lunes, 9 de mayo de 2016

CAPITULO 50




Después de despegar en nuestro pequeño avión privado a Auckland, Nueva Zelanda, reviso mi reloj para ver si vamos según los tiempos acordados. Noto la fecha, 1 de febrero, y soy golpeado por el recuerdo de una conversación que Paula y yo tuvimos en nuestra segunda cita. Me dijo que cumpliría veintitrés años el Día de la Marmota. Eso es mañana. No puedo creer que no lo recordara hasta ahora.


Ella no lo ha mencionado. Creo que me lo diría si se lo preguntara, pero decido que quiero sorprenderla con algo especial. Es sólo que no sé qué será.


Nuestro vuelo aterriza y por lo general tengo un chofer esperando, pero no hoy.


En cambio, alquilo un convertible para el viaje de veinte minutos en auto hasta la casa de modo que Paula y yo podamos tener esta experiencia solos y a nuestro propio ritmo.


Después de detenernos en la carretera varias veces para que Paula admire la costa, llegamos a la casa en Auckland. 


Ella no ha viajado mucho fuera de su pequeño mundo en casa y sus ojos están ensanchados por la euforia. Me encanta verla así. Su expresión hace que quiera mostrarle al mundo.


—Es increíble.


—Espera a ver el frente que da a la playa.


Llevo nuestras maletas desde el auto hasta la casa. Le doy el recorrido, haciendo que a propósito el dormitorio sea la última parada. Estoy orgulloso de esta habitación, aunque no puedo tomar crédito por lo bonita que es, ya que la casa
estaba amoblada cuando la compré el año pasado. El dueño anterior hizo un trabajo fantástico volviendo romántico este dormitorio.


Paula se acerca y pasa los dedos por la tela transparente que cubre el dosel.


—No puedo pensar en una palabra para describir esta habitación. Romántica no es suficiente para hacerle justicia.


—Lo sé.


—¿Te has quedado aquí antes?


—Muchas veces. —Siento la pregunta que no hace y la respondo—. Pero siempre solo. Tú eres la única que he traído aquí. —Quiero que sepa que ella es la primera y única.


Se sienta en la cama y se deja caer de espalda sobre el colchón.


—Tu jefe tiene muy buen gusto.


Miro a la hermosa mujer tendida en mi cama.


—Estoy de acuerdo.


—¿Qué vamos a hacer primero?


Ahora es el único momento que tengo para ir a la ciudad a buscar el regalo de Paula antes de mañana.


—Tengo que ir al viñedo para una visita rápida. Sólo debería estar fuera un par de horas. —Ella frunce el ceño ante mi noticia—. Éste sigue siendo un viaje de negocios para mí, pero no te preocupes. Tendremos suficiente tiempo para divertirnos.


—Estoy lista para ir a la playa.


—Puedes ir mientras no estoy, pero no quiero que entres al agua mientras estás sola.


Ella saca su labio inferior.


—Buu.


—Sé que eres una chica grande, pero aun así es el océano. A veces suceden cosas inesperadas y me sentiría mejor si no te metieras sola.


—Lo entiendo.


Ella se incorpora y la beso.


—Regresaré antes de que te des cuenta. No olvides usar protector solar. No te necesito quemada para lo que vamos a estar haciendo mientras estamos aquí.




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