jueves, 26 de mayo de 2016
CAPITULO 107
Vuelvo la cama para que esté lista cuando Paula salga de la ducha.
Recuerdo que no llevó ropa al baño con ella, así que abro unos cajones en busca de las cosas que podría necesitar.
Encuentro sujetadores y ropa interior en el cajón superior de la cómoda y reconozco muchos de los de encaje que ella solía usar para mí. Levanto un par y sonrío al recordar cómo ella lucía en ellos.
Esos son unos recuerdos condenadamente hermosos.
Me sumerjo a través de más cajones y encuentro los pantalones de jogging color rosa con la palabra AMOR en el trasero. Amo estos pantalones y sé que ella los usa cuando quiere estar cómoda, así que los saco. He echado de menos verla en ellos. Después de sacarlos del cajón, noto una camiseta de hombre debajo e, inmediatamente, una envidia enfermiza me ataca. La saco de su cajón para verla mejor y la reconozco como una de los mías. Nunca me di cuenta que había desaparecido. El descubrimiento hace que mi corazón se hinche hasta que está casi a punto de estallar.
Ella me extrañó.
La puerta del baño está cerrada y toco despacio en vez de entrar sin anunciarme, pero no me gusta. Dejamos de cerrar las puertas poco después de que nuestra relación comenzara y me siento un poco incómodo por las razones para que ella lo haga esta noche. No quiero que ella me deje afuera. Temo que este ataque pueda hacer que ella levante algunos de los viejos muros que me llevó tanto tiempo derribar.
—Entra.
El baño está lleno de vapor y éste se precipita hacia mí cuando entro.
—Te traje algo de ropa.
—Gracias.
—¿Necesitas algo más?
Al principio no responde, y me pregunto si me oyó, pero luego la oigo con su voz más suave.
—Sí.
Me quedo esperando que me diga qué necesita, pero no lo hace.
—¿Qué necesitas, cariño?
—A ti.
—De acuerdo. Puedo sentarme contigo mientras terminas de ducharte. —Cierro la tapa del inodoro.
—No. Te necesito aquí conmigo… en la ducha.
Admito que eso es inesperado. Ella acaba de ser atacada y casi violada. No esperaría que tuviera en mente compartir una ducha. Quizás sólo quiera estar cerca para poder sentirse segura.
—¿Estás segura?
—Segura.
No puedo obligarme a creer que esto es normal, pero es lo que pide.
—De acuerdo.
Me desnudo y corro la cortina antes de entrar al agua caliente con ella. Ella estira los brazos y los pone alrededor de mi cintura. Apoya el lado de su rostro contra mi pecho y el agua cae con fuerza sobre los dos.
—Por favor, no pienses que estoy loca por lo que voy a decir.
—Cariño, sé que no estás loca.
—Sé que la manera en que me siento no es lógica. Todo está en mi cabeza, pero siento que no puedo lavármelo del cuerpo. Me siento sucia.
—No estás sucia, amor. —Creo que lo que siente es completamente natural. No sé qué hacer para que se sienta mejor, pero decido hacer la única cosa que creo que puede ayudarla—. Date vuelta.
Tomo el shampoo mientras ella se vuelve y aprieto una porción generosa en mi mano.
—Voy a lavarte el cabello y cuando termine, voy a lavar todo rastro de él de tu cuerpo. Nunca más tendrás que sentirlo en tu piel.
No tengo idea si tocarla es equivocado o si le hará más mal que bien. Quiero pensar que es lo correcto, ya que ella me pidió que entrara a la ducha, pero no tengo forma de saberlo hasta que lo haga.
Le masajeo el cuero cabelludo suavemente mientras lavo su cabello. La oigo suspirar y tomo eso como una buena señal, por lo que repito el proceso con el acondicionador antes de pasar a su cuerpo.
Comienzo masajeando su espalda con gel de baño porque se siente como un lugar seguro para comenzar. Y porque ahí es donde lo encontré cuando la estaba atacando; encima de su espalda y forzando su rostro contra el suelo. Vuelvo a
enfurecerme mientras veo la imagen de él tratando de violarla.
Sacudo la cabeza como si eso fuera a hacer que la imagen desaparezca. No lo hace, pero no puedo permitir que Paula sepa lo que tengo en mente. Saber que estoy imaginando su ataque sólo la disgustará más, repitiendo lo que casi vi suceder.
Sus músculos tensos gradualmente comienzan a relajarse y estoy animado.
Paula es la medicina que cura todo mi dolor, así que no sé por qué me cuestioné ser el mismo tipo de alivio para ella.
Todavía estoy de pie detrás de ella cuando muevo mis manos jabonosas hacia su cuello. Ella levanta la barbilla y apoya la cabeza en mi pecho mientras me abro paso hacia abajo por su cuerpo. Rodeos sus pechos y sus pezones se endurecen como guijarros bajo mis dedos. Ella se apoya contra mí con más fuerza y yo le digo a mi polla que se comporte ya que no es el momento adecuado. Ésta no escucha. Nunca lo hace cuando se trata de ella. Y yo no echarle la culpa; ella está mojada y desnuda y presionando su hermoso cuerpo contra el mío.
Mis palmas se mueven más abajo y rozo su estómago antes de lentamente acercarme a tocarla entre las piernas. Ésta va a ser el área problemática y temo su reacción. Ella puede pensar que estará bien pero podría cambiar de opinión en el momento en que la toque. Podría hacerle pensar en lo que él trato de hacerle.
Voy lento y soy cauteloso mientras lentamente bajo la mano.
Oigo su respiración acelerarse. Estoy preocupado, inseguro de si está entrando en pánico. Decido no correr ningún riesgo y retiro la mano. No puedo arriesgarme al daño que podría causar si continúo.
Ella toma mi muñeca cuando aparto la mano.
—Por favor, no te detengas. Quiero que sigas adelante —dice mientras empuja hacia abajo—. No tengo miedo.
Quizás ella no tenga miedo, pero yo sí. Temo que esté exigiéndose demasiado y demasiado rápido porque cree que tiene algo que demostrar.
—No tienes que hacer esto ahora.
—Lo sé, pero quiero que me toques. Esto es tú y yo hacemos, y tengo que saber que él no arruinó lo que sientes por mí.
¡Mierda! Esto es por mí. ¿Tiene miedo de que no la desee más por lo que él le hizo?
La doy vuelta para poder mirarla a los ojos.
—Nena, te amo y no hay nada que alguien pueda hacer para cambiar eso… especialmente él o lo que te hizo. Créeme cuando te digo que nunca podría dejar de amarte por algo como esto.
Ella se pone de puntillas y me besa, mordiéndome el labio inferior y tirando de él con los dientes.
—Necesito que me lo muestres.
Tengo que confiar en su palabra. Si ella dice que esto es lo que necesita, entonces tengo que tener fe en ella.
—¿Aquí o en tu habitación?
—En la habitación. Esta ducha es demasiado pequeña para todo lo que quiero que me hagas.
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