lunes, 9 de mayo de 2016

CAPITULO 52





Después de cenar en un romántico café, llevo a Paula a un club de baile que noté cuando compraba su regalo de cumpleaños. La luz destella a nuestro alrededor en la oscuridad y está lleno a reventar. En realidad no es el baile relajado que tenía en mente, pero ella parece feliz de estar aquí.


Ella toma mis brazos y nos movemos hacia la pista de baile. 


La música está alta y hay una canción rápida sonando. Paula se mueve con ella como si fuese algo que hubiera hecho un millón de veces.


—¿Sales mucho a bailar?


—Sí. Aldana y yo salimos mucho a bailar en Nashville.


Me da la espalda y toma mis manos. Las coloca en sus caderas y retrocede hasta que todo su cuerpo se frota contra el mío mientras baila. Sabe lo que me está haciendo. Puede sentir la evidencia apretándose contra su trasero.


Estamos apretados en la pista y todo el mundo está en su propio pequeño mundo.


Nadie nos está prestando atención, así que deslizo mi mano desde su cadera hasta el lugar entre sus piernas. Ella apoya la cabeza en mi pecho.


—Eres tan malo.


—No lo puedo evitar cuando te estás frotando sobre mí de esa manera.


—Lo siento. ¿Quieres algo de beber?


—Sí, necesito una bebida. Una grande.


Conseguimos un par de copas de vino en el bar y migramos a la esquina para que podamos escucharnos el uno al otro por encima del retumbante bajo.


—¿Has estado aquí antes?


—No. Vi este lugar hoy y pensé que podría ser divertido. ¿Quieres irte?


Ella sacude la cabeza.


—No. Me estoy divirtiendo.


Siento que alguien choca contra mí por detrás y derramo mi vino en la parte delantera de mi camisa.


—Mierda.


Me volteo para mirar al idiota detrás de mí y él ve el daño que ha causado.


—Hombre, lo siento. Por favor, deja que te invite a otra copa y que pague por tu limpieza en seco.


Me temo que la limpieza en seco no va a salvar esto.


—No será necesario.


Él ofrece su mano.


—Soy Chris y ésta es mi esposa, Trisha.


No estoy realmente interesado en las presentaciones, pero elijo ser amable en vez de decirles a estas personas que se pierdan para que pueda estar a solas con mi chica.


—Soy Alfonso y ésta es Paula.


Estrecho su mano de él pero está mirando a Paula. Y por más tiempo del que me gusta.


—¿La señora es su esposa o su novia?


—Novia. —Paula me mira y ambos sonreímos.


La música está fuerte, así que la esposa se inclina más cerca.


—¿Están juntos desde hace mucho?


—Seis semanas —respondo. Eso significa que ya estamos a la mitad. Me pregunto si ella estará pensando lo mismo.


Trisha está gritando por encima de la música.


—Vaya. Las cosas siguen en ese estado nuevo, divertido y excitante para ustedes.


—Excitante es un eufemismo. Debería decirles qué tipo de relación tenemos solo para espantar sus traseros casados para que se alejen.


Reímos de nuestro secreto compartido. Pongo mi brazo alrededor de ella y la acerco.


—Hay muy poco acerca de nosotros o nuestra relación que sea aburrido.


Paula me entrega su vaso de vino.


—¿Me lo sostienes por un momento mientras voy al baño?


Trisha da un último trago y desliza el vaso vacío hacia el camarero.


—También tengo que ir.


Perfecto. Me quedo con mi nuevo mejor amigo, Chris.


—¿Tu novia es yanqui?


Tomo un sorbo de la copa de Paula ya que tengo mi vino en la ropa.


—Sí.


—Es muy hermosa. No pude evitar notarlo cuando estaban bailando. Realmente me gustaría follarla.


¿Qué? La música está fuertísima y decido que he malentendido lo que ha dicho, así que inclino la cabeza hacia él.


—¿Qué fue eso?


Él se acerca y pone su mano en mi hombro.


—Mi esposa se siente muy atraída por ti. Quiere chupártela mientras tú me observas follar a tu novia. Quiero decir, si te gusta observar. Nuestra única regla es nada de besos. Guardamos eso para nosotros.


Swingers.


Sé que hago algunas cosas raras cuando se trata de mujeres, pero esto es la jodida cereza en el pastel. Parezco un monaguillo junto a este payaso. Estoy tan sorprendido que no respondo. No sé cómo.


Paula y Swinger Trisha regresan del baño y se reúnen en el círculo. Paula toma su bebida de mi mano y observo su rostro, preguntándome si la esposa la abordó mientras estaban en el baño. Su comportamiento parece sin cambios, así que supongo que Trisha dejó a su esposo a cargo de cerrar el trato.


Ella pasa el brazo por su marido.


—Entonces, ¿le preguntaste, cariño?


—Estamos discutiéndolo. —Me sonríe—. Entonces, ¿qué piensas? ¿Estamos dispuestos?


Creo que Paula está intentando leer mi rostro, pero no puede.


—¿Estamos dispuestos a qué?


Le paso mi vaso vacío de vino a Paula.


—¿Sostienes esto, nena?


Supongo que puede ser llamado un golpe bajo porque él no tiene idea de lo que está por venir, pero cierro mi mano en un puño y le pego a Swinger Chris en la mandíbula, enviándolo de cara a la pista de baile. Quiero que se ponga de pie para poder cagarlo a golpes, pero él es inteligente y se queda abajo.


—Levántate.


Paula se queda allí con una mirada sorprendida mirándome fijamente porque no tiene idea de lo que este loco quiere hacerle.


—¡Alfonso! ¿Qué estás haciendo?


Señalo hacia Chris en el suelo.


—¿Quieres saber lo que pienso? ¿Es esa una respuesta bastante clara para ti?


La seguridad camina hacia a mí a grandes pasos para echarme del lugar, así que levanto ambas manos.


—No hay necesidad. Nos vamos de aquí.


Tomo a Paula del brazo y la llevo hacia la puerta.


—¿Qué está pasando?


—Ahora no —le gruño.


Ella me sigue al exterior y se detiene en seco.


—¿Por qué lo golpeaste?


Sigo caminando hacia el auto. Temo que volveré a entrar y lo mataré si no salgo de allí.


Entramos al auto y me aferro al volante. Es ahí cuando me doy cuenta de cuánto me duele la mano.


—Alfonso, me estás asustando.


—No más de lo que me estoy asustando a mí mismo. —Acabo de perder los nervios por un sujeto diciéndome que quería follarla. Me hizo verlo todo rojo.


Quise estrangularlo por lo que dijo.


Ella me está mirando fijamente.


—Lo dudo mucho.


No puedo hablarle sobre esto en este momento. Estoy furioso. Arranco el auto y conduzco a la casa en silencio. 


Estoy cabreado. Ella está asustada y confundida.


No es una gran combinación.


Ninguno dice nada cuando llegamos a la casa. Ella entra y se va directamente a la habitación. Voy a la cocina y rebusco en el congelador. No encuentro guisantes congelados, por lo que envuelvo hielo en un paño de cocina y lo pongo alrededor de mi mano hinchada. Duele como el demonio, pero no me arrepiento de golpear a ese idiota. Lo haría nuevamente en un santiamén.


Me tranquilizo luego de permanecer en la cocina por un rato. 

Decido que le debo una explicación, así que voy a la habitación para encontrarla. Ella tiene puesto su camisón y está de pie frente al lavabo lavándose la cara. Me mira en el espejo cuando me acerco detrás de ella.


Pongo el hielo envuelto en el trapo sobre el mostrador antes de poner las manos en la parte superior de sus brazos y beso uno de sus hombros desnudos. Ella extiende la mano para tocar mi mano lastimada.


—Estás sangrando. Tienes que limpiarlo para que no se infecte.


Ella toma mi mano.


—¿Hay un antiséptico aquí? ¿O quizás un ungüento antibiótico triple?


Raras veces vengo aquí, por lo que no tengo la costumbre de guardar cosas como ésas aquí.


—Lo dudo.


Ella acerca la mano para una mejor inspección.


—Deberías al menos lavarlo con jabón y agua.


Abre el agua y se enjabona los dedos. Lava mis nudillos hasta que la sangre seca se ha ido y luego los seca.


—Temo que vas a quedar debiéndole a tu jefe algunas toallas nuevas.


—Lo superará.


Sigue sosteniendo mi mano cuando alza su mirada hacia mí.


—Dime qué sucedió.


Me concentro en sus ojos cuando recuerdo las palabras de él, “realmente me gustaría follarla” . La idea de que alguien más la tenga me vuelve loco.


Sostengo su rostro con mis manos. Me acerco y la beso, sin saber si me dejará o no, pero lo hace. Cuando termino, tomo su mano y la llevo a la habitación a la cama. Me siento en el borde y tiro sus caderas hacia mí para que esté de pie entre mis piernas. Sus dedos juegan en mi cabello despeinado.


—Quiero saberlo.


Respiro hondo y suelto el aire lentamente.


—Ese sujeto, Chris, me dijo que quería algo mío… algo que no estaba dispuesto a compartir.


—No entiendo.


—A ti. Te quería a ti.


—¿A mí? Pero está casado.


Me da asco no poder decirlo sin imaginarlo en mi cabeza.


—Me pidió que lo observara follarte mientras su esposa me la chupaba.


Sus ojos se agrandan.


—¿Oh? —Lo veo en su rostro cuando ella lo comprende—. Ohh. ¿Swingers?


—Exacto.


—¿Lo golpeaste en la cara porque quería tener sexo conmigo?


—Lo hice y lo volvería a hacer… —Ella interrumpe mis palabras con su boca cuando la choca contra la mía. Sus manos están en mi pecho esforzándose por desabotonar mi camisa manchada de vino. Insatisfecha por la lentitud, las manos de ella van hacia la parte inferior y la saca por encima de mi camisa mientras sigue abrochada.


Abre la hebilla del cinturón y luego desabotona mis pantalones, esta vez con más éxito en el proceso. Desliza mi cremallera y pone su mano dentro de mi calzoncillo. Su mano me abarca a la vez que la desliza hacia arriba y abajo.


Maldición, la chica sabe cómo masturbar.


Me besa con fuerza mientras su mano me bombea. Estoy cerca de acabar, pero ella no me lo permite.


—¿Dónde están los condones?


—Bolsillo de afuera, maleta grande.


Me besa en la boca.


—No te vayas a ninguna parte.


Demonios, no hay ninguna posibilidad de que me vaya. Me pongo de pie y me quito el pantalón y los calzoncillos mientras ella está buscando los condones.


Ella camina provocativa hacia mí girando un paquete de papel de aluminio entre dos dedos. Usa sus palmas para empujarme en la cama.


—Voy a ponerlo yo esta vez.


—No lo discuto, nena.


Ella abre el paquete y soy el típico hombre. Levanto la cabeza porque quiero observarla mientras me lo pone. Es sexy ver sus manos tocarme de esa manera.


Cuando termina, desliza su ropa interior por las piernas y da un paso fuera de ellas. Se sube a la cama con una rodilla después con la otra y me monta a horcajadas. Mis manos están sobre sus caderas mientras ella observa mi rostro.


—Entonces, ¿no quieres que el Swinger Chris me tenga?


Ugh, tengo que sacar esa imagen de mi cabeza.


—De ninguna maldita manera.


Mi punta está en su entrada húmeda, pero ella no se desliza hacia abajo sobre ella.


Está meciendo las caderas hacia atrás y adelante, provocándome.


—¿Nadie más puede tenerme, o sólo el Swinger Chris no puede?


—Nadie más puede tenerte, Paula. Soy el único.


Ella sonríe.


—Entonces muéstrame.






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