sábado, 7 de mayo de 2016

CAPITULO 46




No podía alejarme de Paula hasta mañana en la tarde. Dejo la casa de mis padres temprano para ir a casa con ella, pero no sin escuchar un montón de necia cháchara de mi hermano por estar dominado por ella.


Puedo estarlo, pero no me quejo.


Llego a través de la puerta del garaje y tropiezo con un montón de equipaje.


Enciendo la luz y reconozco los maletines como los de Paula. ¿Qué demonios está pasando aquí? En primer lugar, ¿ella no respondía a mis llamadas y ahora su equipaje está en la puerta?


Camino a la habitación, no estoy seguro de lo que voy a encontrar. Por favor, que no te hayas ido, Paula. Aguanto la respiración cuando me detengo en la puerta. Está completamente oscuro, por lo que enciendo la luz del baño y la veo dormida en mi cama. Libero el aliento que estaba conteniendo.


Son las tres de la mañana y yo sólo quería desnudarme y meterme en la cama con ella, pero no lo hago porque sé que algo no está bien. Me siento en la cama junto a ella y le acaricio su suave mejilla con el dorso de los dedos.


—Paula, cariño.


Ella se mueve, pero no se despierta, así que digo su nombre otra vez.


—Paula, cariño.


Abre sus ojos y salta en la cama, tomando la cobija con ella.


—¿Qué estás haciendo aquí?


Ésta no es la bienvenida a casa que me imaginé.


—Vivo aquí.


—Me dijiste que no estarías en casa hasta esta tarde.


—Me vine más temprano porque quería estar contigo. He desarrollado una especie de hábito de hacer eso. —Ella no dice nada—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué están tus maletas en la puerta?


—Porque me voy.


Siento mi corazón saltar en mi garganta.


—¿Por qué?


—Tu esposa piensa que podría ser lo más apropiado que podría hacer y siento que estoy de acuerdo con ella.


¿De qué demonios está hablando?


—Yo no tengo esposa.


—Adriana me hizo una visita, y ella dice otra cosa. Ella es impresionante, Alfonso. Y deberías saberlo porque me sorprendió.


Esa psicópata me ha rastreado hasta Avalon. Es cada vez más inteligente. Y valiente. El intentó de destruir dos de mis viñedos era cojonudo, pero ahora ha entrado en mi casa y jodido mi vida personal a través de Paula.


—Yo no estoy casado con esa mujer.


—No te creo.


—Te juro que jamás me he casado. —No dice nada, pero veo que no me cree.


Corro mis manos a través de mi cabello. ¿Cómo le pruebo esto a ella?


Sólo hay una manera. Alcanzo mi teléfono en el bolsillo.


—Puedes preguntarle a mi madre. Ella te dirá.


Son las tres de la mañana, pero busco en mis contactos y busco la etiqueta “Mamá”. Lo pongo en altavoz y suena unas pocas veces antes de contestar el teléfono.


—¿Hola?


—Mamá, esto va a sonar loco, pero ¿estoy casado?


—¿De qué estás hablando, hijo? —Mi mamá no tiene idea que ella es la única que puede salvarme con Paula ahora.


—¿Alguna vez me he casado?


—No. ¿De qué se trata todo esto?


—Paula y yo tuvimos un pequeño malentendido. Ella sólo necesita escuchar que no estoy casado.


—Él no está casado, cariño, pero me gustaría que lo 
estuviera. ¿Cómo te sientes?


Oh, maldición. Pongo en mute el teléfono.


—Dile que te sientes mucho mejor. Te lo explicaré luego.


Quito el mute y espero a que Paula le responda a mi mamá.


—Me siento mucho mejor, señora. Gracias por preguntar.


—Siento despertarte, mamá. Vuelve a dormir y hablaremos mañana.


Después de terminar la llamada, pongo el teléfono en la mesa de noche.


—Ella quería saber porque no habías venido conmigo, así que le dije que tenías dolor estomacal.


—Oh.


—Dime qué pasó con Adriana.


—Estaba en el gym ejercitándome. Me detuve para descansar y pensé que había visto algo en el espejo. Cuando miré, vi a esta mujer pelirroja en el medio del piso viéndome. Estoy segura que estuvo allí por un rato, pero no puedo estar segura porque no la escuché entrar.


—¿Qué te dijo?


—Que ella era tu esposa y que te amaba. Quería hacer funcionar las cosas contigo por los niños.


—¿Niños? —Guao. Está desesperada.


—Me pidió que dejara de verte y me fuera sin llamarte nunca más.


Huh.


—¿Entonces ibas a irte sin decirme adiós?


—Sólo porque creí que estabas casado y con hijos. Sabes cómo me siento acerca de eso.


—Y sabes que entiendo cuanto te heriría si yo estuviera casado. ¿Por qué dudarías de mí?


—Porque no te conozco.


Guao, eso dolió.


—Pero estás equivocada. Quizás no conozcas mi nombre real, pero me conoces como nadie más.


—¿Quién es ella?


Una perra psicótica.


—Número tres.


—¿Una compañera previa?


—Sí, del estilo desquiciada. Cosas locas has pasado con esa mujer. Se enteró de mi verdadera identidad después de que nuestra relación terminó y ella me ha estado acechando durante tres años. Porque viajo muy a menudo, es difícil para ella mantenerse al día con mi paradero. Cuando ella no me puede encontrar, hace daño a los viñedos para hacerme salir.


—¿Qué ha hecho?


—Un montón de cosas, pero las más recientes son el incendio en Chalice y el envenenamiento de cultivos en Marguerite.


—No sabía del envenenamiento.


—Ella es la razón por la que tuve que dejar Avalon después de Navidad. No había podido encontrarme desde que llegué a Wagga Wagga. Creo que la evadí después del incendio en Chalice y es por eso que envenenó Marguerite… para arrastrarme hacia su terreno en Lovedale.


—¿Es de allí de donde es?


—Sí, pero no le di oportunidad de encontrarme. Tenía un investigador privado localizándola primero así que tendría las de ganar. Me puse en contacto con ella y le dije para encontrarnos en nuestro antiguo lugar. Pensó que iba a ir porque quería reavivar nuestra relación. Me enfrenté a ella sobre el incendio y el envenenamiento, pero, por supuesto, negó hacerlo.


—¿Dormiste con ella?


—Claro que no, maldición, pero no porque ella no tratara. Yo la rechacé y le dije que había alguien más. Ella no lo tomó bien, así que no nos despedimos en buenos términos. Convencerte a que me dejes era su forma de demostrar que podía joder mi vida personal.


—Casi lo logra. Me hubiese ido anoche si hubiese tenido un lugar a donde ir. Iba a ir al aeropuerto esta mañana para hacer los arreglos e ir a casa.


Saco mis zapatos y me meto en la cama junto a Paula. 


Necesito sentirla contra mí para probar que no se ha ido. No le digo cuánto me alegro de que todavía esté aquí o el miedo que tenía cuando pensaba que se estaba yendo. Tal vez ella ya lo sabe. Si lo hace, no lo menciona. Ella me deja acercarla más, y estoy contento con simplemente sostenerla en mis brazos después de casi perderla.






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