jueves, 26 de mayo de 2016

CAPITULO 109




Me quedo dormida en los brazos de Pedro Henry. Debo haber estado contenta porque no me desperté ni una vez durante la noche. No hay manera de que pudiera haber hecho eso antes cuando estábamos separados, pero algo sobre no estar juntos causó un cambio en mí. Eso hace posible que ahora le permita entrar en mi espacio mientras duermo.


Cuando abro los ojos, él ya está despierto. Ninguna sorpresa en eso.


—Hola, tú.


Me besa en la coronilla.


—Buenos días, amor. ¿Dormiste bien?


Sorprendentemente sí.


—Sí.


Él me atrae para un abrazo.


—¿Ves? No es tan malo tenerme cerca.



—Nunca creí que fuera malo —explico—. Es sólo que no estoy acostumbrada a esto. Pero sobreviví bastante bien anoche.


Él se aleja para mirarme mejor.


—¿Sobrevivir? Demonios, no me halagues.


—Lo siento. —Rio—. Sobrevivir es una pobre elección de palabras. No es lo que quise decir en absoluto. —Se vuelve a acurrucar junto a mí—. Sólo quise decir que no me desperté ni una vez, así que obviamente estaba feliz teniéndote en mi espacio contigo. Nuestro Espacio.


—Nuestro espacio suena mucho mejor que tú espacio.


—Estoy de acuerdo.


Mi estómago gruñe y recuerdo que no hay nada de comida en el apartamento ya que he estado lejos durante varias semanas.


—No tenemos nada para comer aquí. Dudo que siquiera tenga lo suficiente como para improvisar un desayuno, así que más tarde iré a la tienda. Y tú vas a ir conmigo. —Señalo hacia la mesita de noche—. Abre el cajón de arriba y pásame el anotador y una lapicera para hacer una lista de compras.


Se estira para abrir el cajón y la sábana se corre justo lo suficiente para que pueda tener un vistazo de su esculpido trasero. Tiro un poquito más la sábana para ver mejor, y paso mi mano por encima. 


No me puedo resistir.


Él ríe mientras rebusca en el cajón.


—Mmmm… ¿qué tenemos aquí?


No me importa qué es lo que ha llamado su atención porque estoy disfrutando demasiado de la vista.


Cuando vuelve a su posición original, está sosteniendo el vibrador púrpura en una mano y la Bala en la otra.


Oh, mierda. Me olvidé totalmente de que esas cosas estaban en el cajón. Cubro mi sonrojado rostro con ambas manos.


—Un caballero hubiera pretendido no ver eso.


—Creí que habíamos establecido que sólo soy un caballero en público… no en la habitación. Pero debo decirte que me hace sentir bastante espectacular saber que necesitas de dos de estos chicos a pilas para reemplazar lo que yo te hice.


Como si eso siquiera fuera posible.


—Estarías equivocado si creyeras que cualquier número de esas cosas puede reemplazar lo que tú me haces.


—No tiene que reemplazar. Simplemente pueden… mejorar —sugiere.


—Tú no necesitas mejoras.


Él está girando la Bala en la mano.


—Bueno, entonces quizás deberíamos probarlos y ver. Podría gustarte el tipo de mejoras que hago con ellos.


No tengo dudas de que me gustaría lo que me hace mientras lo usa.


—¿Ahora?


—A menos que la tienda se vaya a alguna parte.


—Listillo. —Por supuesto que se refiere a ahora. No sé ni siquiera por qué pensaría otra cosa. Es un hombre mañanero. Y nocturno. Y entre medio—. De acuerdo.


Se mueve hacia abajo sobre la cama.



—Cierra los ojos y no los abras. Quiero que te quedes quieta y te concentres completamente en las sensaciones.


Me estiro para tomar una almohada y la pongo sobre mi rostro porque me conozco.


—Me sentiré demasiado tentada de mirar.


Lo siento tomar la parte trasera de mis muslos y los levanta de manera que mis pies queden planos contra el colchón. 


Separa mis rodillas y la idea de lo que está mirando me golpea. Estoy desnuda con las piernas abiertas a la luz del sol. Por esto quería que cerrara los ojos. Él sabía que estaría incómoda en esta posición con él mirando mi cosa.


Sólo han pasado algunos segundos cuando escucho el zumbido. No he usado las cosas lo suficiente para saber si hay una diferencia en los sonidos que hacen, así que no tengo idea de cuál va a usar.


Estoy temblando de anticipación cuando siento la vibración tocarme. Él comienza en la parte superior y lentamente lo baja por un lado antes de volver a subirlo.


—¿Te gusta eso?


Levanto la almohada para poder darle un rápido vistazo.


—Sabes que sí.


—Bien.


Se mueve hacia el otro lado y repite el mismo movimiento. 


Cuando termina, desliza lo que he decidido es la Bala a través de mi repentinamente empapado centro. Cada vez que lo sube, golpea directamente mi clítoris por el más breve momento. No es lo suficiente para hacerme acabar, pero sí para hacerme desearlo tanto, que estoy lista para gritar si no lo hago. Estoy segura de que es consciente de eso porque conoce tan bien mi cuerpo que lo está haciendo para provocarme sin piedad.


—¿Qué hay de eso?


Esta vez no levanto la almohada porque la estoy apretando demasiado.


—Eso se siente increíble.


—Perfecto. Voy a agregar algo más para hacerlo más picante.


¡Dios Santo! ¿Qué más podría hacer para hacerlo más picante?


Lo siento entrar en mí antes de que la pregunta siquiera esté completa en mi cabeza. Se está moviendo dentro y fuera de mí y siento las vibraciones de la Bala rodeando mi clítoris una y otra vez. Es sólo lo suficiente para empujarme al borde
sin caerme, pero sé que no durará mucho más.


—Apuesto a que llegaré antes que tú, amigo.


Me penetra cada vez más duro y rápido.


—¿Quieres apostar? Dime qué tan cerca estás.


—Muy cerca. Puedo ver la línea de meta.


—Estoy ahí contigo, nena.


Justo cuando creo que tomará un poco más para empujarme por el borde, él ahueca los dedos sobre mí y la Bala y la presiona para que vibre contra toda el área de mi clítoris hasta donde está penetrándome.


Y es ahí cuando me rindo. ¡Oh, mi Dios, es magnífico!


Siento su mano envolver mi cadera mientras tira de mí hacia él para poder hundirse más dentro de mí estas últimas veces mientras acaba. Cuando mi nombre sale entre sus dientes apretados, quiero gritar pero no puedo. Me he quedado sin palabras porque las olas y espasmos en lo profundo de mí me han robado la voz.


Cuando termina, mis brazos caen inertes a la cama y la almohada permanece sobre mi rostro. Él sale de mí, pero siento sus manos en mis rodillas, manteniéndolas separadas.


—Eres tan hermosa.


—¿Cómo lo sabes? Mi rostro está cubierto —murmuro debajo de la almohada.


—Eso no es de lo que estoy hablando.


Oh, mierda. ¿Está diciendo que mi entregador de bebés es hermoso?


—Eres tan raro.


—Nunca dije que no lo fuera. —Ríe.


Saco la almohada de mi rostro y lo golpeo con ella.


—Levanta tu raro trasero y dúchate para que me acompañes la tienda. Tengo hambre





1 comentario: