lunes, 9 de mayo de 2016
CAPITULO 51
No encuentro el regalo de Paula de inmediato, por lo que estoy fuera más tiempo del que anticipé. Cuando regreso a la casa, dejo su regalo en la guantera del auto. Quiero que piense que no tengo ni idea de su cumpleaños dado que ella no lo ha mencionado.
Camino hacia la playa y veo la toalla de Paula en la tumbona donde estaba recostada, pero ni rastro de ella. La llamo varias veces sin obtener respuesta.
¿Dónde está?
Decidiendo que probablemente esté en el interior, abro la puerta principal y grito su nombre varias veces sin respuesta.
¿Habría entrado al agua después de que le pidiera que no lo hiciera? Sé la respuesta. Sí, lo haría. En el momento en que respondo mi propia pregunta, me lanzo hacia la playa y grito su nombre. Oigo el pánico en mi voz y lo siento en mi pecho mientras reviso el agua. No veo rastro de ella en ninguna parte.
Escucho mi nombre en la distancia y volteo para verla caminar por la orilla de la playa. Viste un bikini rojo brillante.
¿Cómo pasé eso por alto? Me inunda un alivio inmediato y ahí es cuando me doy cuenta de mis manos temblorosas.
Ella levanta la mano para saludar y yo levanto la mía temblorosa para devolverle el saludo. Me siento en la tumbona para esperarla porque mis rodillas están amenazando con ceder debajo de mí.
Estoy calmado, o al menos parezco estarlo, para cuando ella llega a mí. Extiendo mis brazos para que venga a sentarse en mi regazo. La acerco y entierro mi rostro en su cabello.
—Vaya, alguien realmente me echó de menos durante su ausencia. ¿Está todo bien?
—Ahora sí. —Me abstengo de hablarle de mi semi ataque de nervios cuando no pude encontrarla.
—Bien. —Ella extiende las manos hacia los botones de mi camisa y comienza a desabotonarlos—. Usted, señor, está demasiado arreglado. Vaya a ponerse su traje de baño y nade conmigo.
—Sí, señora.
Cuando salgo de la casa, ella ya está metida hasta los hombros en el agua azul claro, así que no consigo darme un festín por verla en el revelador bikini rojo.
—Simplemente no podías esperar, ¿verdad?
—No. Ha estado llamándome por horas y ahora no estoy sola, así que no rompí tu regla.
Lanzo mi toalla junto a la de ella y salgo a su encuentro en el océano. Ella se acerca nadando y pone sus brazos alrededor de mis hombros.
—Nunca he estado en un lugar tan hermoso. Gracias por traerme.
—Es un placer.
—Estoy bastante segura de que va a traerte un poco.
—¿Oh, sí?
—La bola ocho dice que es muy probable. —Besa mi boca y apoya la frente contra la mía—. ¿Vienes aquí a menudo?
—Trato de hacer rondas en Aurelia al menos una vez al mes durante el verano.
—¿Por qué siempre vienes solo?
—Nunca he estado con alguien a quien quisiera traer. Hasta ti.
—Oh. —Eso es todo lo que dice y no presiona más.
Cuando estamos cansados de nadar, salimos del agua para relajarnos en las tumbonas. Ella está estirada con una de sus largas piernas doblada.
—Quiero llevarte a cenar a la ciudad.
—Está bien.
—¿Tal vez ir a bailar después de eso?
—Seguro, suena divertido.
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