella me enfrenta y pone sus brazos alrededor de mis hombros.


―¿Es eso cierto?


―Una historia verídica.


―Bueno. Me gustas de rodillas.


Al segundo en que las palabras salen de su boca, la veo recordando nuestra mañana. Después del delicado incidente a raíz de la conversación sobre Fernando Phillips, decido que es mejor cambiar de tema.


―¿Te puedo ayudar en algo?


Los dos sabemos lo que estoy haciendo, pero ella lo deja pasar.


―Como si tú supieras qué hacer.


―No estoy totalmente indefenso en la cocina. Creo recordar preparar el desayunar para ti una mañana.


―No estoy segura de que un bagel con queso crema cuente como cocinar de desayuno, pero de todas formas estoy bien. ¿Por qué no vas a escoger un vino para nosotros?


Beso un lado de su rostro.


―Eso definitivamente puedo hacerlo.


Entro en la bodega y elijo un merlot. Mientras camino de vuelta a la casa, me oigo silbar "Private Dancer" sin pensar. 


Maldita sea, ella está siempre en mi mente, aunque sea mi subconsciente.


Escucho a Paula hablando con alguien cuando regreso de la bodega. Entro a la cocina y se da la vuelta para verme de pie detrás de ella. Está molesta y entonces es cuando sé que es él. Esta llamando de nuevo.


Tomo el teléfono de su mano y aprieto el botón de fin.


―No tomes más sus llamadas. Él te molesta y no quiero gastar el poco tiempo que nos queda con él en tu mente. Quiero ser el único en el que pienses. ¿De acuerdo?


―De acuerdo.


Quiero que olvide su llamada, su rostro, su nombre, así que tiro de ella acercándola para darle un beso.


―Ahora, ¿crees que puedes pasar la cena sin él en tu cabeza, o necesito llevarte a la cama y darte una razón para olvidarte de él?


―Aunque me encanta la idea de que me lleves a la cama, él ya está fuera de mi cabeza. Lo estuvo al segundo en que me besaste.


―Bien.


Mientras estamos comiendo, no puedo dejar de observar la forma en que la luz de las velas danza en el rostro de Paula. Dios, voy a echarla de menos cuando se haya ido.


Se da cuenta de que la observo y una sonrisa se extiende por su cara.


―¿Un centavo por pensamientos?


Me extiendo para tomar su mano y la aprieto.


―Sólo estaba pensando en lo que voy a hacer después de que regreses a casa. Maldita sea, voy a echarte de menos.


Ella saca su mano de la mía y comienza a limpiar la mesa. 


Sus ojos están esquivando los míos.


―Harás exactamente lo que has hecho todas las otras veces. Te mudaras a la siguiente ciudad y encontraras a la número catorce.


No me puedo imaginar que exista alguien más allá de la número trece






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