jueves, 23 de junio de 2016
CAPITULO 197
La segunda semana de Paula de reposo ha sido tranquila y su cita con la Dra. Sommersby salió bien. Su cuello uterino no ha tenido cambios —sin sangrados, pérdidas o contracciones— y el bebé ha crecido bien desde el último chequeo.
Finalmente parece que todo se encamina con este embarazo. Excepto que no hay sexo.
—Dado que oficialmente estás fuera del reposo, ¿puedo llevarte a almorzar para celebrar?
—Eso suena realmente bien.
Comer en otro lugar aparte del sillón de nuestra sala de estar me vendrá bien.
—¿Dónde quieres ir? ¿A lo de Sheridan? ¿O a ese nuevo restaurante hibachi? He oído que su sushi es increíble.
Está sonriendo.
—Quiero una enorme, gorda y grasosa hamburguesa con queso y una gigante orden de papas fritas con una malteada de chocolate grande de ese comedor de los cincuenta en la
plaza, al que me llevaste el año pasado.
Ah, sí. Era mi compañera en ese entonces y las cosas aún eran nuevas. Esa fue la mañana en que aprendí su verdadero nombre y luego bailó para mí por primera vez esa noche. Fue un día muy memorable y el recuerdo me aviva la polla, alentándola a despertarse. Pero debo aprender a controlarlo. Voy a tener un largo período de sequía delante de mí.
Entramos al comedor y nada ha cambiado: aún hay cerámicos blancos y negros en el piso con decoración cincuentona. El aroma de papas fritas frescas y hamburguesas friéndose llena el aire.
—¿Quieres sentarte en el bar de nuevo?
—Probablemente no sea una buena idea. No creo que sean muy cómodos para mi espalda, así que prefiero una cabina.
Escogemos una justo detrás del sitio en el que estuvimos un año atrás.
—Quiero poner algo de música. Ya sabes lo que quiero si viene la mesera. —Va a la rockola y miro su trasero balancearse de un lado a otro. Aún embarazada, mi esposa es caliente.
No se va por mucho antes de volver y oigo una melodía familiar sonando, aunque no puedo ubicarla de inmediato. Está sonriendo y sé que quiere jugar a nombra la canción, un juego que no puedo ganar con ella.
—Conozco la canción, pero el nombre no me llega aún, espera un segundo.
Escucho un momento y me llega.
—“Sólo tengo ojos para ti”, pero no sé quién la canta.
—The Flamingos, tonto.
—Claro, ¿cómo pude olvidarlo? Oh, sí, quizás porque nunca he oído de ellos antes. —Ella es un genio musical—. No puedo creer que me casé con una Wikipedia musical. ¿Hay algo que no sepas de música?
—Posiblemente, pero aún no lo he descubierto.
Nuestra comida llega y P no duda en abalanzarse. Toma un gran bocado de su hamburguesa con queso y el kétchup chorrea, aterrizando justo en el medio de su escote hinchado por el embarazo. Ya estaba bellamente dotada, pero el embarazo le ha dado unos centímetros más. Sus tetas se ven incluso más espectaculares.
Mira la mancha en su escote y luego a mí. Lame sus labios para limpiar el resto de kétchup de su boca.
—Realmente te gustaría limpiar eso con tu lengua, ¿no? —Mi polla se despierta de inmediato al pensar en mi lengua corriendo por allí.
Bajo mi hamburguesa a mi plato y me inclino en la mesa para verla a los ojos y que entienda mi seriedad.
—No he estado dentro tuyo en tres semanas, y no parece que vaya a estarlo pronto, así que no puedes decirme cosas así. Es una tortura.
Su masticación se ralentiza y baja su hamburguesa.
—La abstinencia no será placentera para mí tampoco. También disfruto del sexo.
Espero que no se moleste por lo que estoy por decir.
—Como que he desarrollado esta histeria desde que dejamos la oficina del doctor. Está asentándose el hecho de que pasarán meses antes de que te tenga de nuevo.
Usa su servilleta para limpiar el kétchup de su escote.
—Lo siento. Creí que estaba siendo adorable.
No quiero arruinar su ánimo.
—Eres terriblemente adorable… y ese es el problema. Te quiero, pero no puedo tenerte.
Su sonrisa vuelve y sé que estamos bien.
—Trataré de mantener la adorabilidad al mínimo, entonces.
—Eso probablemente sea lo mejor.
Cambiamos el tema del sexo a la música de nuevo y P me cuenta de cada canción sonando.
—Escogí esta porque la amo, pero cometieron un error al ponerla en la rockola, porque no fue publicada hasta los sesenta. —La oigo y reconozco “No puedo evitar enamorarme” de Elvis Presley.
—Me gusta esta canción también. —Me levanto de la cabina y extiendo mi mano—. Baila conmigo.
Me mira como si me hubiera vuelto loco.
—Esto es un comedor. La gente no baila aquí.
—Quizás otros no, pero tú y yo sí.
Suelta una risita y sale de la cabina. Tomo su mano con la mía y presiono la parte baja de su espalda.
—No haría esto si no estuviera casi vacío aquí.
Los únicos otros clientes son una pareja mayor admirándonos desde la cabina.
—Ven lo enamorados que estamos y les recuerda que alguna vez también fueron así.
Nos deslizamos a ritmo y la sostengo cerca.
—No pude evitar enamorarme de ti. —Sonríe y beso su cabeza.
Tarareo las partes que no sé y le susurro el coro mientras danzamos. Vuelvo a tararear cuando viene la siguiente parte que debería saber, pero no sé.
—Nunca te había oído cantar antes.
—Realmente no es mi fuerte.
—No, no lo es. Tu canto apesta. —Ríe.
—Gracias por decirlo con tanta suavidad.
—Dudo que te haya afectado en algo.
Tiene razón. No puedo cantar nada.
—Te cederé amigablemente la tarea de enseñarle a nuestra manada a cantar.
Deja de danzar y me mira.
—¿Seguro que sigues queriendo más niños después de lo que sucedió en este embarazo? El problema de mi cuello uterino no va a irse. Necesitaré puntos cada vez y estaré en descanso por todo el embarazo.
De ninguna manera renunciaremos a nuestra manada.
—Abstenerse por meses no será divertido, pero haremos lo que sea necesario por la familia que soñamos tener.
—Te amo, Alfonso. —La atraigo cerca y vuelvo a tararear.
Es verdad. No pude evitar enamorarme de esta mujer.
Cuando tomó mi mano, voluntariamente le di mi vida entera.
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