lunes, 25 de abril de 2016
CAPITULO 4
¿Cómo decides qué ponerte para una cena de vinos en una universidad australiana cuando no estás realmente segura de lo que es una cena de vinos?
Estoy de pie frente al lavamanos lavándome los dientes mientras Aldana se baña. Caramba, esto de compartir el baño con dos personas no es un chiste, especialmente cuando una de ellas es de alto mantenimiento como Aldana.
Enjuago y limpio mi boca.
—Nunca me dijiste qué es esa cosa a la que vamos esta noche.
—Es una cena de vinos.
Genial. Eso me dice todo lo que necesito saber.
Agarro mi bolsa de maquillaje y comienzo a aplicarme la base. La iluminación en nuestra recámara es terrible y el baño no es mucho mejor, pero quién soy yo para quejarme cuando me estoy quedando aquí como un huésped sin pagar. Además, Aldana se queja lo suficiente por las dos.
—¿Puedes darme un poco más para variar? Algo así como, ¿qué es lo que va a pasar y qué necesito vestir?
—No puede ser muy formal si es presentado por una universidad, así que creo que un vestido sin mangas estaría bien. ¿Qué hay de ese vestido negro sin tirantes con la gran banda ancha alrededor de la cintura? Es un camaleón y podría servir si este jaleo está en el lado formal. ¿No lo trajiste?
Recuerdo haberlo colgado en el closet cuando desempacamos.
—Lo hice.
—Benja dijo que el evento comenzará en el exterior con aperitivos donde probaremos la primera ronda de nuevos vinos. Cuando finalicemos eso, iremos dentro para la cena y probar más vino. Probablemente habrá una banda, así que espera algo de baile.
Comida, bebida y baile. Baile lento. Suena bastante divertido e inocente, excepto que sospecho que Benja me considera algo más que una invitada.
Después de terminar con mi peinado y maquillaje, me deslizo dentro del negro sin tirantes. Cuando Aldana entra a nuestra habitación, me hace dar una vuelta completa y me regala un silbido.
—Luciendo fascinante con los visitantes.
—Gracias.
Ella está vistiendo un vestido halter color marfil que no reconozco. El marfil contra su rubio cabello y piel olivácea es espléndido.
—No creo haber visto este antes.
—Es nuevo. Lo compré antes de salir. ¿Crees que le gustará a Zac?
—Creo que a Zac le gustarías en cualquier cosa. O en nada.
Se rió, pero sabe que es verdad. La quiere desesperadamente.
—Creo que le gusto.
—Ser reservada no te queda, Aldi. Por supuesto que le gustas. No sé cómo puedes cuestionarlo. Ha estado aquí constantemente desde que llegamos.
—Lo sé, pero no ha dicho ni una sola palabra o ha hecho ningún movimiento.
—Solo han sido tres días. No todos los chicos tratan de meterte en su cama a los treinta segundos de haberte conocido.
—Ya sé. Creo que me estoy preguntando a mí misma por qué no ha intentado nada.
—Mira su reacción cuando salgamos. Sabrás dónde está su cabeza.
Los ojos dicen todo cuando Zac ve a Aldana. Él está caliente por ella.
Desafortunadamente, la reacción de Benja hacia mí es similar. ¿Qué demonios estoy pensando? Es un gran error para mí asistir a este evento con Benjamin como anfitrión vistiendo este vestido, pero es muy tarde ahora.
La suerte está conmigo en la primera mitad de la noche mientras soy capaz de evadir a Benjamin. Está ocupado presentando sus vinos, pero como siempre, mi suerte se acabó. Terminamos de cenar y tomó mi mano para quitarme de la silla.
—Ven, baila conmigo.
Sonrío y lo sigo a la pista de baile, principalmente porque no tengo una excusa razonable para no hacerlo. Un baile.
Puedo hacer eso.
Miro hacia Aldana bailando con Zac. Está más contenta que un cerdo en la mierda y yo estoy feliz por ella. Su suerte en las relaciones no ha sido mucho mejor que la mía.
—Parece estar pasando un gran tiempo.
—Zac no se ve muy infeliz, tampoco. Si tuviera que adivinar, y te puedo apostar que he sido oficialmente desechado por el resto de la noche.
¡Mierda! Eso significa que estaremos solos cuando regresemos al departamento.
—Está bien. Sigo teniendo el jet lag. De todas maneras probablemente me vaya directo a la cama.
Un hombre joven camina hacia nosotros.
—Sr. Donavon, siento molestarlo, pero estamos teniendo problemas en encontrar su merlot.
Benja detiene su balanceo, pero no me libera de su abrazo.
—Disculpa. ¿Quién eres tú?
—Soy Greg, unos de los camareros del evento de esta noche.
Benja se ve confundido.
—Todos mis vinos fueron almacenados juntos.
Greg se ve pesaroso mientras se encoge.
—Hemos estado buscando por todos lados y no los pudimos encontrar con los demás.
Me deja ir.
—Estoy seguro que están mezclados en todo el caos. ¿Me disculpas por un momento?
—Está bien. Esta es tu noche especial. Tienes que hacer todo lo que se necesite para hacerla exitosa.
Él pasa su mano por mi brazo.
—No me tomará mucho.
—Está bien. No hay prisa. —De verdad. No te apures.
Camino hacia la mesa de la cena, sintiéndome un poco culpable por el alivio que siento ante la interrupción. Observo a Aldana y Zac en la pista de baile y reconozco sus movimientos distintivos. Cuando giran alrededor y la espalda de él está volteada hacia mí, ella lo señala y articula: “Me lo voy a follar esta noche”.
Ya he escuchado eso antes y no tenía duda de que lo haría.
Esa es Aldana. Ha estado en otro continente por solo tres días y ya encontró a su siguiente ligue.
Levanto mi mano al aire y hago una mímica como la garra de una tigresa y articulo un silencioso “roar”.
Me estoy riendo de ella mientras hace el mismo gesto hacia la espalda de él cuando la voz de un hombre me sobresalta.
—¿Disfrutando del vino de esta noche?
Miro arriba hacia la persona que está hablando y no estoy preparada para ver a quien vi. Una pluma me podría poner fuera de combate. Es él, el hermoso hombre del club.
No alcancé a estudiarlo por mucho tiempo la otra noche, pero es aún mejor parecido de lo que recuerdo. Es alto, con amplios hombros, del tipo que me gusta para recorrer con mis manos y deslizarlas hacia sus fuertes brazos. Su oscuro cabello es rebelde en contraste a su formal vestimenta, y me pregunto si lo arregló así a propósito o si alguna mujer acaba de pasar sus dedos a través de él. Si es lo último, entonces maldición, que mujer tan suertuda.
Está vestido con otro traje, este es plateado oscuro con una camisa a rayas debajo.
Su corbata de combinación azul y plata hace ver sus ojos azul cielo más intensos.
¿Dijo algo? Espera… ¿preguntó si estaba disfrutando el vino? Al menos eso creo que fue lo que dijo.
—Lo estoy. Y mucho.
Mueve su atención a la copa frente a mí.
—¿Qué estás tomando?
Oh, mierda. No sé qué tipo de vino es. Hay solo de dos tipos en mi libro: bueno o malo. Lo pienso dos veces y decido que no había razón para pretender que lo sabía.
—¿Honestamente? No tengo ni una maldita idea. Es rojo y está bueno. Es todo lo que sé.
Él sonríe mientras toma la copa de mi mano. La levanta para una inspección antes de ponerlo debajo de su nariz.
—Es Cabernet Sauvignon. —Lo inclina un poco y le da un pequeño sorno—. No está mal.
Oh, doble desmayo. Sus labios están donde estuvieron los míos. Copa suertuda.
—Tendré que tomar tu palabra con respecto a eso porque yo no sé nada acerca de vinos.
Sus cejas se arrugan mientras me ve. Maldición. Sus ojos son fascinantes, del tipo en el que te puedes perder con muy poco esfuerzo.
—Si no conoces los vinos, entonces ¿cómo fue que viniste a una cena de vinos?
—Soy la invitada de uno de los estudiantes que está presentando sus vinos.
Hace un ademán hacia mi copa que todavía sostiene.
—¿Éste es uno de los de tu amigo?
¿Es de Benja? Comenzaron a circular todos juntos hace ya varias copas.
—Eso creo.
—Es bueno. De los otros que he probado esta noche, no puedo decir lo mismo.
—Le diré a Benjamin que lo dijiste. O tal vez te gustaría hacerlo. Salió, pero debería de regresar en cualquier momento. —Silenciosamente oro para que no regrese y arruine mi conversación con este hombre en el que no he dejado de pensar desde nuestro encuentro anterior.
Él tiene una sonrisa torcida.
—Si mal no recuerdo, creo que me debes un baile.
—Sí, creo que sí. —Él alcanza mi mano y me lleva a la pista de baile donde la banda está tocando una versión bastante decente de “Someone Like You” de Van Morrison.
Comenzamos a movernos con el ritmo.
—¿Eres americana?
—Todos los días y dos veces los domingos.
Se ríe.
—¿Qué trae a una divertida yanqui como tú a WaggaWagga?
Echo un vistazo por encima de su hombro y veo a Aldana mirándonos, así que le sonrío.
—Mi mejor amiga me invitó a pasar el verano.
—Tu acento suena diferente al de los otros americanos que he conocido
Había recibido un aluvión de críticas por parte de Aldana en los últimos años sobre mi fuerte gangueo.
—Eso es porque soy del sur —explico.
—Me gusta —dice—. Entonces, ¿cómo es que fuiste capaz de suspender tu vida por tres meses?
—Necesitaba alejarme de mi carrera por un tiempo para poder aclarar mi cabeza acerca de algunas decisiones que tengo que hacer.
Mira por encima de mi hombro y una irritada expresión aparece en su rostro.
—Tengo que estar en un lugar en pocos minutos, así que tengo que interrumpir nuestro baile, ¿pero te gustaría cenar conmigo mañana por la noche?
¿Cómo podría decirle que no a este hombre?
—Sí, me encantaría.
—Tengo una reunión mañana por la tarde e imagino que durará más de lo planeado. ¿Puedo enviar mi chofer para que te recoja a las siete?
¿Tiene un chofer?
—Umm, está bien.
Toma su teléfono de su bolsillo.
—¿Dónde te estás quedando?
Me toma un momento recordar la dirección desconocida, pero él la anota en su teléfono cuando la recuerdo.
—452 de la Calle Stanton.
—El nombre de mi chofer es Daniel y puedes esperar que sea puntual.
—Está bien. Estaré lista. —Mientras se aleja, recuerdo que nunca nos presentamos—. Espera. No conseguí tu nombre.
Él sonríe mientras se aleja caminando de espalda.
—Será más interesante si no lo sabes. Nos vemos mañana en la noche.
¿Más interesante? ¿Qué demonios se supone que significa eso? ¿Me dice el nombre de su chofer, pero no el suyo? Eso es raro. Debería saber su nombre si he accedido a reunirme con él para cenar.
Estoy a punto de perseguirlo cuando siento una cálida mano en mi brazo.
—Oye, ¿qué estás haciendo aquí parada en la pista de baile tú sola? —pregunta Benjamin.
—No estaba sola. Estaba bailando con alguien, pero él tuvo que irse. —Miro en busca de Sin Nombre, pero él ya se ha ido. Como un fantasma.
Benja me da una mirada desconcertada, como si yo inventara todo el asunto.
—Está bien. ¿Te gustaría terminar el baile?
—Seguro.
Mientras bailo con Benjamin, no puedo dejar de pensar en el fantasma o en la forma en que desapareció sin darme su nombre. ¡Mierda! Apuesto a que el atractivo hijo de puta está casado y es por eso que no me dijo quién es.
Eso no va a funcionar para mí. Si hay una cosa que no hago, es meterme con hombres casados.
Tengo que hablar con Aldana, pero ella está en mitad de su show pre-sexo con Zac. Eso significa que me está enviando a casa a solas con Benjamin. No estoy de humor para lidiar con eso.
—No me estoy sintiendo bien. Creo que voy a tomar un taxi de regreso al apartamento.
—Yo te llevo.
Pongo mi mano en su brazo.
—No puedo pedirte que hagas eso. Esta es tu gran noche. Quédate y has alarde de lo que has logrado.
—No me importa. En serio.
Sí, lo sé. Él es tan buen hombre, pero no estoy interesada.
—Lo sé, pero me sentiría peor si no te quedas para promocionar aquello por lo que has trabajado tan duro.
Él accede y tomo un taxi de regreso al apartamento. Me aseguro de estar en la cama cuando él llega a casa. Finjo estar dormida cuando da un golpecito en la puerta del dormitorio porque no estoy segura de lo que quiere.
Bueno, eso no es cierto. Sé lo que quiere, pero he elegido el camino cobarde.
Debería ser cruel y decirle que retroceda, pero no lo hago.
Lo evito, sólo prolongando lo inevitable.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario