lunes, 25 de abril de 2016
CAPITULO 6
Daniel me envía un mensaje cuando se detiene al frente del Hotel Ashford, por lo que dejo nuestra mesa en el restaurant del hotel para reunirme con ella. Cuando salgo del hotel para saludar a mi chica americana, Daniel está dando vueltas alrededor para abrirle la puerta, pero lo detengo.
—Lo tengo, Daniel. Gracias.
Después de abrirle la puerta, sale a la acera. Está usando un vestido de satín floreado de un solo hombro con un cinturón en la cintura y tacones de kilómetros de altura que alargan sus piernas incluso más de lo que ya son. Es hermosa y muero por extender la mano y tocar la piel expuesta de su hombro.
Levanta la vista hacia el hotel y luego de vuelta hacia mí.
—¿En serio? ¿Me trajiste a un hotel?
Su rostro me dice que está enfadada, pero es fácil ver porque podría sacar conclusiones precipitadas.
—La reunión con mi equipo de ventas era en la sala de conferencias del hotel. Pensé que podríamos cenar en Ash. Es el restaurante del hotel. Me han dicho que es el mejor en la ciudad.
Sus mejillas se sonrojan.
—Lo siento.
—No lo pienses más.
Ella toma el brazo que le ofrecía.
—¿No eres de WaggaWagga?
—No. —Eso es todo lo que le doy y ella no presiona más.
Le permito caminar delante de mí por la puerta giratoria hacia el vestíbulo.
—¿Te estás quedando en el hotel?
—No. Me voy a quedar en una propiedad en el país.
—Oh.
La acompaño hacia la parte de atrás del restaurante a nuestra mesa. Retiro su silla y la deslizo bajo ella cuando se sienta.
—¿Tienes hambre?
Sonríe y me encuentro queriendo saber todos los secretos que esconde tras ella.
—Mucha. No soy una de esas chicas que tienen miedo de comer delante de una cita. Espero que eso no te importe.
—No, en lo absoluto.
Está silenciosa mientras lee la carta de vinos y el camarero llega a tomar nuestra orden de bebidas.
—Tomaré un Sauvignon Blanc.
Levanta los ojos de la carta.
—No tengo idea de cómo pedir vino. Tomaré lo que tú estás pidiendo.
—Dos Sauvignon Blanc.
Mantiene el menú en frente de ella y no puedo ver su rostro. Lo está estudiando como si ahí más tarde pudiera haber un examen.
—No sé lo que quiero. Todo parece bueno.
—Mi socio de negocios recomendó cualquier marisco.
Un momento después coloca el menú en la mesa.
—Mariscos suena bien. Pediré el langostino relleno.
Después de que el camarero trae el vino y toma nuestros pedidos, continuamos nuestra conversación segura y general.
—¿Cómo le fue en la muestra de vinos a tu amigo anoche?
—Benjamin lo hizo bien, pero nunca esperé nada menos. El vino es el negocio de su familia.
Recuerdo a la camarera mencionar eso. Creo que dijo que él era de California.
—Lo entiendo. Uno es mucho más apasionado sobre ello cuando es tu sustento.
—Lo dices como si lo supieras por experiencia. —Es una de las mordaces.
—Lo hago. También trabajo en el sector vitivinícola. —Es una verdad a medias, ya que olvide mencionarle que soy dueño de un gran número de bodegas en todo el sur de Australia y Nueva Zelanda.
Sonríe y la veo hacer la conexión.
—¿Así que por eso estabas en la cena de vinos anoche?
—Sí. Mi empleador dona dinero al programa de vinos, por lo que se le da una invitación automática al evento. Fui enviado en su lugar como representante.
Hablamos de nada en particular y siento cambiar el humor de nuestra conversación cuando terminamos de comer.
—He pasado la última hora cenando contigo y todavía no me has dicho tu nombre. Tal vez es algo australiano, pero de donde yo vengo, esa es una de las primeras cosas que le dices a alguien. ¿Hay alguna razón por la que no me lo hayas dicho?
Estoy interesado en hurgar en su cerebro, escuchando su posible explicación.
—¿Por qué crees que podría ser?
Estudia mi rostro y por primera vez noto su inusual color de ojos. Pensé que eran cafés, pero ahora veo que estaba solo medio en lo correcto. Son más claros, más como caramelo que chocolate. Y el cabello no es un solo tono de marrón; está lleno de rayitos de color miel.
Su espalda se pone rígida.
—Creo que estás casado y tienes dos niños y medio esperando que llegues a casa.
Casi olvido su pregunta, estoy tan inmerso en observar las puertas a su alma. Vi algo allí, pero no estoy seguro de lo que es.
Levanto mi mano izquierda vacía y apunto donde un anillo de matrimonio estaría si tuviera uno. Sonrió porque la idea de mí estando casado es tan diametralmente opuesta de la verdad.
—Sin esposa. Ni dos hijos y medio.
Se sienta en el respaldo de la silla y no parece como si esté comprando lo que estoy diciendo.
—La falta de un anillo de compromiso no prueba nada.
—Soy reservado, pero no tiene nada que ver con estar casado.
Nuestro camarero regresa para retirar nuestros platos y nos quedamos en silencio hasta que se marcha.
—¿Por qué eres reservado?
—A falta de una respuesta mejor, es tal como soy.
Ella frunce el ceño.
—Bueno, eso explica todo.
Estoy pisando terreno peligroso. Esta chica es diferente a las demás. Si no la manejo de la manera correcta, se irá. De esto, estoy seguro.
—Los dos estaremos en WaggaWagga por los próximos tres meses. Realmente me gustaría verte mientras estamos aquí.
—¿Podría por fin saber tu nombre? —Ella se ríe, pero no tiene idea que ocultar nombres reales es mi condición número uno para citas.
¡Demonios! Me tiene fuera de juego y sintiéndome como si nunca hubiera hecho esto antes.
Respiro para aclarar mi mente antes de comenzar.
—Mi vida es complicada por razones que no discutiré. Cuando se trata de citas, necesita ser simple y poco exigente. Revelar mi identidad complica las cosas, así que no sabrás mi nombre real.
—No estás bromeando.
No puedo leer su reacción. No tengo idea de si está al borde o enloqueciendo.
—Cuando los tres meses terminen, también nosotros. Voy a seguir adelante y tú lo harás también. Porque no sabrás mi nombre o cualquier información que me identifique, no tendrás forma de contactarme. Nunca.
Esta cara puedo leerla, y está llena de confusión.
—¿Pero por qué?
Tengo razones, pero no las explicaré.
—Porque esa es la manera en que necesito que sean las cosas.
Ella claramente está molesta, así lo demuestra el ceño fruncido en su rostro.
—Si nunca quisieras oír de mí otra vez, eso no sería un problema de mi parte, Pedro.
Sonrió porque no tiene idea de que acaba de utilizar mi nombre real.
—Tendrías el mismo tratamiento. No tienes que decirme tu verdadero nombre y eliges lo mucho o poco que quieras contarme sobre ti.
Ella puso los codos en la mesa y se inclinó hacia adelante.
—Estás loco como el demonio, pero ya sabes eso, ¿cierto?
La siento deslizarse por mis dedos, por lo que me veo obligado a usar mi última línea de defensa.
—Soy un hombre muy rico. Los tres meses que pasemos juntos serían los mejores de tu vida. Nunca serias capaz de superar lo que experimentarías conmigo.
Ella se echa hacia atrás y ríe.
—Bueno, al menos no eres egoísta.
No había terminado. Tenía una carta más bajo la manga.
—Haría realidad tus fantasías.
Ella se lame los labios y luego atrae el inferior a su boca. Dios, me encantaría hacer eso por ella.
—Me quieres para tener sexo contigo.
Ahora se está dando cuenta.
—Sí, me gustaría mucho.
—Suena como si necesitaras una acompañante o una prostituta, y yo no soy ninguna de esas cosas.
Oh, mierda. Ahora la he jodido soberanamente.
Le cojo la mano para calmarla.
—No estaba sugiriendo que fueras cualquiera. El sexo no sería la única parte de nuestra relación. Habría mucho más que eso.
Aleja la mano de un tirón.
—No me acuesto con extraños y al parecer eso es lo que seguirías siendo ya que ni siquiera me dirás algo tan básico como tu nombre.
Muevo mi mano de nuevo.
—Tienes un argumento muy razonable, pero no sería así. Llegaríamos a conocernos mutuamente a nuestro propio modo.
—Al diablo con esta mierda. Me voy de aquí. —Se aparta de la mesa—. Por favor llama a tu chofer o pídele que me lleve a casa.
Muy bien, Pedro. Así se hace.
Saco el teléfono de mi bolsillo y llamo a Daniel.
—Al frente del hotel, ahora.
Observo su rostro mientras mira hacia afuera, negándose a mirarme. Lamento que no tuviéramos más tiempo juntos.
Ojala pudiera retractarme de todo y manejarlo de otra manera.
—Estará en un minuto. Por favor, permíteme acompañarte afuera. —No acepta u objeta cuando me pongo de pie para llevarla hacia la salida.
El auto está junto a la acera cuando nos movemos a través de las puertas giratorias. Abro la puerta trasera del pasajero por ella y sus ojos color caramelo se encuentran con los míos antes de que entre.
—Ten una linda vida, quienquiera que seas.
Wow, eso es definitivo.
Se sube y me quedo parado, con mi mano en la puerta, esperando para cerrarla.
No quiero dejarla ir así. Lucho contra el impulso de entrar en el asiento trasero con ella, pero sé que es inútil. La he insultado, y ella dejó claro que no iba a aceptar mi propuesta. Pero, maldita sea, no quiero que esta sea la última vez que la vea, así que dejo de discutir conmigo mismo y entro al auto.
Ella me contempla con los ojos entrecerrados, ojos desconfiados.
—¿Qué estás haciendo?
Cierro la puerta.
—Estoy yendo contigo.
Se escabulle tan lejos de mí como es posible.
—Mi respuesta es no, así que, ¿cuál es el punto?
Muy buena pregunta.
—No lo sé.
Viajamos en un incómodo silencio mientras Daniel nos lleva donde ella se está quedando. Me devano los sesos tratando de pensar en una propuesta alternativa, pero me quedo corto.
Después de que el auto se detiene, Daniel abre la puerta y ella sale. La sigo, caminando a su lado hacia la entrada de su departamento, y no puedo combatir el deseo de hacer otra suplica.
—Por favor, piénsalo y reconsidera mi oferta.
Se detiene en seco en su camino.
—¡Idiota arrogante! Viajaste conmigo para así poder tratar de convencerme de aceptar esta ridícula y loca idea tuya.
No estoy seguro por qué siento como si tuviera el derecho de tocarla o por qué pienso que me dejaría, pero extiendo mi mano y coloco mi dedo sobre sus labios.
—Shh. No digas no otra vez en estos momentos. Espera hasta que hayas tenido tiempo para pensar en ello. Esta es una nueva idea, y puede que te sientas diferente a cerca de ella una vez que la hayas pensado.
Arrastro mi pulgar por su labio inferior y lo rozo como recuerdo la forma en que ella lo succionaba.
—Si dices que sí, pasarías los próximos tres meses teniendo el mejor momento de tu vida.
Quito mi mano de su rostro.
—Estaré en el restaurante del hotel mañana en la noche, a las ocho, si decides que quieres discutirlo más a fondo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Mmmmmmmmmmmmmmm, me encantaron los 3 caps.
ResponderEliminar